¡Todos a bordo! Perdidos en NYC: Una aventura en el metro es un libro que acerca a los jóvenes lectores de todo el mundo el bullicio y la belleza de la ciudad de Nueva York. Realizado por Nadja Spiegelmam y Sergio García Sánchez, reciente Premio Nacional de Ilustración 2022, en colaboración con Lola Moral. ¡Hablamos con Sergio sobre esta original propuesta!
Perdidos en NYC: Una aventura en el metro es un proyecto muy especial que has realizado en colaboración con Nadja Spiegelman. ¿Qué se encontrarán los lectores y a qué público está dirigido?
El rango de edad es lo que ellos llaman Young Readers, que funcione bien entre los 8 y los 11 o 12 años. Pero desde Toon Books [Editorial original de Perdidos en NYC: Una aventura en el metro] nos pidieron que los personajes parecieran un poquito mayores, lo cual es curioso: en España, yo que he trabajado mucho con editoriales infantiles (SM, Santillana, Edebé), es todo lo contrario, se tiende a que haya una mayor identificación. Para el público americano, parece que gusta que el rango de edad vaya un poco por encima del que corresponde. También está enfocado a un público concreto, ya que Toon Books vende especialmente a escuelas y bibliotecas públicas, es un desarrollo editorial que les funciona muy bien. Así que ese era el target.
Había un tercer objetivo, que era dar a conocer el metro de Nueva York, que no sé si lo conoces, pero tiene una serie de particularidades: que haya trenes rápidos y otros que no, que unos trenes paren en todas las estaciones y otro no, etc. Explicar ese sistema, que es bastante complejo, era el gran reto. En Nueva York ha funcionado muy bien, se han publicado muchas ediciones y hemos ganado un montón de premios. Se debe en parte a que creo que se identifica muy bien con la sociedad neoyorquina, con los niños de las escuelas. Nos preocupaba un poco cómo se recibiría fuera de Nueva York y de Estados Unidos, pero por ejemplo uno de los premios recibidos fue concedido por el estado de Texas, lo cual es bastante asombroso. Pero creo que es un libro que trasciende más allá de la ciudad de Nueva York.
¿Cómo surgió este proyecto? ¿Desde un primer momento tuvisteis claro el modo en que queríais abordarlo?
Yo llevaba un tiempo publicado varios cómics experimentales en el mercado francobelga, especialmente con Delcourt: Los tres caminos, con Lewis Trondheim, y Mono & Lobo, realizado junto a mi mujer, Lola Moral. Françoise Mouly, editora de Toon Books, que es de origen francés, vio Los tres caminos y le gustó mucho, así que quería publicar una adaptación al mercado americano, pensando especialmente en las escuelas porque le veían potencial. De hecho, en Francia fue un libro recomendado por el ministerio francés como lectura obligaría en las escuelas, y además hay un montón de proyectos educativos relacionados con Los tres caminos por el tema de la narración multilineal. El caso es que Trondheim no quería hacer una adaptación, prefería que si se compraban los derechos se publicara tal cual era; así que me sugirió que les preguntara si querían trabajar directamente con ellos. En 2014, tuvimos una llamada telefónica a tres bandas con Françoise y con Nadja Spiegelman; fue una llamada muy rara, ya que los medios de entonces no son los de ahora. Durante la conversación les expliqué que lo que estaba investigando en ese momento, que hago en la universidad y luego aplico en mis trabajos, era un sistema basado en las líneas de metro: hago varias líneas y cada una tiene un argumento, y la interconexión entre las diferentes líneas son las que luego conforman el conjunto de la narración. No sé si por el sonido o por el idioma –hablábamos en francés–, pensaron que les proponía hacer un cómic sobre el metro de Nueva York. Y de ese pequeño error, surgió el proyecto [Risas]. Enseguida empezaron a dar vueltas y surgió la idea de los niños, que se llaman Alicia y Pablo porque mis dos hijos se llaman así. De hecho, en Blancaflor, mi libro más reciente, tanto Alicia como Pablo participaron con una ilustración, ya que ambos son dibujantes.
Perdidos en NYC: Una aventura en el metro es un cómic con un enfoque narrativo muy particular, que además tiene una vocación didáctica y funciona como guía para orientarse por una de las ciudades más grandes y conocidas del mundo. ¿Cómo habéis logrado hacer todo ello accesible para el público infantil y juvenil?
