Sato Hirohisa dibuja y guioniza Shigahime y Mother Parasite, dos mangas que ahondan en los traumas y circunstancias que conducen a sus protagonistas a un destino cruento y perturbador.
Shigahime es un manga de terror psicológico que cuenta con dosis de fantasía oscura. En sus páginas se nos presenta la vida de algunos estudiantes de un instituto japonés que se verán fatalmente trastocadas. Sôichi Tachibana es un adolescente que sufre bullying por parte de sus compañeros. Vive con su madre, pero ella jamás le presta atención. Su vida está marcada por la soledad, la desesperanza y el vacío. Todos los días, se para frente a la vivienda de una de sus vecinas y mira a través de las ventanas con ojos anhelantes. En el interior de esa casa habita Miwako, una mujer soltera y hermosa que casi nunca sale a la calle. Sôichi la visita cada noche, acompañado de otros alumnos que también quieren conocerla. Pero, una vez han traspasado la puerta principal, Miwako se transforma. Sus colmillos crecen, unas cicatrices zigzagueantes se forman en la comisura de sus labios y la embarga una avidez de sangre. Sôchi contempla fascinado cómo ese ser sensual y aterrador devora el corazón de sus compañeros. Él quiere convertirse en su siervo; eso es lo único que le alienta a seguir viviendo. Pero todo cambiará cuando Hirota, otro joven de su instituto, se vea involucrado en estos sangrientos acontecimientos.
Por su parte, Mother Parasite comparte muchos de los temas y las características de Shigahime. Es también puro terror psicológico, aunque desprovisto de elementos fantásticos o paranormales. En este cómic se retratan dos tóxicas relaciones maternofiliales, marcadas ambas por profundas cicatrices y miedos latentes. Ryôta es un adolescente frío y calculador, que pasó su infancia en una casa de acogida y, por ello, somete a su madre adoptiva a todo tipo de presiones y peticiones. Ella debe ser perfecta, no debe cometer errores, por nimios que sean, como quedarse dormida por las mañanas o dejarse alguna espina al limpiar el pescado. Ella debe darlo todo por él. La vida de Ryôta sufre un vuelco cuando protege a Kaoru, un alumno de su clase, cuando este estaba recibiendo una humillación por parte de un compañero. Ese día, al salir de la escuela, lo acompaña a casa y se topa con la madre de Kaoru, una mujer sobreprotectora, que se preocupa por su hijo hasta límites enfermizos. Ryota se enamora por completo de ella. Y, desde ese momento, hará todo lo posible por conocerla.
Como se puede observar, Sato Hirohisa presenta dos obras con muchos puntos de encuentro y que, aunque se mueven dentro de los estándares del género de terror, sus tramas son vertebradas por cuestiones más cercanas al existencialismo, a las desgracias personales. En ambos mangas encontramos un retrato truculento de la vida escolar, marcada por conflictos, rivalidades y violencia. Kaoru y Sôichi son dos estudiantes que padecen bullying, un problema social muy arraigado en el país nipón. La respuesta de los dos personajes es diferente. Mientras que Kaoru es dulce y no pierde la esperanza de encontrar un buen amigo; Sôichi es subyugado por la sensación de soledad y desamparo.
Las vivencias y circunstancias son capitales en Shigahime y Mother parasite. En los dos tebeos se analiza profundamente el poso que dejan en la personalidad los traumas y las experiencias pasadas; cómo se modifica la conducta, cómo cambia la forma de relacionarse con los otros; cómo se percibe uno a sí mismo. Sôichi es carcomido por el odio y la desesperanza, no es capaz de sentir empatía por sus iguales y solo lo reconforta ver el sufrimiento ajeno. Por su parte, Ryôta desarrolla un complejo de Edipo que influye en todas sus decisiones; buscando en madres ajenas a la madre que jamás llegó a conocer.
En los dos títulos, los miedos son más psicológicos, que externos. Shigahime se mueve en un escenario de corte gótico y sobrenatural, donde las velas se derriten y los candelabros oxidados generan sombras siniestras. Más, a pesar de esto, la figura de Miwako, como un ser enigmático y aterrador, similar a los vampiros, termina configurando los miedos internos de los protagonistas. Una perspectiva pesimista acerca de la existencia y la humanidad permea todos los pensamientos y acciones dentro del manga. La moral se vuelve difusa y la mayoría de las veces endeble y corrompible. Al final solo parece restar el egoísmo, los impulsos y la agresividad. En este punto, ambas historias hallan similitud con las de Inio Asano, en las cuales, todos los personajes se sienten sin rumbo, distanciados de los demás, vacíos, y minados por una profunda apatía.
Entre las múltiples influencias del autor, podemos encontrar Tomie de Junji Ito, cuya espeluznante femme fatale encuentra su reflejo en Miwako; y Rastros de sangre de Shuzo Oshimi, que, al igual que sucede en Mother parasite, relata una turbulenta relación maternofilial. Además, por supuesto, del ya mencionado Asano, que, en obras como Buenas noches, Punpun o Nijigahara holograph, saca a la luz el lado macabro de la cotidianidad. El dibujo de Sato Hirohisa se caracteriza por ser efectivo y espectacular. El japonés no duda en incluir escenas explícitas y gore para perturbar al lector. Su narrativa es ágil. En ella, los planos aberrantes y vertiginosos se concatenan con detalles que manifiestan las fracturas psicológicas de los personajes: una mano que tiembla, un sudor febril, una pupila que se dilata. En las páginas de ambos mangas, el terror se observa en la carne, en los cuerpos, mediante expresiones inverosímiles y sobredimensionadas, pero también en las sensaciones intangibles que son representadas de manera vívida, mediante metáforas, escenarios y líneas de expresión.
Texto: Isaac Ulloa.