“Cuando se trabaja a largo plazo, es la misma serie la que marca las directrices. Los temas van surgiendo con una coherencia sorprendente.”
De hecho, aunque Andreas sabía que la serie de Rork contaría con siete tomos incluso después de haber terminado el tercero, dejó que fuera el último el que lo llevara por caminos gráficos y escenarísticos que acabarían convirtiéndose en su marca de fábrica. Una pizca de autobiografía, un poco de autoanálisis y mucho de atención a los personajes: esos eran los cimientos sobre los que Andreas construyó este edificio que, todavía hoy, sigue siendo único en el paisaje del noveno arte. Un edificio a pesar de cuya bella estructura exterior no debemos olvidar algo: es en las profundidades donde se despierta el durmiente…
Pese a lo dicho, Luz de estrella, el cuarto tomo de la serie, también es merecedor de consideraciones estéticas. En este aspecto, el tomo 3 marcó un giro en la vida artística de su autor, porque, por primera vez, Andreas dejó la pluma y el pincel en favor del rotulador: “Quería liberarme un poco, ser menos formal. Tenía la impresión de haberle sacado a la pluma todo su rendimiento”. Así que le echó el ojo al rotulador, “más cercano al lápiz, porque el gesto y las sensaciones son las mismas. El pincel requiere un dominio mayor, y la pluma está entre uno y otro. Además, requiere más concentración. La tinta forma una especie de lago pequeño que emborrona las líneas y la pluma deja un trazo negro muy nítido. El rotulador, en cambio, es fino desde el principio. No te da sorpresas y permite hacer una especie de degradado. Se controla mejor y, además, con él se trabaja más deprisa, porque se seca al instante. ¡Y eso evita accidentes!”. El autor necesitó hacer un álbum entero para dominar bien su nueva herramienta y este cuarto tomo es el de la luna de miel: “Domino mucho mejor los trazos”.
Fue pues en esta época en la que Andreas perfeccionó su gramática visual, afianzando sus propias elecciones: “Eddy Paape nos decía que una buena hoja original debía funcionar en blanco y negro. Pero entonces, ¿por qué añadir color? Yo, en cambio, pienso que el color debe aportar algo. A partir del tercer tomo, cuando aún estaba en la fase del blanco y negro, ya empezaba a pensar en el color”.
Sin embargo, aunque la personalidad artística del autor se perfilaba a grandes pasos, Andreas aún tenía que digerir ciertas influencias, en especial la de Frank Miller. “Un día, oí que Jean-Pierre Dionnet decía de Miller que formaba parte de esos dibujantes poco virtuosos que, para compensar, se esforzaban más en la narración. Yo hago lo mismo: sorteo mis problemas de dibujo con la originalidad del diseño de la página”. Y, de hecho, Andreas, que siempre se ha inspirado mucho en los cómics, reconoce de buen grado que Luz de estrella es el álbum que más le debe al futuro autor de Sin City (cuyo El regreso del Caballero Oscuro causaba por entonces sensación). “Para mí fue un período de descubrimiento. Los diseños de mis páginas aún eran algo pretensiosos. Este cuarto tomo es más dogmático. Apliqué en él un sistema. Creo que fue un modo de dejar atrás la influencia de Miller.” Esta problemática no tiene nada de anodina: “Lo que me interesa en una historia es la narración. Al final, lo que cuento es menos importante que el modo en que lo cuento. Escribo mis historias en función del tipo de narración que me apetece hacer. Siempre hay una idea técnica detrás”. Y de mejorar, con una pertinencia cada vez más convincente en nuestra época, en la que el entretenimiento se globaliza: “Siempre he tenido una voluntad muy clara de consagrarme al cómic. No podría dedicarme a hacer cine o a escribir. Y lo que hago en los cómics no es extrapolable a otros géneros”.
