Hola. Me alegro de veros. Bienvenidos al pantano. Sentaos en algún sitio relativamente seco y os hablaré de las historias que encontraréis en el presente volumen. El libro arranca con la conclusión de la era anterior y el comienzo de la versión de la Cosa del Pantano de Moore, Bissette y Totleben. Jason Woodrue intenta sin éxito salvar el Verde (la mente común del reino vegetal) de la humanidad. También tenemos a Kamara, el Rey Mono, que es la encarnación del miedo. Inmediatamente después, se encuentra El entierro, publicada originalmente en The Saga of the Swamp Thing núm. 28.
Al ver estas historias conservadas para la posteridad en volúmenes, es fácil olvidar que no se publicaron así. Como la gran mayoría de los cómics estadounidenses, aparecieron a un ritmo mensual. Cada 30 días, Alan Moore escribía 23 páginas de Swamp Thing que dibujaba Steve Bissette y entintaba John Totleben.
Todo intento de crear arte a ese ritmo puede traer problemas. Si se retrasa el dibujante o el guionista, hay dos opciones: o se apresuran y realizan un trabajo rápido pero menos excelente o siguen adelante con la calidad habitual a costa de retrasar la fecha de publicación, cabrear a los editores (en este caso, la excepcional Karen Berger) o hacer enfadar a los lectores. Para evitarlo, no es inusual en los cómics comerciales recurrir a sustitutos para que creen historias fuera de la continuidad habitual, lo cual permite a los dibujantes regulares ponerse al día. El primer ejemplo de esto en la etapa de Moore es El entierro.
Comparado con las páginas anteriores de este volumen y con buena parte de las posteriores, El entierro parece una historia ligera que repasa el origen del protagonista que se contó en 1972 en Swamp Thing núm. 1. En el episodio en cuestión, Alec Holland descansa en paz, pero no se lo entierra solo a él. Es el fin de una era, un homenaje a las historias originales de Len Wein y Berni Wrightson. Es el relato con el que Alan Moore obtuvo libertad para pasar página. La criatura harapienta de Bissette y Totleben se vuelve marrón con la proximidad del otoño y contempla la versión estilizada y repleta de raíces de Wrightson cuando esta sale por primera vez del pantano. Entonces, somos conscientes del camino recorrido. En su día, la Cosa de Wein y Wrightson era una obra innovadora y asombrosa, y todo lo que se había hecho después con los personajes estaba a la sombra de los creadores. En más de un sentido, esta historia dejó descansar a aquel fantasma.
Aún recuerdo la sensación de asombro que sentí al leer Amor y muerte, el primer episodio de la trilogía de Arcane. Era el primer cómic de terror que me horrorizaba de verdad. Me enganché y, asombrado, descubrí que los cómics pueden ser tan perturbadores como las mejores películas y novelas. En la saga, Alan Moore profundiza en la fragilidad de la vida humana. Desde las primeras imágenes de Abigail Cable (cuyo apellido de soltera era Arcane), desnuda y ensangrentada después de haber intentado en vano lavarse, se nos sirve el rico caldo de una historia a través de imágenes repulsivas que saben igual que la peor pesadilla. Comienza con Abigail Arcane y con las cosas malas, los bichos, y termina... en otro sitio.
Amor y muerte también hizo historia, ya que, a partir de este episodio, The Saga of the Swamp Thing se convirtió en el primer cómic que se distribuía mensualmente en los kioscos sin el sello de aprobación de la Comics Code Authority que fundaron varias editoriales en 1954 para autorregularse tras la histeria contra las historietas (sobre todo contra la línea de terror de la EC) que desató la caja de brujas del doctor Frederic Wertham. El código prohibía cosas como los desnudos, los zombis putrefactos, el incesto y la necrofilia, y la combinación de todo ello en Amor y muerte era más de lo que podía tolerar la gente que administraba dicho código. Hay que alabar a DC por haber suprimido el sello del Comics Code en lugar de intentar rebajar el tono de la serie.
Fue en esta historia donde los artistas empezaron a soltarse el pelo. Bissette y Totleben nos muestran insectos que se arrastran entre los bordes de las viñetas; a Abigail Cable, ensangrentada pero hermosa en una esquina, la arrastra a la locura y al más allá su difunto tío; y la Cosa del Pantano parece estar integrado en el paisaje. (A los lectores más curiosos les gustará saber que los señores Moore, Bissette y Totleben aparecen en la copia de Almas perversas ocupándose de los restos de Tammy).
