Eccediciones
searchclose

La influencia de la ciencia ficción en el cómic de superhéroes

El género superheroico no puede entenderse sin el influjo de la ciencia ficción: desde su misma concepción, el superhéroe (no hablamos de la figura del justiciero, que viene de mucho más atrás) es ciencia ficción, desde su origen hasta las características que lo definen. Atended a los dos ejemplos más primitivos: Superman es un alienígena de otro planeta al que la radiación de nuestro sistema solar proporciona habilidades y capacidades sobrehumanas; el Capitán Marvel es un muchacho que se transforma en un ser casi todopoderoso con pronunciar una palabra. Si eso no es ciencia ficción, no sigas leyendo. Los superhéroes nacieron de un caldo de cultivo creativo en el que la ciencia ficción ya había hecho acto de presencia en colecciones como Flash Gordon. Personajes secundarios como el Doctor Sivana o Lex Luthor bebieron de la misma fuente, abrazando el arquetipo del científico loco, el estereotipo del genio incomprendido que dedica sus talentos a crear cosas con las que luego destruir. Si bien la caracterización de Luthor ha cambiado con los años para inclinarse más hacia la de un gran empresario, el buen Doctor conserva aún su apariencia y modos propios de uno de estos chalados personajillos de la ciencia ficción más clásica.

Los años cuarenta también vieron cómo el género superheroico era capaz de aunar el realismo con la ficción: la JSA, el primer grupo superheroico, reunía entre sus filas a miembros como Alan Scott, armado con un anillo de poder de ciencia ficción, o Wildcat, campeón de los pesos pesados sin poderes que podría encajar en cualquier publicación puramente noir. El cómic de superhéroes se caracterizaba entonces por la variedad: el lector podía inclinarse hacia historietas con una mayor o menor presencia de elementos ficticios en sus páginas.

Fue en la década de los cincuenta y los sesenta cuando el boom de la ciencia ficción se contagió a las colecciones de superhéroes... incluso a aquellas que no lo necesitaban. EC Comics se centró en publicaciones ceñidas a la ciencia ficción, mientras que DC optó por crear a personajes en los que este género tenía gran peso: así nacieron Barry Allen, Hal Jordan o el Detective Marciano, y con ellos, la conocida como Edad de Plata. El resultado de un experimento científico, el caballero esmeralda que porta un arma cósmica, el visitante de otro mundo, ¿es o no evidente el poder que ejercía la ficción científica en los cómics de la época? Colecciones como Detective Comics, The Brave and the Bold, Showcase o All Star Comics eran excelentes laboratorios en los que, durante décadas, la editorial tanteó al público con distintas historias o personajes hasta dar con alguno que realmente conectase con los lectores, como la Patrulla Condenada y los Metal Men (años sesenta) o Power Girl (años setenta).

Por desgracia, no todo fueron luces. En la década de los sesenta el público demandaba más, más ciencia ficción, así que a DC le faltó tiempo para impregnar todo su catálogo con detalles propios de este género, encajase con los personajes y las colecciones o no: esto, sumado a la rocambolesca tesis del Dr. Wertham sobre las supuestas influencias perniciosas de los superhéroes, dio lugar a etapas delirantes para personajes como Batman o Superman; etapas que si bien ahora se ven con divertida nostalgia, eran sintomáticas de hasta qué punto es sensible el cómic a las modas y las tendencias, tanto como para llegar a adulterar la esencia de un personaje urbano como Batman y convertirlo en un viajero intergaláctico.

Pero de todo lo malo se puede sacar algo bueno: ya que el público demandaba más historias, más personajes y aventuras más grandes, DC puso toda la carne en el asador y reunió en las páginas de The Brave and the Bold a los héroes más poderosos de su universo creativo, creando así la Liga de la Justicia: uno de los elementos más importantes de la editorial y del cómic de superhéroes, que dibujaría el patrón de los supergrupos del futuro. El enemigo, cómo no, era el invasor extraterrestre Starro, una estrella de mar con poderes. Era la época, no preguntéis.

En los años sesenta tiene lugar el nacimiento de Marvel Comics, un universo con un notorio componente de ciencia ficción: Galactus, Estela Plateada, los Cuatro Fantásticos, Spiderman, los Inhumanos, la Patrulla-X o el Capitán Marvel son la prueba evidente de que cuando en Marvel Comics necesitaban inspiración, miraban a las estrellas. Stan Lee tenía olfato y sabía que la demanda de ciencia ficción era tan grande que había sitio en el mercado para una nueva editorial que ofreciese personajes nuevos y situaciones nunca antes vistas, respaldado todo aquello por un profundo conocimiento del público al que iba dirigido: y es que en esta década empieza a apreciarse que detrás de la ciencia ficción ya no hay lectores o espectadores ocasionales, sino aficionados estables que consumen estos productos de forma regular. Este perfil de lector ha perdurado en el tiempo y se ha hecho fuerte, hasta el punto de convertirse en el sector mayoritario dentro de los consumidores de historietas.

