Los cuatro villanos que protagonizan esta segunda y última entrega de Superman: Maldad Eterna tienen a sus espaldas una larga trayectoria que los ha convertido en enemigos dignos del principal superhéroe del mundo. Repasamos a continuación su larga trayectoria editorial y, cómo no, su actual situación en el Nuevo Universo DC.
Después de Lex Luthor, el General Zod es uno de los enemigos de Kal-El más conocidos por el gran público. No en vano, fue el antagonista de filmes tan notables como Superman II (Richard Lester y Richard Donner, 1980) y El Hombre de Acero (Zack Snyder, 2013), donde lo interpretaron, respectivamente, Terence Stamp y Michael Shannon. No obstante, su trayectoria en los cómics no ha sido tan destacable hasta fechas más recientes. Creado por Robert Bernstein y George Papp en Adventure Comics núm. 283 (1961), era un militar corrupto del desaparecido Krypton que se había salvado porque sus fechorías le habían valido una condena en la Zona Fantasma. En líneas generales, ese origen se ha mantenido tanto en el cine como en revisiones retroactivas vistas en las historietas aunque los detalles hayan variado de una versión a otra.
Como bien sabrán los lectores de Grandes autores de Superman: John Byrne, Superman se convirtió en el único superviviente de su mundo después de Crisis en Tierras Infinitas, con lo cual hubo que recurrir a maniobras más o menos afortunadas para devolver a Zod a la palestra de vez en cuando. Los experimentos tocaron a su fin en 2006, cuando la saga Superman: Último hijo devolvió al personaje su antiguo esplendor kryptoniano y su comprensible sed de venganza. No es casualidad que el propio Richard Donner escribiera aquella historia junto a Geoff Johns. Con Adam Kubert completando el equipo creativo, los episodios de Action Comics fueron un éxito rotundo que continuó durante la extensa trama de Nuevo Krypton. Tras mucha exposición, Zod pasó a un discreto segundo plano en el nUDC hasta que los complementos de Superman sugirieron una antigua amistad entre Jor-El y él en la que, por supuesto, se profundiza en este volumen.
Es precisamente en las adaptaciones cinematográficas donde a muchos lectores les gustaría ver a nuestro próximo personaje dadas sus infinitas posibilidades como amenaza del espacio exterior. Se trata de Brainiac, que sí ha tenido mucho peso en la vida editorial del Hombre de Acero. Creado por Otto Binder y Al Plastino en Action Comics núm. 242 (1958), era un alienígena de piel verde que llegaba a la Tierra para reducir Metropolis e incorporarla a su colección de ciudades embotelladas, una de las características que han terminado siendo marca de la casa. Establecido como nativo de Colu, un mundo poblado por seres de gran inteligencia, amargó la vida de nuestro héroe durante décadas, sobre todo cuando cambió su endeble físico por el cuerpo artificial que hemos visto en las reediciones de Crisis en Tierras Infinitas o Grandes autores de Superman: Alan Moore que ha publicado recientemente ECC Ediciones.
Las versiones posteriores del personaje alteraron bastante su naturaleza, si bien había elementos en común que el propio Geoff Johns aprovechó para realizar una vuelta a los orígenes en Superman: Brainiac, donde formó equipo con Gary Frank para devolver a la palestra la versión más clásica del villano. Grant Morrison, ya en el nUDC, hizo lo propio al recuperar las ciudades embotelladas y el “coleccionismo” obsesivo de Brainiac. Después de aquella primera incursión, el coluano ha sido bastante discreto, pero las últimas entregas de Superman escritas por Scott Lobdell dejan entrever que su regreso es inminente. No en vano, debe cosechar los frutos que sembró durante su primera visita.
