Cuando me planteaba qué escribir para esta introducción, no sabía seguro por dónde comenzar. Podía remontarme a 1987 o 1988 (las brumas del tiempo y una memoria pésima para las fechas me nublan el momento exacto). Fue cuando George Pérez, el brillante cocreador de los Nuevos Titanes, y yo nos reunimos con Barbara Randall Kesel, nuestra editora original, y yo mencioné mi primera idea. También podía remontarme a unos meses más tarde, cuando empezaron a llegar los dibujos, impresionantes e increíbles. O podía avanzar un año más o menos, cuando, decepcionado, vi que el proyecto se frenaba por varias razones. O a cuando, poco más de década y media después, todo volvió a empezar y se paró otra vez para terminar materializándose en este lujoso volumen en cartoné que tenéis entre manos.
Pero hablar de altibajos sin el contexto adecuado no haría más que reducir el placer que me produce decir por fin: “¡Ya está aquí Nuevos Titanes: Juegos!”. Así pues, por favor, dejad que me dé el gustazo.
Soy lector de cómics desde una noche de hace siglos, o eso parece. Mientras veía la tele en casa de un amigo, en vez de cambiar de cadena para poner un programa para niños que nos encantaba a los dos, nos sentamos a ver otro del que no sabíamos nada: The Adventures of Superman. Media hora después, cuando terminó, nos fuimos corriendo al kiosco de la esquina y compramos nuestros primeros cómics. Ya no recorro la manzana para comprarlos, pero sigo haciendo una peregrinación medio regular a la librería más cercana para obtener mi chute multicolor. Ah, y Superman sigue siendo mi personaje favorito.
Hay cosas que no cambian.
Pasaron los años y las series hasta que, un día, compré el número 54 de The Brave and the Bold, de DC. En él, aparecía la primera reunión de tres ayudantes juveniles de la casa con el sencillo título de Kid Flash, Aqualad & Robin. Lo cierto es que ni siquiera de niño me gustaban los héroes jóvenes porque tenían que rendir cuentas a sus mentores adultos. Siempre opiné que tenían poderes y que no les hacía falta que los supervisaran. Sin embargo, no por ello dejé de comprar la revista ni, poco después, el recién estrenado cómic de los Jóvenes Titanes.
Compré todos los números, pero solo era fan del grupo hasta cierto punto. Había episodios que me gustaban y otros que no. Las tramas tenían altibajos, pero el dibujo, que más adelante supe que era obra del increíble Nick Cardy, era maravilloso. Y como adolescente, no me disgustaba la seductora forma con que Nick dibujaba a Wonder Girl.
En algún punto entre el número 1 y el 14, empecé a escribir cómics de forma profesional. La industria estaba cambiando. Los autores originales empezaban a jubilarse y estaban entrando en la industria guionistas, dibujantes e incluso editores nuevos. Mi primer encargo importante fue un número de Blackhawk editado por el difunto Dick Giordano, entintador, editor y maravillosa persona que acababa de llegar a DC procedente de Charlton Comics. También le encargaron editar Teen Titans, y quería nuevos guionistas y nuevas ideas. A algunos novatos, servidor incluido, nos dieron ocasión de escribir para aquella etapa original. Meses después, contribuí al argumento de una historia de varias partes que escribió y dibujó Neal Adams. Después, me ocupé del primer origen real de Wonder Girl, un personaje que era miembro de los Titanes aunque, en realidad, no existiera. Buscad información en internet, porque aquí no tengo espacio para explicar el convulso pasado de Donna Troy.
Dejé los cómics una temporada, pero regresé un año después como editor adjunto de DC. Después, fui editor en Warren Publications y, al final, editor y editor jefe de Marvel. Tras ocho años en dicha empresa, volví a DC en 1980 y formé equipo con George Pérez para crear una (entonces) flamante versión de los Titanes. Pero decidimos hacer exactamente el tipo de cómic que siempre habíamos querido leer y, al trabajar tanto las tramas como los personajes, nuestro grupo fue un éxito rotundo, modestia aparte.
Pasaron los años, y la popularidad de los Titanes seguía aumentando. Por lo general, los guionistas podemos escribir varios episodios mensuales para distintas series, pero los dibujantes solo trabajan en una a tiempo completo. Así, después de cinco años, George necesitaba airearse y hacer cosas nuevas, conque dejó a los Titanes y, poco después, trabajó conmigo en la maxiserie Crisis en Tierras Infinitas.