Alfredo Alcalá entintó los lápices de Steve Bissette en Una aureola de moscas. Su trabajo es menos detallado que el de Totleben, pero nos sigue recordando a grabados antiguos. (Normalmente, un entintador repasa los lápices del dibujante con tinta negra, termina el dibujo y facilita la reproducción, pero un buen entintador aporta mucho al resultado final del cómic.)
El ballet de azufre pone fin a la trilogía de Arcane de forma efectiva. Aunque la dolorosa resolución no llega hasta el capítulo siguiente, estas tres historias forman un todo con un mismo tono, con una perspectiva perturbadora del mal, con un Juicio Final inminente y con la forma en que afecta a una mujer y a su amado. Este episodio lo dibujó Rick Veitch, con lo cual Steve Bissette tuvo tiempo de ocuparse de la larga historia que lo sigue. Se trata de Abajo, entre los muertos, publicado en Swamp Thing Annual núm. 2, y supone un cambio de ritmo y también uno los relatos más populares de la etapa de Moore aunque al guionista le preocupe menos la trama que el tema de qué sucede cuando morimos.
La respuesta es clásica y nos conduce a La divina comedia de Dante. Nos muestra un más allá inmediato repleto de espíritus aturdidos que han muerto recientemente y también de apariciones que vagan por la zona. También nos enseña el Paraíso, un lugar pequeño, hermoso y tranquilo donde está la gente a la que conocíamos y queríamos. Sin embargo, igual que el volumen más leído y recordado de La divina comedia es El Infierno, el punto álgido de esta historia es el más bajo: el Infierno, un Hades de demonios asquerosos y un lugar de tedio y dolor.
Si los guías de Dante Alighieri eran Virgilio y Beatriz, los de la Cosa del Pantano son cuatro espíritus, todos ellos personajes bien asentados de DC Comics. Deadman era un trapecista de circo llamado Boston Brand que fue asesinado antes de obtener el poder de recorrer la Tierra en busca del culpable. Esa segunda oportunidad se la dio Rama Kushna, una diosa oriental. Plasmada por Neal Adams, era toda ojos, labios y Zipatone.
El hombre del sombrero y la capa es el Fantasma Errante, uno de los personajes más ambiguos de DC. Nunca nos han contado quién es, de dónde viene ni cómo se llama (si es que tiene nombre). Por lo general, se le representa como una especie de agente del equilibrio cósmico que aparece cuando hace falta y, después, regresa a las sombras. Moore da indicios de un origen y una naturaleza del Errante que bien podría haber empezado antes de la Caída.
El Espectro cobró vida (o murió) en More Fun Comics hace 50 años, cuando un policía llamado Jim Corrigan murió a manos de unos gánsteres. Una luz misteriosa lo devolvió a la vida para que luchara contra el crimen con la identidad de Espectro. A lo largo de los años, se han ocupado del personaje muchos guionistas que han abordado de forma distinta sus poderes, su tamaño, su carácter y su relación con Jim Corrigan. Aquí lo vemos como una suerte de guardián de la frontera entre el Cielo y el Infierno.
El último guía de la Cosa del Pantano es Demon, creado por el hombre que hay detrás de muchas cosas emocionantes que han pasado en los cómics estadounidenses. Se trata de Jack Kirby, que diseñó el aspecto del personaje inspirándose en la máscara de combate del Príncipe Valiente de Hal Foster. A Demon y a su álter ego, Jason Blood (el del pelo con tiras de canas y cejas frondosas), ya los vemos en episodios anteriores de este mismo volumen, pero es en esta historia donde aparecen en su hábitat natural.
En estas historias de terror, los muertos vuelven a la vida y descubrimos la verdad que hay tras la empresa Recorporaciones Río Negro. También aprendemos a bailar el ballet de azufre y cómo es el Hospital Psiquiátrico de Arkham en la noche más terrorífica de su existencia. Por último, averiguamos quién construyó el Infierno y quién lo mantiene hoy en día.
