Dónde termina la narración y empieza la mitología? A menudo oímos decir a los escritores que su oficio sigue siendo el mismo que en el comienzo de los tiempos, cuando los individuos se reunían alrededor del fuego para escuchar historias que entretenían y explicaban, que dotaban de orden a un universo que parecía aleatorio y desconocido. Algunas de esas historias se consagraron al contarlas generación tras generación y, durante un tiempo, se las reconoció como verdades sagradas. Con el paso de los siglos y el paulatino conocimiento de hechos y teorías, las historias pasaron de ser la pura verdad a ser un mito; aunque su verdad ya no era su principal virtud, todavía se las respetaba por haber sido capaces de racionalizar la vida durante un tiempo.
de la mitología.
Sin embargo, no sabemos cuándo terminó la narración y comenzó la fabricación
Los estudiosos suelen coincidir en que Homero, si es que existió tal persona, no fue el autor de los mitos griegos que se le atribuyen. El poeta ciego de la tradición pudo haber contado las historias que a él le habían transmitido y, al hacerlo, contribuyó a darles la forma definitiva con la que se codificaron posteriormente. Pero cuando empezaron las historias –aquel día que ni la memoria ni los registros recuerdan–, ¿sabía el primero de los poetas que estaba contando una historia, o que estaba explicando una verdad, o ambas cosas? ¿Sintió la revelación divina o la inspiración divina? ¿Supo diferenciarlas?
El poder del mito es en parte el poder de este misterio. En la antigüedad, el conocimiento era frágil. Los hechos, cuando se conocían, solo podían transmitirse de forma muy directa: volviendo a contarlos, de persona a persona, o escribiéndolos, grabándolos laboriosamente para crear un único documento, fácil de perder o de destruir. Se dice que el incendio de la Gran Biblioteca de Alejandría destruyó 400.000 rollos de pergamino, y no sabemos cuántos de ellos contenían información que no figuraba en ninguna otra parte. Que los mitos sobrevivieron es un indicador de su poder, de su resonancia con nuestra necesidad humana de entender nuestro mundo. Pero el misterio que rodea el momento de su creación les hace ser aún más poderosos: cuanto más perdemos la certeza de su autoría y de su motivación, más brilla el aura de lo posible. La historia del nacimiento de la historia se convierte en parte del mito.
¿Cuándo empieza la historia? ¿Cuándo empieza el mito? La sabiduría acumulada de nuestro oficio le aconseja al narrador que entre en la historia en el último momento, tal vez para mantener el misterio de lo que vino antes, tal vez para aprovechar al máximo el impulso que puede lograrse al continuar los acontecimientos desde ese punto. Como Sandman se publicó por primera vez en estos tiempos modernos, sabemos a ciencia cierta cuándo se contó la historia por primera vez –el 29 de noviembre de 1988–, y al leer la primera página del primer número que aquí se reproduce, uno puede empezar por el mismo sitio que los lectores de la época. Pero la historia de la creación de la historia empezó antes.
Yo estuve presente en la creación... o no. Un paso en la creación de Sandman comenzó en una casa antigua de Tarrytown, en las Hudson Highlands de Nueva York, a unos pasos de la casa de Washington Irving, cuyos cuentos formaron la mitología de la región. Los editores y la dirección de DC se reunieron en una antigua biblioteca llena de polvo para una de sus reuniones periódicas, y el tema era evitar que se secase el manantial de creatividad después de la extraordinaria avalancha de mediados de los años ochenta. No se recibían suficientes propuestas para series nuevas, o al menos no tenían suficiente calidad. Alguien sugirió una antigua técnica: la empresa poseía algunos nombres importantes y antiguos que podían actualizarse, quizá con nuevos personajes o con nuevas versiones de los antiguos. Se seleccionaron tres y cada uno se repartió a un editor: uno ni siquiera dio lugar a la publicación de un número, el segundo desembocó en una serie poco memorable de 18 números y el tercero... ah, el tercero era Sandman. ¿Es casualidad que los narradores hayan utilizado tríadas para construir sus chistes desde tiempos inmemoriales?
