Eccediciones
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Lobo: Autopista al Infierno

"¿Quién diablos me ha dejado entrar?" Esa es una pregunta que me he hecho a menudo a lo largo de los años cuando me he encontrado en situaciones tan fuera de lo normal en mi vida como “el chico de la banda”.

“¿No eres el tío de los Chili Peppers?”

Puede que sea oportuna una rápida presentación.

Llevo 20 años tocando la guitarra rítmica en una banda llamada Anthrax. Noticia de última hora: no soy el cantante. Si eso no te dice nada, también soy una cabeza parlante habitual en muchos espectáculos de la VH-1. ¿Aún crees que estoy en Stormtroopers of Death? Lo siento, he hecho cuanto he podido.

Si estás hojeando este cómic en tu librería especializada local, es muy probable que tengas cierta idea de lo que he escrito y de aquello de lo que he venido a hablar.

Hará un par de años recibí una llamada de Jann Jones preguntándome si me gustaría ir a las oficinas de DC para una reunión. La llamada me pilló totalmente por sorpresa, y me quedé tan emocionado como perplejo pensando por qué querrían reunirse conmigo. ¿Y cómo habían conseguido mi número? Yo vivo en Los Ángeles, así que hicimos planes para reunirnos la próxima vez que fuera a la ciudad de Nueva York.

Un mes después estaba caminando por los sagrados recintos de DC. Fue una verdadera sobrecarga sensorial intentar asimilarlo todo. Las paredes están llenas de portadas clásicas y los despachos de todo el mundo están llenos de figuras de acción y cómics esparcidos por todas partes y páginas y páginas de dibujos originales cubriendo las me- sas, y en alguna parte del edificio se encontraba... el archivo. La habitación donde estaban todos y cada uno de los cómics publicados por DC desde el comienzo... El santuario, el Santo Grial para frikis del cómic de toda la vida como yo. ¿Si entraba en esa habitación conseguiría salir? ¿Terminaría como Burgess Meredith en el episodio Tiempo suficiente al fin de La dimensión desconocida... un calvo y barbudo Herny Bemis leyendo cada número publicado, dando traspiés en las oficinas de una DC postapocalíptica buscando un trozo de pizza?

El motivo de estar en DC me devolvió a la realidad: la reunión con Jann. El archivo tendría que esperar.

Cuando escuché las palabras “Todos somos fans tuyos y creemos que tienes perspectiva y nos encantaría que escogieras un personaje de DC y escribieras una serie de formato prestigio de dos números para nosotros”, me di la vuelta pensando que Stephen King o J.J. Abrams se encontraban a mi espalda.

Nunca antes había escrito un cómic. Lo más cerca que había estado era el disco de Stormtroopers of Death con su protagonista el Sargento D, pero eso fue en el contexto de la letra y la música, no en un cómic. Los ejecutivos de DC me aseguraron que me asignarían un editor para ayudarme en el proceso y dijeron que tenían total confianza en que lo remataría con éxito. Empezamos a hablar de personajes y había un cartel de Lobo en la pared, y entonces me dijeron que creían que Lobo y yo encajaríamos bien. Siempre he sido fan de Lobo, sobre todo desde la imagen icónica de Simon Bisley del Hombre. Mi reacción instintiva inicial hacia Lobo fue positiva, y yo tiendo a guiarme por reacciones instintivas. Salí de la oficina borracho de emoción por escribir un cómic, y luego salí y ya me emborraché con alcohol.

Pasé el mes siguiente elaborando la historia y enviándole mis ideas a mi valiente editor Ian Sattler. Cuando tuve todo el argumento trazado, fui a Nueva York y se lo leí, haciendo las voces de los diferentes personajes, vendiéndolo de verdad, intentando encubrir el hecho de que sudaba como un loco y estaba a punto de vomitar de los nervios. Cuando terminé de leer, tengo que reconocer que esperaba que Ian dijera: “¿Quién diablos te ha dejado entrar?”. Un par de notas más tarde, estaba de vuelta en mi hotel con luz verde para mi historia. Joder, estaba emocionado.

Empezamos a pensar en dibujantes y tanto Ian como yo teníamos a Sam Kieth a la cabeza de la lista. Sentía que la energía que Sam transmite a la página era perfecta para este espectáculo tan excesivo de Lobo. Sam comenzó a enviar páginas, y ver cómo mi historia cobraba vida a través de sus manos fue otro punto culminante en una serie de puntos culminantes.

Después de recibir las primeras 30 páginas de Sam, me di cuenta de que estaba postergando el empezar con los diálogos. Nunca lo había hecho antes, y no sabía si podría. Tenía todas las páginas sobre la mesa y me sentaba a mirarlas intentando evocar las palabras que pudieran hacer justicia a la obra de Sam. Sus páginas eran increíbles, locas, y me animaban a igualar su intensidad. Finalmente, tras un mes prometiéndome que empezaría al día siguiente, mi trepidante editor Ian me dio el consejo que necesitaba: “Simplemente, comienza a escribir”. Así lo hice, y las palabras comenzaron a surgir, y luego comenzaron a salir en avalancha, y cuando quise darme cuenta, tenía hechas las 30 páginas al completo. Simplemente empecé a escribir a Lobo como si hablase yo. Era mi voz la que él necesitaba, no un intento de hacer la voz de Lobo, sino mi voz.

Al igual que al escribir letras de canciones, tenía que ser inter- no, no externo. Esto es lo que yo haría si estuviera en esas situaciones y fuera un asesino maníaco indestructible. Es lo que yo haría, y yo no soy eso. Eh, llevo 20 años en Anthrax, son gajes del oficio, dadme un respiro. Sam y yo terminamos los dos libros en las siguientes semanas, y entregué mis páginas con cientos de notas adhesivas de colores pegadas por todos los lados llenas de diálogos. Mi bendito editor Ian se las envió a los hechiceros del color y la rotulación para que hicieran su magia y pocos meses después nació mi libro. Tener realmente el libro terminado y ver mi nombre en la portada (¡¡¡junto con el de Sam!!!) fue un sueño hecho realidad para mí. Llevaba leyendo y coleccionando cómics desde los cinco años y, junto con tocar la guitarra, era lo único que siempre había querido hacer. A lo largo de los años, me han preguntado cientos de veces qué habría terminado haciendo en la vida si no estuviera en un grupo, y yo siempre respondo: “Escribir cómics”.

Y ahora escribo cómics. Estoy preparando mi segundo libro para DC, Demon: Ace of Spades. Demon, ummmm, tiene que ser solo una coincidencia que siga emparejado con esos personajes realmente violentos, brutales y jodidos. ¿O no? ¿¿¿Ian???

Este volumen no habría sido posible sin la ayuda de Ian Sattler, Sam Kieth, Chris Conroy, Lee Loughridge, Sal Cipriano, Jann Jones y Dan DiDio. Gracias a todos por creer en mí y dejarme entrar.

Gracias,

Scott Ian
PD: ¡¡¡Ahora empezad a leer, jodidos bastardos!!!

Artículo publicado originalmente como introducción de Lobo: Autopista al Infierno.