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Odisea Cósmica

Descubrimiento. El primer capítulo de la historia del Universo DC empezó con un evento cósmico: la destrucción de Krypton, el planeta natal de Superman. Y desde que se estableció que los personajes principales de DC existen en el mismo “universo”, lo cual se remonta al legendario All-Star Comics núm. 3, ese mundo, muy parecido al nuestro, se ha seguido expandiendo.

Aparte de Superman, no hubo más superhéroes destacados que procedieran de otro planeta hasta la presentación del Detective Marciano en 1955. Este ocultó dicho dato a la humanidad hasta los años sesenta, lo cual tenía mucho sentido dada la histeria de una época en que cualquiera que se alejase de la norma resultaba sospechoso. A J’onn J’onzz lo siguió un Green Lantern revisado que, al principio, parecía único en la Tierra; no obstante, pronto se supo que no era más que uno de los 3.600 Cruzados Esmeralda que había por todo el espacio conocido. Y eso sí que resulta cósmico.

A principios de esos años sesenta, el universo se expandió con una variación de un tema ahora clásico: Adam Strange se marchaba de la Tierra y se convertía en alienígena en Rann. Poco después, Hawkman y Hawkwoman llegaron a nuestro mundo desde su Thanagar natal, que, según lo establecido, no estaba demasiado lejos de Rann (en términos galácticos, claro está).

A pesar de todo, DC nunca fue dada a jugar a escala cósmica a menos que uno tenga en cuenta las populares aventuras de la Legión de Superhéroes, que, en todo caso, se ambientaban un milenio después de nuestra era.

Como sucedió con buena parte de la historia del cómic, hizo falta el regreso de Jack Kirby a DC Comics para animar las cosas de verdad. Jack ya había trabajado dos veces para la editorial y había dejado a su paso muchas creaciones. Una vez más, le pidieron ayuda para tejer un nuevo tapiz de la cosmología de DC. Y cuando le dieron libertad absoluta, se sacó de la manga su clásico Cuarto Mundo. Apokolips. Nueva Génesis. Los Nuevos Dioses. Los Perros Hambrientos. Bebés intercambiados después de nacer para preservar una frágil tregua entre el bien y el mal. Jack asombró tanto a colegas como a lectores con semejantes conceptos.

Todo tomó impulso a partir de ahí. Cada vez había más guionistas de cómics que antes habían sido lectores, lo cual implicaba que mucha ideas que la primera generación de autores había dejado intactas estaban listas para que alguien las siguiera explorando. Así, los Guardianes de Oa tenían mucho que ver con los sucesos de planetas remotos. Steve Englehart comenzó a unir piezas de continuidad en diversas historias de la Liga de la Justicia de América. Aglutinó elementos de una miríada de series (incluido un descarte de Kirby llamado “Manhunter”) y formó un mosaico cósmico. Los diversos guionistas de Green Lantern enviaban a Hal Jordan al espacio regularmente a fin de remendar la continuidad y jugar con otros mundos. Diantre, incluso se reveló que Tomar Re, un Green Lantern muy popular, había tratado de evitar que Krypton estallara. No lo había conseguido, y terminó averiguando que el suceso debía de obedecer un designio cósmico, ya que había entregado a Superman al universo. En la Tierra, se instalaban cada vez más alienígenas durante estancias breves o prolongadas. Y por muchas veces que los autores sacaran al Detective Marciano de nuestro planeta (y de la continuidad), los demás no soportaban que estuviera ausente el primer superhéroe auténtico de la Edad de Plata. Volvía una y otra vez y, hasta hace poco, fue el pilar de la Liga de la Justicia.

Desastre. A principios de los años ochenta, poblaba la Tierra un buen puñado de alienígenas, fuera abiertamente o en secreto. Los saltos entre dimensiones eran sencillos. También los viajes por el tiempo. Todo el mundo vivía aventuras galácticas que, por desgracia, empezaron a perder su cualidad de únicas y aquella sensación de relevancia.