Así que, incluso en estos tiempos modernos, nuestro conocimiento es de por sí incompleto. Ahora, solo con tocar un teclado con un dedo tenemos a nuestra disposición incontables gigabytes de información, y los hechos o errores pueden persistir hasta mucho después de su tiempo natural, almacenados en memorias digitales sin corregir. Nuestro problema no es ya la escasez de información, ni su fragilidad, sino el desafío abrumador de su clasificación, de su comprensión y de la búsqueda de la pertinencia y la verdad en esos datos. Incluso para nuestras propias vidas, nuestro conocimiento sigue anclado en nuestra propia experiencia de los acontecimientos y no es un punto de vista omnisciente que pueda dotarlos de un sentido perfecto. En aquella biblioteca llena de polvo nadie recordó que hacía unos meses un joven escritor británico había solicitado hacer una nueva versión de Sandman. Para mí, Sandman empezó aquella tarde en Tarrytown. Para Neil Gaiman, la idea comenzó meses antes, cuando enumeró el Sandman de Simon y Kirby entre otros posibles personajes de DC a recuperar en una cena con Jenette Kahn y Karen Berger, y meses más tarde, cuando Karen lo eligió para escribir su encargo editorial de Tarrytown. Para vosotros, independientemente de lo mucho que sepáis sobre lo que sucedió antes, sospecho que Sandman comenzó el día que pasasteis sus páginas por primera vez. Puede que para algunos ese día sea hoy.
La historia de Sandman había empezado, pero ¿y el mito? Los presagios favorables preceden al mito. La Gran Tormenta de 1987 asoló Inglaterra en octubre y derribó 15 millones de árboles. Mientras hacía de las suyas (acompañada de una breve polémica sobre si sus vientos de 190 km por hora se mantuvieron al nivel necesario para poder considerarlo un huracán), Neil daba vueltas a su proyecto para Sandman en la oscuridad. Antes de que desaparezcan las historias que se le ocurrieron, ¿habrá que talar otros 15 millones de árboles para fabricar el papel en el que están impresos?
Basta de rodeos... mójate. ¿Dónde empieza la mitología?
No podemos saberlo a ciencia cierta. La mitología ejerce su poder haciendo que las fuerzas impersonales del universo nos resulten más comprensibles, o al menos más llevaderas. Los académicos tendrán una respuesta a esta pregunta sobre Sandman (no me atrevo a hablar por ellos), el escritor tendrá otra (no se la preguntaré) y cada lector, otra. Para mí, la mitología de Sandman comienza en el número 8, El sonido de sus alas, cuando Neil presenta a su encarnación de la Muerte y se enfrenta al misterio de por qué la vida llega a su fin antes de tiempo, incomprensible e incognosciblemente. La historia no contiene la respuesta definitiva a la pregunta ni del personaje ni de Neil, pero es el momento en que se nos hace partícipes de la ambición de justificar ese misterio. A partir de ese momento, Sandman iba a ser un mito.
Sin embargo, la narración no terminó al comenzar la mitología... porque no existe un abismo insalvable entre las dos. Seguimos deleitándonos con las historias antiguas, cuyo poder para explicar el universo se ha ido debilitando bajo la implacable presión de la ciencia. Sentimos el eco de su antiguo poder en nuestro interior, mientras conscientemente nos repetimos: “No es más que una historia”. Las relegamos a sus orígenes –la mitología griega, la mitología hindú, dondequiera que se contasen– y nos decimos que podemos aprender de aquellos tiempos y de aquellas personas al volver a escuchar esas historias. Pero se siguen contando historias para ayudarnos con lo inimaginable; se siguen inventando historias para ayudarnos a entender nuestro mundo. Cuando Neil creó sus historias, creó los mitos, usando el mismo poder que conjuró el narrador ante el fuego hace mucho tiempo... el poder que tan bien ejerce Neil.
