Trance especialmente duro, el que está atravesando el Hombre Murciélago: los dramáticos sucesos relatados en las páginas de Batman Inc. núm. 2 –que convendría leer de forma previa a estas líneas– han propiciado un significativo cambio en el statu quo del personaje y su entorno, que inevitablemente tiene su reflejo en todas las colecciones situadas en este rincón del Nuevo Universo DC. Tratándose de las series que durante las últimas décadas han dado forma a la versión que hoy conocemos del Caballero Oscuro, Detective Comics y Batman no podían ser una excepción; y si bien es cierto que John Layman y Jason Fabok abordan el tema de forma somera –prestando más atención a la evolución de Ignatius Ogilvy, usurpador del trono de Oswald Cobblepot–, Scott Snyder dedica tiempo y espacio a reflexionar sobre el proceso de duelo de nuestro protagonista, contando con la inestimable colaboración de dos viejos conocidos de la franquicia: Andy Kubert, pieza básica en el inicio de la etapa de Grant Morrison en Batman y responsable del apartado gráfico de la sobresaliente ¿Qué le sucedió al Cruzado Enmascarado? (incluida en Neil Gaiman: Leyendas del Universo DC); y Alex Maleev, quien a finales de los años 90 se convirtió en uno de los dibujantes recurrentes de la saga Tierra de nadie.
Pronto queda de manifiesto que el oscuro uniforme de Batman adquiere, más que nunca, connotaciones luctuosas: materializado su peor temor –que, como sucedió con Jason Todd, otro de sus protegidos fallezca en acto de servicio–, Bruce Wayne se sumerge en su cruzada contra el crimen para anestesiar el dolor y el sentimiento de culpa asociados a la pérdida. Como una fuerza de la naturaleza desatada, iracunda y vengativa, combate a matones del tres al cuarto con una violencia y un descuido inusitados, hasta el punto de que una avezada observadora no tarda en percibir que algo extraño sucede. Nos referimos a la misteriosa Harper Row, que debutó en las páginas de Batman núm. 6: recordará el lector que por aquel entonces, un Snyder parco en detalles le confirió el papel de inesperada salvadora de nuestro protagonista, moribundo tras su enfrentamiento contra el Tribunal de los búhos. Pero en un claro indicio de que la intrépida joven estaba llamada a adquirir mayor importancia en un futuro que ya es presente, el guionista sugirió un encuentro previo entre ambos personajes, alimentando así su halo de misterio ("Ya te lo he dicho una vez... déjame en paz. Hablo en serio"). No fue hasta la undécima entrega de esta cabecera cuando volvimos a tener noticias de ella, en un número de transición en el que –como ahora hace el menor de los hermanos Kubert– Becky Cloonan y Andy Clarke concedieron un merecido descanso a Greg Capullo. En dicho cómic se ofrecieron claves adicionales que invitaban a pensar que la intención de Snyder era continuar explorando los diferentes linajes de importancia en la historia pasada y reciente de Gotham City, ¿siendo uno de ellos el asociado al apellido Row? Se nos presentó a Cullen –hermano de Harper– y se hizo una velada alusión a su padre, que puesta en relación con la significativa omisión de una figura materna y con un barrio violento, reflejaba un contexto social y familiar problemático. También se confirmó la impresión inicialmente causada por la joven, tan testaruda y talentosa como empeñada en ayudar al Hombre Murciélago. Ánimo colaborativo sustentado en la admiración y el agradecimiento que siente por quien, sin saberlo, tal vez sea la primera persona que en mucho tiempo se preocupa genuina y desinteresadamente por ella.
Pero, ¿qué papel está destinado a interpretar Harper Row? El reciente asesinato de un integrante de la bat-familia parece ofrecer una respuesta plausible, pero a la espera de nuevos acontecimientos que confirmen o desmientan las hipótesis más evidentes, Scott Snyder otorga una funcionalidad dramática muy concreta a este personaje de reciente creación: si en La muerte de la familia, optó por plantear un relato en primera persona a través de cuadros de texto que capturaban las reflexiones y sentimientos de Bruce Wayne, en este caso la historia parecía pedir una aproximación diferente. La elección de Harper como narradora permite dar un paso atrás para observar a Batman desde una perspectiva más alejada; para plasmar sobre el papel cómo son percibidos el pesar y la alienación del Hombre Murciélago por quien podríamos considerar como la personificación de todos los héroes anónimos y cotidianos de Gotham. Elección del guionista neoyorquino que impulsa la evolución de esta aspirante a sidekick, insinuando no solo “la gran historia, repleta de misterio, que oculta su herencia e identidad”, sino también “que está llamada a desempeñar un rol importante en la ciudad”.
Teniendo en cuenta que desde su etapa al frente de Detective Comics Scott Snyder ha venido insistiendo en la idea de considerar Gotham City como un personaje con entidad propia –más que un mero emplazamiento–, no es de extrañar que se pronuncie en los siguientes términos: “La ciudad, siendo tan dura y desafiante, también es ocasionalmente indulgente; y, muy de vez en cuando, incluso cariñosa: tiene una retorcida relación con sus héroes, castigándolos únicamente para hacerlos más fuertes. Es capaz de provocar situaciones horribles para, acto seguido, sorprender con su ternura”. Una figura retórica, la prosopopeya empleada por el guionista, que alimenta la mística gothamita hasta el punto de que Harper se convierte en una suerte de emisaria de la metrópolis, que en las horas más bajas del Caballero Oscuro, surge en su ayuda para recordarle la necesidad de que asuma sus obligaciones autoimpuestas desde la responsabilidad y la cordura. Para obligarle a que la bat-señal siga brillando en el cielo como reconfortante recordatorio de que allí estará cuando más se le necesite. Porque, en resumidas cuentas, “más que una persona, se supone que debe ser una idea”: un concepto que inspira esperanza en los ciudadanos honrados, y temor en los criminales.