Los editores y algunos guionistas destacados consideraron que había que hacer algo. Pasaban muchas cosas que la gente no era capaz de seguir, y si los editores se sentían confusos, imagínate los pobres lectores. Como se acercaba el 50 aniversario de DC, se decidió que había que hacer algo verdaderamente dramático. La dirección recurrió al editor Len Wein, el guionista Marv Wolfman y el dibujante George Pérez para que realizaran una miniserie conmemorativa que cambiara por completo el pujante Universo DC.
Claro está, hoy en día conocemos todo eso como Crisis en Tierras Infinitas.

Atrás quedaban los universos paralelos. Viajar por el tiempo resultaba más complicado. Algunos personajes quedaban borrados de la continuidad, y sus aventuras se revisaban de arriba abajo. Según algunos críticos, ahora las cosas resultan tan confusas como antes de Crisis, pero fue un comienzo con que hacer más accesibles a los personajes y también un síntoma de que, en la editorial, el statu quo evolucionaba constantemente.

Desde entonces, en los planes editoriales de DC ha sido fundamental reunir a un puñado de héroes populares en una misma trama. Aun así, con cada una de ellas, resultaba crucial que el suceso tuviera cierto objetivo. Legends exploraba qué significaba ser un héroe. Millennium versaba sobre el destino de la humanidad y sobre unas fuerzas galácticas que pretendían detener el proceso. ¡Invasión! aglutinó a casi una docena de razas alienígenas que intentaban subyugar la Tierra y a los metahumanos que proliferaban demasiado. La guerra de los dioses trató de explorar la relación entre las divinidades míticas del pasado y los guerreros o protectores del presente. La oscuridad interior abordó los elementos más básicos: el bien y el mal... y el mal que existe dentro del bien.

Todas las tramas anteriores alteraron el Universo DC para bien o para mal. Conocíamos a héroes y villanos nuevos, morían mundos o veíamos cómo se desempolvaba a personajes ignorados que regresaban para servirnos a tiempo completo. Y, cada una a su manera, todas delinearon la faceta universal de la continuidad de DC. Así pues, no hay que extrañarse al descubrir que si aquello funcionaba con cruces que implicaban a todas las series centrales y a un sinfín de derivados, también podía funcionar en historias más breves protagonizadas por una combinación adecuada de personajes.

La exploración a escala cósmica no era ninguna novedad para Jim Starlin. Tras labrarse una reputación en Marvel Comics, no tardó en convertirse en una fuerza a tener en cuenta mientras dejaba atrás a personajes tan espirituales como Master of Kung Fu y abandonaba la Tierra con héroes como Captain Marvel o Warlock. A finales de los años setenta, se acercó a su cúspide creativa como autor completo al enfrentar a Warlock y Thanos en un combate del que dependía el universo entero. La historia se fue construyendo en un puñado de series durante casi un año, y después estalló en dos episodios anuales fascinantes, los precursores de los eventos editoriales que resultan hoy en día tan habituales en la industria del cómic.

Mientras Jim subía la apuesta inicial a una escala tan cósmica, no perdió de vista el elemento humano. Warlock se planteaba todas sus decisiones mientras Spider-Man, en el capítulo final, se preguntaba cómo había terminado metido en un asunto que, obviamente, no encajaba con su experiencia.

Jim dio el salto a DC a finales de los años ochenta con la esperanza de explorar una parte intacta de la cosmología de DC. No tardó en preparar una propuesta de lo que se convertiría en Odisea cósmica y en cuatro episodios que llevarían al universo al borde de la extinción por medio de un relato que empleaba a algunos de los personajes más populares de la casa.

Decisiones. En 1988, los Nuevos Dioses de Jack Kirby ya no estaban en el candelero, aunque siempre estuviera presente la amenaza de Darkseid. Igual que Highfather y él representaban las dos facetas del liderazgo, Lightray y Orión suponían dos enfoques del heroísmo totalmente distintos. Los dos defensores más famosos de la Tierra, esto es, Superman y Batman, se habían redefinido hacía poco, y también eran el yin y el yang que no siempre estaban de acuerdo. Aquellos fueron los bloques de construcción con que Jim dispuso el tablero.