Paul Levitz
2006
Paul Levitz lleva toda una vida aficionado a los cómics (The Comic Reader), escribiéndolos (La Legión de Superhéroes), editándolos (Batman), y hasta hace poco era presidente y editor de DC Comics.
Previa (portada y cinco páginas interiores) de Sandman núm. 1: Preludios y nocturnos.
de la mitología.
Sin embargo, no sabemos cuándo terminó la narración y comenzó la fabricación
Los estudiosos suelen coincidir en que Homero, si es que existió tal persona, no fue el autor de los mitos griegos que se le atribuyen. El poeta ciego de la tradición pudo haber contado las historias que a él le habían transmitido y, al hacerlo, contribuyó a darles la forma definitiva con la que se codificaron posteriormente. Pero cuando empezaron las historias –aquel día que ni la memoria ni los registros recuerdan–, ¿sabía el primero de los poetas que estaba contando una historia, o que estaba explicando una verdad, o ambas cosas? ¿Sintió la revelación divina o la inspiración divina? ¿Supo diferenciarlas?
El poder del mito es en parte el poder de este misterio. En la antigüedad, el conocimiento era frágil. Los hechos, cuando se conocían, solo podían transmitirse de forma muy directa: volviendo a contarlos, de persona a persona, o escribiéndolos, grabándolos laboriosamente para crear un único documento, fácil de perder o de destruir. Se dice que el incendio de la Gran Biblioteca de Alejandría destruyó 400.000 rollos de pergamino, y no sabemos cuántos de ellos contenían información que no figuraba en ninguna otra parte. Que los mitos sobrevivieron es un indicador de su poder, de su resonancia con nuestra necesidad humana de entender nuestro mundo. Pero el misterio que rodea el momento de su creación les hace ser aún más poderosos: cuanto más perdemos la certeza de su autoría y de su motivación, más brilla el aura de lo posible. La historia del nacimiento de la historia se convierte en parte del mito.
¿Cuándo empieza la historia? ¿Cuándo empieza el mito? La sabiduría acumulada de nuestro oficio le aconseja al narrador que entre en la historia en el último momento, tal vez para mantener el misterio de lo que vino antes, tal vez para aprovechar al máximo el impulso que puede lograrse al continuar los acontecimientos desde ese punto. Como Sandman se publicó por primera vez en estos tiempos modernos, sabemos a ciencia cierta cuándo se contó la historia por primera vez –el 29 de noviembre de 1988–, y al leer la primera página del primer número que aquí se reproduce, uno puede empezar por el mismo sitio que los lectores de la época. Pero la historia de la creación de la historia empezó antes.
Yo estuve presente en la creación... o no. Un paso en la creación de Sandman comenzó en una casa antigua de Tarrytown, en las Hudson Highlands de Nueva York, a unos pasos de la casa de Washington Irving, cuyos cuentos formaron la mitología de la región. Los editores y la dirección de DC se reunieron en una antigua biblioteca llena de polvo para una de sus reuniones periódicas, y el tema era evitar que se secase el manantial de creatividad después de la extraordinaria avalancha de mediados de los años ochenta. No se recibían suficientes propuestas para series nuevas, o al menos no tenían suficiente calidad. Alguien sugirió una antigua técnica: la empresa poseía algunos nombres importantes y antiguos que podían actualizarse, quizá con nuevos personajes o con nuevas versiones de los antiguos. Se seleccionaron tres y cada uno se repartió a un editor: uno ni siquiera dio lugar a la publicación de un número, el segundo desembocó en una serie poco memorable de 18 números y el tercero... ah, el tercero era Sandman. ¿Es casualidad que los narradores hayan utilizado tríadas para construir sus chistes desde tiempos inmemoriales?
