Desde que en 2006 asumió el puesto de guionista regular de Batman, Grant Morrison (Glasgow, Escocia; 1960) se dedicó a construir los cimientos de la que está llamada a convertirse en la etapa más compleja y ambiciosa en la historia del personaje. Una epopeya intertextual que parte de una atrevida premisa, consistente en la asunción de que todas y cada una de las aventuras vividas por el Hombre Murciélago desde su creación en 1939 forman parte de la experiencia vital de un hombre real.
Tras la deconstrucción del mito plasmada en Batman R.I.P., el papel desempeñado por nuestro protagonista en Crisis Final condujo a los lectores hacia el segundo acto de esta gran etapa. En dicha serie limitada, Bruce Wayne se enfrentó contra el mismísimo Darkseid, para terminar sucumbiendo a los efectos del Rayo Omega: “La muerte que es vida” que teóricamente puso fin a su existencia, tal y como parecía indicar aquella impactante página dibujada por Doug Mahnke en la que el cadáver del personaje yacía inerte en brazos de Superman. Pero los estertores de Crisis Final nos advirtieron que, en realidad, el Señor de Apokolips había atrapado a Batman en una laberíntica trampa temporal. En base a estos acontecimientos, se desplegaron dos líneas argumentales que afectaron a toda la franquicia del Cruzado de la Capa; por una parte, en Batman y Robin Morrison abordó el proceso de duelo y asimilación de Dick Grayson y Damian Wayne, decididos a honrar la memoria de su maestro y mentor aceptando el papel que les reservaba el destino: convertirse en versiones actualizadas del Hombre Murciélago y el Chico Maravilla. La nueva colección –que partió de un refrescante enfoque pop– nos permitió conocer más detalles relacionados con la desaparición del Batman original, gracias a una investigación liderada por Tim Drake; también descubrir que el cuerpo hallado por el Hombre de Acero era, en realidad, el de un clon creado por Darkseid como parte del plan fallido de formar un ejército de “Batmans” (Batman contra Robin). Finalmente, durante el arco argumental ¡Batman y Robin deben morir! se escenificó la esperada reaparición de Bruce Wayne, pero... ¿qué sucedió con el personaje desde que recibió el impacto del Rayo Omega hasta que irrumpió de nuevo en la Mansión Wayne? ¿Cómo logró encontrar el camino de vuelta a casa?
Batman: El regreso de Bruce Wayne nació con el propósito de responder a estos interrogantes, erigiéndose en narración complementaria de Batman y Robin para revelar la verdadera complejidad del artefacto narrativo que en realidad es esta etapa. Contando con la colaboración de Chris Sprouse, Frazer Irving, Yanick Paquette, Georges Jeanty, Ryan Sook, Lee Garbett y Pere Pérez a los lápices, y de Andy Kubert como portadista, el inclasificable autor escocés aprovechó esta serie limitada para relatar el peregrinaje temporal del Cruzado de la Capa. Y si en Batman R.I.P. rompió en pedazos al Caballero Oscuro, diseccionando los elementos que integran al mítico personaje, el presente tomo sirve precisamente para ensamblar de nuevo las piezas, en una secuencia que permite que cada capítulo se ambiente en una época diferente, admitiendo una sorprendente variedad de tonos y estilos: aventuras prehistóricas, intrigas protagonizadas por peregrinos americanos, westerns, historias de piratas, noir e incluso ciencia ficción. De este modo, cada entrega supone una vuelta de tuerca a los géneros tradicionalmente protagonizados por héroes pulp, yendo un paso más allá de los clichés para reivindicar una naturaleza diferencial orientada a recordar al lector “qué tipo de hombre es Bruce, y de qué es capaz”.
Para ello, el ilustre escocés echó mano de un tema recurrente en la ciencia ficción, popularizado por autores como Mark Twain o H.G. Wells a través de clásicos imperecederos como Un yanqui en la corte del Rey Arturo (1889) o La máquina del tiempo (1895). En este caso, el elemento de los viajes temporales permitió al guionista “situar al personaje en los límites de lo que Batman puede ser”, dándole un pretexto para “verlo sobrevivir ahí fuera, y exponerlo a desafíos a través de la historia que nos permitan observar a Batman naciendo de la nada, de un hombre amnésico”. Y es que en el fondo, El regreso de Bruce Wayne es un relato de supervivencia, no solo en el sentido más literal del término –la enésima prueba a superar por el héroe virtuoso, de alta moral y grandes conocimientos, física e intelectualmente perfecto–, sino también en lo que al tiempo y a la memoria se refiere: a los aspectos irreductibles del mito ficcional, que se mantienen a salvo del olvido pese al inevitable transcurso de los años.