Una vez terminada la misma, él siguió escribiendo y dibujando una etapa tan dinámica como popular de Wonder Woman. Yo seguí escribiendo otros títulos, pero aún no habíamos terminado con los Titanes. Durante casi toda nuestra etapa, los dos vivíamos a unas manzanas de distancia y nos reuníamos en una cafetería local para abordar los detalles de cada entrega. No obstante, en 1986, yo vivía en California, y George, en Nueva York. No recuerdo con exactitud de dónde salió la idea de una novela gráfica de los Titanes, pero recuerdo que volé a Nueva York para reunirme con George y con nuestra editora, Barbara Randall. No tenía ninguna idea concreta, pero la noción del Director del Juego y sus jugadores estuvo ahí desde el principio. Recuerdo que nos reunimos los tres para esbozar la trama. En aquella época, yo sufría bloqueo de escritor por motivos personales, así que George redactó el argumento a partir de nuestra conversación e incluyó ideas propias para poder ponerse a dibujar de inmediato.
Que yo recuerde, cierto tiempo después, me envió el primer borrador del argumento. Tocaba los puntos principales de la trama, pero no contenía demasiados detalles. No tenía importancia, porque durante los últimos años de los Titanes, a mí se me ocurría una idea básica, luego discutíamos el argumento, George lo dibujaba y yo completaba los diálogos. Aquello era lo mismo pero con menos participación por mi parte debido al mencionado bloqueo.
Cuando me empezaron a llegar las páginas, me quedé extasiado. George había decidido dibujar el libro en un papel más grande que el habitual para las páginas originales. Quería soltarse el pelo e ilustrar escenas que no podía plasmar en hojas más pequeñas. Cada una que llegaba era más impresionante que la anterior. En vez de escribir una página aquí y allá, pasar a otros proyectos, esperar más páginas y luego volver a dedicarme a Juegos, decidí esperar a que todos los dibujos estuvieran terminados para poder redactar los diálogos sin interrupciones. Quería que la historia se leyera como una novela y también asegurarme de que mi estilo fuera consistente en todas las páginas. Pero cada vez que llegaba una, me picaba el gusanillo y quería ponerme a escribirla. George dibujó unas 70 páginas antes de cansarse de los Titanes. Seguro que lo comentará en el epílogo, pero dejó de trabajar en Juegos con la intención de retomarlo más adelante, si bien no de inmediato. Escribió y dibujó otras series, y yo estaba ocupado c los cómics, la animación y otros medios, así que no retomamos el libro. Las fotocopias a tamaño completo de aquellas magníficas 70 páginas se pasaron años metidas en mi armario. De vez en cuando, las miraba y pensaba que ojalá hubiera forma de terminar aquella historia; sin embargo, a mi pesar, en DC decían que aquello solo podía dibujarlo George y escribirlo yo. Tenía que ser nuestro canto del cisne con los Titanes, y si no se podía hacer bien, no se haría. Y por muchas ganas que tuviera de ver la obra publicada, no podía discutírselo. En fin, que pasó el tiempo y, en 2004, yo estaba con unos amigos en la feria del condado de Los Ángeles. Aquel día, recibí una llamada de George, que me preguntó si estaba interesado en terminar Juegos. Le dije que sí. No. Grité que sí. Se hicieron los planes oportunos y se anunció la obra a los medios formados por lectores. Sinceramente, no sé qué pasó entonces, pero el proyecto volvió a irse al traste. Tampoco estoy seguro de qué pasó después, pero sí me acuerdo de haber i a Nueva York y de haber mencionado a Dan DiDio, actual codirector editorial de DC, que en 2010 se acercaba el 30.º aniversario de los Titanes. Si Juegos se iba a publicar algún día, tenía que ser entonces. Un mes después o así, se volvió a poner en marcha, lo cual nos conduce al presente volumen. Pero las cosas habían cambiado. Nunca habíamos decidido el final de la novela gráfica original de 1987. Después de la página 70, no teníamos más que ideas sueltas y ninguna conclusión real. No figuraba en el argumento inicial, pero lo habríamos solucionado si el libro hubiera seguido adelante en 1988. Además, George, el resto del mundo y yo habíamos cambiado. La historia tal como la habíamos imaginado no habría tenido el mismo gancho que en su día no solo por lo sucedido en el mundo desde entonces sino también porque la forma de contar historias había cambiado.
