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Planetary: El mundo es raro

A diferencia de buena parte de sus colegas de profesión, Warren Ellis (Essex, Inglaterra; 1968) no creció leyendo cómics de superhéroes. Tampoco soñó con escribir a los personajes más icónicos de las grandes editoriales. Su objetivo, por contra, era hacer justicia a una concepción del oficio de guionista que de algún modo le obligaba a reflejar su percepción de la realidad; a dar cuenta de aquello que sucedía a su alrededor, asumiendo de buen grado un trabajo “propio de lunáticos”. Pero las circunstancias propiciaron que sus primeros pasos en la industria americana discurrieran por sendas transitadas por personajes vestidos de spandex, porque en sus propias palabras: “hubo un tiempo en el cómic americano —que afortunadamente ya ha pasado— en que para que los lectores fueran conscientes del resto de tus obras, tenías que escribir cómics de superhéroes”. Ante la necesidad de adaptarse al mercado, emprendió un arduo trabajo de documentación destinado a reencontrarse con el género, idear aproximaciones refrescantes al mismo y dar con las teclas adecuadas de su procesador de textos para conjugar obligaciones profesionales e intereses autorales.

A juzgar por la bibliografía construida durante las dos últimas décadas, parece haber triunfado en su empeño. Como si de un hábil pirata informático se tratara, Ellis ha tratado de hackear el sistema desde dentro, escribiendo líneas de un código que mira hacia el futuro del género sin perder de vista su glorioso pasado. Tomando aquellos elementos que consideraba aprovechables y desechando enfoques acomodaticios más basados en las propiedades de la inercia que en la verdadera voluntad de exprimir al máximo el potencial de un medio tan rico como la historieta. Así sucedió con Stormwatch o con la versión 2.0 del supergrupo que representó The Authority. Y muy especialmente, con Planetary, colección que nació para expulsar de su sistema cinco años de investigación, pero también para “recordar a la gente por qué el género superheroico ha perdurado hasta nuestros días y mostrarles las maravillas que se han perdido por el camino”. Un ejercicio de reivindicación que requirió tomar cierta distancia para ganar perspectiva; porque como afirma el propio Ellis, “bajo la superficie del mundo que conocemos, yacen cosas locas y bellas que tan solo puedes apreciar cuando las observas a una escala planetaria”.

En la propuesta del proyecto presentada por Warren Ellis a los responsables de WildStorm, el guionista de Essex hacía hincapié en la capacidad de la serie para expandir las fronteras del imaginario creado al amparo del estudio: “¿Y si cientos de años de historia superheroica se filtraran lentamente en el joven y moderno mundo superheroico que representa el Universo WildStorm?”. Pero en realidad, Planetary iba mucho más allá de ese concepto, aspirando a analizar los antecedentes del género, a determinar de dónde procede y a predecir hacia dónde se dirige. “A exponer sus raíces y mostrar sus ramificaciones” para tomar algo viejo y transformarlo en algo nuevo, aspirando a convertir cada entrega de la colección en la versión en cómic “de un single pop de tres minutos”: diversión concentrada, potencial evocador y capacidad de perdurar en la memoria del destinatario. Historias autoconclusivas disfrutables de forma individual, que observadas desde un punto de vista holístico resultaban ser piezas de un intrincado puzle…. o aristas de un copo de nieve que lejos de derretirse sigue mostrando la preciosa complejidad inherente a su naturaleza fractal.

Para ello, Ellis debía contar con los profesionales más talentosos: la colorista Laura Martin y quien resultó ser el otro gran artífice de Planetary: John Cassaday (Fort Worth, Texas, EE.UU.; 1971), quien por aquel entonces apenas acumulaba un año de experiencia en la industria. El dibujante reconoce que “incluso las primeras entregas me parecieron atractivas a un nivel al que no estaba acostumbrado”; y la constante mutabilidad de la serie supuso un antes y un después en su evolución artística: “En mi dedicatoria final se podía leer ‘Para Warren Ellis, por hacerme un artista mejor’. Hubo tantos números de la serie que representaron nuevos desafíos… Elementos y estilos que no había dibujado con anterioridad. Cada entrega me proporcionó la oportunidad de llevar más allá mis conocimientos y habilidades, hasta el punto de tener la sensación de que en lugar de trabajar en una única colección, adquirí la experiencia propia de quien lo hace en 27 series diferentes”.

Dice Cassaday que cuanto terminó de dibujar la última página de este proyecto emitió un suspiro agridulce. Experimentó cada emoción imaginable y pasó el trago propio de quien dice adiós a un viejo amigo. Sensación que probablemente compartirán los lectores que hayan disfrutado del presente tomo, que recopila un especial que enfrenta a los arqueólogos de lo imposible contra la Liga de la Justicia de América, y las historias que pusieron punto y final a Planetary. Una serie cuyo periplo editorial se prolongó desde septiembre de 1998 hasta octubre de 2009, cuando el vigesimoséptimo número sirvió de epílogo a esta certera disección de la cultura popular del S. XX. Afortunadamente, el consuelo se presenta en forma de reedición de otro de los grandes trabajos de Warren Ellis, ya que ECC Ediciones tiene a bien recuperar Transmetropolitan a través de 10 tomos que reclaman su lugar en la estantería de todo lector de cómics que se precie. No en vano, se trata de un título señero del sello Vertigo, con el que el guionista —esta vez acompañado de Darick Robertson— incurrió en la ciencia ficción desde su vertiente más social, “usando el futuro como una herramienta con la que diseccionar y examinar la actualidad”. Y como cirujano portador de un afilado escalpelo, el carismático e irreverente Spider Jerusalem, quien eleva el periodismo gonzo de Hunter S. Thompson a un nuevo nivel.

Tiempo habrá de glosar las numerosas virtudes que atesora Transmetropolitan, pero ahora llega el momento de despedirse de Planetary. Y si el título de este texto rememora la frase pronunciada por Elijah Snow en la primera entrega de la colección —“El mundo es raro”—, parece oportuno que su punto y final vaya precedido de la réplica que le dio Jakita Wagner; toda una declaración de intenciones con la que reivindica el sentido de la maravilla, instándonos a luchar por mantener la capacidad de asombrarnos: “Procuremos que siga así”.

David Fernández

Artículo originalmente publicado en Planetary núm. 5. ¡Ya a la venta!