También miro a su alrededor y vio que necesitaría a Green Lantern. Con Hal Jordan en el candelero, decidió experimentar con John Stewart, el eterno segundón que no tenía demasiado carácter. El Detective Marciano parecía obvio, ya que el salto entre galaxias resultaría relevante. Se añadió a Starfire por ser un miembro más de la comunidad intergaláctica que protegía el universo y también por ser un personaje del popular cómic Los Nuevos Titanes, lo cual no iba a perjudicar a las ventas.

Pero Jim necesitaba un personaje más para su relato. La elección menos probable fue la que, una vez más, resultaría en una historia sólida de Jim Starlin. Buscador, alias Bicho, fue la pareja lógica de Batman y se empleó para dar a Orión una lección clave sobre la naturaleza del heroísmo.

Un añadido interesante a la trama sería el elemento místico, que mezclaría ciencia ficción con hechicería. Visto desde fuera, parece una opción extraña, sobre todo en una aventura titulada Odisea cósmica; sin embargo, Jim quería explorar parte de las relaciones que existen entre la magia implícita y la ciencia especulativa. Así, mientras buscaba una contraposición más, contó con la ayuda de la imaginación de Jack Kirby. Demon había sufrido mucho a lo largo de la década y, al final, Etrigan se había separado de Jason Blood, su anfitrión humano. En Odisea cósmica, el humano tendría que volver a aceptar a Demon a fin de salvar el universo. Si Etrigan representaba el Caos, el Dr. Destino, el Señor del Orden residente de la Tierra, se emplearía para mantener un equilibrio. Con mucha astucia, Jim lo planteó todo en el primer capítulo y, después, se sacó de la manga a Destino como giro sorpresa con que neutralizar a Darkseid en el último.

Muerte. Con todos los personajes en su sitio, Jim necesitaba mundos en que ambientar su historia y desde los que poner en peligro el universo. La Tierra era imprescindible. Rann y Thanagar eran los dos mundos después del nuestro que mejor conocían los lectores de DC. Y los seleccionó aunque estuvieran muy cerca. Este relato fue uno de los pocos casos en que Rann corría peligro sin que Adam Strange, el terrícola residente, salvara el mundo. Pero ¿y el cuarto planeta que Jim necesitaba poner en un trágico peligro para aumentar la tensión?

Tanto él como Mike Carlin, el editor original, me pidieron ideas. Yo les sugerí Xanshi, un mundo creado por Bob Toomey para una historia incluida en Relatos de los Green Lanterns a principios de la década de los ochenta. Su mundo hermano contaba con un Green Lantern llamado Arkkis Chummuck que había muerto un año o dos antes, así que me parecía prescindible. Y así, Xanshi quedó condenado al olvido.

Para entonces, Jim ya había dejado de dibujar cómics con regularidad, así que necesitaba a algún colaborador. Más o menos en el mismo momento, Mike Mignola había realizado diversos encargos para DC y para Marvel y se había labrado una reputación con su característico estilo. Su obra abarcaba desde las travesuras cósmicas del Rocket Raccoon de Marvel a la tensión mística de un mundo en peligro y, al final, salvado por el Fantasma Errante.

Si los guiones y dibujos de Jim habían sido abiertos y dinámicos, la obra de Mike había sido más extravagante y ofrecía un tono más oscuro. Su trabajo daba una sensación sombría y profunda, fuera en una Gotham alumbrada por la luz de gas o en una batalla entre Superman y Hechicera Plateada. Sus personajes adquirían mucho peso gracias a su particular estilo, y se había convertido en experto en fuentes de luz y, lo que era más importante, en sombras. Aun así, podía canalizar un dibujo entusiasta hacia cualquier género, conque resultaba la elección perfecta dada la mezcla de personajes que había en la propuesta de Jim. Cuatro años después, la serie conserva la fuerza y la vitalidad que confirman que fue una sabia decisión. Desde luego, pareció disfrutar con las partes de Darkseid, que muestran una inmensa vitalidad.