Así pues, nos replanteamos lo que habíamos hecho. Buscamos nuevas motivaciones para los personajes y creamos a nuevos villanos. Toda la trama, desde la primera página, pasó por una revisión seria. Le dimos otro tono, otra consistencia y una buena mano de pintura. En resumen, sacamos una historia completamente nueva de los dibujos que ya existían. Desechamos unas cuantas escenas que ya no funcionaban, revisamos otras y añadimos más para completar el argumento nuevo. Hacía décadas que había dejado atrás el bloqueo, así que redacté las ideas nuevas, y George las fue seleccionando a medida que dibujaba las últimas páginas. Así pues, en 1988 se escribió el argumento de una historia de la que se dibujó la mitad de páginas. En 2010, se modificó el argumento y se completó la otra mitad de los dibujos.
La fecha de entrega más larga que hayan tenido los Titanes.
Espero que este volumen contenga lo mejor de lo que la gente recuerda de los Titanes de George y míos y que, además, resulte sólido y sorprendente para el público actual. Nos entusiasman los cambios que hemos hecho y, en todo caso, nos habría gustado que el libro fuera más largo para poder explorar algunas ideas que se nos ocurrieron.
Antes de terminar, una anécdota. Hace unos meses, desayuné con George en el salón del cómic de Orlando (Florida). Allí, hablamos del libro y tuvimos varias ideas. Este proyecto iba a ser nuestro primer reencuentro. Mike Perkins, entintador de Juegos (y gran artista de por sí), nos acompañaba mientras George y yo nos íbamos lanzando ideas. Se nos ocurrían conceptos, descartábamos otros, nos adelantábamos a lo que diría el otro y concretamos así una historia que se había gestado durante mucho tiempo. Los dos salimos de allí pensando que, en el momento en que nos habíamos sentado, parecía igual que cuando trabajábamos juntos en los viejos tiempos. Mike nos dijo que haber estado allí era el sueño de todo lector, porque notaba que la conexión que compartíamos seguía presente y más fuerte que nunca.
Pues bien, ya conocéis la génesis de Juegos tal como la recuerdo. Ha pasado mucho tiempo (¡23 años!) y, sinceramente, me parece que la espera ha merecido la pena. El relato que hoy os ofrecemos es más potente que el que se nos había ocurrido al principio, hace casi un cuarto de siglo. Esperamos que estéis de acuerdo. Con el paso de los años, he dicho en varias entrevistas que George fue el mejor compañero que había tenido y también un gran amigo. Me encanta que haber hecho este cómic haya vuelto a demostrar eso.
Hay cosas que no cambian.
Marv Wolfman
Pero hablar de altibajos sin el contexto adecuado no haría más que reducir el placer que me produce decir por fin: “¡Ya está aquí Nuevos Titanes: Juegos!”. Así pues, por favor, dejad que me dé el gustazo.
Soy lector de cómics desde una noche de hace siglos, o eso parece. Mientras veía la tele en casa de un amigo, en vez de cambiar de cadena para poner un programa para niños que nos encantaba a los dos, nos sentamos a ver otro del que no sabíamos nada: The Adventures of Superman. Media hora después, cuando terminó, nos fuimos corriendo al kiosco de la esquina y compramos nuestros primeros cómics. Ya no recorro la manzana para comprarlos, pero sigo haciendo una peregrinación medio regular a la librería más cercana para obtener mi chute multicolor. Ah, y Superman sigue siendo mi personaje favorito.
Hay cosas que no cambian.
Pasaron los años y las series hasta que, un día, compré el número 54 de The Brave and the Bold, de DC. En él, aparecía la primera reunión de tres ayudantes juveniles de la casa con el sencillo título de Kid Flash, Aqualad & Robin. Lo cierto es que ni siquiera de niño me gustaban los héroes jóvenes porque tenían que rendir cuentas a sus mentores adultos. Siempre opiné que tenían poderes y que no les hacía falta que los supervisaran. Sin embargo, no por ello dejé de comprar la revista ni, poco después, el recién estrenado cómic de los Jóvenes Titanes.
Compré todos los números, pero solo era fan del grupo hasta cierto punto. Había episodios que me gustaban y otros que no. Las tramas tenían altibajos, pero el dibujo, que más adelante supe que era obra del increíble Nick Cardy, era maravilloso. Y como adolescente, no me disgustaba la seductora forma con que Nick dibujaba a Wonder Girl.