Tal como él mismo reconoce, Andreas es un “autor cerebral”; se le achaca una cierta frialdad. Sus historias llaman a la reflexión y, para poder captar su arquitectura global en todo su esplendor, es preciso hacer una segunda lectura de los álbumes precedentes, pero lo cierto es que todas ellas se muestran más bien parcas en sentimientos. Luz de estrella parece bastante elocuente en este aspecto, porque allí donde un buen número de guionistas hubieran sucumbido a la tentación de desarrollar una historia de amor entre Rork y Deliah, posible desde el primer tomo de la serie (y en el capítulo Low Valley), Andreas no quiso “un romance entre ellos. Quería que no volvieran a encontrarse. Mis historias son conocidas por su escasez de emociones. Y cuando trato de introducirlas, a menudo fracaso. Elaboro construcciones cerebrales. Por ejemplo, no podría hacer una historia erótica”, reconoce, sin dejar no obstante de precisar que “no expreso lo mismo en mis álbumes que en mi vida cotidiana. Soy una persona emotiva, sensible a las películas y a la ficción en general. Pero, en mis historias, lo que más me interesa es la narración”.
Un universo que se expande
A falta de sentimentalismo, en el quinto tomo de la serie, Andreas introduce algo que hasta entonces no había estado nunca presente en las páginas de Rork: una cierta dosis de humor, aportada por el trío Capricornio/Ash/Astor. Este último es un personaje “muy caricaturesco, cosa que no le impide ser entrañable. Es un poco hogareño y le encanta vivir rodeado de sus libros. Su biblioteca es lo que me gustaría tener en la cabeza, aunque no dispongo de tiempo suficiente para leer, cosa que lamento. Una anécdota poco conocida: lo llamé ‘Astor’ porque me pareció un nombre gracioso. Más tarde me enteré de que, en Nueva York, un alemán llamado así, al morir, legó… ¡su biblioteca a la ciudad!”. La galería de personajes de la serie (y del futuro universo de Andreas en Lombard) se enriquece mucho, porque es también en Capricornio donde descubrimos a Manga, un mercenario que trabaja solo con arma blanca y la elección de cuyo nombre no tiene nada de coincidencia: “Se llama así por sus espadas asiáticas y porque yo leía este tipo de cómics. En esa época, descubrí Akira, Lone Wolf and Cub, Crying Freeman, bueno, lo que aparecía en Estados Unidos. Por desgracia, hoy leo menos manga (tengo menos tiempo), pero siempre me ha gustado el espacio que ofrece este género. En un manga, puedes dedicar tres o cuatro páginas a la ambientación, mientras que cuando dispones solo de 46 páginas, eso es imposible. Y también me gusta su movimiento. Mis personajes siempre son un poco rígidos. Esta vez, como ya estábamos en el universo de Capricornio, quería que hubiese más acción”.
Pero, aunque le pese al bibliotecario o al luchador del sable, la auténtica vedette de este álbum es aquel que le da nombre, Capricornio: “Quería probar el personaje. Traté de centrarme más en Capricornio que en Rork. Por eso está tan en primer plano. Más tarde, en las páginas de Capricornio, en el tomo 3, haré lo mismo con Deliah”. En efecto, este álbum es la primera piedra de un edificio cuya silueta empieza a perfilarse: la serie Capricornio (aún en curso en Lombard, y de la que se espera que salgan 20 tomos). Como es costumbre, el autor abre las puertas al futuro de su obra mediante las tradicionales páginas de ilustración que inauguran el quinto tomo: portadas ficticias de novelas de bolsillo de las que Capricornio es el héroe. Pero todas tienen un título, el mismo que llevarán luego los álbumes de la serie.
“No sabía cuáles iban a ser las historias que acompañarían a las ilustraciones. En mente tenía solo un género. Retomé los títulos más tarde. Como siempre, no lo tengo todo previsto, pero me gusta integrar las cosas que he hecho en aquellas que estoy haciendo. ¡Es el placer de las series!”
No deja de ser irónico que, mientras que Rork ha vivido sumergido en un cierto misticismo desde el principio, Capricornio sea un astrólogo algo escéptico y plenamente consciente de que su trabajo consiste en convencer a los ricos crédulos de que es oro algo que no lo es. Una buena ocasión para que el autor disipe un malentendido persistente: “Si Capricornio no cree, es porque yo tampoco lo hago. Soy un hombre con los pies en el suelo. Lo paranormal no es lo mío. El magnetismo y todo eso es genial para los guiones, pero ahí acaba todo. No quiero terminar creando un género que no me interese. Siempre se me asimila al género fantástico y, aunque Tolkien formaría parte de él, no me gusta demasiado su obra”. Por otro lado, esa es la razón por la que, en este quinto volumen, descubrimos el significado del nombre de Rork, que quiere decir “idea”. “Es también para recordar que todo eso no es real. Siempre tengo ganas de dar un paso atrás y contemplarlo todo con cierta perspectiva, ¡recordar que no son más que dibujos sobre un papel! Algunos fans creían que yo hacía misas negras. Pero no hay que confundir al autor con lo que hace. En realidad, trato de mantenerme cada vez más alejado de la documentación. Quiero que todo eso sea un mundo interior, fantasmagórico y construido”.