Dicho personaje, que siempre busca el poder absoluto, disfrutó de una personalidad que los lectores no habían visto desde hacía años. Sí, aún buscaba dicho poder absoluto, pero no quería que el universo muriera. Por lo menos, aún no. Kirby siempre le había dado un objetivo recurrente: la Ecuación de la Antivida, que significaba una cosa distinta para cada guionista. Su creador lo consideraba el factor que motivaba la vida de Darkseid sin llegar a definir qué significaba durante su época del Cuarto Mundo. Mark Evanier, el sucesor espiritual de Jack, la consideraba un concepto que, una vez en manos de alguien, alteraría el universo de forma filosófica. Para Jim, era algo vivo que, en consecuencia, Darkseid tenía que subyugar.

Una de las cosas que más se recuerdan de la serie es el eslogan promocional: “Pero Darkseid tiene un plan”. El destino del universo quedaba en manos de un ardid orquestado por el déspota más vil que haya conquistado un mundo. Nadie tenía una estrategia mejor, así que, claro está, los héroes aceptaban intentar detener a la entidad de la Antivida. Y como es propio de él, Batman no se fiaba de Darkseid, cosa que allanaba el terreno para los giros de la conclusión.

Cuando terminó la odisea, los hechos habían transformado a casi todos los participantes. Orión, el guerrero, había aprendido a respetar a Buscador y su pueblo. Jason Blood se reunió con Etrigan y reconoció de una vez por todas que se necesitaban mutuamente. Superman quedó un poco humillado por el poder puro que representaban aquellos Nuevos Dioses. Y Darkseid terminó aceptando de mala gana la ingenuidad del ser humano (y sobre todo, la astucia de Batman).

Y después, estaba John Stewart.

Su falta de humildad le había costado la vida a un mundo. Jamás había fracasado hasta entonces y, al hacerlo, se sentía responsable de la muerte de miles de millones de seres, y acercar el universo un paso más hacia la entropía era demasiado que soportar. A día de hoy, Stewart y su conciencia lidian con sus actos y seguirán curándose lentamente del error en Green Lantern: Mosaic. No será rápido ni tampoco será sin sufrimiento adicional.

Después de Odisea cósmica, Starlin siguió reduciendo el cosmos a una escala más humana en su siguiente miniserie con varios personajes, The Weird. A partir de ahí, le asignaron Batman, donde exploró al Caballero Oscuro que había establecido en esta historia en las sombrías calles de Gotham City. Pero la llamada del cosmos no se podía ignorar, así que no tardó en volver a amenazar el Universo Marvel con la aniquilación absoluta.

Mike Mignola ha pasado a dibujar fantasía, ciencia ficción y unas pocas historias de superhéroes, así como las portadas más asombrosas que hayamos visto últimamente. En 1992 se publicará Ironwolf, escrita por Howard Chaykin y John Francis Moore, dibujada por Mignola y entintada por P. Craig Russell. Será una novela gráfica en tapa dura que aunará todo lo anterior.

¿Y adónde va el Universo DC? Mientras se descubran más mundos y haya más seres que deseen el poder supremo, no me cabe duda de que existirán más fuerzas que conspirarán para explorar los límites y la resistencia del poder y, en consecuencia, lo pondrán todo en peligro. Y esas fuerzas cósmicas requieren que pongan fin al peligro unos protectores cósmicos, sean previsibles o inesperados.

Sin duda, será un conflicto de proporciones épicas.

Y se escribirá un nuevo capítulo de la historia del Universo DC.

Robert Greenberger
1992

Artículo publicado originalmente como introducción de Odisea Cósmica.