Así pues, en este punto, se diría que nos hacemos a la idea de qué podemos esperar de La Cosa del Pantano: mesías oscuros, amenazas contra la humanidad, demonios y pesadillas. Y es cierto. O no. Si nos fijamos en las últimas tres historias de este volumen, no es cierto en absoluto. Y es que, como decía antes, a veces hacen falta sustitutos. Con la cantidad de tiempo que Bissette y Totleben necesitaron para dibujar Abajo, entre los muertos y El rito de la primavera, publicado en The Saga of the Swamp Thing núm. 34, los episodios de los números 32 y 33 tuvieron que contar con sustitutos, pero no por ello son peores.
El primero, Pog, de The Saga of the Swamp Thing núm. 32, es mi historia favorita de toda la etapa de Alan Moore, y es un homenaje al dibujante Walt Kelly y a su creación, Pogo Possum. Este autor empezó su carrera en Walt Disney Studios en los años treinta y, durante la Segunda Guerra Mundial, trabajó como civil para el ejército dibujando manuales de idiomas. De 1948 a 1949, fue director artístico de The New York Star, un periódico efímero pero idealista para el que recuperó a Pogo, un personaje que había creado anteriormente, en forma de tira de prensa homónima. Cuando cerró la publicación, Pogo siguió teniendo éxito en otros periódicos y duró hasta la muerte de su creador en 1973.
Pogo Possum era uno de los habitantes de Okefenokee Swamp, el escenario de muchos relatos extraños repletos de sátira política. En una época en que casi todos los autores de tiras de prensa eran bastante conservadores, Kelly era algo inusual: un dibujante de izquierdas que utilizaba su obra para discutir y parodiar objetivos como la John Birch Society o los juicios de McCarthy. Moore hacía tiempo que quería realizar un homenaje donde Pogo conociera a la Cosa del Pantano. La oportunidad llegó cuando se enteró de que Shawn McManus iba a ser uno de los sustitutos. El estilo de este dibujante, más liviano, era ideal para el relato.
Una de las muchas virtudes de Pog es el uso inventivo que Moore hace del lenguaje al estilo del Tentetieso de Lewis Carroll. Así, incluye neologismos como “millandenios”, que contiene “millones” y “andar”, o “guardinero”, que amalgama “guardián” y “jardinero”. Leer este lenguaje absurdo es una delicia, un homenaje a los dobles sentidos de la tira de Kelly que, al mismo tiempo, sigue siendo genuino de Moore. (Alan afirma que, cuando terminó este episodio, le resultaba difícil volver a escribir con normalidad.)
Además de los artistas invitados, los editores tienen otra opción cuando la cosa se retrasa. Se trata de reimprimir historias ya publicadas. En principio, The Saga of the Swamp Thing núm. 33 iba a ser una reedición, pero Moore consiguió añadir una secuencia que sirviera como nexo entre el material nuevo y el episodio repetido. El resultado final, Casas abandonadas también es un homenaje, pero para entenderlo por completo haría falta información de tipo esotérico. En los cómics, existe una larga tradición (que se remonta a la época de los cómics de la EC de los años cincuenta) que utiliza un anfitrión como nexo de unión en las antologías de terror. Su función es presentar los relatos y, en ocasiones, aparecer en la última viñeta para hacer algún chiste sobre el final del tipo: “¡Qué dolor de cabeza nos ha dado Pierre el Decapitado!”. Las dos series principales de terror de DC, The House of Secrets y The House of Mystery, no eran ninguna excepción. Sus respectivos anfitriones eran un demonio gordo y atemorizado llamado Abel y su hermano Caín, más delgado y con peor carácter.
En 1971, se publicó en The House of Secrets la primera aparición de la Cosa del Pantano. Se trataba de una historieta de ocho páginas que sirvió para poner a prueba la serie original de Wein y Wrightson, y ganó el equivalente al Oscar en los cómics al mejor relato corto. Cuando Alan Moore escribía Swamp Thing, ambos títulos habían sido cancelados, así que Casas abandonadas les rindió homenaje, y también a sus anfitriones.
En 1984, Moore se preguntaba cómo hacer canónica aquella primera aventura de la Cosa del Pantano, y la oportunidad llegó con este episodio, donde empezó a explorar aspectos que tendrían mucha importancia para el personaje. Es la primera vez que sabemos de su papel y de su linaje como Elemental de la Tierra. También se menciona por primera vez el Problema, el largo y tortuoso proceso de aprendizaje por el que pasará el personaje en Gótico americano, un episodio posterior.

