El de Ales Kot es un caso poco frecuente dentro del mundo del cómic: con tan solo dos obras a sus espaldas —Wild Children y Changes— y un debut en el medio que data de 2012, este guionista nacido en Ostrava (República Checa) hace 28 años logró suscitar la atención de la industria gracias a un proyecto atípico y provocador, que partía de una serie de arquetipos fácilmente reconocibles para subvertir los prejuicios del lector mediante decisiones creativas y argumentales realmente audaces. Nos referimos a Zero, serie publicada en su edición original por Image Comics que desde el pasado 1 de octubre está disponible en nuestro catálogo.
Simplificando mucho, podría decirse que Zero es la aproximación de Kot a un género por el que reconoce sentir especial predilección: el de espías. Y aunque siempre le pareció interesante el concepto de un hombre extremadamente capaz que hace cuanto quiere y consigue lo que busca, a medida que crecía comenzó a percatarse de que en el mundo real personajes como los que idealizaba no serían ni de lejos tan geniales, tratándose de la representación de “una desalentadora fuerza masculina desatada” que en el caso que nos ocupa describe como “un matón fácil de manejar, siempre y cuando le des un objetivo decente, suficiente bebida y analgésicos, y alguna mujer a su lado”.
Edward Zero, protagonista de la obra, es un espía que “ha basado su vida en la idea de que la Agencia trabaja por el bien común. Pero cuando se percata de que las cosas no son tan simples, todo cambia para él”. En la exploración de ese proceso de toma de conciencia, Zero abarca una amplia franja temporal, decantándose por una narración no lineal: la historia comienza en 2018 y termina en 2038, y a lo largo de la colección tendremos ocasión de rememorar tiempos pasados para ser testigos del proceso de formación de este superespía. El punto de partida puede resultar familiar, pero lejos de ceñirse de forma exclusiva al enfoque habitual de los thrillers de espías —y su “glorificación del crimen de guante blanco, las políticas de poder, las políticas de género”—, Kot introduce variables que confieren a su obra una dimensión más compleja, afirmando que el hecho de que etiquete la obra dentro de un género clásico no implica que pretenda seguir las reglas del juego, más allá de aquellas que le resulten útiles desde un punto de vista narrativo. Y teniendo en cuenta que entre sus principales influencias suele destacar a autores como Alan Moore, Grant Morrison, Warren Ellis, David Lynch o David Cronenberg, es fácil presuponer que su estilo narrativo no será precisamente convencional.
Zero “observa cómo se proyectan las narrativas de la guerra, las mentiras y el condicionamiento”, abordando temas como la violencia, la infancia o la memoria genética a través de un revestimiento de “ficción especulativa en forma de thriller de acción con toques pulp”. Cada número de la colección se centra en una misión ejecutada por el protagonista: un relato autocontenido que —en la tradición de obras como Global Frequency, de Warren Ellis y vv.aa.—, termina formando parte de un todo más amplio. Mediante una narración no lineal, Kot dosifica la información que recibe el lector, echando mano de diferentes recursos para enriquecer la historia y, de paso, dejar patente la idoneidad del cómic para dar cabida a experimentos formales: la transcripción de interrogatorios, la inserción de citas literarias, la inclusión de breves pasajes en prosa, e incluso la presencia de links que redirigen a contenidos descargables (¡prestad atención a las páginas de nuestra edición!).
Este juego entre forma y fondo, convertido en una de las principales señas de identidad de este proyecto, alcanza su máxima expresión en el apartado gráfico: cada número de la colección cuenta con un dibujante diferente, para así reflejar cómo a medida que Edward Zero cambia, su punto de vista es alterado. “La multiplicidad de dibujantes encaja con el personaje y la historia”, dice Kot; y en este primer tomo tenemos ocasión de disfrutar con el trabajo de Mateus Santolouco, Michael Walsh, Morgan Jeske, Tradd Moore y Will Tempest, cuya variedad de estilos adquiere mayor cohesión gracias al trabajo de Jordie Bellaire, encargada de colorear cada entrega de la serie. “Escojo a mis colaboradores basándome en el amor que siento por su trabajo y en el respeto mutuo: les dejo crear con libertad, confiando en sus habilidades”, dice el guionista. Y aparentemente, la fórmula ha funcionado a la perfección, hasta el punto de que este autor —que por méritos propios ha trascendido la categoría de joven promesa— se muestra plenamente satisfecho con el resultado: “Mi objetivo es hacer cómics que compraría con mi propio dinero, cómics que podría leer y disfrutar con alegría. Cómics que sean objetos estéticos meditados y creados con mimo, precisión, inteligencia y empatía. Obras que me cambien, y que comuniquen algo que está vivo dentro de mi. Y Zero está consiguiendo todo eso”.