Otro de los libros que Françoise tenía como referencia de mi trabajo era Anatomía de una historieta, con color de Lola. Ese libro tenía un montón de pequeñas infografías muy didácticas, porque en realidad era una aplicación de mi proyecto docente con el que me presenté a titular de profesor de Universidad. Tenía ese carácter a medio camino entre el cómic y la infografía, ideal para transmitir información. A Françoise le gustó mucho ese libro, pensó que podíamos hacer algo así. Que nos dejara la libertad necesaria para narrar así nos vino muy bien. Era algo que no surgía de la nada, venía de proyectos anteriores que se implementan en este caso. Como tenía que ser todo muy visual, y el mapa de NY ya lo es, tenía toda la lógica que tenga ese carácter infográfico: comienza de forma tradicional, con viñetas más o menos estándar, y enseguida tenemos lo que viene a ser el conjunto del libro, que son casi todo dobles páginas con diferentes implementaciones infográficas.
Todas las páginas de esta obra están llenas de detalles y curiosidades: personas, edificios, medios de transporte, todo tipo de objetos y multitud de acciones que suceden en segundo plano. Por momentos, incluso recuerda a clásicos como los libros de ¿Dónde está Wally? ¿Es algo consciente?
De nuevo, todo esto forma parte del proyecto: de la narración multilineal y el dibujo trayecto. Una de las obsesiones es poder contar varias historias de forma simultánea en un mismo espacio gráfico. Al hacer eso, desde un primer momento siempre queda una gran cantidad de espacio libre que se puede completar con algún elemento espacial: un edificio, un árbol, lo que sea. Enseguida decidimos incluir pequeños elementos que creaban microhistorias alternativas. Eso es algo que a Trondheim, por ejemplo, siempre le ha entusiasmado. Aquí hicimos lo mismo, la ciudad de Nueva York se prestaba mucho a ello. Hay una historia principal, que es la de Alicia y Pablo, microrrelatos consistentes en pequeñas imágenes y otras que sí son de continuidad, página a página, que te dan como resultado esa vida en la ciudad: vas por la calle y cada persona con la que te cruzas tiene su propia realidad, su propia vida y existencia. Es algo a lo que creo que hay que dar entidad a esas historias que surgen en paralelo, y es algo que se llama narración multilineal.
Por el nivel de detalle y la cantidad de información, imaginamos que la documentación para el proyecto y la realización de cada página de Perdidos en NYC: Una aventura en el metro fue todo un reto. ¿Podrías explicarnos cómo fue el proceso?
Sí, porque fue muy raro [Risas]. Habitualmente, cuando trabajaba con otros guionistas, como Trondheim o Leo, tienes un guion técnico o visual. En el caso de Nadja y Françoise –que aunque es editora interviene mucho a nivel de guion, control de dibujo y composición–, me enviaban un pequeño copión de dos o tres páginas como mucho, casi sin diálogos, que apenas contenía una descripción de lo que debía ocurrir. Me pidieron que hiciera una puesta en escena, y como teníamos una maqueta del libro, comencé a distribuir la información sin siquiera saber lo que iban a decir los personajes. No había un guion muy específico, era bastante abierto. Yo dibujaba dobles páginas muy esbozadas, se los enviaba a ella, intervenía, hacía correcciones y en el medio de la producción, me invitaron a Nueva York para que pudiera documentar cada una de las partes que dibujaba de una forma más fiel, porque había utilizado Google Earth y me había documentado, pero nunca había estado allí. Al llegar ya tenía preparado un bono de metro [Risas] para que me lo pateara y así documentarme. Entonces comenzaron a suceder cosas que vi claras, fue un viaje fundamental. Saqué miles de fotografías e hice un montón de dibujos in situ que me facilitaron colocar todo en la narración. Además, hicimos un pretext: con el copión del trabajo en una fase del proyecto todavía embrionaria, acudimos a un par de colegios donde proyectamos las imágenes, apenas un storyboard, contamos las historias y observamos las reacciones de los niños para ver qué funcionaba y qué no. Acudió una asistenta de la editorial, tomando notas de las reacciones. Luego, cuando todo eso estuvo claro, volví a España, hice el arte final a tinta y ya los bocadillos los ponen ellos: los editores americanos, como en el cómic de superhéroes, los ponen ellos. Ahí aplicaron algunos cambios finales de guion y diálogo, se adaptó todo y hubo alguna pequeña modificación hasta la versión final del proyecto. ¡Así de complejo fue el proceso!