Zod y Brainiac son una muestra de lo prolífica que fue la Edad de Plata de nuestro héroe favorito, y lo mismo debe decirse de Metalo. Creado por Bernstein y Plastino en Action Comics núm. 252 (1959), donde también debutaba Supergirl, es por definición uno de los enemigos más letales de Superman. No en vano, lleva incorporado un “corazón” de kryptonita. No obstante, podría decirse que el debut más temible de John Corben fue el narrado por Byrne en 1987 (véase el primer volumen de la mencionada Grandes autores de Superman: John Byrne), que estuvo a punto de matar al protagonista, que aún no sabía que existía dicho mineral ni mucho menos que fuera lo único capaz de matarlo. Y curiosamente, era lo único que podía mantener con vida al moribundo Corben.
Con el paso de los años, Metalo fue adquiriendo cada vez más poder, pero el nUDC recuperó parte de aquel origen trágico. Aprovechando el efímero El origen de Superman de Johns y Frank, Morrison lo estableció como un soldado a las órdenes del General Lane que se ofrecía voluntario a un arriesgado experimento con tal de impresionar a la hija de su jefe, de la que estaba enamorado desde hacía tiempo. Por supuesto, la cosa no salió bien, y Corben terminó en el lamentable estado en que se encuentra en estas páginas.
La mitología de Superman ha visto pasar a diversas encarnaciones del Parásito desde que Jim Shooter y Al Plastino presentaran a Raymond Maxwell Jensen. Aunque hayan sido varios los hombres (y también alguna mujer) que han llevado ese nombre, su origen suele estar relacionado con una transformación debida a residuos tóxicos que los convierte en seres que se alimentan de energía vital. ¿Y qué vida hay más apetecible que la de Superman, el ser más poderoso de la Tierra? Con semejante premisa, es obvio que el Parásito siempre es un peligro para nuestro héroe. Durante los últimos tiempos, no se ha prodigado demasiado salvo por notables excepciones como El origen de Superman o el segundo álbum de Superman: Tierra uno, donde J. Michael Straczynski y Shane Davis recuperaron a Jensen, el original. Es posible que la historia que precede a estas líneas sea el punto de partida para un mayor protagonismo de este villano. Eso sí, la competencia es muy dura, como bien atestiguan los personajes con que ha compartido este volumen y que, a buen seguro, darán mucha guerra próximamente.
Fran San Rafael
Artículo originalmente publicado en las páginas de Superman: Maldad Eterna núm. 2.
Después de Lex Luthor, el General Zod es uno de los enemigos de Kal-El más conocidos por el gran público. No en vano, fue el antagonista de filmes tan notables como Superman II (Richard Lester y Richard Donner, 1980) y El Hombre de Acero (Zack Snyder, 2013), donde lo interpretaron, respectivamente, Terence Stamp y Michael Shannon. No obstante, su trayectoria en los cómics no ha sido tan destacable hasta fechas más recientes. Creado por Robert Bernstein y George Papp en Adventure Comics núm. 283 (1961), era un militar corrupto del desaparecido Krypton que se había salvado porque sus fechorías le habían valido una condena en la Zona Fantasma. En líneas generales, ese origen se ha mantenido tanto en el cine como en revisiones retroactivas vistas en las historietas aunque los detalles hayan variado de una versión a otra.
Como bien sabrán los lectores de Grandes autores de Superman: John Byrne, Superman se convirtió en el único superviviente de su mundo después de Crisis en Tierras Infinitas, con lo cual hubo que recurrir a maniobras más o menos afortunadas para devolver a Zod a la palestra de vez en cuando. Los experimentos tocaron a su fin en 2006, cuando la saga Superman: Último hijo devolvió al personaje su antiguo esplendor kryptoniano y su comprensible sed de venganza. No es casualidad que el propio Richard Donner escribiera aquella historia junto a Geoff Johns. Con Adam Kubert completando el equipo creativo, los episodios de Action Comics fueron un éxito rotundo que continuó durante la extensa trama de Nuevo Krypton. Tras mucha exposición, Zod pasó a un discreto segundo plano en el nUDC hasta que los complementos de Superman sugirieron una antigua amistad entre Jor-El y él en la que, por supuesto, se profundiza en este volumen.