Durante los años setenta, la influencia de la ciencia ficción dio un giro hacia la épica, las grandes historias, las sagas cósmicas: ya se había pisado la Luna, la carrera espacial había terminado y las películas de ciencia ficción ya no arrastraban a las masas de público que conseguían en los cincuenta y los sesenta. En el cómic, los alienígenas dejaron de ser invasores genéricos de la Tierra para adquirir nuevos matices, conformar grandes civilizaciones y verse embarcados en aventuras influidas por la space opera: así, durante los años setenta vieron la luz villanos como Thanos, personajes como los Nuevos Dioses del prolífico universo creado por Jack Kirby, imperios alienígenas como el Shi’Ar, el imperio Kree y el Skrull, que se enfrentarían en un conflicto armado que se extendió por la galaxia en las páginas de Los Vengadores. En los años setenta, la ciencia ficción se actualiza y aumenta de magnitud de la mano de dibujantes capaces de plasmar las escenas más impresionantes.

En los ochenta y los noventa, con la llegada del grim and gritty, la ciencia ficción se somete a un lavado de cara –o una operación de cirugía estética, según se mire–. Hasta en el cine, tradicional territorio del género, los efectos especiales y la demanda del público de contenidos rompedores y hasta violentos empujaron a la ciencia ficción a una vertiente más cruda e impactante, acorde con los tiempos, con los gustos del consumidor. En los cómics, la ciencia ficción se actualiza de la mano de personajes como Starfire, Savage Dragon, Bill Rayos Beta, Booster Gold o Longshot (nótese que entre todos ofrecen erotismo, agresividad o una personalidad desbordante y hasta un poco arrogante, arquetipos muy cotizados en los ochenta y los noventa), así como de obras monumentales como Watchmen o Crisis en Tierras Infinitas. ¡Ah! Y de los pistolones lanzarayos esgrimidos por los personajes que pueblan Image Comics, por supuesto. El panorama queda así gobernado por una atmósfera postmoderna en la que la ciencia ficción adopta una nueva imagen para hacerse un hueco en las pantallas de cine y las páginas del cómic.

Había excepciones, por supuesto: el estudioso del cómic Scott McCloud optó por la atmósfera de ciencia ficción de los años sesenta para ubicar a su personaje Zot! y James Robinson regresó a la Edad de Oro para crear la miniserie homónima, en la que encontramos numerosos elementos propios de la ciencia ficción de la época.
La llegada del nuevo milenio trajo consigo una notable diversificación creativa que permitía a los autores explorar, experimentar, reinventar o, ¿por qué no?, actualizar. Seres de la ciencia ficción como Alien o Depredador rondaron por las viñetas en busca de nuevas presas. DC: La Nueva Frontera regresó a la DC de la Edad de Plata para tratar la problemática alienígena y superheroica desde otra perspectiva. La macroserie 52 trajo de vuelta la ciencia ficción de los años cuarenta con su Isla de los Científicos Locos y sus habitantes, entre los que se contaban el Doctor Sivana y Thomas Oscar Morrow. Las sagas cósmicas reciben un colosal balón de oxígeno de la mano de los guionistas Dan Abnett y Andy Lanning, que con historias como Aniquilación devuelven la épica a las estrellas. Sería demasiado largo enumerar siquiera una lista con los arcos argumentales más relevantes, puesto que el nuevo milenio es un enorme laboratorio de experimentos de guionistas muldisciplinares, que han bebido de la ciencia ficción durante décadas y la han acompañado a lo largo de su constante evolución.

Así, lo que la historia nos enseña es que ciencia, ficción y superhéroes están unidos a través de un cordón umbilical que nunca se ha cortado: solo ha cambiado, se ha adaptado a las modas o ha recibido las influencias de otras disciplinas. La influencia puede ser mayor o menor y los ciclos de distanciamiento y acercamiento son impredecibles... pero estos dos géneros siempre caminarán juntos.

Alberto Morán Roa

Artículo publicado originalmente en las páginas de Superman: La guerra de los mundos (previa de la obra, en este enlace).