Moore también consiguió vincular a Caín y a Abel con sus homónimos de la Biblia. ¿Son los Caín y Abel originales? ¿O son producto de los sueños, como dicen muchos? La respuesta nos muestra un lado más oscuro de ambos anfitriones mientras se les permite mantener sus secretos y sus misterios.
El rito de la primavera, el episodio sobre “sexo vegetal” que cierra el volumen, fue responsable de atraer a más lectores de los que la serie había tenido jamás. Moore escribió lo que, en esencia, es un poema en prosa, la consumación alucinógena de un montículo de vegetación de más de dos metros con una expatriada de los Balcanes. Hay muchos que lo consideran el punto álgido de la serie, y el dibujo de Bissette y Totleben es excelente. De hecho, es su favorito de aquella etapa.
Los episodios que recopila este volumen recorren todo el espectro emocional, desde el puro terror de algunos capítulos hasta la extraña y maravillosa variedad de la última parte del libro, con el sobrecogedor relato de unos bonitos alienígenas que no envejecen y que buscan a su Dama, con dos casas de ensueño que tienen unos guardianes mágicos con un pasado trágico y también con un final abrumador en forma de canción de amor psicodélica.
Con estas historias, The Saga of the Swamp Thing entró en la historia de los cómics. Cuando las leáis, sabréis por qué, conque preparaos para la sangre, para la locura, para el Infierno y para la muerte. Y preparaos también para, como diría el Histericida, nimiedades sin importancia.
Pero incluso estas tienen un lado oscuro. Ya lo veréis.
Neil Gaiman
Conocido en el mundo entero por Sandman y por ser uno de los guionistas de mayor éxito del mundo del cómic, Neil Gaiman también es el autor de las novelas Los hijos de Anansi y American Gods, que coparon las listas de éxitos del New York Times, y de El libro del cementerio, ganador de la medalla Newberry. También es el creador de obras como Neverwhere, Stardust o Coraline. Entre los muchos premios que ha recibido, se encuentran el Hugo, el Nebula, el Eisner, el Harvey, el Bram Stoker y el World Fantasy. Nacido en Inglaterra, Gaiman reside actualmente en Estados Unidos.

Introducción originalmente publicada en las páginas de La Cosa del Pantano de Alan Moore núm. 2.

Al ver estas historias conservadas para la posteridad en volúmenes, es fácil olvidar que no se publicaron así. Como la gran mayoría de los cómics estadounidenses, aparecieron a un ritmo mensual. Cada 30 días, Alan Moore escribía 23 páginas de Swamp Thing que dibujaba Steve Bissette y entintaba John Totleben.
Todo intento de crear arte a ese ritmo puede traer problemas. Si se retrasa el dibujante o el guionista, hay dos opciones: o se apresuran y realizan un trabajo rápido pero menos excelente o siguen adelante con la calidad habitual a costa de retrasar la fecha de publicación, cabrear a los editores (en este caso, la excepcional Karen Berger) o hacer enfadar a los lectores. Para evitarlo, no es inusual en los cómics comerciales recurrir a sustitutos para que creen historias fuera de la continuidad habitual, lo cual permite a los dibujantes regulares ponerse al día. El primer ejemplo de esto en la etapa de Moore es El entierro.
Comparado con las páginas anteriores de este volumen y con buena parte de las posteriores, El entierro parece una historia ligera que repasa el origen del protagonista que se contó en 1972 en Swamp Thing núm. 1. En el episodio en cuestión, Alec Holland descansa en paz, pero no se lo entierra solo a él. Es el fin de una era, un homenaje a las historias originales de Len Wein y Berni Wrightson. Es el relato con el que Alan Moore obtuvo libertad para pasar página. La criatura harapienta de Bissette y Totleben se vuelve marrón con la proximidad del otoño y contempla la versión estilizada y repleta de raíces de Wrightson cuando esta sale por primera vez del pantano. Entonces, somos conscientes del camino recorrido. En su día, la Cosa de Wein y Wrightson era una obra innovadora y asombrosa, y todo lo que se había hecho después con los personajes estaba a la sombra de los creadores. En más de un sentido, esta historia dejó descansar a aquel fantasma.
