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Liga de la Justicia de América: Otro clavo

El idilio de Alan Davis con los cómics de superhéroes se remonta a principios de los años sesenta. Por entonces, el género experimentaba una auténtica revolución que se tradujo en una gran abundancia de títulos y de héroes. DC Comics había promovido este renacimiento al presentar una nueva encarnación de Flash en las páginas de la revista Showcase allá por 1956. Este suceso rejuveneció el mercado de los comic-books generando un torrente de series protagonizadas por los justicieros más variopintos. La aparición sucesiva de Justice League of America (1960) y de The Fantastic Four (1961) rubricó este período de esplendor señalando el inicio de un nuevo ciclo en la historia del género. A esta etapa se la conoce en la actualidad con el nombre de Edad de Plata y fue entonces cuando Davis descubrió unos héroes a los que ha consagrado buena parte de su carrera.

El encuentro con aquellas publicaciones impresas en cuatricromía y distribuidas en Gran Bretaña de forma discontinua provocó en el futuro artista un deslumbramiento que se advierte en la mayoría de sus creaciones posteriores, ya que buena parte de su obra rinde tributo a estos clásicos de infancia. El homenaje es especialmente notorio en las páginas de Liga de la Justicia: Otro clavo, una serie limitada de tres episodios publicada originalmente en 2004 y recogida ahora en un volumen indispensable por ECC.

Concebida como una secuela de la soberbia Liga de la Justicia: El Clavo (1998), Liga de la Justicia: Otro clavo explora el mismo universo que su antecesora situando la acción un año más tarde. La serie original se enmarcaba en la línea Otros Mundos y giraba en torno a la existencia de un Universo DC donde, por un capricho del azar, la figura de Superman no existía. Esta ausencia daba pie a un ágil relato de aventura y suspense que, hoy por hoy, figura entre las obras más redondas de su autor. En ella, Davis hacía las delicias de sus seguidores armando una intriga detectivesca en que la Liga de la Justicia luchaba por revertir una campaña de desprestigio avivando aún más el odio de la opinión pública. ¿Quién se ocultaba tras esta operación de descrédito y qué ganaba con ella? De responder a estas dos preguntas se ocupaba una historia que traslucía la debilidad de su autor por dibujar multitudes y centenares de héroes de la Edad de Plata.

Liga de la Justicia: Otro clavo respeta el esquema impuesto por su antecesora, pero amplificando las inclinaciones naturales de su creador. Si la acción de Liga de la Justicia: El Clavo se ceñía a una escala planetaria, el argumento de su secuela se expande a través de un delicado tejido de dimensiones alternativas hasta abarcar la totalidad del Universo DC. En este escenario de proporciones cósmicas, Alan Davis se divierte a rabiar dibujando centenares de héroes y villanos en un inventario tan exhaustivo que recuerda al de Crisis en Tierras Infinitas (a cuyo argumento se rinde aquí cumplido homenaje). Y es que el propósito del autor británico, además de construir una historia amena y entretenida, es honrar las fantasías de su infancia. Se trata de un impulso invencible que lo empuja a dibujar creaciones tan añejas como los Blackhawks, los Metal Men o los Investigadores de lo Desconocido.

Aparte de una celebración de la nostalgia, Liga de la Justicia: Otro clavo es un manifiesto de las influencias estéticas de su autor. Cada viñeta destila aprecio y cariño por la obra de profesionales como Jim Aparo, Nick Cardy, Steve Ditko, Carmine Infantino, Gil Kane, Jack Kirby, Joe Kubert, Bob Oksner, Curt Swan, Alex Toth o, evidentemente, Neal Adams (del que Davis es discípulo aventajado). Y cuando el artista británico se entrega a sus dioses privados, las páginas se convieten en un festival de sabiduría estética y narrativa.
Aunque la caracterización de los personajes remite a modelos previos, ello no resta personalidad al estilo de Davis.

En efecto, su Batman se asemeja al de Adams, su Flash al de Infantino, su Wonder Woman a la de Cardy y sus Nuevos Dioses a los de Kirby. Pero el artista británico asimila estas influencias elaborando un discurso gráfico profundamente original, elegante y sofisticado. Su trazo no pertenece al siglo XX, sino al XXI. Posee la belleza y el rigor de sus maestros sin renunciar a la espectacularidad que demandan los tiempos modernos. Al lector actual van destinadas las secuencias de acción, el ritmo vertiginoso y las splash-pages. Eso sí, todo administrado con un rigor narrativo fuera de lo común. Ningún elemento dispersa el interés de la trama. Todas las piezas están dispuestas estratégicamente para generar suspense y dar color a una aventura donde el término “Universo DC” alcanza su sentido más amplio.

Liga de la Justicia: Otro clavo sigue un patrón narrativo similar al de su predecesora (y, por extensión, al de las historias de la Liga escritas por Gardner Fox en los sesenta, o a las firmadas por Grant Morrison en los noventa): un mosaico de investigaciones paralelas y aparentemente inconexas que confluyen en un desenlace explosivo. Esta fórmula fragmentaria ralentiza el desarrollo de la acción. A cambio, espolea vivamente la curiosidad del lector, que —como si de un detective se tratara— busca al culpable mediante la interpretación de unas pistas hábilmente diseminadas en cada escena. La dispersión del argumento no implica una lectura ardua o difícil. Al contrario, la historia hace gala de una fluidez que la convierte en vehículo de entretenimiento ideal y en una introducción inmejorable para aquellos lectores que se acercan por primera vez al cosmos DC.
Con Liga de la Justicia: Otro clavo, Alan Davis cumplió un viejo anhelo de la humanidad: recuperar la infancia. No solo la suya propia, también la de sus lectores más veteranos. En cuanto a los más jóvenes, están de enhorabuena. Ya tienen un clásico al que volver cuando sean adultos.

Jorge García

Artículo publicado originalmente en las páginas de Liga de la Justicia de América: Otro clavo. ¡Ya a la venta!