En algún punto entre el número 1 y el 14, empecé a escribir cómics de forma profesional. La industria estaba cambiando. Los autores originales empezaban a jubilarse y estaban entrando en la industria guionistas, dibujantes e incluso editores nuevos. Mi primer encargo importante fue un número de Blackhawk editado por el difunto Dick Giordano, entintador, editor y maravillosa persona que acababa de llegar a DC procedente de Charlton Comics. También le encargaron editar Teen Titans, y quería nuevos guionistas y nuevas ideas. A algunos novatos, servidor incluido, nos dieron ocasión de escribir para aquella etapa original. Meses después, contribuí al argumento de una historia de varias partes que escribió y dibujó Neal Adams. Después, me ocupé del primer origen real de Wonder Girl, un personaje que era miembro de los Titanes aunque, en realidad, no existiera. Buscad información en internet, porque aquí no tengo espacio para explicar el convulso pasado de Donna Troy.
Dejé los cómics una temporada, pero regresé un año después como editor adjunto de DC. Después, fui editor en Warren Publications y, al final, editor y editor jefe de Marvel. Tras ocho años en dicha empresa, volví a DC en 1980 y formé equipo con George Pérez para crear una (entonces) flamante versión de los Titanes. Pero decidimos hacer exactamente el tipo de cómic que siempre habíamos querido leer y, al trabajar tanto las tramas como los personajes, nuestro grupo fue un éxito rotundo, modestia aparte.
Pasaron los años, y la popularidad de los Titanes seguía aumentando. Por lo general, los guionistas podemos escribir varios episodios mensuales para distintas series, pero los dibujantes solo trabajan en una a tiempo completo. Así, después de cinco años, George necesitaba airearse y hacer cosas nuevas, conque dejó a los Titanes y, poco después, trabajó conmigo en la maxiserie Crisis en Tierras Infinitas.
Una vez terminada la misma, él siguió escribiendo y dibujando una etapa tan dinámica como popular de Wonder Woman. Yo seguí escribiendo otros títulos, pero aún no habíamos terminado con los Titanes. Durante casi toda nuestra etapa, los dos vivíamos a unas manzanas de distancia y nos reuníamos en una cafetería local para abordar los detalles de cada entrega. No obstante, en 1986, yo vivía en California, y George, en Nueva York. No recuerdo con exactitud de dónde salió la idea de una novela gráfica de los Titanes, pero recuerdo que volé a Nueva York para reunirme con George y con nuestra editora, Barbara Randall. No tenía ninguna idea concreta, pero la noción del Director del Juego y sus jugadores estuvo ahí desde el principio. Recuerdo que nos reunimos los tres para esbozar la trama. En aquella época, yo sufría bloqueo de escritor por motivos personales, así que George redactó el argumento a partir de nuestra conversación e incluyó ideas propias para poder ponerse a dibujar de inmediato.
Que yo recuerde, cierto tiempo después, me envió el primer borrador del argumento. Tocaba los puntos principales de la trama, pero no contenía demasiados detalles. No tenía importancia, porque durante los últimos años de los Titanes, a mí se me ocurría una idea básica, luego discutíamos el argumento, George lo dibujaba y yo completaba los diálogos. Aquello era lo mismo pero con menos participación por mi parte debido al mencionado bloqueo.
