Durante su todavía incipiente pero intensa carrera profesional, Scott Snyder ha demostrado poseer una virtud circunscrita al aspecto colaborativo inherente a la realización de todo cómic: entender el proceso creativo no como una lucha de egos entre los autores involucrados, sino como una suma de talentos cuyo resultado debe redundar en beneficio de la obra. En este sentido, no solo ha hecho gala de un talante dialogante y abierto a sugerencias –siempre alabado por cuantos dibujantes han tenido ocasión de trabajar junto a él–, sino que además ha evidenciado su predisposición a compartir tareas de escritura con otros guionistas, como Stephen King, Lowell Francis, Kyle Higgins, Scott Tuft o James Tynion IV.
Lo que en última instancia le proporciona esta mentalidad, esta ética de trabajo, es ser plenamente consciente de la importancia de que los autores cuenten con libertad, independencia y espacio creativo para desarrollar sus ideas; pero también del enorme potencial de una colaboración bien avenida y del innegable valor de una retroalimentación cimentada sobre el trabajo en equipo. Así pues, conforme escribía en su procesador de textos la escena que cierra la séptima entrega de la colección (Batman núm. 6, en su edición española), era plenamente consciente del abanico de posibilidades que abría la poderosa imagen de las Garras abalanzándose sobre las calles, puesta en relación con las frases pronunciadas por uno de los integrantes del Tribunal de los Búhos: “¡Pues esta noche no solo mataremos a nuestro enemigo, sino que reconquistaremos nuestra ciudad! ¡Reconquistaremos nuestro reino! ¡Ahora partid! ¡Partid y tomad Gotham City!”. Tal y como afirma Snyder, “ahora se puede apreciar la verdadera amplitud del ataque: si Gotham tiene más de 400 años de antigüedad, eso implica que ha habido una Garra cada cinco o diez años durante todo ese tiempo, lo que hace un total de 50 ó 60 Garras”.
Teniendo en cuenta dicha circunstancia, sumada al objetivo de la misteriosa organización –eliminar a las principales personalidades que con su liderazgo “dan forma” a la ciudad–, se posibilita que los ecos de la historia principal resuenen en diferentes colecciones relacionadas con el Hombre Murciélago. Así sucede en las entregas de Batwing, Batman y Robin y Batgirl recopiladas en el presente tebeo, aprovechadas por Judd Winick, Peter Tomasi y Gail Simone para aceptar el desafío propuesto por el actual “arquitecto” de la franquicia: “La posibilidad de abordar parte de la fascinante historia de Gotham, eligiendo cualquier época que consideraran oportuna”. Snyder se refiere al hecho de que las Garras son asesinos procedentes del pasado que, contando con un entrenamiento especial y un factor de curación que les hace virtualmente invencibles, esperan la señal para ser reactivados. Como agentes durmientes procedentes del más allá –y de otro tiempo–, dispuestos a librar su última batalla… y a que el guionista oportuno les proporcione el trasfondo biográfico más adecuado. Todo ello siguiendo la única premisa de respetar determinados parámetros relativos al modo en que fueron escogidos y entrenados, dejando enteramente en las manos de cada guionista “la historia de quiénes eran antes de entrar a formar parte del Circo, cómo fue su tiempo como Garras y a quién asesinaron”. En definitiva, lienzos en blanco sobre los que plasmar una caracterización que sirva para potenciar los conflictos con los que convive cada protagonista –Barbara Gordon, Damian Wayne y David Zavimbe, en este caso–, pero también para ponderar en su justa medida la amenaza que representa La noche de los Búhos...
David Fernández
Lo que en última instancia le proporciona esta mentalidad, esta ética de trabajo, es ser plenamente consciente de la importancia de que los autores cuenten con libertad, independencia y espacio creativo para desarrollar sus ideas; pero también del enorme potencial de una colaboración bien avenida y del innegable valor de una retroalimentación cimentada sobre el trabajo en equipo. Así pues, conforme escribía en su procesador de textos la escena que cierra la séptima entrega de la colección (Batman núm. 6, en su edición española), era plenamente consciente del abanico de posibilidades que abría la poderosa imagen de las Garras abalanzándose sobre las calles, puesta en relación con las frases pronunciadas por uno de los integrantes del Tribunal de los Búhos: “¡Pues esta noche no solo mataremos a nuestro enemigo, sino que reconquistaremos nuestra ciudad! ¡Reconquistaremos nuestro reino! ¡Ahora partid! ¡Partid y tomad Gotham City!”. Tal y como afirma Snyder, “ahora se puede apreciar la verdadera amplitud del ataque: si Gotham tiene más de 400 años de antigüedad, eso implica que ha habido una Garra cada cinco o diez años durante todo ese tiempo, lo que hace un total de 50 ó 60 Garras”.
Teniendo en cuenta dicha circunstancia, sumada al objetivo de la misteriosa organización –eliminar a las principales personalidades que con su liderazgo “dan forma” a la ciudad–, se posibilita que los ecos de la historia principal resuenen en diferentes colecciones relacionadas con el Hombre Murciélago. Así sucede en las entregas de Batwing, Batman y Robin y Batgirl recopiladas en el presente tebeo, aprovechadas por Judd Winick, Peter Tomasi y Gail Simone para aceptar el desafío propuesto por el actual “arquitecto” de la franquicia: “La posibilidad de abordar parte de la fascinante historia de Gotham, eligiendo cualquier época que consideraran oportuna”. Snyder se refiere al hecho de que las Garras son asesinos procedentes del pasado que, contando con un entrenamiento especial y un factor de curación que les hace virtualmente invencibles, esperan la señal para ser reactivados. Como agentes durmientes procedentes del más allá –y de otro tiempo–, dispuestos a librar su última batalla… y a que el guionista oportuno les proporcione el trasfondo biográfico más adecuado. Todo ello siguiendo la única premisa de respetar determinados parámetros relativos al modo en que fueron escogidos y entrenados, dejando enteramente en las manos de cada guionista “la historia de quiénes eran antes de entrar a formar parte del Circo, cómo fue su tiempo como Garras y a quién asesinaron”. En definitiva, lienzos en blanco sobre los que plasmar una caracterización que sirva para potenciar los conflictos con los que convive cada protagonista –Barbara Gordon, Damian Wayne y David Zavimbe, en este caso–, pero también para ponderar en su justa medida la amenaza que representa La noche de los Búhos...
David Fernández