Eccediciones

Rescatando una antigua joya

Echar la vista atrás en lo creativo, especialmente en un mundo como el del cómic –en el que la continuidad y el apego de los aficionados a personajes o etapas del pasado condicionan, y mucho– es una decisión no exenta de riesgos: cuando se pretende narrar una aventura con un trasfondo clásico o bajo un prisma de décadas anteriores, se corre el riesgo de contar algo que ya se ha contado con anterioridad, de repetir fórmulas que si cayeron en el olvido fue porque habían quedado gastadas por el uso. Parece que Ben Raab estaba al corriente de dichos riesgos y se esforzó en esquivarlos, porque con La Leyenda de Hawkman narró una historia con sabor clásico y, a la vez, alejada de maniqueísmos.

A principios del milenio, cuando se publicó esta historia, no era fácil para un guionista hacer frente a un cómic de Hawkman. Siempre se ha tratado de un personaje complejo, en el que los distintos orígenes se mezclan como una liosa madeja en la que cuesta moverse. Los años noventa, con su mala leche, su desencanto grim & gritty y sus arcos argumentales como Hora cero habían dejado claras sus intenciones de marginar a lo clásico, de que la nueva y única política era renovarse o morir, y había personajes o incluso grupos enteros a los que ni siquiera se les iba a dar la oportunidad de renovarse.

Así que Ben Raab parecía tenerlo todo en contra cuando se animó a crear un relato de Hawkman restaurando esa ambientación propia de la Edad de Plata en la que caben aventuras, heroísmo, arqueología, religiones antiguas, introspección y amor. Sin embargo, como en todos los terrenos, parece que nunca hay lugar para algo hasta que alguien se decide a hacerlo sin molestarse en preguntar. Y entonces resulta que no solo había un lugar, sino que ese “algo” era necesario. Positivo y regenerador. Raab no tuvo reparos, en una entrevista para Sequential Tart, en dejar claro que esta historia iba a ser un santuario para el personaje, a salvo del desaguisado de la última década.

“La miniserie no se va a ver afectada [por los acontecimientos narrados en Crisis en Tierras Infinitas y Hora cero]. No es eso a lo que aspiramos. El objetivo es contar una buena historia, sólida, de Hawkman y Hawkgirl en la Edad de Plata... los que vinieron de Thanagar y convirtieron la Tierra en su hogar en los cómics clásicos de The Brave and the Bold, de Gardner Fox y Joe Kubert. Quería contar una historia que cualquiera pudiese disfrutar, no solo aquellos lectores que buscan respuestas a las cuestiones relativas a la continuidad. Puede que ello decepcione a algunos, pero espero que sean capaces de tener perspectiva y disfrutar de la colección por lo que es.”

Otro aspecto que diferenció esta obra de otras que se venían publicando, especialmente acerca de este personaje en particular, es el enfoque profundamente humano con el que retrata a los dos protagonistas: hay añoranza, fe, deseos, dudas y un amor polifacético. El éxito en el género superheroico tiene muchos ingredientes, pero uno de los más importantes es equilibrar la carga de aventuras con elementos personales, íntimos, que den profundidad a los personajes y permitan al lector sentirse identificado con ellos. Si no hay empatía, si no hay un vínculo entre héroe y lector, lo que queda es una bonita secuencia de puñetazos condenada a olvidarse al pasar la última página.

Raab utilizó este ingrediente, junto a otros muchos –algunos inherentes al personaje, como el conflicto resultante de combinar religiones modernas con antiguas; otros aplicables a cualquier colección–, para construir una historia de Hawkman cuya contribución al personaje no se vería igualada hasta la llegada de Geoff Johns a la colección JSA. Donde otros solo ven a un salvaje con una maza, y cuando decimos “otros” podemos hablar tanto de personajes como guionistas, Raab vio un enorme potencial maltratado por un entorno que no sabía verlo, que no tenía muy claro qué hacer con él, que había olvidado voluntariamente qué le hacía grande. Raab tomó ese potencial y lo elevó, lo hizo volar alto, muy alto. Con la elegancia fiera y serena de un halcón.

Alberto Morán Roa

Artículo publicado originalmente como introducción de La leyenda de Hawkman