Eccediciones
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Revelaciones

Resulta muy complicado leer algunos de los episodios de este tomo y no sentir el impulso de volver a leerlos una y otra vez para disfrutar hasta el más mínimo detalle con el trabajo de orfebrería realizado por sus autores. Por sus insuperables diálogos, por lo acertado de cada ilustración, de cada gesto y cada mirada, y por lo tremendo de cada revelación. Es bien conocida la enorme capacidad de Brian Azzarello para dosificar la información y reforzar el misterio, y hasta ahora apenas nos había servido los entrantes de lo que ya se muestra como un menú completo: tras los tejemanejes del Sr. Graves podía intuirse un poder enorme e intangible, capaz de facilitar el asesinato y dejar al culpable en libertad, sin rastro, sin preguntas. Azzarello ha esperado pacientemente el momento apropiado para presentarnos la personificación de ese poder, y al fin podemos ponerle rostro al Trust: Augustus Medici es el líder de esa misteriosa organización a la que pertenecieron los Milicianos, que en este tomo se revelan como un sistema de seguridad dentro del Trust, encargados de que ninguna de las familias que lo forman ose entrometerse en los negocios de las demás. Así se aseguran mayores beneficios para todos aunque sea bajo amenaza. También se nos ha revelado que en cierto momento, Augustus decidió que los Milicianos ya no eran útiles y, aunque la información es por ahora incompleta, Cole Burns afirma que esta caída en desgracia de los Milicianos está relacionada con una negativa por parte del Sr. Graves a hacer algo que por ahora desconocemos, pero que podemos intuir como realmente importante al más alto nivel, algo que en una ocasión anterior dotó al Trust del poder infinito que ahora parece tener.

Dentro de esta gran historia de historias que es 100 balas, la más rompedora hasta el momento es la que abre el tomo, compuesta por dos números americanos: en ella se nos muestra el lado más oscuro de las drogas y la autodestrucción de la mano de Jack, un hombre fuerte e intimidante que trabajaba como vigilante de seguridad en un club musical, pero que terminó cayendo en un agujero víctima de su propio descontrol. La conclusión escrita por Azzarello no puede ser más descorazonadora al mostrarnos el rostro de la fotografía que le entregó el Agente Graves a Jack junto a la pistola y las 100 balas de rigor. Es en estos episodios de transición cuando se nos muestra la cara más cruel del mundo de 100 balas, que no es sino una ventana a nuestra propia realidad, con la salvaguarda de un cristal recubierto de ficción. Lo más difícil de encajar en cuanto a la propia obra es la pregunta que genera un episodio así: ¿qué busca el Agente Graves en gente así? ¿En qué beneficia a su cruzada personal? Tal vez la clave sea, como dijo el Sr. Branch en el tomo anterior, eliminarse uno mismo de la ecuación. O tal vez personajes como Jack no tengan nada que aportar, y sean simplemente un pasatiempo para Graves, una forma de reafirmarse en sus férreos principios.

Las verdaderas revelaciones llegan con los números 23-25 americanos, en los que el Trust se reúne en un casino de Atlantic City, ciudad en la que al parecer tuvo lugar el desencuentro con el Agente Graves y sus Milicianos. Augustus Medici parece ser el líder del Trust y, por lo que podemos apreciar en la reunión, la organización vive en una calma tensa entre las familias que la conforman. No cuesta imaginar las luchas por el poder, las intrigas palaciegas y lo complejo que debe de resultar mantener unido un grupo que no aspira a otra cosa que a gobernar el mundo. Así Augustus se nos presenta como un hombre formidable, temible, seguro de sí mismo... pero a su vez el Agente Graves le envía un mensaje claro asesinando a uno de los miembros del Trust: “Estoy aquí... No sois intocables, y voy a por vosotros”. Las consecuencias de tal atrevimiento, por supuesto, podremos contemplarlas en los tomos venideros. A su vez conocemos un poco mejor al hijo de Augustus, Benito Medici –le conocimos en el último número de nuestro segundo tomo–, que parece incómodo con el papel que deberá ocupar dentro de la organización y da muestras de sentirse más cercano y comprensivo con la gente común de lo que lo están el resto de miembros del Trust, con la fría y siempre provocadora Megan Dietrich a la cabeza. ¿Cuál es el futuro del Trust? Este arco argumental nos ha dado pistas importantes al respecto.

