A mediados de los ochenta, Grant Morrison estaba consolidando su reputación de guionista ameno, sorprendente e innovador. Acababa de establecerse profesionalmente en el mercado británico gracias a su trabajo en editoriales como Quality y, sobre todo, Marvel UK. Para este último sello había firmado los guiones de un serial de ciencia ficción basado en una popular línea de juguetes japoneses: Zoids (1986). Su participación en esta serie se saldó con un puñado de episodios memorables entre los que destacaba un espléndido arco argumental conocido como The Black Zoid. En ese arco, Morrison estrechó lazos con un joven y prometedor dibujante llamado Steve Yeowell. Ya habían colaborado juntos en dos proyectos abortados, pero Zoids fue su primer trabajo conjunto y, a la vista del resultado, prometía una reválida futura. En efecto, un año después concibieron Zenith, serie que los catapultó a la fama abriéndoles las puertas del mercado estadounidense de los cómics. Hoy, ECC inicia la recopilación de esta obra en cuatro volúmenes espléndidos.
El primer episodio de la serie apareció en agosto de 1987 en las páginas del semanario inglés 2000 AD, que había sido cuna de personajes tan atrevidos y excesivos como Juez Dredd, Nemesis o Rogue Trooper. En el sumario de la revista, Robert McDowell “Zenith” destacaba sobre las demás creaciones por ser el primer protagonista genuinamente “superheroico” de la publicación. Sin embargo, era un superhéroe atípico que difería de sus colegas estadounidenses por su carácter cínico, egoísta y cobarde. Para él, un gran poder conllevaba una gran irresponsabilidad (máxima que cumplió a rajatabla tanto en su catastrófica vida privada como en su carrera pública como estrella de la música pop). El resultado, por tanto, sintonizaba a la perfección con la ironía y el sarcasmo imperantes en las páginas del semanario.
Zenith hundía sus raíces en uno de los proyectos truncados de Morrison. En 1985, el guionista de El Multiverso había planificado los guiones de tres seriales de historieta para un semanario llamado Fantastic Magazine (dirigido por David Lloyd, creador gráfico de V de Vendetta). A esas tres propuestas, el escocés añadió una cuarta titulada precisamente Zenith, protagonizada por un superhéroe adolescente. El planteamiento de aquel serial presentaba bastantes similitudes con el del tercer volumen de la serie, pero —según declaró el propio Morrison— el relato habría mostrado tintes más sombríos. La revista de Lloyd jamás pasó del estado embrionario y la idea quedó arrumbada en el limbo de los propósitos no concretados hasta que, un año más tarde, el dibujante Brendan McCarthy se encontró con Morrison en Birmingham y expresó su deseo de tentar a los responsables de 2000 AD con una serie centrada en el género de superhéroes.
Por entonces, el editor Steve McManus estaba impulsando un proceso de renovación creativa en las páginas de 2000 AD, y la serie de Morrison y McCarthy encajaba perfectamente en sus planes. Por problemas de agenda, McCarthy se apeó del proyecto —pese a que ya había diseñado al elenco protagonista— y hubo que buscar un reemplazo a su altura. Morrison sugirió a Steve Yeowell, con quien mantenía una buena relación gracias a Zoids y que supo imprimir a la estética de la serie su sello personal.
Zenith nacía con el firme propósito de modernizar el género de superhéroes adecuándolo a los gustos del público de los ochenta. En este sentido, acusaba el influjo del Miracleman de Alan Moore y Garry Leach. Y es que esta obra había sacudido con firmeza los cimientos de la historieta británica cuando se publicó por primera vez en la revista Warrior allá por 1982. Junto al Daredevil de Frank Miller, este título había demolido las bases sobre las que se asentaban los cómics de superhéroes sumergiendo a los enmascarados en la atmósfera vulgar, mediocre y corrosiva de la vida cotidiana. En este sentido, Zenith fue un digno heredero de esa nueva corriente (como también lo fue, al otro lado del Atlántico, la extravagante serie limitada The One firmada por Rick Veitch en 1985).
Pero Miracleman no fue la única fuente de inspiración de Zenith. Morrison rindió homenaje a toda la historia del género, desde la creación de Superman hasta el Crisis en Tierras Infinitas de Marv Wolfman y George Perez, pasando por el Doctor Strange de Stan Lee y Steve Ditko, el Flash de Gardner Fox y Carmine Infantino, los X-Men de Chris Claremont y John Byrne, el Captain Britain de Alan Moore y Alan Davis, o por creaciones genuinamente británicas como los bizarros Streamline, Steel Claw y Archie el Robot. Sin embargo, la divertida combinación de vanidad y estupidez que caracterizaba el temperamento de Zenith remitía a un modelo contemporáneo: el irreverente Paradax, superhéroe de clase obrera creado por Peter Milligan y Brendan McCarthy en 1984. Ambos enmascarados tenían un aire de familia (no en vano, eran hijos del mismo creador gráfico). Entre otras semejanzas, compartían tupé, cazadora y jeans. Pero, más allá de esos rasgos, sus respectivas carreras fueron muy diferentes: la vida de Paradax se redujo a un par de intervenciones en la antología Strange Days y a una serie de dos episodios publicada por el sello Vortex; en cambio, la andadura de Zenith se prolongó semanalmente (y de forma más o menos estable) entre 1987 y 1992. Durante ese período, Morrison y Yeowell desarrollaron un rico universo donde se sucedieron a ritmo frenético toda clase de aventuras divertidas y vertiginosas.