Alicia y Pablo, los jóvenes protagonistas, tienen personalidades muy marcadas y su actitud y lenguaje se sienten muy reales. ¿Cómo se transmite la energía de dos niños pequeños a través del dibujo y en medio de un entorno tan vivo como el de la ciudad de Nueva York?
En este caso, lo primero que teníamos muy claro que a nivel icónico y cromático tenían que tener una personalidad muy fuere que no coincidieran con el resto de tonos y colores del libro. Fue Lola quien se encargó del color para hacer un diseño de producción muy claro, con Alicia con ese color rosa, naranja y verde tan característicos para que en todo momento se puedan ver con facilidad dentro del mogollón de información en el que están metidos. Lo mismo con Pablo, con ese azul tan característico. Son colores muy icónicos, como Tintín: Hergé usaba mucho el color icónico, o Franquin con Gastón el gafe. Eso nos permitió integrarlos muy fácilmente.
Luego hay una serie de recursos muy característicos de este tipo de dibujo experimental, como es la jerarquía de representación. Por ejemplo, la doble página cuando Alicia va andando por Broadway hacia el Empire State, tiene un tamaño mucho mayor que el resto de personajes, los personajes de segundo rango tienen colores secundarios respecto a los que ella tiene, y los terciarios tienen un gris neutro. Eso permite crear fliujos de narración muy claros para que los niños no se pierdan en la lectura: es algo totalmente intencional para que se siga el flujo narrativo con facilidad.
Luego Pablo era tímido, Alicia más lanzada… mis hijos tienen esas características y fue muy fácil aplicar ese tipo de personalidad a la hora de dibujarlos, porque conocemos a los dos personajes desde toda la vida [Risas].
La excursión de Pablo y Alicia junto a sus compañeros de clase no es la única historia que hay en Perdidos en NYC: Una aventura en el metro. También podemos seguir tú experiencia real junto a un policía en el propio metro de Nueva York. ¿Qué nos puedes contar sobre esto y de qué modo está conectado con el espíritu del libro?
Esa historia no estaba prevista en principio, surgió cuando viajé a Nueva York. Me perdí en el metro, y en una ocasión había una estación concreta que necesitaba identificar. Saqué el iPhone e hice numerosas fotos. En una de esas ocasiones, me giré y me encontré con un policía enorme mirándome [Risas], pensando “qué hace este tío”. Me puse muy nervioso y me metí en la boca del metro. Una vez allí, tenía que dibujar un pasillo, y comencé a sacar más fotos… Pero me encontré de nuevo al policía. En ese momento, llegó el metro y casi sin pensarlo me metí dentro [Risas], un poco como la Pantera Rosa, pensando qué sucedería como me hubieran grabado, y cuando me bajé en la estación de Central Park me imaginaba que me estarían esperando unos GEO, o algo [Risas]. No pasó nada, evidentemente, pero cuando me encontré con Art Spiegelman y con Françoise se rieron mucho, y tanta gracia les hizo que pensamos en incluirlo en el cómic. Inicialmente solo en una página, pero al final le di continuidad.
Nada más por nuestra parte, salvo agadecerte el tiempo que nos has dedicado. Si quieres decir algo más a los lectores que van a conocer por primera vez esta obra…
Para nosotros ha sido muy importante. Hay varios proyectos que han marcado nuestra vida, y uno de esos grandes hitos ha sido Perdidos en Nueva York: nos abrió el mercado americano, The New York Times conoció nuestro trabajo a partir del libro y me ofreció colaborar con ellos, etc. Fue el pistoletazo para poder trabajar allí y todo un soplo de aire fresco comparado con las editoriales europeas tras la crisis de 2008, más reticentes a experimentar. Ellos nos dieron esa libertad y descubrí una nueva forma de trabajar, con mucha frescura, que es la que tienen Françoise Mouly y Nadja Spiegelman.