Aún recuerdo la sensación de asombro que sentí al leer Amor y muerte, el primer episodio de la trilogía de Arcane. Era el primer cómic de terror que me horrorizaba de verdad. Me enganché y, asombrado, descubrí que los cómics pueden ser tan perturbadores como las mejores películas y novelas. En la saga, Alan Moore profundiza en la fragilidad de la vida humana. Desde las primeras imágenes de Abigail Cable (cuyo apellido de soltera era Arcane), desnuda y ensangrentada después de haber intentado en vano lavarse, se nos sirve el rico caldo de una historia a través de imágenes repulsivas que saben igual que la peor pesadilla. Comienza con Abigail Arcane y con las cosas malas, los bichos, y termina... en otro sitio.
Amor y muerte también hizo historia, ya que, a partir de este episodio, The Saga of the Swamp Thing se convirtió en el primer cómic que se distribuía mensualmente en los kioscos sin el sello de aprobación de la Comics Code Authority que fundaron varias editoriales en 1954 para autorregularse tras la histeria contra las historietas (sobre todo contra la línea de terror de la EC) que desató la caja de brujas del doctor Frederic Wertham. El código prohibía cosas como los desnudos, los zombis putrefactos, el incesto y la necrofilia, y la combinación de todo ello en Amor y muerte era más de lo que podía tolerar la gente que administraba dicho código. Hay que alabar a DC por haber suprimido el sello del Comics Code en lugar de intentar rebajar el tono de la serie.
Fue en esta historia donde los artistas empezaron a soltarse el pelo. Bissette y Totleben nos muestran insectos que se arrastran entre los bordes de las viñetas; a Abigail Cable, ensangrentada pero hermosa en una esquina, la arrastra a la locura y al más allá su difunto tío; y la Cosa del Pantano parece estar integrado en el paisaje. (A los lectores más curiosos les gustará saber que los señores Moore, Bissette y Totleben aparecen en la copia de Almas perversas ocupándose de los restos de Tammy).
Alfredo Alcalá entintó los lápices de Steve Bissette en Una aureola de moscas. Su trabajo es menos detallado que el de Totleben, pero nos sigue recordando a grabados antiguos. (Normalmente, un entintador repasa los lápices del dibujante con tinta negra, termina el dibujo y facilita la reproducción, pero un buen entintador aporta mucho al resultado final del cómic.)
El ballet de azufre pone fin a la trilogía de Arcane de forma efectiva. Aunque la dolorosa resolución no llega hasta el capítulo siguiente, estas tres historias forman un todo con un mismo tono, con una perspectiva perturbadora del mal, con un Juicio Final inminente y con la forma en que afecta a una mujer y a su amado. Este episodio lo dibujó Rick Veitch, con lo cual Steve Bissette tuvo tiempo de ocuparse de la larga historia que lo sigue. Se trata de Abajo, entre los muertos, publicado en Swamp Thing Annual núm. 2, y supone un cambio de ritmo y también uno los relatos más populares de la etapa de Moore aunque al guionista le preocupe menos la trama que el tema de qué sucede cuando morimos.
La respuesta es clásica y nos conduce a La divina comedia de Dante. Nos muestra un más allá inmediato repleto de espíritus aturdidos que han muerto recientemente y también de apariciones que vagan por la zona. También nos enseña el Paraíso, un lugar pequeño, hermoso y tranquilo donde está la gente a la que conocíamos y queríamos. Sin embargo, igual que el volumen más leído y recordado de La divina comedia es El Infierno, el punto álgido de esta historia es el más bajo: el Infierno, un Hades de demonios asquerosos y un lugar de tedio y dolor.
Si los guías de Dante Alighieri eran Virgilio y Beatriz, los de la Cosa del Pantano son cuatro espíritus, todos ellos personajes bien asentados de DC Comics. Deadman era un trapecista de circo llamado Boston Brand que fue asesinado antes de obtener el poder de recorrer la Tierra en busca del culpable. Esa segunda oportunidad se la dio Rama Kushna, una diosa oriental. Plasmada por Neal Adams, era toda ojos, labios y Zipatone.