La serie se estructuraba en torno a cuatro grandes arcos argumentales, denominados “fases”. Por ellos desfilaron mutaciones genéticas, universos paralelos, conspiraciones nazis, dinastías de superhombres y entidades multidimensionales inspiradas en las peores pesadillas de H.P. Lovecraft. El común denominador de este cóctel explosivo era Zenith, un antihéroe inmerso muy a su pesar en situaciones demencialmente peligrosas. Morrison desarrolló el argumento con astuta pericia, sin escatimar la acción, el humor ni los golpes de efecto. Cada nueva “fase” imprimía un giro sorprendente a los acontecimientos obligando al lector a revaluar constantemente todas las claves previas. En este sentido, el escocés convirtió Zenith en el recipiente ideal donde volcar sus obsesiones. También fue el crisol donde depuró su técnica narrativa mientras jugueteaba con los clichés del género. Entre otros beneficios, la realización de este título le permitió afrontar con garantías de éxito el desafío posterior de trabajar en Animal Man (auténtico punto de inflexión en su carrera). Pero sería injusto reducir el valor de esta serie al de mero anuncio de la odisea americana de su guionista.
Zenith es, ante todo, una obra autónoma que mantiene intacto su atractivo casi treinta años después de su primera publicación. La persistencia de ese encanto hasta hoy en día no se debe a la transgresión de los códigos del género tanto como a la amenísima combinación de aventura y humor desplegada en cada entrega, a la desfachatez del protagonista (cuyas flaquezas son su mayor virtud), a la buena sintonía existente entre los creadores, a la eclosión artística de Steve Yeowell (que alcanzó en la tercera parte de esta obra el dominio de una estética inquietante fundada en una síntesis de líneas muy especial). Y, sobre todo, se debe a la astucia con que Grant Morrison dispuso sus ideas a lo largo de las casi 500 páginas de que consta esta recopilación. En Zenith, el escocés fundó un brillante universo sobre las ruinas del glorioso pasado de los superhéroes. Un nuevo mundo donde el esplendor y la miseria se daban la mano.
Jorge García
Artículo publicado en las páginas de Grant Morrison's Zenith: Fase uno ¡Ya a la venta!
El primer episodio de la serie apareció en agosto de 1987 en las páginas del semanario inglés 2000 AD, que había sido cuna de personajes tan atrevidos y excesivos como Juez Dredd, Nemesis o Rogue Trooper. En el sumario de la revista, Robert McDowell “Zenith” destacaba sobre las demás creaciones por ser el primer protagonista genuinamente “superheroico” de la publicación. Sin embargo, era un superhéroe atípico que difería de sus colegas estadounidenses por su carácter cínico, egoísta y cobarde. Para él, un gran poder conllevaba una gran irresponsabilidad (máxima que cumplió a rajatabla tanto en su catastrófica vida privada como en su carrera pública como estrella de la música pop). El resultado, por tanto, sintonizaba a la perfección con la ironía y el sarcasmo imperantes en las páginas del semanario.
Zenith hundía sus raíces en uno de los proyectos truncados de Morrison. En 1985, el guionista de El Multiverso había planificado los guiones de tres seriales de historieta para un semanario llamado Fantastic Magazine (dirigido por David Lloyd, creador gráfico de V de Vendetta). A esas tres propuestas, el escocés añadió una cuarta titulada precisamente Zenith, protagonizada por un superhéroe adolescente. El planteamiento de aquel serial presentaba bastantes similitudes con el del tercer volumen de la serie, pero —según declaró el propio Morrison— el relato habría mostrado tintes más sombríos. La revista de Lloyd jamás pasó del estado embrionario y la idea quedó arrumbada en el limbo de los propósitos no concretados hasta que, un año más tarde, el dibujante Brendan McCarthy se encontró con Morrison en Birmingham y expresó su deseo de tentar a los responsables de 2000 AD con una serie centrada en el género de superhéroes.