Perdidos en NYC: Una aventura en el metro está disponible desde el 12 de julio en todos los puntos de venta habituales y en la web de ECC Cómics. Podéis acceder a una previa del cómic a través del siguiente enlace.
Perdidos en NYC: Una aventura en el metro es un proyecto muy especial que has realizado en colaboración con Nadja Spiegelman. ¿Qué se encontrarán los lectores y a qué público está dirigido?
El rango de edad es lo que ellos llaman Young Readers, que funcione bien entre los 8 y los 11 o 12 años. Pero desde Toon Books [Editorial original de Perdidos en NYC: Una aventura en el metro] nos pidieron que los personajes parecieran un poquito mayores, lo cual es curioso: en España, yo que he trabajado mucho con editoriales infantiles (SM, Santillana, Edebé), es todo lo contrario, se tiende a que haya una mayor identificación. Para el público americano, parece que gusta que el rango de edad vaya un poco por encima del que corresponde. También está enfocado a un público concreto, ya que Toon Books vende especialmente a escuelas y bibliotecas públicas, es un desarrollo editorial que les funciona muy bien. Así que ese era el target.
Había un tercer objetivo, que era dar a conocer el metro de Nueva York, que no sé si lo conoces, pero tiene una serie de particularidades: que haya trenes rápidos y otros que no, que unos trenes paren en todas las estaciones y otro no, etc. Explicar ese sistema, que es bastante complejo, era el gran reto. En Nueva York ha funcionado muy bien, se han publicado muchas ediciones y hemos ganado un montón de premios. Se debe en parte a que creo que se identifica muy bien con la sociedad neoyorquina, con los niños de las escuelas. Nos preocupaba un poco cómo se recibiría fuera de Nueva York y de Estados Unidos, pero por ejemplo uno de los premios recibidos fue concedido por el estado de Texas, lo cual es bastante asombroso. Pero creo que es un libro que trasciende más allá de la ciudad de Nueva York.
¿Cómo surgió este proyecto? ¿Desde un primer momento tuvisteis claro el modo en que queríais abordarlo?
Yo llevaba un tiempo publicado varios cómics experimentales en el mercado francobelga, especialmente con Delcourt: Los tres caminos, con Lewis Trondheim, y Mono & Lobo, realizado junto a mi mujer, Lola Moral. Françoise Mouly, editora de Toon Books, que es de origen francés, vio Los tres caminos y le gustó mucho, así que quería publicar una adaptación al mercado americano, pensando especialmente en las escuelas porque le veían potencial. De hecho, en Francia fue un libro recomendado por el ministerio francés como lectura obligaría en las escuelas, y además hay un montón de proyectos educativos relacionados con Los tres caminos por el tema de la narración multilineal. El caso es que Trondheim no quería hacer una adaptación, prefería que si se compraban los derechos se publicara tal cual era; así que me sugirió que les preguntara si querían trabajar directamente con ellos. En 2014, tuvimos una llamada telefónica a tres bandas con Françoise y con Nadja Spiegelman; fue una llamada muy rara, ya que los medios de entonces no son los de ahora. Durante la conversación les expliqué que lo que estaba investigando en ese momento, que hago en la universidad y luego aplico en mis trabajos, era un sistema basado en las líneas de metro: hago varias líneas y cada una tiene un argumento, y la interconexión entre las diferentes líneas son las que luego conforman el conjunto de la narración. No sé si por el sonido o por el idioma –hablábamos en francés–, pensaron que les proponía hacer un cómic sobre el metro de Nueva York. Y de ese pequeño error, surgió el proyecto [Risas]. Enseguida empezaron a dar vueltas y surgió la idea de los niños, que se llaman Alicia y Pablo porque mis dos hijos se llaman así. De hecho, en Blancaflor, mi libro más reciente, tanto Alicia como Pablo participaron con una ilustración, ya que ambos son dibujantes.
Perdidos en NYC: Una aventura en el metro es un cómic con un enfoque narrativo muy particular, que además tiene una vocación didáctica y funciona como guía para orientarse por una de las ciudades más grandes y conocidas del mundo. ¿Cómo habéis logrado hacer todo ello accesible para el público infantil y juvenil?