Ya hablamos del detallismo de Azzarello, un esfuerzo titánico por su parte para dotar a 100 balas de un necesario realismo que haga de esta una historia verosímil. Podemos percibirlo en la adecuación del lenguaje que utiliza para cada personaje, que se expresan de un modo u otro dependiendo de si son gente de clase alta como Megan Dietrich o gente sencilla como Dizzy Cordova. Podemos percibirlo también en los detalles narrativos de cada secuencia, como la ya comentada preparación del artefacto incendiario que debía reducir a cenizas un bar en el tomo anterior. Pero también podemos percibirlo en capítulos como el del número 27 americano, contenido en este volumen, en el que, sin dar nombres pero sí muchas pistas definitivas, se relaciona al Agente Graves con la muerte de John Fitzgerald Kennedy aquel lejano 22 de noviembre de 1963 en Dallas, y el nexo de unión no es otro que uno de sus maletines letales, que en este caso fue a parar a manos de Joe DiMaggio, jugador de béisbol y exmarido de Marilyn Monroe, que fue presuntamente asesinada por la relación que mantenía con el por entonces presidente de los Estados Unidos de América. 100 balas es una serie que basa gran parte de su atractivo en la conspiranoia que una organización todopoderosa como el Trust evoca en el lector, así que Azzarello utiliza elementos como la muerte de Kennedy y una vieja teoría acerca de la muerte de Marilyn Monroe como apoyo para su narración: el Trust, y con ellos los Milicianos y el poder que ostentan, llevan mucho tiempo en su puesto, y nada ni nadie escapa a su poder. En el aire queda si realmente Graves y DiMaggio jugaron un papel definitivo en el destino de JFK, pero lo que sí sabemos a ciencia cierta es que no le tembló el pulso a la hora de enviar a un pistolero para eliminarlo, aunque fuese por un asunto de faldas. En cualquier caso, por si alguien lo duda, no tardaremos en volver a encontrarnos con Joe DiMaggio como personaje activo en la serie.

Por último conocemos a un nuevo personaje, Wylie Times, un perdedor que trabaja en una gasolinera en medio de ninguna parte, perdiendo el tiempo entre largas sesiones de televisión basura, intrascendentes conversaciones de bar con los paletos a los que llama amigos y noches que terminan irremediablemente en la inconsciencia etílica. No cuesta mucho imaginar qué es lo que ha llevado al Sr. Shepherd hasta allí, y menos teniendo en cuenta antecedentes como el de Cole Burns, un Miliciano que vivía una falsa vida como vendedor de helados. No es la última vez que veremos a Wylie, pero ¿cuál será su papel en toda esta historia? ¿Qué es lo que el Sr. Shepherd espera que recuerde? Podéis contar con volver a encontraros con Wylie en el futuro.

No podemos dejar de comentar el número 26 americano, protagonizado por Branch, que contó con varios ilustradores que acompañaron a Eduardo Risso a modo de número especial, mostrándonos así varias reinterpretaciones de personajes ya habituales como Graves o Lono. Aprovechando que Branch recapitula lo que sabemos hasta el momento del Trust y lo que le rodea, las páginas de tan especial número dieron cabida a las ilustraciones de gigantes de la talla de Jim Lee y Frank Miller, además de otras estrellas como J.G. Jones, Tim Bradstreet, Dave Gibbons, Paul Pope, Lee Bermejo, Joe Jusko, Mark Chiarello e incluso nuestro Jordi Bernet.

La gran revelación de este número no está en ningún diálogo, ni en ningún dato susurrado por algún personaje, sino en el hecho de que, al poder contrastar distintas interpretaciones gráficas de los personajes, nos damos cuenta de hasta qué punto su caracterización “oficial” está grabada a fuego en nuestras mentes. El Lono de Jim Lee es brillante, pero en ningún caso resulta tan aterrador como el de Eduardo Risso.

En estos tres tomos que ya cargamos sobre nuestras espaldas, una treintena de números americanos, han tenido lugar tantos sucesos dramáticos y hemos conocido a tantos personajes distintos que parece que llevemos toda una vida disfrutando de la obra magna de Brian Azzarello y Eduardo Risso. Una sensación que resulta ser del todo ilusoria cuando las frías matemáticas nos devuelven a la realidad: todo lo que ha sucedido hasta ahora representa el 30% de la serie, ni más ni menos. En términos narrativos, hemos hecho poco más que disfrutar del planteamiento de una narración que aún está por desarrollar su máximo potencial antes de alcanzar el clímax. Creednos cuando decimos que lo mejor, lo salvaje, lo impensable, está todavía por llegar... por improbable que parezca a tenor del vendaval que han sido estos tres primeros tomos.

David Chaiko

Artículo originalmente publicado en las páginas de 100 balas núm. 3.