Eccediciones

Personajes pequeños, grandes responsabilidades

Aprovechando la aparición este mes de un personaje que es un viejo conocido para los lectores de Superman, vamos a echar la vista atrás en el tiempo a una época del Hombre de Acero que bien podemos calificar como de esplendor. Hablamos de aquellos ya lejanos años noventa en los que todavía podían sentirse los coletazos de la saga La muerte de Superman, y por supuesto el viejo conocido no es otro que Kenny Braverman, a quien en aquellos tiempos conocimos también como el villano Conducto. 

Pero no empecemos la casa por el tejado. En 1995, y aprovechando el gran peso que tenía todavía la historia de 1993 sobre la muerte y regreso del Hombre de Acero, DC Comics ideó y publicó una vuelta de tuerca al concepto de matar a un superhéroe haciendo algo aparentemente sencillo: matar a su álter ego humano. Ese era el atractivo y el gancho de una historia que se conocería como La muerte de Clark Kent, pero ¿cuál era la auténtica premisa detrás de un nombre tan llamativo? Pues nada menos que el descubrimiento por parte de un supervillano del secreto más celosamente guardado de la historia del cómic: la doble identidad de Clark Kent como Superman, algo que en aquel momento solo conocían un puñado de personas en sus aventuras, a las cuales podía poner en gravísimo peligro: sus padres Jonathan y Martha, su exnovia y amiga Lana Lang, su prometida Lois Lane y, por asociación, todos los conocidos y amigos de Clark Kent o Superman.

El responsable de descubrir la dualidad Clark/Superman no fue otro que Kenny Braverman, un excompañero de instituto de Clark que siempre quedaba en segundo lugar en todo respecto a él: deportes, estudios, chicas... Al principio eran amigos, pero la autoritaria presencia del padre de Kenny le volvió peligroso y obsesivamente ambicioso, hasta el punto de no poder soportar la idea de vivir a la sombra de Kent y no contar con la aprobación y la admiración de su padre. Cuál no sería la sorpresa de Kenny al descubrir, años más tarde, que su eterno competidor era el mismísimo Superman, lo que acrecentó su odio y su ira al creer que siempre había quedado en segundo lugar porque Clark se valía de sus poderes. No obstante aquello no era del todo cierto, ya que pese a la naturaleza kryptoniana de Clark, este no fue consciente de todo lo que era capaz de hacer hasta después del instituto, así que de ningún modo se valió jamás de sus poderes voluntariamente para ser mejor que cualquier otra persona corriente.

Aunque considerar a Kenny una persona corriente no sería tampoco correcto. Según la historia explicada en La muerte de Clark Kent, Braverman nació la noche que Clark llegó a la Tierra, y su madre le dio a luz en una camioneta cerca del lugar del aterrizaje de Clark. El bebé recién nacido quedó afectado por la radiación aún activa de la nave, lo cual le hizo sufrir una infancia enfermiza, pero posteriormente desarrollar poderes radiactivos basados en la kryptonita, que terminarían con su transformación en el villano Conducto. Sin lograr quitarse jamás a Clark de la cabeza, Conducto investigó la vida entera de su examigo de un modo obsesivo, y también tuvo acceso a los archivos de Laboratorios S.T.A.R. y de la organización Pipeline. Toda esta información le llevó a deducir la doble identidad de Clark como Superman y a proponerse destruirla junto con todo lo que le importara. Braverman contaba con una poderosa y tecnificada infraestructura a su servicio, con robots, instalaciones y enormes recursos, y no cejaría hasta ver a Kent acabado, solo y, en última instancia, muerto. Aunque si habéis leído la historia en cuestión, sabréis que los planes del villano (como suele ser habitual en el mundo del cómic) no llegaron a salir como esperaba, y al final Superman logró derrotarlo, poner a salvo a todos sus seres queridos y recuperar su vida sin que su supersecreto saliera a la luz pública. Es más, Braverman terminaba sobrecargado de su propia energía y moría en la batalla final contra Superman.

Tras La muerte de Clark Kent, nunca más volvió a saberse de este peculiar villano en los cómics, aunque sí ha tenido un par de apariciones menores en televisión y cine, más como un guiño a aquella historia de los noventa que otra cosa. En un episodio de la tercera temporada de la serie animada de Superman de Bruce Timm titulado New Kids in Town, el personaje de Braverman, durante una escena en flashback de la adolescencia de Clark, tenía un pequeño papel en el que interpretaba a un abusón de instituto al que Clark humillaba sin querer con sus superpoderes. En aquel episodio, Kenny terminaba estampado contra un cartel luminoso por Brainiac, y por si os lo estáis preguntando, no, no regresaba con superpoderes de ninguna forma. Aquel fue el fin de su breve y poco estelar paso por Superman: The Animated Series.

Más recientemente, en concreto en junio de 2013, pudimos volver a ver al “bueno” de Kenny en ese mismo papel de matón de instituto que acosa a Clark por su timidez. Nada menos que en la película El Hombre de Acero de Zack Snyder, en la que de nuevo en una escena en flashback veíamos a un chico (que aparece acreditado en los títulos como Ken Braverman e interpretado por Rowen Kahn) empujar a Clark y tirarlo al suelo para provocarlo a pelear sin éxito. Todavía no sabemos si la inclusión del personaje de Kenny en El Hombre de Acero iba con la intención de poder aprovechar al personaje en futuras secuelas ya como un villano en toda regla o, lo que es más probable, que solo fuese un guiño solo perceptible para los fans de Superman más avezados. En todo caso, tanto en cine como en esta nueva etapa del Universo DC en los cómics en la que se ha recuperado al personaje de Kenny Braverman, ya sabemos que las posibilidades siempre son infinitas. Si volveremos a ver a Conducto o no, es algo que todavía no podemos saber, pero si algo tienen en común el mundo del cómic y las películas que en él se inspiran es esa capacidad de dejar abrir siempre muchas ventanas para que los lectores (y espectadores) se esfuercen en echar un vistazo a lo que pueda estar por venir. Aunque a veces en el horizonte no haya más que cielos despejados.

Javier Olivares Tolosa

Artículo originalmente publicado en las páginas de Superman núm. 24.