Eccediciones

Superman contra Muhammad Ali

Empezó con Don King. Este extravagante pro­motor de boxeo llamado “el del peinado eléctri­co”, aunque nunca a la cara, parecía que hubiera metido los dedos en un enchufe, y el pelo levan­tado le añadía unos 10 centímetros de altura a su casi 1,90.

King, un superviviente de las partes más duras de Cleveland, tenía el corazón de un estafador y la imaginación de un visionario. Había consegui­do agarrarse con fuerza a Muhammad Ali y se hizo famoso como promotor en 1974 de “Rum­ble in the Jungle”, un combate con una bolsa de 10 millones de dólares entre Ali y George Fo­reman en la capital de Zaire.

King repetiría el año siguiente con otro incendia­rio evento internacional, que tituló “The Thrilla in Manila”, que enfrentó a Ali contra el campeón de los pesos pesados y enemigo acérrimo Joe Fra­zier. A finales de 1976, cuando King entró en las oficinas de DC en el 75 de Rockefeller Plaza, ya había cimentado su relación con Muhammad Ali.

En 1976 ya se había visto un emparejamiento sin precedentes, pero no en el boxeo sino en los cómics. DC y Marvel, dos grandes rivales y con fans leales que avivaban la lucha, acordaron que sus personajes insignia se enfrentaran en un cómic de gran tamaño titulado Superman vs. The Amazing Spider-Man: The Battle of the Century. Los cómics de entonces apenas recibían atención de la prensa, pero ese fue un evento mediático de grandes proporciones. Don King tomó nota.

Yo entré en DC en febrero de ese mismo año como nueva editora de la compañía. Aún tenía­mos que definir la división de tareas entre Sol Harrison, el entonces presidente de DC, y yo, pero la edición se consideraba mi jurisdicción, así que el plan de King cayó en mi terreno.

Él proponía que Superman se enfrentara a otro contendiente. Nada más y nada menos que Mu­hammad Ali. Otras figuras públicas habían apare­cido en cómics de Superman, pero ninguna había tenido la misma importancia ni había actuado al mismo nivel que él. Pero, en un año de cómics y ambiciones enormes, este enfrentamiento era particularmente apetecible.

Hacia 1976, Ali era un héroe popular de pro­porciones icónicas. Había sacrificado cuatro de sus mejores años pugilísticos por desafiar el reclutamiento para la guerra de Vietnam, y por su chulería y bravuconería se le consideraba un hombre de principios y un símbolo claro de la lucha de los afroamericanos. Un enfrentamiento
entre Superman y Ali tenía que tener en cuenta quién era Muhammad Ali dentro y fuera del ring.

¿Qué mejor equipo para ello queDenny O’Neil, Neal Adamsy el editor Julie Schwartz? Ya ha­bían hecho historia con la serie socialmente rei­vindicativa de Green Lantern/Green Arrow. Un cómic con Superman y Ali no solo tenía que ser un entretenimiento épico sino que también debía explorar los ideales y las acciones que los habían convertido en héroes en todo el mundo. Denny, Neal y Julie eran expertos en ambas cosas.

Una vez Denny delineó la historia, yo volé hasta Chicago con algunos bocetos de Neal para reunirme con Herbert Muhammad, el mánager de Ali, y su abogado, Charles Lomax. Lo que más me sorprendió sobre ese encuentro fue la reacción de Herbert Muhammad a los dibujos de Neal. “Las pantorrillas de Ali salen demasia­do delgadas. Son más gruesas. Aseguraos de cambiarlo”. Era la misma clase de comentarios que le haríamos a un extraño que intentara re­crear a uno de nuestros personajes principales.

Finalmente, conocí a Ali en persona en el salón de su casa en Chicago. Estaba juguetón y rela­jado, y le apetecía que le contara la historia. Reflexionó sobre ella hasta estar satisfecho, le echó un vistazo a los dibujos y me bautizó como la “señora Superman”, y eso fui para él en los años siguientes.

Una vez tuve la aprobación de Ali y su gente, re­gresé a Nueva York, donde Neal había relevado a Denny en la tarea de escribir el guion. Pero seguía esforzándose en el dibujo, y los lápices, enriquecidos por el entintado de Dick Giorda­no, tenían un aspecto inmejorable. Fueron esos lápices los que alimentaron mi locura.

Como he dicho antes, era un año de cómics y ambiciones desmedidas. Ya habíamos decidido que la portada doble mostraría a Superman y a Ali midiéndose ante un enjambre de espectado­res que los animarían. ¿Quién estaría cerca del ring en un acontecimiento tan espectacular? Es­trellas de cine, atletas, artistas, jefes de estado... en resumen, celebridades mundiales. Yo pen­sé en lo auténtico que parecía Ali en todas las páginas, y sabía que si alguien podía dibujar ese gentío luminoso, ese sería Neal.

Y así empezamos a llenar el estadio con gente famosa de esa época: el presidente Jimmy Car­ter y su esposa, el presidente Gerald Ford y su mujer Betty, Raquel Welch, Sonny, Cher, Joe Namath, Andy Warhol, Frank Sinatra, Johnny Carson, Lucille Ball o los Jackson Five. Pero había una pega. Al parecer, necesi­tábamos permiso de todas aquellas personas cuyo rostro estábamos usando. Ups.

Suerte que Neal tenía cerca una goma de borrar. A muchas estrellas les encantó la idea del com­bate y accedieron alegremente a presenciarlo, pero otros se negaron en redondo. El perfil de George C. Scott ya resaltaba en la esquina iz­quierda de la portada trasera cuando nos trans­mitió su negativa en firme. ¿Había alguien con una fisonomía similar para reemplazarlo?

La caballería llegó en forma de Kurt Vonnegut, cuya nariz era casi un calco de la de Scott. Neal dibujó rápidamente al escritor en el lugar del actor, y añadió a su esposa, Jill Krementz.

“En absoluto”, dijo Carroll O’Connor, cuya ca­beza con forma de bola de bolos colgaba jus­to encima de la de Andy Warhol. Por suerte, Pelé, la gran estrella futbolística, estaba jugan­do para el Cosmos de Nueva York, un equipo fundado por Warner Communications, la empre­sa madre de DC, y accedió sin dudar para que su rostro sustituyera al del hombre más conocido como Archie Bunker.

La petición de permisos y el redibujado del público añadió retrasos a los ya existentes que arrastraba el cómic. Pese a que estaba programa­do para 1977, no se lanzó hasta el año siguien­te, pero la espera mereció la pena. Superman contra Muhammad Ali, con su emparejamiento de blanco y negro, su reto a la opresión y sus temas de coraje, justicia y sacrificio, era un cómic para la historia. Su mensaje era el de libertad para todos, y resonó alto y claro mucho después de que la historia se contara.

Jenette Kahn

Artículo publicado en las páginas de Superman contra Muhammad Ali ¡Ya a la venta!

Previa de Superman contra Muhammad Ali