Reconstrucción
Este “mundo interior” se hace más presente en el sexto tomo, Descenso, en el que Rork, héroe pasivo por excelencia, “abandona el asiento de espectador” después de haberse rebelado contra la idea de ser solo “un personaje de una aventura de Capricornio”. [Nota: Si esta es vuestra primera lectura de Rork, antes de abordar las páginas siguientes, os aconsejamos que leáis los álbumes para dejar así intacto el placer del descubrimiento.] Pero, a diferencia del astrólogo, que “ha empezado de una pieza, ha perdido algo en el camino y debe recuperarlo”, la búsqueda de Rork consiste en “hallarse a sí mismo”. Debe “descender para encontrarse a sí mismo, ese doble que está en el fondo de una nave extraterrestre que ha venido de otra parte, como Rork”. Esta dinámica del personaje arrastra mecánicamente el guion con ella: “Vuelve a descender y, por tanto, regresa al pasado. Por eso he incluido un cierto número de elementos que recuerdan a sus primeras historias, recogidas en Fragmentos: la esfera, la mancha… Muchos motivos visuales, casi inconscientes. En la página 12 del original, por ejemplo, Rork tiene la misma actitud que cuando penetró en el triángulo, en Low Valley”. Como siempre, a Andreas le gusta jugar con el lector: “Este tipo de cosas no están hechas para destacarse. Son algo mucho más sugestivo. Al mismo tiempo, no sirve de mucho esconder lo que no ve nadie. Por otro lado, a lo largo de toda la serie Capricornio hay algo oculto, algo que nadie ha encontrado aún”. Aviso a los aficionados…
Pero, más allá del juego intelectual que tiene lugar en sus páginas, este álbum es posiblemente el que mejor sintetiza el proceso global de la serie: “El hecho de explorarse a sí mismo, de tratar de saber quién se es. En la vida, a veces vivimos cosas que nos llevan al límite y nos hacen descubrir aspectos de nosotros mismos que no veíamos… ¡o que no queríamos ver!”. Rork, en este sentido, es la historia de un retorno al origen, de un hombre que debe descubrir de dónde viene para comprender adónde debe ir (aunque este relato tendrá que esperar hasta el último tomo). De momento, este proceso se encuentra muy cerca de un psicoanálisis. ¿Azar o voluntad del autor? “El proceso psicoanalítico es interesante, pero siempre he desconfiado un poco de él —reconoce Andreas—, no tanto por su eficacia, sino porque no puedo evitar acordarme de Gotlib o de Mandryka, que, después de haberse sometido a esta práctica terapéutica, no volvieron a dibujar ni una sola página, o casi…”. Ante la duda, Andreas, que ha puesto mucho de él en Rork, prefiere confiar esa búsqueda a su personaje, cuyo camino se convierte en “una metáfora del recorrido interior”.
Retorno
En efecto, recordemos que, a pesar de la dimensión fantasmagórica de las aventuras de Rork, este personaje debe muchos de sus interrogantes a su autor, que lo hizo regresar en el tomo 3 de la serie, “aún maltrecho, porque es como estaba yo en esa época”. Por fortuna, cinco años más tarde, Andreas “había seguido un camino parecido al de Rork. ¡La cosa marchaba mejor!”. El tiempo de la acción y las respuestas por fin había llegado. Y estas últimas iban a sorprender a muchos lectores. Pero, antes de eso, asistirían al desenlace de un duelo subyacente, el que enfrenta a Rork y a Dahmaloch. Recordemos, sin embargo, que esta es una obra de Andreas y las cosas no van a resolverse de forma convencional: “Siempre me ha costado la dicotomía Bien/Mal. No puede reducirse todo a eso, porque, como seres humanos, estamos en medio. Quería pues que Rork rechazara esta división del mundo en entidades que no existen realmente. Y Dahmaloch no es necesariamente malo. Además, no he acabado de describir a un auténtico “malo”. He querido hacerlo con Mordor Gott, pero, aun así, no lo detesto del todo. Por eso tiene la mitad de la cabeza de Capricornio: ‘Bien’ y ‘Mal’ son el mismo individuo”.
