Los episodios agrupados en este volumen de JSA marcan un antes y un después en el decurso de la serie. Publicados entre diciembre de 2002 y octubre de 2003, fueron los últimos escritos conjuntamente por Geoff Johns y David Goyer. Poco después, Goyer abandonó la industria de los cómics para centrarse en el mundo de la televisión y del cine (entre otros éxitos, firmó los libretos de películas como Batman Begins y la reciente Batman v. Superman: El amanecer de la justicia). Sin embargo, su despedida tuvo poco de triste. En realidad, fue todo un espectáculo, una auténtica celebración.
Johns y Goyer habían recorrido un largo camino desde su primer guion conjunto de JSA. Durante 46 episodios y una novela gráfica (JLA/JSA: Virtue and Vice, dibujada por Carlos Pacheco y publicada en 2002), consolidaron uno de los equipos de escritores más sólidos y entretenidos del género de superhéroes. Juntos devolvieron la frescura a una agrupación de justicieros cuyo esplendor había quedado muy atrás, en los lejanos años cuarenta. Su fórmula no era revolucionaria. Se componía de eficacia narrativa y, sobre todo, de una colorida galería de personajes presidida por los contrastes. En efecto, la alineación de la Sociedad de la Justicia combinaba con acierto veteranía y juventud convirtiendo el conflicto generacional en uno de los motores de la trama.
Desde el principio, JSA presentó una estructura abierta organizada en arcos argumentales sucesivos y de extensión variable. Entre saga y saga, Goyer y Johns interpolaban episodios independientes para rebajar la tensión, enriquecer las relaciones entre personajes y crear un preludio ominoso al próximo arco. En este sentido, el tomo anterior de la serie presentaba una agradable reunión familiar entre Jakeem Thunder, Rick Tyler y sus respectivos padres. También exponía el encuentro (o encontronazo) entre Power Girl y un admirador. El presente volumen contiene alguno de esos interludios. Uno de ellos muestra el breve (pero elocuente) coloquio entre el Capitán Marvel y Black Adam. Otro descubre la verdadera identidad de la ocupante del cuerpo en coma de Lyta Hall (revelación que servirá de catalizador a la segunda mitad del tomo). Y todo con la frescura y la capacidad casi contagiosa de suscitar entusiasmo que caracterizaba la obra conjunta de Goyer y Johns.
En una entrevista realizada por Koldo Azpitarte y Gorka Domínguez en 2003, Johns reveló la mecánica de su colaboración con Goyer. Primero se reunían para compartir ideas y concebir el argumento de la historia. A continuación, cada uno escribía por separado la mitad del episodio, de ahí que abunden los capítulos construidos sobre dos tramas sucesivas (como el titulado “Eclipse”) o simultáneas (como en “Iluminación”). La alternancia de dos acciones dotaba al relato de una gran agilidad. Además, Johns y Goyer tuvieron la inteligencia de variar el protagonismo en cada episodio creando una impresión de muchedumbre, de enjambre de personajes que se apoyan y enriquecen recíprocamente en esa especie de colmena ordenada que era la JSA.
Las historias de este volumen conceden especial relieve a Hawkgirl y su crisis de identidad, al Capitán Marvel y su vínculo con Stargirl, a Black Adam y su nuevo grupo, a Centinela y sus problemas paternofiliales. Pero, sobre todo, al Doctor Destino y a la ordalía que lo purga de su pasado. El peso del pasado es, precisamente, uno de los grandes temas de la serie, plasmado especialmente en la difícil aceptación de una pérdida dolorosa y en la espinosa relación con el legado de unos progenitores heroicos. Hector Hall (alter ego del Doctor Destino) sufre estos avatares por partida doble. De un lado, tiene una esposa en coma. De otro, un poder místico que ha contado con numerosas encarnaciones y del que debe mostrarse merecedor.
Creado por el guionista Gardner Fox y el dibujante Howard Sherman, el Doctor Destino debutó en las páginas de More Fun Comics en mayo de 1940. Allí, el arqueólogo Kent Nelson tropezaba con el hechicero Nabú en el interior de una pirámide y este lo instruía en los fundamentos de la magia. Miembro fundador de la Sociedad de la Justicia de América, Nelson fue uno de los primeros héroes místicos del Universo DC. Durante décadas, ejerció como secundario de lujo en títulos como All-Star Comics, Showcase, World’s Finest Comics o First Issue Special (donde disfrutó de una memorable aventura en solitario escrita por Marty Pasko y dibujada por un Walter Simonson en estado de gracia). En 1987 se hizo acreedor de una serie limitada donde, bajo el influjo de la literatura de Michael Moorcock, el guionista J.M. DeMatteisy el dibujante Keith Giffen situaron al heroico hechicero en medio de una guerra eterna entre las fuerzas del Orden y el Caos. Desde entonces, las sucesivas encarnaciones del Doctor Destino se han involucrado de un modo u otro en ese conflicto perpetuo. Este volumen de JSA contribuye a crear un equilibrio inestable entre esas dos fuerzas. Paz efímera, si se quiere. Pero, para David Goyer, ¿qué mejor forma de despedirse de un título que abriendo un paréntesis de armonía en una guerra interminable?
