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Mandan en Gotham desde las sombras

 “Yo soy la única leyenda que esta ciudad necesita. En muchos sentidos, es mi amiga más vieja y sincera. Y me conoce mejor que nadie, como yo mismo a ella. Por eso puedo afirmar que no existe ningún Tribunal de los Búhos. En Gotham, no. En mi ciudad, no”.

En la primera entrega de esta colección pudimos observar a un Batman confiado, exultante, e incluso un tanto arrogante. Creyéndose un paso por delante de cualquier posible amenaza, evidenciando cierto sentido de la propiedad sobre su hogar, y negando la más mínima posibilidad de que la urbe a cuya protección ha consagrado su existencia le oculte el más mínimo secreto. Esta es la idea sobre la que Scott Snyder y Greg Capullo han construido su ambiciosa etapa al frente de Batman, explorando la posibilidad de que, tal vez, el sistema de creencias del Hombre Murciélago presenta fisuras que bien podrían provocar que se tambaleara su cruzada contra el crimen.

Lo cierto es que el plan trazado por el guionista viene de lejos, remontándose a los tiempos en que escribió Detective ComicsBatman: Espejo oscuro, Batman: Detective Comics - Ciudad hambrienta– y Batman: Puertas de Gotham, donde comenzó a indagar en la historia oculta de la urbe y de los linajes familiares que impulsaron su crecimiento. Obras, también, en las que contó con la colaboración de “dibujantes deseosos de insertar referencias a los búhos en la arquitectura, el arte y otros aspectos de la ciudad, de modo que mantuvieran una presencia fantasmal en la misma”. Efectivamente, tanto Jock como Francesco Francavilla, Derec Donovan, Dustin Nguyen y Trevor McCarthy, se encargaron de dibujar algún que otro easter egg alusivo a la naturaleza aviar de la inminente amenaza a la que se tendría que enfrentar el Caballero Oscuro. Sutiles referencias que, descontextualizadas, bien podrían pasar inadvertidas; pero que a la luz de la irrupción del Tribunal de los Búhos cobran un nuevo sentido, que Snyder intuye será más evidente para los incondicionales de Batman: “Creo que los búhos acarrean un bagaje escalofriante para los seguidores más veteranos y son, por si mismos, un símbolo antitético del murciélago. Los recién llegados, en cambio, no tienen por qué sentir esa sensación de familiaridad. Pero la mera presencia de los búhos es, de algún modo, aterradora”.

Las connotaciones que evocan estas aves rapaces no solo se deben al hecho de ser criaturas nocturnas, o a su vinculación con la mitología de la Grecia clásica –simbolizaban la sabiduría y la perspicacia, además de asociarse a la figura de Atenea–, sino también a su condición de depredadores de los murciélagos. Una circunstancia que no fue ignorada durante la Edad de Plata del cómic americano, ya que en su día Bill Finger y Sheldon Moldoff vistieron a Robin como una suerte de Hombre Búho (Batman núm. 107, 1957), y Gardner Fox y Mike Sekowsky crearon a Owlman como némesis de Batman (Justice League of America núm. 29, 1964). Material clásico que, como comprobaremos, Snyder no pierde de vista, en un intento por “hacer justicia a la contraposición simbólica que provocará el enfrentamiento entre búhos y murciélagos”.

Con las dos entregas de la colección americana Batman contenidas en el primer número de esta reedición, el equipo creativo puso sobre la mesa diferentes interrogantes: ¿Qué es el Tribunal de los Búhos? ¿Hasta dónde llega el alcance de su influencia? ¿Por qué han “condenado a muerte” a Bruce Wayne? ¿A qué se refería la Garra cuando, mientras se precipitaba al vacío, afirmó “Me encanta matar a los Wayne”? ¿Por qué el Cruzado de la Capa está tan seguro de que la misteriosa organización no existe? Los cómics recopilados en este tomo despejan algunas de estas incógnitas, sentando las bases de un ejercicio de retrocontinuidad que, lejos de tergiversar o contravenir la mitología del Caballero Oscuro, la enriquecerá. El propio guionista se encarga de asegurar que entre sus objetivos no se encuentra reformular el origen de Batman –que considera “sagrado”–, cambiar el modo en que sus padres fueron asesinados, ni alterar la autoría del crimen perpetrado aquella aciaga noche en Park Row. Pero sí desarrollar la idea de que el Tribunal de los Búhos jugó un papel importante en la definición del carácter, la biografía y las motivaciones de algunos de los principales personajes de la franquicia, sin que ellos lo supieran. Conexiones que buscan arrojar luz sobre aspectos del personaje hasta ahora inexplorados, ya que como hizo en La Cosa del Pantano, lo que en realidad quiere Snyder es “partiendo de su esencia, intentar encontrar material que atesore el potencial suficiente para llegar a ser tan importante como sus orígenes”.

Este intento llega precisamente cuando Bruce Wayne trata de contribuir activamente a la renovación arquitectónica, política y moral de Gotham City a través de la vertiente civil de su personalidad. Pretensiones relacionadas con la responsabilidad propia de quien se sabe heredero de un legado familiar que debe honrar. Y es en este punto donde el guionista incurre de nuevo en esa mezcla de thriller y terror psicológico que tan bien domina, para explorar las consecuencias que en la identidad de nuestro protagonista tiene la progresiva constatación de que, tal y como reza la vieja canción infantil, la misteriosa sociedad secreta “nunca deja de vigilar”; de que todos los indicios apuntan a que “mandan en Gotham desde la sombras”, hasta el punto de que el antaño contundente ejercicio de negación que encabeza estas líneas adquiere ahora un preocupante tono titubeante. El contexto dramático perfecto para, dentro de tres meses, disfrutar del inevitable enfrentamiento que no solo se ha convertido en una de las aportaciones recientes más destacadas a la bibliografía del Cruzado de la Capa –demostración inequívoca de la química compartida por el equipo creativo–, sino también en el ocaso de una jornada que pronto dará paso a La noche de los búhos...

David Fernández