Eccediciones

Rorschach: un antihéroe entre vigilantes

Tras prestar la atención debida al Dr. Manhattan mediante su correspondiente artículo, las líneas que siguen a continuación pretenden hacer lo propio con Antes de Watchmen: Rorschach. Una nueva serie limitada –cuyo lanzamiento se produjo el pasado 1 de febrero– protagonizada por al álter ego de Walter Joseph Kovacs, por muchos señalado como el corazón y el alma de la obra original.

En su deconstrucción del género superheroico, Alan Moore y Dave Gibbons establecieron la meditación acerca del poder como motivo central de la obra; tema cuyo abordaje requirió el recurso a diferentes arquetipos del género. Durante la búsqueda de aquellas caracterizaciones que se ajustaran a la pretendida variedad arquetípica, el guionista de Northampton no dudó en echar mano de elementos reminiscentes de dos creaciones del mítico historietista Steve Ditko: The Question y Mr. A, siendo este último la personificación de las convicciones de su creador y la inspiración para determinar la ideología de Rorschach... un credo llevado al extremo debido a su condición de personaje torturado y “en constante estado de dolor psicológico”, según Moore; obsesionado –también– por unos retorcidos estándares de honor.

Así, el comportamiento y el modus operandi de Rorschach potenciaron su funcionalidad, convirtiéndolo en el personaje idóneo para explorar la idea subyacente de que la existencia de un superhéroe en nuestra realidad resultaría más que divertida, aterradora. Al respecto, el guionista británico reconoce que “fue creado para explorar cómo sería un personaje ajustado al arquetipo de Batman –un vigilante motivado y alimentado por la venganza– en el mundo real. La respuesta corta: sería un chiflado”. Todo un antihéroe, extremo en cada rasgo de su ser y convertido, curiosamente, en uno de los personajes más populares de Watchmen... También uno de los definidos con mayor grado de detalle, circunstancia que dejaba un menor espacio de intervención para el equipo creativo que tuviera que retomarlo en Antes de Watchmen: Rorschach.

Finalmente elegido como guionista encargado del proyecto, Brian Azzarello fue perfectamente consciente de esa circunstancia, llegando a afirmar que “probablemente es el personaje mejor construido de la serie original. La gente que haya leído esa obra sabe quién es Rorschach, de dónde viene, cuál es su pasado y por qué es como es”. De ahí que, en lugar de reincidir sobre lo ya visto, se decantara por plantear una historia “de Rorschach haciendo aquello que Rorschach hace”, emplazándolo geográfica y cronológicamente en un lugar y un tiempo muy concretos: “Creo que realmente funciona situar a Rorschach en la Nueva York de finales de los 70. Un lugar muy diferente a cómo es ahora”. Efectivamente, la Gran Manzana de hace casi cuatro décadas poco tiene que ver con la ciudad que conocemos; corrupta, decadente y asolada por unas preocupantes tasas de criminalidad, se antojaba como el caldo de cultivo idóneo para dar forma a la trastornada psicología del personaje: “Es un producto de su ambiente. Y su ambiente no era precisamente bonito”, dice Azzarello.

Pero, ¿quién podría retratar semejante ambiente? ¿Cómo plasmar sobre el papel de dibujo el grado de realismo y dureza que requería la serie limitada? El guionista no dudó ni un ápice a la hora de recurrir a un viejo conocido: Lee Bermejo. “Es la persona adecuada. Sí, su nombre me vino a la mente inmediatamente, tras quedar con Dan Didio, después de que me ofreciera el personaje... De hecho, en realidad creo que fue incluso antes: en cuanto dijo ‘Rorschach’, pensé: ‘De acuerdo, si hago esto, ¿a quién podría...? Lee’. Fue así de rápido. Ahí estaba. Hecho”.

Los lectores de ECC Ediciones tendrán todavía fresco el excelente trabajo realizado por Bermejo en Batman: Noel; pero en su bibliografía también ocupan un lugar muy destacado anteriores colaboraciones con Azzarello –Batman/Deathblow, Lex Luthor: Man of Steel y Joker–, básicas para comprender el nivel de confianza mutua alcanzado: “Es nuestra cuarta colaboración, y creo que tenemos un ritmo muy bueno: sabemos más o menos lo que el otro quiere del proyecto, de forma que no suele haber un tira y afloja entre nosotros. Dejo que el guión hable por si solo, y en cuanto lo capto, hago lo que tengo que hacer con él”, afirma el dibujante. Bermejo aceptó el encargo convencido de poder adaptarse a sus requerimientos –“inmediatamente, pensé que el proyecto encajaba a la perfección tanto con Brian como conmigo, y que podríamos hacer un gran trabajo”–; y motivado, también, por la posibilidad de explotar creativamente las posibilidades que ofrecía el personaje: “Lo genial acerca de las manchas de tinta es que puedes pensar en ellas desde un punto de vista psicológico y gráfico, proyectando determinadas emociones sobre su máscara, o utilizándolas para crear una suerte de gestos faciales. Es un recurso que he utilizado para dotarlo de una mayor expresividad”.

Tras la lectura de esta primera entrega de la serie limitada –que constará de cuatro números de cadencia mensual–, salta a la vista el entendimiento compartido por el equipo creativo y su idoneidad para retomar al popular personaje: todo un antihéroe condenado a erigirse como respuesta a la pregunta planteada en su momento por Moore y Gibbons: ¿Quién vigila a los vigilantes?