Eccediciones

Sobre Fábulas y el posmodernismo

Una de las características principales de la literatura posmoderna es un espíritu juguetón respecto a las reglas tradicionales de la literatura: la separación de géneros, las fronteras entre arte elevado o bajo, la división entre pasado y presente, o las diferencias entre la originalidad y la copia. El teórico Jean-François Lyotard ve el posmodernismo como el rechazo de las grandes narrativas y de las teorías universales. La literatura posmoderna rechaza las teorías literarias unificadoras y abraza lo práctico, lo pragmático y lo divertido.

Sospecho que Bill Willingham se opondría, a cierto nivel, a que le llamaran posmoderno. Apuesto a que no quiere tener nada que ver con teóricos como Lyotard o con la estructura teórica del posmodernismo en global. Pero creo que sería justo decir que Fábulas es un ejemplo excelente de cómic posmoderno.

En un adecuado sentido posmoderno, Fábulas ignora las fronteras entre historias y junta a docenas de personajes de mitos, fábulas y leyendas en un único mundo. Aunque este tipo de mezcla se ha dado de forma regular desde los años setenta, cuando Philip José Farmer empezó a escribir sus historias de Wold Newton, pocas veces se ha hecho de forma tan exitosa y audaz como en Fábulas. Los lazos familiares del universo de Wold Newton a veces parecen demasiado tirantes, pero Ichabod Crane haciendo de ayudante del Rey Cole y Frau Totenkinder haciéndose amiga de Bestia funciona tanto temática como estéticamente. Tiene sentido cuando muchos de estos híbridos no lo tienen, más allá del deseo del autor de ver interactuar a dos personajes diferentes.

Del mismo modo, Fábulas juega con los géneros literarios tradicionales. Asesinatos misteriosos, historias de guerra, historias de las 1.001 noches, fábulas, contes cruels... Fábulas los usa todos, pero no se contenta con hacer un simple pastiche. Fábulas no subvierte el género que usa sino que le aplica consideraciones del mundo real, igual que a sus héroes de fábula. Como vemos en Las crueles estaciones y 1.001 noches de nieve, ganar unas elecciones solo significa que los problemas presupuestarios ahora son tuyos; en la vida real, vivir felices para siempre genera tensión en las mejores relaciones; nacer siendo un canijo y tener que luchar para demostrar que eres duro tiende a producir a alguien con propensión a la violencia; etcétera.

Es cierto que Fábulas aplica un giro posmoderno al subgénero literario en el que reside: historias de seres mitológicos o legendarios que se enfrentan e interactúan con el mundo moderno. Hacia finales del siglo XIX, estas historias se adscribían al género de terror, como los trabajos de Algernon Blackwood y M.R. James, mientras que durante el siglo XX, estas historias solían ser comedias, como The Night Life of the Gods de Thorne Smith. Pero Fábulas evita ambas cosas y nos trae algo nuevo: a los personajes de las fábulas como héroes.

Fábulas hace un buen uso de posmodernismo, pero para la mayoría de los cómics contemporáneos el posmodernismo es una carga demasiado pesada. Aunque el posmodernismo data de finales del siglo XIX, solo apareció en los cómics a finales de los años ochenta con Watchmen, de Alan Moore y Dave Gibbons, y con Batman: El regreso del Caballero Oscuro, de Frank Miller. El posmodernismo continuó durante los años noventa en cómics como Animal Man, de Grant Morrison, o Hulka, de John Byrne, y floreció en los años 2000 con cómics como The League of Extraordinary Gentlemen, de Alan Moore y Kevin O’Neill.

Muchos de esos cómics son muy divertidos y son muy influyentes, pero su influencia no ha sido total ni demasiado positiva. Cada vez más, los héroes de los cómics de superhéroes no son heroicos, sobre todo durante los años 2000. Los cómics son tristes y lúgubres, y los héroes son sucios y sin brillo, y tienen una moralidad corrupta y cuestionable. No creo que el declive de la moralidad heroica coincida con el auge del posmodernismo. Al contrario: el posmodernismo, al cuestionar las verdades tradicionales como la moral y la ética, ha producido héroes que son ligeramente diferentes a los villanos a los que se enfrentan, o son héroes únicamente porque los villanos son horribles.

Willingham ha ido en contra de esa tendencia y, en un estilo auténticamente posmoderno, ha mirado atrás para buscar la moralidad de sus personajes. Feroz, Blanca Nieves, Bestia, Cenicienta y el resto forman parte de la tradición de las revistas pulp de los años veinte y treinta: caballeros cínicos y magullados, pero caballeros al fin y al cabo (guerreros realistas que a menudo se encuentran en situaciones complicadas y se ven forzados a tomar decisiones moralmente desagradables).

Pero Fábulas no está creada de forma programada. La serie no está escrita como una excusa para posmodernizarlo todo. La visión posmoderna se usa sabiamente y, en algunos casos, con moderación. Estructuralmente, Historias de guerra no se diferencia de ningún cómic de historias de combate de los años cuarenta (o de los setenta o los noventa). Las crueles estaciones invierte la estructura del cuento de hadas tradicional cuando Blanca Nieves pasa de la aventura hacia lo doméstico, pero es básicamente moderna y no posmoderna en cuanto a tono y contenido. Y 1.001 noches de nieve es posmoderna en su aproximación a la psicología de los personajes, pero es maravillosamente tradicional en la presentación de sus historias.

Y quizás en el nivel más importante de todos, Fábulas no es posmoderna. Uno de los elementos centrales del posmodernismo es el desapego irónico, una actitud o pose que hace hincapié en que hay pocas cosas que haya que tomarse en serio. Fábulas está refrescantemente libre de ironía y desapego, y enfatiza una moralidad tradicional que encaja mucho con los personajes y las historias. Los sacrificios de Historias de guerra, el romance de Las crueles estaciones, y el desamor, la ingenuidad, la venganza y la desesperación de 1.001 noches de nieve son reales, tanto para los personajes como para los lectores.

Básicamente, por eso Fábulas funciona tan bien, y por eso las historias de este volumen son tan buenas como son. Pese a toda la diversión del posmodernismo de Fábulas, son los personajes y sus triunfos y tragedias lo que nos emociona y nos hace seguir leyendo. Es divertido ver cómo se manifiesta el posmodernismo en Fábulas, pero las viñetas en las que Blanca Nieves tiene que enviar lejos a su hijo y la historia del príncipe Ambrose son lo que hace que nos importe.

Cuesta encontrar buenos cómics posmodernos. Y aún cuesta más encontrar alguno que nos emocione. Tenemos suerte de tener Fábulas, y a Bill Willingham.

Jess Nevins
Noviembre de 2011

Artículo originalmente publicado como introducción de Fábulas: Edición de lujo - Libro 4.