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Muerte y resurrección de John Constantine

¿Qué hacer con un personaje popular cuando su serie deja de tener éxito? La industria estadounidense de los cómics lleva décadas tratando de responder a esta pregunta. Y es que, como los seres de carne y hueso, las criaturas de papel también envejecen, perdiendo el brillo que antaño las hizo sorprendentes y atractivas. Para escapar a las consecuencias del paso del tiempo, deben someterse a curas periódicas de rejuvenecimiento.

Pese a todos sus poderes, los héroes más emblemáticos de DC Comics han cumplido a rajatabla la máxima de renovarse o morir. En los casos más extremos, incluso, la muerte precedía a la renovación. Así ocurrió con la Cosa del Pantano, con Superman y con el hechicero John Constantine.

Desde su creación en 1985, el ocultista inglés había superado toda clase de adversidades, incluido un catastrófico exorcismo, un cáncer de pulmón y unas largas vacaciones en la cárcel, el manicomio y el infierno.Sin embargo, en 2012, el tiempo transcurrido desde su aparición había hecho mella en su popularidad. Lo que a mediados de los ochenta era un concepto novedoso en la segunda década del siglo XXI empezaba a resultar predecible y a mostrar signos de agotamiento. Para devolverle su vitalidad, los directivos de DC anunciaron la cancelación de Hellblazer (la serie que John Constantine había protagonizado durante 25 años) y su reemplazo por un nuevo título enraizado en el universo superheroico de la compañía.

Aunque John Constantine había surgido de ese cosmos narrativo, se le había mantenido cuidadosamente apartado desde que la línea Vertigo se desgajó del resto de productos de la editorial allá por 1993. Afortunadamente, las convulsiones que en los últimos tiempos han sacudido los cimientos de la compañía devolvieron al mago su puesto en el panteón oficial de DC Comics. Esta decisión obedecía al propósito nada disimulado de difundir sus aventuras entre un público más amplio que el de las publicaciones de Vertigo. Su inserción en el Nuevo Universo DC se hizo en dos pasos. Primero, el cínico ocultista ingresó en la Liga de la Justicia Oscura en septiembre de 2011. Después, protagonizó su propia cabecera en mayo de 2013. Así nació Constantine.

Frente a Hellblazer, Constantine presentaba una encarnación más joven y moderna del cínico ocultista que, en esta versión, permanece soltero y ha fijado su lugar de residencia en la ciudad de Nueva York. Por lo demás, el personaje conserva el descaro y la desenvoltura que le granjearon tanta simpatía entre los lectores. También mantiene intactos el hábito de fumar un cigarrillo tras otro y la afición al maquiavelismo y a la traición. Si algo ha cambiado en su vida es la naturaleza de las amenazas a las que se enfrenta.

Los guionistas Jeff Lemire y Ray Fawkes (responsables literarios de Liga de la Justicia Oscura y, por tanto, familiarizados con la nueva encarnación del personaje) han apartado al mago de Liverpool del conflicto entre el Cielo y el Infierno que proliferaba en muchas historias de Hellblazer. ¿De qué trata, pues, Constantine? Sus episodios inaugurales giran en torno a los efectos corruptores de la magia. Al respecto, el dibujante brasileño Renato Guedes (magníficamente asistido por el colorista Marcelo Maiolo) plasma perfectamente la combinación de poder, maldad y locura inherente al ejercicio de la hechicería. Sobre todo, al presentar a Sargón en una versión renovada. La espectacular secuencia en que esta criatura aparece por primera vez causa en el lector una impresión aterradora. La brujería, parecen decir estas imágenes, sitúa a los magos tan por encima del género humano que los pervierte, disolviendo su integridad y evaporando sus tabúes morales.

En este mundo de seres extraordinarios resulta aún más extraordinaria la figura de John Constantine, un individuo consagrado a debilitar y a controlar el poder mágico que sus colegas anhelan. Sin embargo, no hay nobleza o altruismo en sus hazañas. Más bien al contrario. Parece como si actuara movido por la soberbia, ya que disfruta humillando a sus rivales mediante el despliegue de sus conocimientos, su inteligencia y sus dotes como estratega. En La chispa y la llama (historia que ocupa buena parte del primer volumen de la serie), el cínico mago juega al ratón y al gato con seres mucho más poderosos que él, como Sargón, Mister E o el mismísimo Espectro. Se trata, por tanto, de recrear un viejo tópico del suspense: el relato de la caza al hombre. A medida que transcurre la historia, el cerco se va estrechando alrededor del protagonista. Para revertir esta situación, el hechicero de la gabardina apura todas sus reservas de elocuencia y de astucia para manipular tanto a sus enemigos como a los incautos que se cruzan en su camino. El resultado es una entretenida aventura que Fawkes y Lemire han desarrollado con pericia y que Renato Guedes ha dibujado con destreza y un estilo muy atractivo. De esta forma, Constantine devuelve a su protagonista el brillo de lo novedoso y, esperemos, el favor del público.

¿Qué hacer con un personaje popular cuando su serie deja de tener éxito? La muerte puede ser una estrategia válida para responder a esta pregunta, siempre que el funeral no responda exclusivamente a fines comerciales y que se combine con la elección de un sólido equipo creativo. De la habilidad de dibujantes y guionistas para amasar el barro que los editores ponen en sus manos depende que una serie se alce o se derrumbe. Con destreza, Jeff Lemire, Ray Fawkes y Renato Guedes están modelando en Constantine unas historias entretenidas y apasionantes. En sus manos, John Constantine ha resucitado. Y lo ha hecho en todo su sombrío y enigmático esplendor.

Jorge García

Artículo publicado originalmente en las páginas de Constantine núm. 1.