Eccediciones

Lobo: El último czarniano

La primera aparición de Lobo tuvo lugar en la serie The Omega Men en junio de 1983. Esta cabecera —escrita por Roger Slifer y dibujada por Keith Giffen— giraba en torno a las aventuras de un grupo de alienígenas en el sistema estelar de Vega. Entre los secundarios destacaba cierto cazador de recompensas de origen velorpiano. ¿Velorpiano? Sí, aquella encarnación tenía poco que ver con la actual, aunque ya por entonces se trataba del último miembro de una raza extinguida. En mayo de 1986 se clausuró la colección de los Omega Men fruto de la remodelación profunda que estaba sufriendo el cosmos DC a causa de Crisis en Tierras Infinitas. Afortunadamente, Giffen se había encariñado con su creación y la rescató del olvido dos años después en las páginas de su célebre Liga de la Justicia Internacional. Allí acentuó los rasgos humorísticos del personaje, lo cual disparó su popularidad entre los lectores. Esta fama instantánea se tradujo en una serie propia (limitada a cuatro episodios) que, con el título de El último czarniano, instaló al despiadado alien gena en el firmamento del Universo DC desde su aparición en noviembre de 1990.

Al frente de El último czarniano había un equipo creativo de excepción. Lo componían el propio Keith Giffen (como argumentista), el guionista escocés Alan Grant y el artista inglés Simon Bisley. El primero era un autor sobradamente conocido por el público estadounidense. Había comenzado su carrera a mediados de los setenta imitando la estética de diversos dibujantes (especialmente Jack Kirby). Pronto se reveló como un narrador eficaz y como un argumentista competente provisto de un arsenal de ideas interesantes.  Junto al escritor Paul Levitz, revitalizó la Legión de Superhéroes a principios de los ochenta. Más tarde, en compañía del dialoguista J.M. DeMatteis y del dibujante Kevin Maguire, introdujo el tono de comedia en las aventuras de la Liga de la Justicia, convirtiendo a los héroes más poderosos del planeta en un éxito fulminante de crítica y público.
Pese a su origen británico, Alan Grant no era un desconocido para el aficionado estadounidense a los superhéroes. Pertenecía a la generación de guionistas formada en las páginas del semanario inglés 2000 AD a la sombra de Pat Mills y John Wagner (con quien mantuvo una estrecha relación profesional). En solitario o en equipo con Wagner, escribió las aventuras de las creaciones más emblemáticas de la revista (de Rogue Trooper al Juez Dredd). En 1987 se introdujo tímidamente en el mercado norteamericano con la serie limitada Outcasts (para DC Comics). Pero su consagración definitiva llegó un año después, cuando inició junto al dibujante Norm Breyfogle una de las mejores etapas en la historia reciente de Detective Comics.

Simon Bisley carecía del abultado currículum de sus compañeros, pero su estética vigorosa y agresiva ya le había valido numerosas admiraciones. Inspirado por la obra de Frank Frazetta, Bill Sienkiewicz y el pintor Gustav Klimt, Bisley inició su carrera en 2000 AD a finales de los ochenta. Allí destacó tanto en el género de ciencia ficción como en el de fantasía heroica. A la vista de su labor en las series Sláine y ABC Warriors, parecía el artista indicado para plasmar en imágenes el delirante mundo de Lobo.

Para El último czarniano, Giffen armó una historia cuyo argumento era casi irrelevante. Se trataba de una road movie en clave de ciencia ficción donde Lobo se veía obligado a escoltar a lo largo de la galaxia a su antigua maestra (por la que sentía un odio especial). Esta odisea espacial daba pie a un desfile de situaciones disparatadas que solía culminar en un despliegue salvaje de violencia gratuita. Alan Grant añadía aún más caos a tanto desvarío interrumpiendo constantemente el relato para insertar fragmentos de una biografía apócrifa que desvelaba los secretos inconfesables del protagonista (por ejemplo, que había exterminado por diversión a su propia raza). El resultado fue una parodia desmadrada, delirante y muy divertida de los héroes de acción de los ochenta que sentó las bases para las aproximaciones posteriores al personaje.

La serie tuvo un éxito instantáneo y abrió la puerta a numerosas secuelas (donde Lobo se hacía acompañar puntualmente de Batman, Etrigan e incluso del mismísimo Juez Dredd). La primera de estas continuaciones —y una de las más brillantes— apareció en diciembre de 1991. Se trataba de un episodio especial titulado Las Navidades paramilitares de Lobo. Venía firmado por el mismo equipo creativo de El último czarniano y compartía con su predecesora el espíritu gamberro, la violencia gratuita y el humor negro. El punto de partida no podía ser más disparatado: el conejo de Pascua encomendaba a Lobo el asesinato de Santa Claus (un déspota sin escrúpulos que debía su fama a los buenos oficios de un gabinete de comunicación). La popularidad de esta obra le valió, incluso, una adaptación cinematográfica en forma de cortometraje dirigido por Scott Leberecht en 2002.

Un cuarto de siglo después de su publicación original, ECC recoge estas dos obras en un único volumen que permite disfrutar al lector actual con el ingenio desbordante de Keith Giffen, el humor negro de Alan Grant, el trazo poderosísimo de Simon Bisley y las enloquecidas aventuras del último gran héroe de acción.

Jorge García

Artículo publicado originalmente como introducción de Lobo: El último czarniano.