Y si Bien y Mal son dos facetas del mismo personaje, ¿qué ocurre pues con la Realidad y la Ficción? A pesar de que hace ya mucho tiempo que Andreas tiene una opinión al respecto, interroga de todos modos al lector con esta conclusión única en su género, que tanto le debe a Philip K. Dick (alias PKD, que, como homenaje, en este álbum se convierte en “Pécadet”): “Es él quien me hizo dejar de leer historias de ciencia ficción, porque era exactamente eso lo que había ido a buscar en ellas. En sus páginas, la realidad siempre se cuestiona; Dick emplea un desplazamiento progresivo y uno no sabe nunca dónde se encuentra. Pienso mucho en El hombre en el castillo, donde lleva el lector a la ficción para expulsarlo de ella de nuevo. Es lo que he intentado hacer aquí. Formular la pregunta de la realidad. La vivimos colectivamente, pero la realidad también es individual. Las historias que cuento expresan una parte de mí que es real. En este álbum, cuando Deliah muere, Rork es arrastrado a una cierta realidad…”.
Y luego, por supuesto, está ese paso casi fotográfico a “nuestra” realidad, que acaba de confundir las fronteras: “¡Es eso, el durmiente que debe despertarse! Habría que volver a la realidad. Siempre he querido hacer una página donde la imagen se enturbiara, donde alguien se despertara, bebiera un poco de agua, se volviera a dormir, y donde la historia empezara de nuevo enseguida. Todo esto no es más que un sueño en la cabeza del autor y del lector!”. Un sueño o… ¡signos! Es la última palabra de la saga Rork (pronunciada por Capricornio, como una señal del relevo que se anuncia). Sí, en última instancia, no son más que signos: “Es un comentario sobre el cómic en general. Tengo ganas de reducir lo que dibujo a signos que permitan que el lector comprenda la historia. Es así como concibo las expresiones corporales y faciales”, afirma Andreas antes de cerrar el círculo de esta reflexión que trasciende forma y fondo: “En el fondo, todo esto no es más que un trazo encima del papel…”.
Artículo publicado originalmente en las páginas de Rork, integral 02 (de 2) ¡Ya a la venta!
De hecho, aunque Andreas sabía que la serie de Rork contaría con siete tomos incluso después de haber terminado el tercero, dejó que fuera el último el que lo llevara por caminos gráficos y escenarísticos que acabarían convirtiéndose en su marca de fábrica. Una pizca de autobiografía, un poco de autoanálisis y mucho de atención a los personajes: esos eran los cimientos sobre los que Andreas construyó este edificio que, todavía hoy, sigue siendo único en el paisaje del noveno arte. Un edificio a pesar de cuya bella estructura exterior no debemos olvidar algo: es en las profundidades donde se despierta el durmiente…
Pese a lo dicho, Luz de estrella, el cuarto tomo de la serie, también es merecedor de consideraciones estéticas. En este aspecto, el tomo 3 marcó un giro en la vida artística de su autor, porque, por primera vez, Andreas dejó la pluma y el pincel en favor del rotulador: “Quería liberarme un poco, ser menos formal. Tenía la impresión de haberle sacado a la pluma todo su rendimiento”. Así que le echó el ojo al rotulador, “más cercano al lápiz, porque el gesto y las sensaciones son las mismas. El pincel requiere un dominio mayor, y la pluma está entre uno y otro. Además, requiere más concentración. La tinta forma una especie de lago pequeño que emborrona las líneas y la pluma deja un trazo negro muy nítido. El rotulador, en cambio, es fino desde el principio. No te da sorpresas y permite hacer una especie de degradado. Se controla mejor y, además, con él se trabaja más deprisa, porque se seca al instante. ¡Y eso evita accidentes!”. El autor necesitó hacer un álbum entero para dominar bien su nueva herramienta y este cuarto tomo es el de la luna de miel: “Domino mucho mejor los trazos”.
Fue pues en esta época en la que Andreas perfeccionó su gramática visual, afianzando sus propias elecciones: “Eddy Paape nos decía que una buena hoja original debía funcionar en blanco y negro. Pero entonces, ¿por qué añadir color? Yo, en cambio, pienso que el color debe aportar algo. A partir del tercer tomo, cuando aún estaba en la fase del blanco y negro, ya empezaba a pensar en el color”.
