Eccediciones

Un nuevo universo de posibilidades

En este segundo número de Antes de Watchmen: Dr. Manhattan, J. Michael Straczynski y Adam Hughes aprovechan a fondo las posibilidades narrativas del medio para ofrecernos un relato que juega a mostrarnos en paralelo las diferentes alternativas (o "realidades cuánticas") desencadenadas por las decisiones del protagonista. Un recurso que solo tiene sentido en el cómic (al menos tal y como se nos muestra aquí) y que permite al lector vislumbrar cuál es la peculiar concepción del tiempo del Dr. Manhattan, un ser capaz de percibir presente, pasado y futuro y sus diversas variables de forma simultánea.

El acierto de Straczynski ha sido no limitarse a recrear esta insólita forma de percepción a través de recursos gráficos (muy bien implementados por Hughes, todo sea dicho), sino que la estructura misma de la historia se ha convertido en una suerte de abanico que muestra las variables existentes, sin que seamos capaces de anticipar cuál de ellas se impondrá hasta que giramos la página y, como el observador que destapa la caja de Schrödinger, descubrimos qué variable ha resultado materializarse.

Se trata de una propuesta narrativa ambiciosa y bien ejecutada, que sitúa al lector en un dilema similar al que vive el propio protagonista: en el capítulo anterior, el Dr. Manhattan se proyectaba al pasado hasta forzar los límites de su propia realidad cuántica, impulsado por la curiosidad científica (o el deseo hedonista) de contemplar el momento de su propia muerte como Jon Osterman y su recreación como algo mucho más que humano. El hecho de personarse en un segmento temporal en el que el Dr. Manhattan aún no existía desencadena una serie de nuevas variables que conducen a un escenario incomprensible para nuestro protagonista, uno en el que Jon Osterman salió de la cámara de campos intrínsecos antes de quedar atrapado en ella, por lo que el Dr. Manhattan nunca llegó a existir como tal y no se convirtió en una ventaja estratégica para los Estados Unidos durante la Guerra Fría. El resultado, como podemos comprobar al final de este segundo número, es que la nueva realidad conformada por las diversas decisiones de este “Jon Osterman - no Dr. Manhattan” tiene poco que ver con la realidad del universo Watchmen que conocemos, y desemboca en una catástrofe de dimensiones planetarias.

Por otra parte, también asistimos en este episodio a una nueva circunstancia que ya hemos podido ver en las miniseries Ozymandias y El Comediante de este mes: los diferentes cómics del proyecto Antes de Watchmen comienzan a referirse entre sí, reproduciendo acontecimientos que no se encontraban en la obra original de Alan Moore y Dave Gibbons, sino que se han introducido por primera vez en las precuelas. Así, en este cómic se hace mención al papel de Ozymandias como asesor del presidente Kennedy durante la crisis de los misiles cubanos, lo que permitió que el conflicto tuviera un desenlace diplomático (tal como sucedió en la realidad histórica). Straczynski recoge este evento, descrito en el cuarto número de la serie protagonizada por “el hombre más inteligente del mundo”, como una de las variables posibles en esta nueva realidad cuántica sin el Dr. Manhattan, demostrando que las distintas precuelas están inter- conectadas y que Antes de Watchmen comienza a formar su propia continuidad.

No obstante, lo más desconcertante del nuevo escenario que nos plantea el autor es que, según las normas escritas por Straczynski para este spin-off, el Dr. Manhattan procedente de la versión de la realidad que conocimos en Watchmen no puede influir en estos acontecimientos de manera voluntaria, sino tan solo como mero espectador que distorsiona lo observado. ¿Cómo evitar, entonces, la catástrofe que su propia curiosidad ha desatado? Tradicionalmente, los poderes omniscientes del Dr. Manhattan se han comparado con un lector que es capaz de avanzar y retroceder voluntariamente en el hilo del relato, pero sin ninguna capacidad de influir en el mismo; según la explicación del propio Manhattan en la obra original, pasado, presente y futuro son simultáneos para él, de modo que es imposible alterar algo que ya ha acontecido. Sin embargo, Straczynski ha cambiado sutilmente las reglas del juego en esta miniserie, y el Dr. Manhattan ya no solo puede “hojear” el continuo temporal atrás y adelante, sino que se ha convertido en una especie de lector tramposo de las novelas Elige tu propia aventura, siendo capaz de ver las realidades divergentes que cada alternativa implica, con la salvedad de que no se le permite elegir entre las diversas opciones, sino que es una tercera persona, el Jon Osterman humano que pudo ser, el que elige una alternativa y desecha el resto.

Este planteamiento permite que el Dr. Manhattan y los lectores compartan una misma perspectiva impotente de los acontecimientos, asistiendo a ellos como observadores que pueden atisbar las inflexiones de la realidad, pero que son incapaces de influir en su desarrollo. Straczynski aprovecha esta peculiar perspectiva para mostrarnos una serie de situaciones que resultaron imposibles en el universo de Watchmen, como el feliz matrimonio entre Jon y Janey Slater, una posibilidad que le fue negada tras el accidente en la cámara de campos intrínsecos, reinterpretada aquí por el guionista como una suerte de caja de Schrödinger de la que podía emerger una realidad u otra.

Rizando la metáfora, podríamos decir que el Dr. Manhattan desta- pa la caja de Pandora al intentar asistir al momento de su renaci- miento, dando lugar a nuevo universo de posibilidades que, para su desconcierto, resultan inescrutables para él. Esto suscita una pregunta a la .que por primera vez es incapaz de responder: “¿Que he hecho?", se dice al final de este episodio, pero la verdadera cuestión que subyace bajo su confusión es: ¿qué puedo hacer para solucionarlo?

David B. Gil

Previa (portada y cinco páginas interiores) de Antes de Watchmen: Dr. Manhattan núm. 2.