El hombre del sombrero y la capa es el Fantasma Errante, uno de los personajes más ambiguos de DC. Nunca nos han contado quién es, de dónde viene ni cómo se llama (si es que tiene nombre). Por lo general, se le representa como una especie de agente del equilibrio cósmico que aparece cuando hace falta y, después, regresa a las sombras. Moore da indicios de un origen y una naturaleza del Errante que bien podría haber empezado antes de la Caída.
El Espectro cobró vida (o murió) en More Fun Comics hace 50 años, cuando un policía llamado Jim Corrigan murió a manos de unos gánsteres. Una luz misteriosa lo devolvió a la vida para que luchara contra el crimen con la identidad de Espectro. A lo largo de los años, se han ocupado del personaje muchos guionistas que han abordado de forma distinta sus poderes, su tamaño, su carácter y su relación con Jim Corrigan. Aquí lo vemos como una suerte de guardián de la frontera entre el Cielo y el Infierno.
El último guía de la Cosa del Pantano es Demon, creado por el hombre que hay detrás de muchas cosas emocionantes que han pasado en los cómics estadounidenses. Se trata de Jack Kirby, que diseñó el aspecto del personaje inspirándose en la máscara de combate del Príncipe Valiente de Hal Foster. A Demon y a su álter ego, Jason Blood (el del pelo con tiras de canas y cejas frondosas), ya los vemos en episodios anteriores de este mismo volumen, pero es en esta historia donde aparecen en su hábitat natural.
En estas historias de terror, los muertos vuelven a la vida y descubrimos la verdad que hay tras la empresa Recorporaciones Río Negro. También aprendemos a bailar el ballet de azufre y cómo es el Hospital Psiquiátrico de Arkham en la noche más terrorífica de su existencia. Por último, averiguamos quién construyó el Infierno y quién lo mantiene hoy en día.
Así pues, en este punto, se diría que nos hacemos a la idea de qué podemos esperar de La Cosa del Pantano: mesías oscuros, amenazas contra la humanidad, demonios y pesadillas. Y es cierto. O no. Si nos fijamos en las últimas tres historias de este volumen, no es cierto en absoluto. Y es que, como decía antes, a veces hacen falta sustitutos. Con la cantidad de tiempo que Bissette y Totleben necesitaron para dibujar Abajo, entre los muertos y El rito de la primavera, publicado en The Saga of the Swamp Thing núm. 34, los episodios de los números 32 y 33 tuvieron que contar con sustitutos, pero no por ello son peores.
El primero, Pog, de The Saga of the Swamp Thing núm. 32, es mi historia favorita de toda la etapa de Alan Moore, y es un homenaje al dibujante Walt Kelly y a su creación, Pogo Possum. Este autor empezó su carrera en Walt Disney Studios en los años treinta y, durante la Segunda Guerra Mundial, trabajó como civil para el ejército dibujando manuales de idiomas. De 1948 a 1949, fue director artístico de The New York Star, un periódico efímero pero idealista para el que recuperó a Pogo, un personaje que había creado anteriormente, en forma de tira de prensa homónima. Cuando cerró la publicación, Pogo siguió teniendo éxito en otros periódicos y duró hasta la muerte de su creador en 1973.
Pogo Possum era uno de los habitantes de Okefenokee Swamp, el escenario de muchos relatos extraños repletos de sátira política. En una época en que casi todos los autores de tiras de prensa eran bastante conservadores, Kelly era algo inusual: un dibujante de izquierdas que utilizaba su obra para discutir y parodiar objetivos como la John Birch Society o los juicios de McCarthy. Moore hacía tiempo que quería realizar un homenaje donde Pogo conociera a la Cosa del Pantano. La oportunidad llegó cuando se enteró de que Shawn McManus iba a ser uno de los sustitutos. El estilo de este dibujante, más liviano, era ideal para el relato.
Una de las muchas virtudes de Pog es el uso inventivo que Moore hace del lenguaje al estilo del Tentetieso de Lewis Carroll. Así, incluye neologismos como “millandenios”, que contiene “millones” y “andar”, o “guardinero”, que amalgama “guardián” y “jardinero”. Leer este lenguaje absurdo es una delicia, un homenaje a los dobles sentidos de la tira de Kelly que, al mismo tiempo, sigue siendo genuino de Moore. (Alan afirma que, cuando terminó este episodio, le resultaba difícil volver a escribir con normalidad.)