Sin embargo, aunque la personalidad artística del autor se perfilaba a grandes pasos, Andreas aún tenía que digerir ciertas influencias, en especial la de Frank Miller. “Un día, oí que Jean-Pierre Dionnet decía de Miller que formaba parte de esos dibujantes poco virtuosos que, para compensar, se esforzaban más en la narración. Yo hago lo mismo: sorteo mis problemas de dibujo con la originalidad del diseño de la página”. Y, de hecho, Andreas, que siempre se ha inspirado mucho en los cómics, reconoce de buen grado que Luz de estrella es el álbum que más le debe al futuro autor de Sin City (cuyo El regreso del Caballero Oscuro causaba por entonces sensación). “Para mí fue un período de descubrimiento. Los diseños de mis páginas aún eran algo pretensiosos. Este cuarto tomo es más dogmático. Apliqué en él un sistema. Creo que fue un modo de dejar atrás la influencia de Miller.” Esta problemática no tiene nada de anodina: “Lo que me interesa en una historia es la narración. Al final, lo que cuento es menos importante que el modo en que lo cuento. Escribo mis historias en función del tipo de narración que me apetece hacer. Siempre hay una idea técnica detrás”. Y de mejorar, con una pertinencia cada vez más convincente en nuestra época, en la que el entretenimiento se globaliza: “Siempre he tenido una voluntad muy clara de consagrarme al cómic. No podría dedicarme a hacer cine o a escribir. Y lo que hago en los cómics no es extrapolable a otros géneros”.
Tal como él mismo reconoce, Andreas es un “autor cerebral”; se le achaca una cierta frialdad. Sus historias llaman a la reflexión y, para poder captar su arquitectura global en todo su esplendor, es preciso hacer una segunda lectura de los álbumes precedentes, pero lo cierto es que todas ellas se muestran más bien parcas en sentimientos. Luz de estrella parece bastante elocuente en este aspecto, porque allí donde un buen número de guionistas hubieran sucumbido a la tentación de desarrollar una historia de amor entre Rork y Deliah, posible desde el primer tomo de la serie (y en el capítulo Low Valley), Andreas no quiso “un romance entre ellos. Quería que no volvieran a encontrarse. Mis historias son conocidas por su escasez de emociones. Y cuando trato de introducirlas, a menudo fracaso. Elaboro construcciones cerebrales. Por ejemplo, no podría hacer una historia erótica”, reconoce, sin dejar no obstante de precisar que “no expreso lo mismo en mis álbumes que en mi vida cotidiana. Soy una persona emotiva, sensible a las películas y a la ficción en general. Pero, en mis historias, lo que más me interesa es la narración”.
Un universo que se expande
A falta de sentimentalismo, en el quinto tomo de la serie, Andreas introduce algo que hasta entonces no había estado nunca presente en las páginas de Rork: una cierta dosis de humor, aportada por el trío Capricornio/Ash/Astor. Este último es un personaje “muy caricaturesco, cosa que no le impide ser entrañable. Es un poco hogareño y le encanta vivir rodeado de sus libros. Su biblioteca es lo que me gustaría tener en la cabeza, aunque no dispongo de tiempo suficiente para leer, cosa que lamento. Una anécdota poco conocida: lo llamé ‘Astor’ porque me pareció un nombre gracioso. Más tarde me enteré de que, en Nueva York, un alemán llamado así, al morir, legó… ¡su biblioteca a la ciudad!”. La galería de personajes de la serie (y del futuro universo de Andreas en Lombard) se enriquece mucho, porque es también en Capricornio donde descubrimos a Manga, un mercenario que trabaja solo con arma blanca y la elección de cuyo nombre no tiene nada de coincidencia: “Se llama así por sus espadas asiáticas y porque yo leía este tipo de cómics. En esa época, descubrí Akira, Lone Wolf and Cub, Crying Freeman, bueno, lo que aparecía en Estados Unidos. Por desgracia, hoy leo menos manga (tengo menos tiempo), pero siempre me ha gustado el espacio que ofrece este género. En un manga, puedes dedicar tres o cuatro páginas a la ambientación, mientras que cuando dispones solo de 46 páginas, eso es imposible. Y también me gusta su movimiento. Mis personajes siempre son un poco rígidos. Esta vez, como ya estábamos en el universo de Capricornio, quería que hubiese más acción”.