Desde el pasado 1 de octubre, Zero vol. 1: Una emergencia está disponible en vuestros puntos de venta habituales. Os invitamos a juzgar por vosotros mismos si esta obra está a la altura de las expectativas; estamos convencidos de que la respuesta será afirmativa… y de que el sorprendente cliffhanger que cierra el tomo os dejará con ganas de conocer cómo continúa la historia del “James Bond de este siglo”, que muy pronto podría dar el salto a la pequeña pantalla.
Simplificando mucho, podría decirse que Zero es la aproximación de Kot a un género por el que reconoce sentir especial predilección: el de espías. Y aunque siempre le pareció interesante el concepto de un hombre extremadamente capaz que hace cuanto quiere y consigue lo que busca, a medida que crecía comenzó a percatarse de que en el mundo real personajes como los que idealizaba no serían ni de lejos tan geniales, tratándose de la representación de “una desalentadora fuerza masculina desatada” que en el caso que nos ocupa describe como “un matón fácil de manejar, siempre y cuando le des un objetivo decente, suficiente bebida y analgésicos, y alguna mujer a su lado”.
Edward Zero, protagonista de la obra, es un espía que “ha basado su vida en la idea de que la Agencia trabaja por el bien común. Pero cuando se percata de que las cosas no son tan simples, todo cambia para él”. En la exploración de ese proceso de toma de conciencia, Zero abarca una amplia franja temporal, decantándose por una narración no lineal: la historia comienza en 2018 y termina en 2038, y a lo largo de la colección tendremos ocasión de rememorar tiempos pasados para ser testigos del proceso de formación de este superespía. El punto de partida puede resultar familiar, pero lejos de ceñirse de forma exclusiva al enfoque habitual de los thrillers de espías —y su “glorificación del crimen de guante blanco, las políticas de poder, las políticas de género”—, Kot introduce variables que confieren a su obra una dimensión más compleja, afirmando que el hecho de que etiquete la obra dentro de un género clásico no implica que pretenda seguir las reglas del juego, más allá de aquellas que le resulten útiles desde un punto de vista narrativo. Y teniendo en cuenta que entre sus principales influencias suele destacar a autores como Alan Moore, Grant Morrison, Warren Ellis, David Lynch o David Cronenberg, es fácil presuponer que su estilo narrativo no será precisamente convencional.
Zero “observa cómo se proyectan las narrativas de la guerra, las mentiras y el condicionamiento”, abordando temas como la violencia, la infancia o la memoria genética a través de un revestimiento de “ficción especulativa en forma de thriller de acción con toques pulp”. Cada número de la colección se centra en una misión ejecutada por el protagonista: un relato autocontenido que —en la tradición de obras como Global Frequency, de Warren Ellis y vv.aa.—, termina formando parte de un todo más amplio. Mediante una narración no lineal, Kot dosifica la información que recibe el lector, echando mano de diferentes recursos para enriquecer la historia y, de paso, dejar patente la idoneidad del cómic para dar cabida a experimentos formales: la transcripción de interrogatorios, la inserción de citas literarias, la inclusión de breves pasajes en prosa, e incluso la presencia de links que redirigen a contenidos descargables (¡prestad atención a las páginas de nuestra edición!).
Este juego entre forma y fondo, convertido en una de las principales señas de identidad de este proyecto, alcanza su máxima expresión en el apartado gráfico: cada número de la colección cuenta con un dibujante diferente, para así reflejar cómo a medida que Edward Zero cambia, su punto de vista es alterado. “La multiplicidad de dibujantes encaja con el personaje y la historia”, dice Kot; y en este primer tomo tenemos ocasión de disfrutar con el trabajo de Mateus Santolouco, Michael Walsh, Morgan Jeske, Tradd Moore y Will Tempest, cuya variedad de estilos adquiere mayor cohesión gracias al trabajo de Jordie Bellaire, encargada de colorear cada entrega de la serie. “Escojo a mis colaboradores basándome en el amor que siento por su trabajo y en el respeto mutuo: les dejo crear con libertad, confiando en sus habilidades”, dice el guionista. Y aparentemente, la fórmula ha funcionado a la perfección, hasta el punto de que este autor —que por méritos propios ha trascendido la categoría de joven promesa— se muestra plenamente satisfecho con el resultado: “Mi objetivo es hacer cómics que compraría con mi propio dinero, cómics que podría leer y disfrutar con alegría. Cómics que sean objetos estéticos meditados y creados con mimo, precisión, inteligencia y empatía. Obras que me cambien, y que comuniquen algo que está vivo dentro de mi. Y Zero está consiguiendo todo eso”.
Desde el pasado 1 de octubre, Zero vol. 1: Una emergencia está disponible en vuestros puntos de venta habituales. Os invitamos a juzgar por vosotros mismos si esta obra está a la altura de las expectativas; estamos convencidos de que la respuesta será afirmativa… y de que el sorprendente cliffhanger que cierra el tomo os dejará con ganas de conocer cómo continúa la historia del “James Bond de este siglo”, que muy pronto podría dar el salto a la pequeña pantalla.