La historia también aborda la eterna cuestión de la naturaleza dicotómica del personaje; pero de un modo alejado de los enfoques más recientes, ya que el guionista no titubea a la hora de señalar como uno de sus principales objetivos traer de vuelta a Bruce Wayne y Batman entendidos como un único ser, desechando la idea de que el playboy millonario es un disfraz y el Cruzado de la Capa la persona real. Subrayando, también, las aptitudes heroicas innatas de nuestro protagonista, que van más allá del trágico suceso que aceleró lo inevitable: “En cierto modo, es como reemplazar la muerte de sus padres. Eso nunca va a suceder, pero se trata de aportar algo más, propiciando que Batman emerja de forma natural y espontánea”, independientemente del asesinato cometido por Joe Chill en el Callejón del Crimen de Gotham City. Un osado enfoque, expuesto a través de una trama que gira alrededor de un gran misterio, una cuenta atrás apocalíptica, y el pasado de la familia Wayne.
Vaya por delante que esta historia no finaliza –ni mucho menos– aquí, ya que en Batman Inc. se escenificará el tercer y último acto de esta ambiciosa obra: una recta final en la que se nos revelará qué peligros atisbó Bruce Wayne durante sus viajes temporales, de qué forma planea combatirlos y, por encima de todo, cómo piensa cerrar este brillante guionista el círculo que comenzó a trazar en 2006. A la hora de verbalizar su fascinación por Batman, Morrison comenta lo interesante que le parece “poder ahondar tanto en un personaje ficcional y alcanzar este nivel de profundidad. Parece como si estuviera vivo. Ha estado presente desde mucho antes que yo, y seguirá estándolo mucho tiempo después de que me haya ido, así que podríamos decir que de algún modo es más real que yo”. Dejando a un lado posibles reflflexiones relativas a las fronteras entre realidad y ficción, parece inevitable que la pervivencia a la que se refiere Grant Morrison también se haga extensible a su etapa al frente del Hombre Murciélago: original compendio de ficciones que honran y enriquecen el legado de un personaje atemporal... perdido en el tiempo.
David Fernández
Tras la deconstrucción del mito plasmada en Batman R.I.P., el papel desempeñado por nuestro protagonista en Crisis Final condujo a los lectores hacia el segundo acto de esta gran etapa. En dicha serie limitada, Bruce Wayne se enfrentó contra el mismísimo Darkseid, para terminar sucumbiendo a los efectos del Rayo Omega: “La muerte que es vida” que teóricamente puso fin a su existencia, tal y como parecía indicar aquella impactante página dibujada por Doug Mahnke en la que el cadáver del personaje yacía inerte en brazos de Superman. Pero los estertores de Crisis Final nos advirtieron que, en realidad, el Señor de Apokolips había atrapado a Batman en una laberíntica trampa temporal. En base a estos acontecimientos, se desplegaron dos líneas argumentales que afectaron a toda la franquicia del Cruzado de la Capa; por una parte, en Batman y Robin Morrison abordó el proceso de duelo y asimilación de Dick Grayson y Damian Wayne, decididos a honrar la memoria de su maestro y mentor aceptando el papel que les reservaba el destino: convertirse en versiones actualizadas del Hombre Murciélago y el Chico Maravilla. La nueva colección –que partió de un refrescante enfoque pop– nos permitió conocer más detalles relacionados con la desaparición del Batman original, gracias a una investigación liderada por Tim Drake; también descubrir que el cuerpo hallado por el Hombre de Acero era, en realidad, el de un clon creado por Darkseid como parte del plan fallido de formar un ejército de “Batmans” (Batman contra Robin). Finalmente, durante el arco argumental ¡Batman y Robin deben morir! se escenificó la esperada reaparición de Bruce Wayne, pero... ¿qué sucedió con el personaje desde que recibió el impacto del Rayo Omega hasta que irrumpió de nuevo en la Mansión Wayne? ¿Cómo logró encontrar el camino de vuelta a casa?