Pero, aunque le pese al bibliotecario o al luchador del sable, la auténtica vedette de este álbum es aquel que le da nombre, Capricornio: “Quería probar el personaje. Traté de centrarme más en Capricornio que en Rork. Por eso está tan en primer plano. Más tarde, en las páginas de Capricornio, en el tomo 3, haré lo mismo con Deliah”. En efecto, este álbum es la primera piedra de un edificio cuya silueta empieza a perfilarse: la serie Capricornio (aún en curso en Lombard, y de la que se espera que salgan 20 tomos). Como es costumbre, el autor abre las puertas al futuro de su obra mediante las tradicionales páginas de ilustración que inauguran el quinto tomo: portadas ficticias de novelas de bolsillo de las que Capricornio es el héroe. Pero todas tienen un título, el mismo que llevarán luego los álbumes de la serie.
“No sabía cuáles iban a ser las historias que acompañarían a las ilustraciones. En mente tenía solo un género. Retomé los títulos más tarde. Como siempre, no lo tengo todo previsto, pero me gusta integrar las cosas que he hecho en aquellas que estoy haciendo. ¡Es el placer de las series!”
No deja de ser irónico que, mientras que Rork ha vivido sumergido en un cierto misticismo desde el principio, Capricornio sea un astrólogo algo escéptico y plenamente consciente de que su trabajo consiste en convencer a los ricos crédulos de que es oro algo que no lo es. Una buena ocasión para que el autor disipe un malentendido persistente: “Si Capricornio no cree, es porque yo tampoco lo hago. Soy un hombre con los pies en el suelo. Lo paranormal no es lo mío. El magnetismo y todo eso es genial para los guiones, pero ahí acaba todo. No quiero terminar creando un género que no me interese. Siempre se me asimila al género fantástico y, aunque Tolkien formaría parte de él, no me gusta demasiado su obra”. Por otro lado, esa es la razón por la que, en este quinto volumen, descubrimos el significado del nombre de Rork, que quiere decir “idea”. “Es también para recordar que todo eso no es real. Siempre tengo ganas de dar un paso atrás y contemplarlo todo con cierta perspectiva, ¡recordar que no son más que dibujos sobre un papel! Algunos fans creían que yo hacía misas negras. Pero no hay que confundir al autor con lo que hace. En realidad, trato de mantenerme cada vez más alejado de la documentación. Quiero que todo eso sea un mundo interior, fantasmagórico y construido”.
Reconstrucción
Este “mundo interior” se hace más presente en el sexto tomo, Descenso, en el que Rork, héroe pasivo por excelencia, “abandona el asiento de espectador” después de haberse rebelado contra la idea de ser solo “un personaje de una aventura de Capricornio”. [Nota: Si esta es vuestra primera lectura de Rork, antes de abordar las páginas siguientes, os aconsejamos que leáis los álbumes para dejar así intacto el placer del descubrimiento.] Pero, a diferencia del astrólogo, que “ha empezado de una pieza, ha perdido algo en el camino y debe recuperarlo”, la búsqueda de Rork consiste en “hallarse a sí mismo”. Debe “descender para encontrarse a sí mismo, ese doble que está en el fondo de una nave extraterrestre que ha venido de otra parte, como Rork”. Esta dinámica del personaje arrastra mecánicamente el guion con ella: “Vuelve a descender y, por tanto, regresa al pasado. Por eso he incluido un cierto número de elementos que recuerdan a sus primeras historias, recogidas en Fragmentos: la esfera, la mancha… Muchos motivos visuales, casi inconscientes. En la página 12 del original, por ejemplo, Rork tiene la misma actitud que cuando penetró en el triángulo, en Low Valley”. Como siempre, a Andreas le gusta jugar con el lector: “Este tipo de cosas no están hechas para destacarse. Son algo mucho más sugestivo. Al mismo tiempo, no sirve de mucho esconder lo que no ve nadie. Por otro lado, a lo largo de toda la serie Capricornio hay algo oculto, algo que nadie ha encontrado aún”. Aviso a los aficionados…
Pero, más allá del juego intelectual que tiene lugar en sus páginas, este álbum es posiblemente el que mejor sintetiza el proceso global de la serie: “El hecho de explorarse a sí mismo, de tratar de saber quién se es. En la vida, a veces vivimos cosas que nos llevan al límite y nos hacen descubrir aspectos de nosotros mismos que no veíamos… ¡o que no queríamos ver!”. Rork, en este sentido, es la historia de un retorno al origen, de un hombre que debe descubrir de dónde viene para comprender adónde debe ir (aunque este relato tendrá que esperar hasta el último tomo). De momento, este proceso se encuentra muy cerca de un psicoanálisis. ¿Azar o voluntad del autor? “El proceso psicoanalítico es interesante, pero siempre he desconfiado un poco de él —reconoce Andreas—, no tanto por su eficacia, sino porque no puedo evitar acordarme de Gotlib o de Mandryka, que, después de haberse sometido a esta práctica terapéutica, no volvieron a dibujar ni una sola página, o casi…”. Ante la duda, Andreas, que ha puesto mucho de él en Rork, prefiere confiar esa búsqueda a su personaje, cuyo camino se convierte en “una metáfora del recorrido interior”.
