Eccediciones

Prólogo de Predicador: Rumbo a Texas

En primer lugar, en cuanto a Predicador, hay que decir que no hay otra igual. Lo simplificaremos aún más. Incluso lo repetiremos para los adormilados. No hay otra igual.

Es parte western, parte novela negra, parte historia de terror y parte jodidamente rara. Bueno, muy jodidamente rara.

Es un universo dentro de sí mismo. Un universo alternativo. Como texano, encuentro todos los asuntos de Texas muy interesantes, aunque los diálogos y los giros chirríen un poco de vez en cuando y sean más británicos que texanos. De vez en cuando, Garth intenta ser demasiado texano. Pero el espíritu es el correcto, o al menos lo es el espíritu mítico. Después de todo, Texas es un estado mental además de un terreno real. Es cualquier cosa que quieras que sea y nada de ello. Es el monte Olimpo de las historias de tipos duros con regusto a western. Estaría bien que, de vez en cuando, la gente se fijara en las buenas personas y los acontecimientos que surgen en Texas aparte de los malos, pero el mito de este universo rebelde prevalece. Y si debe prevalecer, está bien saber que hay escritores como Garth Ennis que juegan con ese mito de una forma inteligente y diestra.

Debo deciros que cuando la gente lee historias así dice: “Esto es un divertimento”. Una forma de desconectarse de las cosas más serias. Ven el lenguaje crudo, la acción, la brutalidad, la carnicería y ven poco más. En la mayoría de ocasiones tienen razón. Pero Predicador...

Dejad que os ponga al tanto. Esto es tan serio como cualquiera de las cosas “intelectuales” tan aclamadas de Vertigo, y mejor que muchas de ellas. No confundáis “inteligente” con “intelectual”. La pretensión puede confundir a las almas si no prestan atención. Esta cosa, bueno, no es pretenciosa, sino inteligente.

Y es divertida. Bueno, ¿es “divertida” la palabra que estoy buscando? Puede que sí y puede que no. Fascinante. Esa es la palabra.

Y todos sabemos que es un cómic. Que no es real. Es nuestra oportunidad de echar un vistazo al lado oscuro sin tener que formar parte de él. Es como ver a un cocodrilo zampándose a un cerdo. Es feo, pero sigue siendo hipnótico. Sobre todo porque no somos el cerdo. Me pregunto cuál será el punto de vista del cerdo, levantando la vista desde su posición única y viendo caras curiosas que le miran en sus últimos momentos. Pero ese es otro tema.

Otra cosa sobre Predicador, y estoy muy seguro de que no es ninguna novedad para cualquiera que lo haya leído: es tan aterradora como un jerbo psicópata engrasado, con un casco de minero, una linterna y dirigiéndose hacia tu ojete. De hecho, es más aterradora que eso. Esto me molestaba de verdad, y a veces pensaba que quizá era demasiado exagerado. Pero me encontraba esperando con ganas el número siguiente. No puedo decir eso de muchos cómics. De hecho, empiezo muchos cómics que no termino y, teniendo en cuenta el poco tiempo que lleva leer un cómic, supongo que es una declaración bastante seria.

Esta cosa es única. Es intrigante. Impacta a un nivel básico. Hace que haya cosas arrastrándose por las vísceras (¿dónde está el jerbo de la linterna?) y el cerebro. También permanece fiel a sus intenciones. No pasa de pronto de ser una historia oscura y terrible a ser cálida, sentimentaloide y de nudo en la garganta. Si te compras una serpiente de cascabel, te morderá hoy y te morderá mañana. Y, a menos que se le caigan los dientes, te morderá dentro de dos años. Una serpiente de cascabel siempre es una serpiente de cascabel, y la historia de Garth es siempre lo que empezó siendo: sombría y gris, con destellos de negrura.

Y ya que estamos alabando el guion y el tono, hablemos del dibujo, que no se queda corto. Pone la pintura sobre el concepto, lo ilumina y lo hace arder. O, en este caso, lo oscurece y lo hace humear. El dibujo de Steve Dillon es perfecto para la historia. Cubre de saliva contaminada los colmillos de la prosa de Garth Ennis. Pone la sombra tras el telón y hace que la sangre del suelo repte.

Estos primeros siete cómics aquí recopilados son, a mi modo de ver, un hito para Vertigo. Esto es algo único, un agujero en el dique de la igualdad. Y el agua que se escapa por ese agujero, formando una telaraña en el cemento de la presa, resquebrajándolo y haciéndolo estallar, es una sucia agua negra que se filtra desde los cerebros de los señores Ennis y Dillon. Esto no implica que Garth Ennis o Steve Dillon sean mala gente. No los conozco. Pero diré algo: reconocen lo jodido en cuanto lo ven, y como Flannery O’Connor, están dispuestos a meter las manos encima y hacer que repte para que podáis observarlo.

No estoy seguro de que esta sea una experiencia de aprendizaje, pero es una experiencia que os hará pensar. Y aún más importante, como ya he dicho antes, es única, y espero que esa singularidad no anime a un centenar de guionistas a salir e intentar repetirla. Lo único que conseguirán es maldad por el mero hecho de la maldad. No tendrá el nervio ni el estilo especial de Predicador. Solo serán imitaciones. Porque solo hay un Garth Ennis y solo hay un Steve Dillon. Y solo hay un Predicador, una historia surgida de Irlanda, arrastrada por Texas con una puta erección, envuelta con alambre de púas y espinas de rosa. Y va a por vosotros.

Joe R. Lansdale
Nacogdoches, Texas

Introducción originalmente publicada en las páginas de Predicador núm. 1: Rumbo a Texas.