Batman: El regreso de Bruce Wayne nació con el propósito de responder a estos interrogantes, erigiéndose en narración complementaria de Batman y Robin para revelar la verdadera complejidad del artefacto narrativo que en realidad es esta etapa. Contando con la colaboración de Chris Sprouse, Frazer Irving, Yanick Paquette, Georges Jeanty, Ryan Sook, Lee Garbett y Pere Pérez a los lápices, y de Andy Kubert como portadista, el inclasificable autor escocés aprovechó esta serie limitada para relatar el peregrinaje temporal del Cruzado de la Capa. Y si en Batman R.I.P. rompió en pedazos al Caballero Oscuro, diseccionando los elementos que integran al mítico personaje, el presente tomo sirve precisamente para ensamblar de nuevo las piezas, en una secuencia que permite que cada capítulo se ambiente en una época diferente, admitiendo una sorprendente variedad de tonos y estilos: aventuras prehistóricas, intrigas protagonizadas por peregrinos americanos, westerns, historias de piratas, noir e incluso ciencia ficción. De este modo, cada entrega supone una vuelta de tuerca a los géneros tradicionalmente protagonizados por héroes pulp, yendo un paso más allá de los clichés para reivindicar una naturaleza diferencial orientada a recordar al lector “qué tipo de hombre es Bruce, y de qué es capaz”.
Para ello, el ilustre escocés echó mano de un tema recurrente en la ciencia ficción, popularizado por autores como Mark Twain o H.G. Wells a través de clásicos imperecederos como Un yanqui en la corte del Rey Arturo (1889) o La máquina del tiempo (1895). En este caso, el elemento de los viajes temporales permitió al guionista “situar al personaje en los límites de lo que Batman puede ser”, dándole un pretexto para “verlo sobrevivir ahí fuera, y exponerlo a desafíos a través de la historia que nos permitan observar a Batman naciendo de la nada, de un hombre amnésico”. Y es que en el fondo, El regreso de Bruce Wayne es un relato de supervivencia, no solo en el sentido más literal del término –la enésima prueba a superar por el héroe virtuoso, de alta moral y grandes conocimientos, física e intelectualmente perfecto–, sino también en lo que al tiempo y a la memoria se refiere: a los aspectos irreductibles del mito ficcional, que se mantienen a salvo del olvido pese al inevitable transcurso de los años.
La historia también aborda la eterna cuestión de la naturaleza dicotómica del personaje; pero de un modo alejado de los enfoques más recientes, ya que el guionista no titubea a la hora de señalar como uno de sus principales objetivos traer de vuelta a Bruce Wayne y Batman entendidos como un único ser, desechando la idea de que el playboy millonario es un disfraz y el Cruzado de la Capa la persona real. Subrayando, también, las aptitudes heroicas innatas de nuestro protagonista, que van más allá del trágico suceso que aceleró lo inevitable: “En cierto modo, es como reemplazar la muerte de sus padres. Eso nunca va a suceder, pero se trata de aportar algo más, propiciando que Batman emerja de forma natural y espontánea”, independientemente del asesinato cometido por Joe Chill en el Callejón del Crimen de Gotham City. Un osado enfoque, expuesto a través de una trama que gira alrededor de un gran misterio, una cuenta atrás apocalíptica, y el pasado de la familia Wayne.
Vaya por delante que esta historia no finaliza –ni mucho menos– aquí, ya que en Batman Inc. se escenificará el tercer y último acto de esta ambiciosa obra: una recta final en la que se nos revelará qué peligros atisbó Bruce Wayne durante sus viajes temporales, de qué forma planea combatirlos y, por encima de todo, cómo piensa cerrar este brillante guionista el círculo que comenzó a trazar en 2006. A la hora de verbalizar su fascinación por Batman, Morrison comenta lo interesante que le parece “poder ahondar tanto en un personaje ficcional y alcanzar este nivel de profundidad. Parece como si estuviera vivo. Ha estado presente desde mucho antes que yo, y seguirá estándolo mucho tiempo después de que me haya ido, así que podríamos decir que de algún modo es más real que yo”. Dejando a un lado posibles reflflexiones relativas a las fronteras entre realidad y ficción, parece inevitable que la pervivencia a la que se refiere Grant Morrison también se haga extensible a su etapa al frente del Hombre Murciélago: original compendio de ficciones que honran y enriquecen el legado de un personaje atemporal... perdido en el tiempo.
David Fernández