Además de los artistas invitados, los editores tienen otra opción cuando la cosa se retrasa. Se trata de reimprimir historias ya publicadas. En principio, The Saga of the Swamp Thing núm. 33 iba a ser una reedición, pero Moore consiguió añadir una secuencia que sirviera como nexo entre el material nuevo y el episodio repetido. El resultado final, Casas abandonadas también es un homenaje, pero para entenderlo por completo haría falta información de tipo esotérico. En los cómics, existe una larga tradición (que se remonta a la época de los cómics de la EC de los años cincuenta) que utiliza un anfitrión como nexo de unión en las antologías de terror. Su función es presentar los relatos y, en ocasiones, aparecer en la última viñeta para hacer algún chiste sobre el final del tipo: “¡Qué dolor de cabeza nos ha dado Pierre el Decapitado!”. Las dos series principales de terror de DC, The House of Secrets y The House of Mystery, no eran ninguna excepción. Sus respectivos anfitriones eran un demonio gordo y atemorizado llamado Abel y su hermano Caín, más delgado y con peor carácter.
En 1971, se publicó en The House of Secrets la primera aparición de la Cosa del Pantano. Se trataba de una historieta de ocho páginas que sirvió para poner a prueba la serie original de Wein y Wrightson, y ganó el equivalente al Oscar en los cómics al mejor relato corto. Cuando Alan Moore escribía Swamp Thing, ambos títulos habían sido cancelados, así que Casas abandonadas les rindió homenaje, y también a sus anfitriones.
En 1984, Moore se preguntaba cómo hacer canónica aquella primera aventura de la Cosa del Pantano, y la oportunidad llegó con este episodio, donde empezó a explorar aspectos que tendrían mucha importancia para el personaje. Es la primera vez que sabemos de su papel y de su linaje como Elemental de la Tierra. También se menciona por primera vez el Problema, el largo y tortuoso proceso de aprendizaje por el que pasará el personaje en Gótico americano, un episodio posterior.

Moore también consiguió vincular a Caín y a Abel con sus homónimos de la Biblia. ¿Son los Caín y Abel originales? ¿O son producto de los sueños, como dicen muchos? La respuesta nos muestra un lado más oscuro de ambos anfitriones mientras se les permite mantener sus secretos y sus misterios.
El rito de la primavera, el episodio sobre “sexo vegetal” que cierra el volumen, fue responsable de atraer a más lectores de los que la serie había tenido jamás. Moore escribió lo que, en esencia, es un poema en prosa, la consumación alucinógena de un montículo de vegetación de más de dos metros con una expatriada de los Balcanes. Hay muchos que lo consideran el punto álgido de la serie, y el dibujo de Bissette y Totleben es excelente. De hecho, es su favorito de aquella etapa.
Los episodios que recopila este volumen recorren todo el espectro emocional, desde el puro terror de algunos capítulos hasta la extraña y maravillosa variedad de la última parte del libro, con el sobrecogedor relato de unos bonitos alienígenas que no envejecen y que buscan a su Dama, con dos casas de ensueño que tienen unos guardianes mágicos con un pasado trágico y también con un final abrumador en forma de canción de amor psicodélica.
Con estas historias, The Saga of the Swamp Thing entró en la historia de los cómics. Cuando las leáis, sabréis por qué, conque preparaos para la sangre, para la locura, para el Infierno y para la muerte. Y preparaos también para, como diría el Histericida, nimiedades sin importancia.
Pero incluso estas tienen un lado oscuro. Ya lo veréis.
Neil Gaiman
Conocido en el mundo entero por Sandman y por ser uno de los guionistas de mayor éxito del mundo del cómic, Neil Gaiman también es el autor de las novelas Los hijos de Anansi y American Gods, que coparon las listas de éxitos del New York Times, y de El libro del cementerio, ganador de la medalla Newberry. También es el creador de obras como Neverwhere, Stardust o Coraline. Entre los muchos premios que ha recibido, se encuentran el Hugo, el Nebula, el Eisner, el Harvey, el Bram Stoker y el World Fantasy. Nacido en Inglaterra, Gaiman reside actualmente en Estados Unidos.

Introducción originalmente publicada en las páginas de La Cosa del Pantano de Alan Moore núm. 2.