Eccediciones

Sin tiempo para llorar

Aunque el monstruo de Frankenstein hizo aparición en DC allá por los tiempos más remotos de la editorial —allá por 1948, en la colección Detective Comics—, el ser cuyas andanzas acabas de disfrutar deriva de una versión mucho más moderna, que se aleja del prototipo original de criatura atormentada para hacer gala de una actitud potente y aventurera en la que no hay sitio para el tormento. Esta visión, concebida por el guionista Grant Morrison y el dibujante Doug Mahnke, nació en el proyecto Siete Soldados de la Victoria, en el que, después de un número único que hacía las veces de pistoletazo de salida, siete miniseries narraban la historia de sendos personajes hasta confluir en un nuevo one-shot como colofón. Personajes nuevos daban la mano a personajes más conocidos, y estos a su vez lo hacían con versiones nuevas de personajes viejos. Frankenstein era una de estas nuevas versiones: una destinada a dejar huella.

Frankenstein hacía gala de un detalle que lo situaba no solo como un personaje diferente, sino incluso por encima de los demás, una suerte de líder tácito que no reclama la posición pero que la ejerce sin pretenderlo gracias a su experiencia y actitud. Transmitía esa impresión de héroe de acción de los años noventa, de mafioso ruso en una moderna película de género negro: la de un tipo duro, durísimo, con un punto siniestro que no puede ni quiere sacudirse de encima, consciente en todo momento de lo que hace, siempre en control de la situación hasta cuando parece que no hay escapatoria, capaz de no arquear una ceja al mirar a la muerte a los ojos... porque ya lo ha hecho antes. La clase de héroe que cuando te dice “todo va a salir bien”, lo dice de un modo que te lo crees. Basta con hacer un repaso rápido de los otros Siete Soldados para entender porqué Frankenstein era un tipo especial.

Zatanna, pese a ser ducha en los rudimentos de la magia, intentaba reconstruir su vida después de una expedición hacia lo arcano que terminó en desastre. El Guardián de Manhattan emprendió una aventura sin saber muy bien en qué iba a consistir y sin tener la más remota idea de quién manejaba en realidad los hilos que le movían. Caballero Brillante... bueno, la pobre no sabía ni en qué plano de la realidad se encontraba y su epopeya tiene más de huida hacia delante que de plan maduro. Klarion el niño brujo se tomaba la vida como un juego después de pasar toda su vida en una comunidad recluida y opresiva con un estricto código de normas, ¿para qué molestarse en tener el control cuando es tan divertido perderlo? Bulleteer solo estaba sacándose una espina y dándole una utilidad a un accidente científico cuando decidió ponerse un traje de superheroína. Y Míster Milagro... Bueno, Míster Milagro descubrió por las malas que el mundo que le rodeaba tenía un rostro muy distinto al que percibía con los ojos. Y pagó el precio por ello.

Los restantes Siete Soldados se enfrentaban a una amenaza desconocida y provenían de trasfondos a cada cual más disfuncional y retorcido, por lo que una vez en harina era razonable que no supiesen muy bien cómo actuar. Héroes a la fuerza, podría decirse, personajes unidos por el caos en una aventura que no habían pedido. ¿Cómo reaccionaría un hombre corriente con un escudo ante el descubrimiento de que una cruel raza de hadas y seres ultraterrenos quiere esclavizar a la humanidad? Bastante hicieron los Siete Soldados con armarse de valor para hacer frente a semejante amenaza en vez de salir corriendo.

De este modo, el guionista escocés había definido la actitud de un nuevo monstruo de Frankenstein para el siglo XXI, un tiempo en el que —si comparamos con épocas anteriores— el aspecto físico no cuenta tanto como las acciones que uno lleva a cabo, en el que a los héroes no los define el color de la piel o el número de pulsaciones por minuto sino sus actos. Esta criatura no ha llegado para despertar compasión o hacernos reflexionar sobre si no seremos nosotros los monstruos por rechazar a los menos agraciados físicamente... no, este nuevo Frankenstein ha venido aquí para patear culos y mascar chicle, y se le ha acabado el chicle.

Eso no quiere decir ni que nos encontremos ante un personaje que reniegue de su pasado. Todo lo contrario. La afinidad del personaje por la electricidad, uno de los primeros elementos que le definieron tras su regreso en Siete Soldados, todavía está ahí. ¿Qué es el monstruo de Frankenstein sin electricidad? La compañía japonesa Toho, responsable de las películas de Godzilla, quiso enfrentar al monstruo europeo contra el monstruo japonés: el primero volvería a la vida y conseguiría enfrentarse al gigantesco reptil gracias a la fuerza que le otorgaba la electricidad. ¡Así es como se renueva un elemento clásico! Por otra parte, Morrison hizo que la criatura hiciese gala de unos modales exquisitos, legado de un tiempo percibido como más elegante y cortés. Incluir a la novia de Frankenstein fue un guiño a los amantes del género de terror y el pulp, además de la oportunidad de introducir un divertido giro en la relación que los unió a ambos. Pero sobre todo, lo que vincula al moderno Frankenstein con su pasado es su aspecto.

Seamos conscientes de ello o no, los monstruos clásicos tienen una imagen icónica gracias al cine. Pese a que haya voces que afirmen que el libro es siempre mejor que la película, es la película la que saca el cincel y el martillo para tallar en el inconsciente colectivo la imagen definitoria de un personaje. Sin Bela Lugosi, no hay un Drácula de exquisito acento centroeuropeo y presencia caballerosa. Del mismo modo, sin Boris Karloff no hay un Frankenstein con tornillos en el cuello, frente prodigiosa, ceño en permanente fruición y mirada contrita, confundida. Mary Shelley no hizo especial hincapié en describir al monstruo, del que solo mencionaba su extrema fealdad, su aspecto grotesco. Karloff fue el que le puso un rostro tan reconocible que se ha convertido en inmortal, y Mahnke se inspiró en él para crear al nuevo Frankenstein.

Así, esta nueva criatura aúna en sí una imagen reconocible con una actitud diferente, más acorde a la atmósfera grandiosa de la colección y al enfoque cargado de acción de sus aventuras. No hay tiempo para llorar por la soledad cuando hay tantas criaturas que liquidar.

Alberto Morán Roa

Previa (portada y cinco páginas interiores)
de Frankenstein: Agente de S.H.A.D.E.: La guerra de los monstruos, de Jeff Lemire y Alberto Ponticelli.

Entrevista a Alberto Ponticelli.