Otro de los libros que Françoise tenía como referencia de mi trabajo era Anatomía de una historieta, con color de Lola. Ese libro tenía un montón de pequeñas infografías muy didácticas, porque en realidad era una aplicación de mi proyecto docente con el que me presenté a titular de profesor de Universidad. Tenía ese carácter a medio camino entre el cómic y la infografía, ideal para transmitir información. A Françoise le gustó mucho ese libro, pensó que podíamos hacer algo así. Que nos dejara la libertad necesaria para narrar así nos vino muy bien. Era algo que no surgía de la nada, venía de proyectos anteriores que se implementan en este caso. Como tenía que ser todo muy visual, y el mapa de NY ya lo es, tenía toda la lógica que tenga ese carácter infográfico: comienza de forma tradicional, con viñetas más o menos estándar, y enseguida tenemos lo que viene a ser el conjunto del libro, que son casi todo dobles páginas con diferentes implementaciones infográficas.
Todas las páginas de esta obra están llenas de detalles y curiosidades: personas, edificios, medios de transporte, todo tipo de objetos y multitud de acciones que suceden en segundo plano. Por momentos, incluso recuerda a clásicos como los libros de ¿Dónde está Wally? ¿Es algo consciente?
De nuevo, todo esto forma parte del proyecto: de la narración multilineal y el dibujo trayecto. Una de las obsesiones es poder contar varias historias de forma simultánea en un mismo espacio gráfico. Al hacer eso, desde un primer momento siempre queda una gran cantidad de espacio libre que se puede completar con algún elemento espacial: un edificio, un árbol, lo que sea. Enseguida decidimos incluir pequeños elementos que creaban microhistorias alternativas. Eso es algo que a Trondheim, por ejemplo, siempre le ha entusiasmado. Aquí hicimos lo mismo, la ciudad de Nueva York se prestaba mucho a ello. Hay una historia principal, que es la de Alicia y Pablo, microrrelatos consistentes en pequeñas imágenes y otras que sí son de continuidad, página a página, que te dan como resultado esa vida en la ciudad: vas por la calle y cada persona con la que te cruzas tiene su propia realidad, su propia vida y existencia. Es algo a lo que creo que hay que dar entidad a esas historias que surgen en paralelo, y es algo que se llama narración multilineal.
Por el nivel de detalle y la cantidad de información, imaginamos que la documentación para el proyecto y la realización de cada página de Perdidos en NYC: Una aventura en el metro fue todo un reto. ¿Podrías explicarnos cómo fue el proceso?
Sí, porque fue muy raro [Risas]. Habitualmente, cuando trabajaba con otros guionistas, como Trondheim o Leo, tienes un guion técnico o visual. En el caso de Nadja y Françoise –que aunque es editora interviene mucho a nivel de guion, control de dibujo y composición–, me enviaban un pequeño copión de dos o tres páginas como mucho, casi sin diálogos, que apenas contenía una descripción de lo que debía ocurrir. Me pidieron que hiciera una puesta en escena, y como teníamos una maqueta del libro, comencé a distribuir la información sin siquiera saber lo que iban a decir los personajes. No había un guion muy específico, era bastante abierto. Yo dibujaba dobles páginas muy esbozadas, se los enviaba a ella, intervenía, hacía correcciones y en el medio de la producción, me invitaron a Nueva York para que pudiera documentar cada una de las partes que dibujaba de una forma más fiel, porque había utilizado Google Earth y me había documentado, pero nunca había estado allí. Al llegar ya tenía preparado un bono de metro [Risas] para que me lo pateara y así documentarme. Entonces comenzaron a suceder cosas que vi claras, fue un viaje fundamental. Saqué miles de fotografías e hice un montón de dibujos in situ que me facilitaron colocar todo en la narración. Además, hicimos un pretext: con el copión del trabajo en una fase del proyecto todavía embrionaria, acudimos a un par de colegios donde proyectamos las imágenes, apenas un storyboard, contamos las historias y observamos las reacciones de los niños para ver qué funcionaba y qué no. Acudió una asistenta de la editorial, tomando notas de las reacciones. Luego, cuando todo eso estuvo claro, volví a España, hice el arte final a tinta y ya los bocadillos los ponen ellos: los editores americanos, como en el cómic de superhéroes, los ponen ellos. Ahí aplicaron algunos cambios finales de guion y diálogo, se adaptó todo y hubo alguna pequeña modificación hasta la versión final del proyecto. ¡Así de complejo fue el proceso!