Jorge García
Artículo publicado en las páginas de JSA de Johns núm. 5 ¡Ya disponible en vuestro punto de venta habitual!
Johns y Goyer habían recorrido un largo camino desde su primer guion conjunto de JSA. Durante 46 episodios y una novela gráfica (JLA/JSA: Virtue and Vice, dibujada por Carlos Pacheco y publicada en 2002), consolidaron uno de los equipos de escritores más sólidos y entretenidos del género de superhéroes. Juntos devolvieron la frescura a una agrupación de justicieros cuyo esplendor había quedado muy atrás, en los lejanos años cuarenta. Su fórmula no era revolucionaria. Se componía de eficacia narrativa y, sobre todo, de una colorida galería de personajes presidida por los contrastes. En efecto, la alineación de la Sociedad de la Justicia combinaba con acierto veteranía y juventud convirtiendo el conflicto generacional en uno de los motores de la trama.
Desde el principio, JSA presentó una estructura abierta organizada en arcos argumentales sucesivos y de extensión variable. Entre saga y saga, Goyer y Johns interpolaban episodios independientes para rebajar la tensión, enriquecer las relaciones entre personajes y crear un preludio ominoso al próximo arco. En este sentido, el tomo anterior de la serie presentaba una agradable reunión familiar entre Jakeem Thunder, Rick Tyler y sus respectivos padres. También exponía el encuentro (o encontronazo) entre Power Girl y un admirador. El presente volumen contiene alguno de esos interludios. Uno de ellos muestra el breve (pero elocuente) coloquio entre el Capitán Marvel y Black Adam. Otro descubre la verdadera identidad de la ocupante del cuerpo en coma de Lyta Hall (revelación que servirá de catalizador a la segunda mitad del tomo). Y todo con la frescura y la capacidad casi contagiosa de suscitar entusiasmo que caracterizaba la obra conjunta de Goyer y Johns.
En una entrevista realizada por Koldo Azpitarte y Gorka Domínguez en 2003, Johns reveló la mecánica de su colaboración con Goyer. Primero se reunían para compartir ideas y concebir el argumento de la historia. A continuación, cada uno escribía por separado la mitad del episodio, de ahí que abunden los capítulos construidos sobre dos tramas sucesivas (como el titulado “Eclipse”) o simultáneas (como en “Iluminación”). La alternancia de dos acciones dotaba al relato de una gran agilidad. Además, Johns y Goyer tuvieron la inteligencia de variar el protagonismo en cada episodio creando una impresión de muchedumbre, de enjambre de personajes que se apoyan y enriquecen recíprocamente en esa especie de colmena ordenada que era la JSA.
Las historias de este volumen conceden especial relieve a Hawkgirl y su crisis de identidad, al Capitán Marvel y su vínculo con Stargirl, a Black Adam y su nuevo grupo, a Centinela y sus problemas paternofiliales. Pero, sobre todo, al Doctor Destino y a la ordalía que lo purga de su pasado. El peso del pasado es, precisamente, uno de los grandes temas de la serie, plasmado especialmente en la difícil aceptación de una pérdida dolorosa y en la espinosa relación con el legado de unos progenitores heroicos. Hector Hall (alter ego del Doctor Destino) sufre estos avatares por partida doble. De un lado, tiene una esposa en coma. De otro, un poder místico que ha contado con numerosas encarnaciones y del que debe mostrarse merecedor.
Creado por el guionista Gardner Fox y el dibujante Howard Sherman, el Doctor Destino debutó en las páginas de More Fun Comics en mayo de 1940. Allí, el arqueólogo Kent Nelson tropezaba con el hechicero Nabú en el interior de una pirámide y este lo instruía en los fundamentos de la magia. Miembro fundador de la Sociedad de la Justicia de América, Nelson fue uno de los primeros héroes místicos del Universo DC. Durante décadas, ejerció como secundario de lujo en títulos como All-Star Comics, Showcase, World’s Finest Comics o First Issue Special (donde disfrutó de una memorable aventura en solitario escrita por Marty Pasko y dibujada por un Walter Simonson en estado de gracia). En 1987 se hizo acreedor de una serie limitada donde, bajo el influjo de la literatura de Michael Moorcock, el guionista J.M. DeMatteisy el dibujante Keith Giffen situaron al heroico hechicero en medio de una guerra eterna entre las fuerzas del Orden y el Caos. Desde entonces, las sucesivas encarnaciones del Doctor Destino se han involucrado de un modo u otro en ese conflicto perpetuo. Este volumen de JSA contribuye a crear un equilibrio inestable entre esas dos fuerzas. Paz efímera, si se quiere. Pero, para David Goyer, ¿qué mejor forma de despedirse de un título que abriendo un paréntesis de armonía en una guerra interminable?
Jorge García
Artículo publicado en las páginas de JSA de Johns núm. 5 ¡Ya disponible en vuestro punto de venta habitual!