Retorno
En efecto, recordemos que, a pesar de la dimensión fantasmagórica de las aventuras de Rork, este personaje debe muchos de sus interrogantes a su autor, que lo hizo regresar en el tomo 3 de la serie, “aún maltrecho, porque es como estaba yo en esa época”. Por fortuna, cinco años más tarde, Andreas “había seguido un camino parecido al de Rork. ¡La cosa marchaba mejor!”. El tiempo de la acción y las respuestas por fin había llegado. Y estas últimas iban a sorprender a muchos lectores. Pero, antes de eso, asistirían al desenlace de un duelo subyacente, el que enfrenta a Rork y a Dahmaloch. Recordemos, sin embargo, que esta es una obra de Andreas y las cosas no van a resolverse de forma convencional: “Siempre me ha costado la dicotomía Bien/Mal. No puede reducirse todo a eso, porque, como seres humanos, estamos en medio. Quería pues que Rork rechazara esta división del mundo en entidades que no existen realmente. Y Dahmaloch no es necesariamente malo. Además, no he acabado de describir a un auténtico “malo”. He querido hacerlo con Mordor Gott, pero, aun así, no lo detesto del todo. Por eso tiene la mitad de la cabeza de Capricornio: ‘Bien’ y ‘Mal’ son el mismo individuo”.
Y si Bien y Mal son dos facetas del mismo personaje, ¿qué ocurre pues con la Realidad y la Ficción? A pesar de que hace ya mucho tiempo que Andreas tiene una opinión al respecto, interroga de todos modos al lector con esta conclusión única en su género, que tanto le debe a Philip K. Dick (alias PKD, que, como homenaje, en este álbum se convierte en “Pécadet”): “Es él quien me hizo dejar de leer historias de ciencia ficción, porque era exactamente eso lo que había ido a buscar en ellas. En sus páginas, la realidad siempre se cuestiona; Dick emplea un desplazamiento progresivo y uno no sabe nunca dónde se encuentra. Pienso mucho en El hombre en el castillo, donde lleva el lector a la ficción para expulsarlo de ella de nuevo. Es lo que he intentado hacer aquí. Formular la pregunta de la realidad. La vivimos colectivamente, pero la realidad también es individual. Las historias que cuento expresan una parte de mí que es real. En este álbum, cuando Deliah muere, Rork es arrastrado a una cierta realidad…”.
Y luego, por supuesto, está ese paso casi fotográfico a “nuestra” realidad, que acaba de confundir las fronteras: “¡Es eso, el durmiente que debe despertarse! Habría que volver a la realidad. Siempre he querido hacer una página donde la imagen se enturbiara, donde alguien se despertara, bebiera un poco de agua, se volviera a dormir, y donde la historia empezara de nuevo enseguida. Todo esto no es más que un sueño en la cabeza del autor y del lector!”. Un sueño o… ¡signos! Es la última palabra de la saga Rork (pronunciada por Capricornio, como una señal del relevo que se anuncia). Sí, en última instancia, no son más que signos: “Es un comentario sobre el cómic en general. Tengo ganas de reducir lo que dibujo a signos que permitan que el lector comprenda la historia. Es así como concibo las expresiones corporales y faciales”, afirma Andreas antes de cerrar el círculo de esta reflexión que trasciende forma y fondo: “En el fondo, todo esto no es más que un trazo encima del papel…”.
Artículo publicado originalmente en las páginas de Rork, integral 02 (de 2) ¡Ya a la venta!