David Fernández
Artículo incluido en las páginas de Batman núm. 17.
Pronto queda de manifiesto que el oscuro uniforme de Batman adquiere, más que nunca, connotaciones luctuosas: materializado su peor temor –que, como sucedió con Jason Todd, otro de sus protegidos fallezca en acto de servicio–, Bruce Wayne se sumerge en su cruzada contra el crimen para anestesiar el dolor y el sentimiento de culpa asociados a la pérdida. Como una fuerza de la naturaleza desatada, iracunda y vengativa, combate a matones del tres al cuarto con una violencia y un descuido inusitados, hasta el punto de que una avezada observadora no tarda en percibir que algo extraño sucede. Nos referimos a la misteriosa Harper Row, que debutó en las páginas de Batman núm. 6: recordará el lector que por aquel entonces, un Snyder parco en detalles le confirió el papel de inesperada salvadora de nuestro protagonista, moribundo tras su enfrentamiento contra el Tribunal de los búhos. Pero en un claro indicio de que la intrépida joven estaba llamada a adquirir mayor importancia en un futuro que ya es presente, el guionista sugirió un encuentro previo entre ambos personajes, alimentando así su halo de misterio ("Ya te lo he dicho una vez... déjame en paz. Hablo en serio"). No fue hasta la undécima entrega de esta cabecera cuando volvimos a tener noticias de ella, en un número de transición en el que –como ahora hace el menor de los hermanos Kubert– Becky Cloonan y Andy Clarke concedieron un merecido descanso a Greg Capullo. En dicho cómic se ofrecieron claves adicionales que invitaban a pensar que la intención de Snyder era continuar explorando los diferentes linajes de importancia en la historia pasada y reciente de Gotham City, ¿siendo uno de ellos el asociado al apellido Row? Se nos presentó a Cullen –hermano de Harper– y se hizo una velada alusión a su padre, que puesta en relación con la significativa omisión de una figura materna y con un barrio violento, reflejaba un contexto social y familiar problemático. También se confirmó la impresión inicialmente causada por la joven, tan testaruda y talentosa como empeñada en ayudar al Hombre Murciélago. Ánimo colaborativo sustentado en la admiración y el agradecimiento que siente por quien, sin saberlo, tal vez sea la primera persona que en mucho tiempo se preocupa genuina y desinteresadamente por ella.
Pero, ¿qué papel está destinado a interpretar Harper Row? El reciente asesinato de un integrante de la bat-familia parece ofrecer una respuesta plausible, pero a la espera de nuevos acontecimientos que confirmen o desmientan las hipótesis más evidentes, Scott Snyder otorga una funcionalidad dramática muy concreta a este personaje de reciente creación: si en La muerte de la familia, optó por plantear un relato en primera persona a través de cuadros de texto que capturaban las reflexiones y sentimientos de Bruce Wayne, en este caso la historia parecía pedir una aproximación diferente. La elección de Harper como narradora permite dar un paso atrás para observar a Batman desde una perspectiva más alejada; para plasmar sobre el papel cómo son percibidos el pesar y la alienación del Hombre Murciélago por quien podríamos considerar como la personificación de todos los héroes anónimos y cotidianos de Gotham. Elección del guionista neoyorquino que impulsa la evolución de esta aspirante a sidekick, insinuando no solo “la gran historia, repleta de misterio, que oculta su herencia e identidad”, sino también “que está llamada a desempeñar un rol importante en la ciudad”.
Teniendo en cuenta que desde su etapa al frente de Detective Comics Scott Snyder ha venido insistiendo en la idea de considerar Gotham City como un personaje con entidad propia –más que un mero emplazamiento–, no es de extrañar que se pronuncie en los siguientes términos: “La ciudad, siendo tan dura y desafiante, también es ocasionalmente indulgente; y, muy de vez en cuando, incluso cariñosa: tiene una retorcida relación con sus héroes, castigándolos únicamente para hacerlos más fuertes. Es capaz de provocar situaciones horribles para, acto seguido, sorprender con su ternura”. Una figura retórica, la prosopopeya empleada por el guionista, que alimenta la mística gothamita hasta el punto de que Harper se convierte en una suerte de emisaria de la metrópolis, que en las horas más bajas del Caballero Oscuro, surge en su ayuda para recordarle la necesidad de que asuma sus obligaciones autoimpuestas desde la responsabilidad y la cordura. Para obligarle a que la bat-señal siga brillando en el cielo como reconfortante recordatorio de que allí estará cuando más se le necesite. Porque, en resumidas cuentas, “más que una persona, se supone que debe ser una idea”: un concepto que inspira esperanza en los ciudadanos honrados, y temor en los criminales.
David Fernández
Artículo incluido en las páginas de Batman núm. 17.