Alicia y Pablo, los jóvenes protagonistas, tienen personalidades muy marcadas y su actitud y lenguaje se sienten muy reales. ¿Cómo se transmite la energía de dos niños pequeños a través del dibujo y en medio de un entorno tan vivo como el de la ciudad de Nueva York?
En este caso, lo primero que teníamos muy claro que a nivel icónico y cromático tenían que tener una personalidad muy fuere que no coincidieran con el resto de tonos y colores del libro. Fue Lola quien se encargó del color para hacer un diseño de producción muy claro, con Alicia con ese color rosa, naranja y verde tan característicos para que en todo momento se puedan ver con facilidad dentro del mogollón de información en el que están metidos. Lo mismo con Pablo, con ese azul tan característico. Son colores muy icónicos, como Tintín: Hergé usaba mucho el color icónico, o Franquin con Gastón el gafe. Eso nos permitió integrarlos muy fácilmente.
Luego hay una serie de recursos muy característicos de este tipo de dibujo experimental, como es la jerarquía de representación. Por ejemplo, la doble página cuando Alicia va andando por Broadway hacia el Empire State, tiene un tamaño mucho mayor que el resto de personajes, los personajes de segundo rango tienen colores secundarios respecto a los que ella tiene, y los terciarios tienen un gris neutro. Eso permite crear fliujos de narración muy claros para que los niños no se pierdan en la lectura: es algo totalmente intencional para que se siga el flujo narrativo con facilidad.
Luego Pablo era tímido, Alicia más lanzada… mis hijos tienen esas características y fue muy fácil aplicar ese tipo de personalidad a la hora de dibujarlos, porque conocemos a los dos personajes desde toda la vida [Risas].
La excursión de Pablo y Alicia junto a sus compañeros de clase no es la única historia que hay en Perdidos en NYC: Una aventura en el metro. También podemos seguir tú experiencia real junto a un policía en el propio metro de Nueva York. ¿Qué nos puedes contar sobre esto y de qué modo está conectado con el espíritu del libro?
Esa historia no estaba prevista en principio, surgió cuando viajé a Nueva York. Me perdí en el metro, y en una ocasión había una estación concreta que necesitaba identificar. Saqué el iPhone e hice numerosas fotos. En una de esas ocasiones, me giré y me encontré con un policía enorme mirándome [Risas], pensando “qué hace este tío”. Me puse muy nervioso y me metí en la boca del metro. Una vez allí, tenía que dibujar un pasillo, y comencé a sacar más fotos… Pero me encontré de nuevo al policía. En ese momento, llegó el metro y casi sin pensarlo me metí dentro [Risas], un poco como la Pantera Rosa, pensando qué sucedería como me hubieran grabado, y cuando me bajé en la estación de Central Park me imaginaba que me estarían esperando unos GEO, o algo [Risas]. No pasó nada, evidentemente, pero cuando me encontré con Art Spiegelman y con Françoise se rieron mucho, y tanta gracia les hizo que pensamos en incluirlo en el cómic. Inicialmente solo en una página, pero al final le di continuidad.
Nada más por nuestra parte, salvo agadecerte el tiempo que nos has dedicado. Si quieres decir algo más a los lectores que van a conocer por primera vez esta obra…
Para nosotros ha sido muy importante. Hay varios proyectos que han marcado nuestra vida, y uno de esos grandes hitos ha sido Perdidos en Nueva York: nos abrió el mercado americano, The New York Times conoció nuestro trabajo a partir del libro y me ofreció colaborar con ellos, etc. Fue el pistoletazo para poder trabajar allí y todo un soplo de aire fresco comparado con las editoriales europeas tras la crisis de 2008, más reticentes a experimentar. Ellos nos dieron esa libertad y descubrí una nueva forma de trabajar, con mucha frescura, que es la que tienen Françoise Mouly y Nadja Spiegelman.
Perdidos en NYC: Una aventura en el metro está disponible desde el 12 de julio en todos los puntos de venta habituales y en la web de ECC Cómics. Podéis acceder a una previa del cómic a través del siguiente enlace.