Es precisamente en las adaptaciones cinematográficas donde a muchos lectores les gustaría ver a nuestro próximo personaje dadas sus infinitas posibilidades como amenaza del espacio exterior. Se trata de Brainiac, que sí ha tenido mucho peso en la vida editorial del Hombre de Acero. Creado por Otto Binder y Al Plastino en Action Comics núm. 242 (1958), era un alienígena de piel verde que llegaba a la Tierra para reducir Metropolis e incorporarla a su colección de ciudades embotelladas, una de las características que han terminado siendo marca de la casa. Establecido como nativo de Colu, un mundo poblado por seres de gran inteligencia, amargó la vida de nuestro héroe durante décadas, sobre todo cuando cambió su endeble físico por el cuerpo artificial que hemos visto en las reediciones de Crisis en Tierras Infinitas o Grandes autores de Superman: Alan Moore que ha publicado recientemente ECC Ediciones.
Las versiones posteriores del personaje alteraron bastante su naturaleza, si bien había elementos en común que el propio Geoff Johns aprovechó para realizar una vuelta a los orígenes en Superman: Brainiac, donde formó equipo con Gary Frank para devolver a la palestra la versión más clásica del villano. Grant Morrison, ya en el nUDC, hizo lo propio al recuperar las ciudades embotelladas y el “coleccionismo” obsesivo de Brainiac. Después de aquella primera incursión, el coluano ha sido bastante discreto, pero las últimas entregas de Superman escritas por Scott Lobdell dejan entrever que su regreso es inminente. No en vano, debe cosechar los frutos que sembró durante su primera visita.
Zod y Brainiac son una muestra de lo prolífica que fue la Edad de Plata de nuestro héroe favorito, y lo mismo debe decirse de Metalo. Creado por Bernstein y Plastino en Action Comics núm. 252 (1959), donde también debutaba Supergirl, es por definición uno de los enemigos más letales de Superman. No en vano, lleva incorporado un “corazón” de kryptonita. No obstante, podría decirse que el debut más temible de John Corben fue el narrado por Byrne en 1987 (véase el primer volumen de la mencionada Grandes autores de Superman: John Byrne), que estuvo a punto de matar al protagonista, que aún no sabía que existía dicho mineral ni mucho menos que fuera lo único capaz de matarlo. Y curiosamente, era lo único que podía mantener con vida al moribundo Corben.
Con el paso de los años, Metalo fue adquiriendo cada vez más poder, pero el nUDC recuperó parte de aquel origen trágico. Aprovechando el efímero El origen de Superman de Johns y Frank, Morrison lo estableció como un soldado a las órdenes del General Lane que se ofrecía voluntario a un arriesgado experimento con tal de impresionar a la hija de su jefe, de la que estaba enamorado desde hacía tiempo. Por supuesto, la cosa no salió bien, y Corben terminó en el lamentable estado en que se encuentra en estas páginas.
La mitología de Superman ha visto pasar a diversas encarnaciones del Parásito desde que Jim Shooter y Al Plastino presentaran a Raymond Maxwell Jensen. Aunque hayan sido varios los hombres (y también alguna mujer) que han llevado ese nombre, su origen suele estar relacionado con una transformación debida a residuos tóxicos que los convierte en seres que se alimentan de energía vital. ¿Y qué vida hay más apetecible que la de Superman, el ser más poderoso de la Tierra? Con semejante premisa, es obvio que el Parásito siempre es un peligro para nuestro héroe. Durante los últimos tiempos, no se ha prodigado demasiado salvo por notables excepciones como El origen de Superman o el segundo álbum de Superman: Tierra uno, donde J. Michael Straczynski y Shane Davis recuperaron a Jensen, el original. Es posible que la historia que precede a estas líneas sea el punto de partida para un mayor protagonismo de este villano. Eso sí, la competencia es muy dura, como bien atestiguan los personajes con que ha compartido este volumen y que, a buen seguro, darán mucha guerra próximamente.
Fran San Rafael
Artículo originalmente publicado en las páginas de Superman: Maldad Eterna núm. 2.