Así que, incluso en estos tiempos modernos, nuestro conocimiento es de por sí incompleto. Ahora, solo con tocar un teclado con un dedo tenemos a nuestra disposición incontables gigabytes de información, y los hechos o errores pueden persistir hasta mucho después de su tiempo natural, almacenados en memorias digitales sin corregir. Nuestro problema no es ya la escasez de información, ni su fragilidad, sino el desafío abrumador de su clasificación, de su comprensión y de la búsqueda de la pertinencia y la verdad en esos datos. Incluso para nuestras propias vidas, nuestro conocimiento sigue anclado en nuestra propia experiencia de los acontecimientos y no es un punto de vista omnisciente que pueda dotarlos de un sentido perfecto. En aquella biblioteca llena de polvo nadie recordó que hacía unos meses un joven escritor británico había solicitado hacer una nueva versión de Sandman. Para mí, Sandman empezó aquella tarde en Tarrytown. Para Neil Gaiman, la idea comenzó meses antes, cuando enumeró el Sandman de Simon y Kirby entre otros posibles personajes de DC a recuperar en una cena con Jenette Kahn y Karen Berger, y meses más tarde, cuando Karen lo eligió para escribir su encargo editorial de Tarrytown. Para vosotros, independientemente de lo mucho que sepáis sobre lo que sucedió antes, sospecho que Sandman comenzó el día que pasasteis sus páginas por primera vez. Puede que para algunos ese día sea hoy.
La historia de Sandman había empezado, pero ¿y el mito? Los presagios favorables preceden al mito. La Gran Tormenta de 1987 asoló Inglaterra en octubre y derribó 15 millones de árboles. Mientras hacía de las suyas (acompañada de una breve polémica sobre si sus vientos de 190 km por hora se mantuvieron al nivel necesario para poder considerarlo un huracán), Neil daba vueltas a su proyecto para Sandman en la oscuridad. Antes de que desaparezcan las historias que se le ocurrieron, ¿habrá que talar otros 15 millones de árboles para fabricar el papel en el que están impresos?
Basta de rodeos... mójate. ¿Dónde empieza la mitología?
No podemos saberlo a ciencia cierta. La mitología ejerce su poder haciendo que las fuerzas impersonales del universo nos resulten más comprensibles, o al menos más llevaderas. Los académicos tendrán una respuesta a esta pregunta sobre Sandman (no me atrevo a hablar por ellos), el escritor tendrá otra (no se la preguntaré) y cada lector, otra. Para mí, la mitología de Sandman comienza en el número 8, El sonido de sus alas, cuando Neil presenta a su encarnación de la Muerte y se enfrenta al misterio de por qué la vida llega a su fin antes de tiempo, incomprensible e incognosciblemente. La historia no contiene la respuesta definitiva a la pregunta ni del personaje ni de Neil, pero es el momento en que se nos hace partícipes de la ambición de justificar ese misterio. A partir de ese momento, Sandman iba a ser un mito.
Sin embargo, la narración no terminó al comenzar la mitología... porque no existe un abismo insalvable entre las dos. Seguimos deleitándonos con las historias antiguas, cuyo poder para explicar el universo se ha ido debilitando bajo la implacable presión de la ciencia. Sentimos el eco de su antiguo poder en nuestro interior, mientras conscientemente nos repetimos: “No es más que una historia”. Las relegamos a sus orígenes –la mitología griega, la mitología hindú, dondequiera que se contasen– y nos decimos que podemos aprender de aquellos tiempos y de aquellas personas al volver a escuchar esas historias. Pero se siguen contando historias para ayudarnos con lo inimaginable; se siguen inventando historias para ayudarnos a entender nuestro mundo. Cuando Neil creó sus historias, creó los mitos, usando el mismo poder que conjuró el narrador ante el fuego hace mucho tiempo... el poder que tan bien ejerce Neil.
Paul Levitz
2006
Paul Levitz lleva toda una vida aficionado a los cómics (The Comic Reader), escribiéndolos (La Legión de Superhéroes), editándolos (Batman), y hasta hace poco era presidente y editor de DC Comics.
Previa (portada y cinco páginas interiores) de Sandman núm. 1: Preludios y nocturnos.