Cuando me empezaron a llegar las páginas, me quedé extasiado. George había decidido dibujar el libro en un papel más grande que el habitual para las páginas originales. Quería soltarse el pelo e ilustrar escenas que no podía plasmar en hojas más pequeñas. Cada una que llegaba era más impresionante que la anterior. En vez de escribir una página aquí y allá, pasar a otros proyectos, esperar más páginas y luego volver a dedicarme a Juegos, decidí esperar a que todos los dibujos estuvieran terminados para poder redactar los diálogos sin interrupciones. Quería que la historia se leyera como una novela y también asegurarme de que mi estilo fuera consistente en todas las páginas. Pero cada vez que llegaba una, me picaba el gusanillo y quería ponerme a escribirla. George dibujó unas 70 páginas antes de cansarse de los Titanes. Seguro que lo comentará en el epílogo, pero dejó de trabajar en Juegos con la intención de retomarlo más adelante, si bien no de inmediato. Escribió y dibujó otras series, y yo estaba ocupado c los cómics, la animación y otros medios, así que no retomamos el libro. Las fotocopias a tamaño completo de aquellas magníficas 70 páginas se pasaron años metidas en mi armario. De vez en cuando, las miraba y pensaba que ojalá hubiera forma de terminar aquella historia; sin embargo, a mi pesar, en DC decían que aquello solo podía dibujarlo George y escribirlo yo. Tenía que ser nuestro canto del cisne con los Titanes, y si no se podía hacer bien, no se haría. Y por muchas ganas que tuviera de ver la obra publicada, no podía discutírselo. En fin, que pasó el tiempo y, en 2004, yo estaba con unos amigos en la feria del condado de Los Ángeles. Aquel día, recibí una llamada de George, que me preguntó si estaba interesado en terminar Juegos. Le dije que sí. No. Grité que sí. Se hicieron los planes oportunos y se anunció la obra a los medios formados por lectores. Sinceramente, no sé qué pasó entonces, pero el proyecto volvió a irse al traste. Tampoco estoy seguro de qué pasó después, pero sí me acuerdo de haber i a Nueva York y de haber mencionado a Dan DiDio, actual codirector editorial de DC, que en 2010 se acercaba el 30.º aniversario de los Titanes. Si Juegos se iba a publicar algún día, tenía que ser entonces. Un mes después o así, se volvió a poner en marcha, lo cual nos conduce al presente volumen. Pero las cosas habían cambiado. Nunca habíamos decidido el final de la novela gráfica original de 1987. Después de la página 70, no teníamos más que ideas sueltas y ninguna conclusión real. No figuraba en el argumento inicial, pero lo habríamos solucionado si el libro hubiera seguido adelante en 1988. Además, George, el resto del mundo y yo habíamos cambiado. La historia tal como la habíamos imaginado no habría tenido el mismo gancho que en su día no solo por lo sucedido en el mundo desde entonces sino también porque la forma de contar historias había cambiado.
Así pues, nos replanteamos lo que habíamos hecho. Buscamos nuevas motivaciones para los personajes y creamos a nuevos villanos. Toda la trama, desde la primera página, pasó por una revisión seria. Le dimos otro tono, otra consistencia y una buena mano de pintura. En resumen, sacamos una historia completamente nueva de los dibujos que ya existían. Desechamos unas cuantas escenas que ya no funcionaban, revisamos otras y añadimos más para completar el argumento nuevo. Hacía décadas que había dejado atrás el bloqueo, así que redacté las ideas nuevas, y George las fue seleccionando a medida que dibujaba las últimas páginas. Así pues, en 1988 se escribió el argumento de una historia de la que se dibujó la mitad de páginas. En 2010, se modificó el argumento y se completó la otra mitad de los dibujos.
La fecha de entrega más larga que hayan tenido los Titanes.
Espero que este volumen contenga lo mejor de lo que la gente recuerda de los Titanes de George y míos y que, además, resulte sólido y sorprendente para el público actual. Nos entusiasman los cambios que hemos hecho y, en todo caso, nos habría gustado que el libro fuera más largo para poder explorar algunas ideas que se nos ocurrieron.
Antes de terminar, una anécdota. Hace unos meses, desayuné con George en el salón del cómic de Orlando (Florida). Allí, hablamos del libro y tuvimos varias ideas. Este proyecto iba a ser nuestro primer reencuentro. Mike Perkins, entintador de Juegos (y gran artista de por sí), nos acompañaba mientras George y yo nos íbamos lanzando ideas. Se nos ocurrían conceptos, descartábamos otros, nos adelantábamos a lo que diría el otro y concretamos así una historia que se había gestado durante mucho tiempo. Los dos salimos de allí pensando que, en el momento en que nos habíamos sentado, parecía igual que cuando trabajábamos juntos en los viejos tiempos. Mike nos dijo que haber estado allí era el sueño de todo lector, porque notaba que la conexión que compartíamos seguía presente y más fuerte que nunca.
Pues bien, ya conocéis la génesis de Juegos tal como la recuerdo. Ha pasado mucho tiempo (¡23 años!) y, sinceramente, me parece que la espera ha merecido la pena. El relato que hoy os ofrecemos es más potente que el que se nos había ocurrido al principio, hace casi un cuarto de siglo. Esperamos que estéis de acuerdo. Con el paso de los años, he dicho en varias entrevistas que George fue el mejor compañero que había tenido y también un gran amigo. Me encanta que haber hecho este cómic haya vuelto a demostrar eso.
Hay cosas que no cambian.
Marv Wolfman