Por entonces, el editor Steve McManus estaba impulsando un proceso de renovación creativa en las páginas de 2000 AD, y la serie de Morrison y McCarthy encajaba perfectamente en sus planes. Por problemas de agenda, McCarthy se apeó del proyecto —pese a que ya había diseñado al elenco protagonista— y hubo que buscar un reemplazo a su altura. Morrison sugirió a Steve Yeowell, con quien mantenía una buena relación gracias a Zoids y que supo imprimir a la estética de la serie su sello personal.
Zenith nacía con el firme propósito de modernizar el género de superhéroes adecuándolo a los gustos del público de los ochenta. En este sentido, acusaba el influjo del Miracleman de Alan Moore y Garry Leach. Y es que esta obra había sacudido con firmeza los cimientos de la historieta británica cuando se publicó por primera vez en la revista Warrior allá por 1982. Junto al Daredevil de Frank Miller, este título había demolido las bases sobre las que se asentaban los cómics de superhéroes sumergiendo a los enmascarados en la atmósfera vulgar, mediocre y corrosiva de la vida cotidiana. En este sentido, Zenith fue un digno heredero de esa nueva corriente (como también lo fue, al otro lado del Atlántico, la extravagante serie limitada The One firmada por Rick Veitch en 1985).
Pero Miracleman no fue la única fuente de inspiración de Zenith. Morrison rindió homenaje a toda la historia del género, desde la creación de Superman hasta el Crisis en Tierras Infinitas de Marv Wolfman y George Perez, pasando por el Doctor Strange de Stan Lee y Steve Ditko, el Flash de Gardner Fox y Carmine Infantino, los X-Men de Chris Claremont y John Byrne, el Captain Britain de Alan Moore y Alan Davis, o por creaciones genuinamente británicas como los bizarros Streamline, Steel Claw y Archie el Robot. Sin embargo, la divertida combinación de vanidad y estupidez que caracterizaba el temperamento de Zenith remitía a un modelo contemporáneo: el irreverente Paradax, superhéroe de clase obrera creado por Peter Milligan y Brendan McCarthy en 1984. Ambos enmascarados tenían un aire de familia (no en vano, eran hijos del mismo creador gráfico). Entre otras semejanzas, compartían tupé, cazadora y jeans. Pero, más allá de esos rasgos, sus respectivas carreras fueron muy diferentes: la vida de Paradax se redujo a un par de intervenciones en la antología Strange Days y a una serie de dos episodios publicada por el sello Vortex; en cambio, la andadura de Zenith se prolongó semanalmente (y de forma más o menos estable) entre 1987 y 1992. Durante ese período, Morrison y Yeowell desarrollaron un rico universo donde se sucedieron a ritmo frenético toda clase de aventuras divertidas y vertiginosas.
La serie se estructuraba en torno a cuatro grandes arcos argumentales, denominados “fases”. Por ellos desfilaron mutaciones genéticas, universos paralelos, conspiraciones nazis, dinastías de superhombres y entidades multidimensionales inspiradas en las peores pesadillas de H.P. Lovecraft. El común denominador de este cóctel explosivo era Zenith, un antihéroe inmerso muy a su pesar en situaciones demencialmente peligrosas. Morrison desarrolló el argumento con astuta pericia, sin escatimar la acción, el humor ni los golpes de efecto. Cada nueva “fase” imprimía un giro sorprendente a los acontecimientos obligando al lector a revaluar constantemente todas las claves previas. En este sentido, el escocés convirtió Zenith en el recipiente ideal donde volcar sus obsesiones. También fue el crisol donde depuró su técnica narrativa mientras jugueteaba con los clichés del género. Entre otros beneficios, la realización de este título le permitió afrontar con garantías de éxito el desafío posterior de trabajar en Animal Man (auténtico punto de inflexión en su carrera). Pero sería injusto reducir el valor de esta serie al de mero anuncio de la odisea americana de su guionista.
Zenith es, ante todo, una obra autónoma que mantiene intacto su atractivo casi treinta años después de su primera publicación. La persistencia de ese encanto hasta hoy en día no se debe a la transgresión de los códigos del género tanto como a la amenísima combinación de aventura y humor desplegada en cada entrega, a la desfachatez del protagonista (cuyas flaquezas son su mayor virtud), a la buena sintonía existente entre los creadores, a la eclosión artística de Steve Yeowell (que alcanzó en la tercera parte de esta obra el dominio de una estética inquietante fundada en una síntesis de líneas muy especial). Y, sobre todo, se debe a la astucia con que Grant Morrison dispuso sus ideas a lo largo de las casi 500 páginas de que consta esta recopilación. En Zenith, el escocés fundó un brillante universo sobre las ruinas del glorioso pasado de los superhéroes. Un nuevo mundo donde el esplendor y la miseria se daban la mano.
Jorge García
Artículo publicado en las páginas de Grant Morrison's Zenith: Fase uno ¡Ya a la venta!