Eccediciones

Transmetropolitan

Creo que la razón principal por la que me gusta Warren Ellis –no solo es uno de mis mejores amigos, sino también uno de mis escritores favoritos– es que reconozco en él a un alma gemela.

Puede que esto no sea algo bueno para el avance como raza de seres estelares cósmicos caminando de la mano hacia un nuevo amanecer de unidad universal y espiritual, pero a la mierda con eso: a Warren no le gustan las cosas “bonitas”. No se fía de la gente “maja”. Le hacen sospechar. Y sé cómo se siente.

Aunque yo he tenido suerte, porque he podido canalizar esa actitud venenosa hacia una serie de proyectos e historias. Pero el Sr. Ellis no, pues se vio forzado a filtrar su propio veneno a través del medio ambiguo de las historias superheroicas. El trabajo era bueno, pero al fin y al cabo seguía siendo sobre hombres adultos con mallas (con la excepción gloriosa de su vieja serie Lazarus Churchyard, y si alguien la pudiera publicar, se lo agradecería muchísimo, porque querría saber qué pasaba a continuación).

Transmetropolitan cambió todo eso. Dibujada por el talentoso Darick Robertson, que no tenía ni idea de en qué se estaba metiendo, la historia representa el trabajo de Warren en su máxima y más pura expresión. Son las historias que quiere contar, de la forma que quiere contarlas, y no hay ningún escritor que valga la pena que no lo dé todo bajo esas condiciones. Yo estuve al tanto de gran parte del desarrollo de este cómic, y sabía que esa era la clase de libertad creativa que lo convertiría en algo grande y que aseguraría su éxito. Mientras, Warren estaba convencido de que la serie palmaría a los seis meses...

“El primer número ha vendido una puta mierda. Estamos perdidos.”

“Warren, Warren, toda la industria está mal. Dale tiempo. Correrá la voz. Las ventas aumentarán.”

“Las ventas del número 2 siempre caen. Es la tradición. Estamos perdidos.”

“En serio, colega. Se solucionará. El cómic tendrá una reputación y la gente lo leerá. Es demasiado bueno como para que no lo hagan.”

“Es el fin de los tiempos. Anoche llovió queso. Han visto a la Ardilla Negra hasta en Luton.”

“Warren...”

“Y he visto un caballo pálido, y el nombre de su jinete era Muerte. Y...”

Pero Warren se equivocaba. Lo que parecía haber olvidado era que había escrito una historia excelente. Que Darick, encantado de tener tanta manga ancha en algo tan sucio y fabuloso como eso después de años de cómics de superhéroes, acompañaba esa historia con el dibujo más rico y oscuro de toda su carrera. Y que a veces –y solo a veces–, esa combinación es lo único que necesitas.

Y aquí, recopilada en un volumen cojonudo, está la primera historia de la saga de Transmetropolitan. Aquí hay una ciudad repleta de todos los pecados que te puedas imaginar y unos cuantos que se han imaginado para ti. Aquí está Spider Jerusalem, el cabrón cascarrabias y miserable que te guiará por esta Babilonia futurista. Aquí está el humor más fino y negro, el odio más puro y un sentido de la justicia susurrado a través de dientes apretados. Y aquí, tan inesperada y natural como las lágrimas de una stripper, hay una pequeña vena de humanidad ordinaria.

“Que os jodan.

Si a alguien en esta mierda de ciudad le importara una polla de perro muerto la verdad, esto no estaría ocurriendo.”

Esas son palabras de Warren.

Garth Ennis
La puta Londres Octubre 1997

Artículo publicado originalmente como introducción de Transmetropolitan núm. 1 (de 10): De nuevo en la calle.