Eccediciones
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La oscuridad se cierne sobre Gotham

El bien y el mal están separados por una línea muy fina, tanto que es prácticamente imposible juzgar las acciones de personajes como Simon Dark. ¿Es un héroe por proteger a sus conciudadanos o es un villano por la forma en que trata a sus enemigos? ¿Es una víctima de las circunstancias o es un ser tan poderoso que debería asumir todas sus responsabilidades y entregarse a la policía? Y lo más importante... ¿es un adolescente o un monstruo? Si atendemos a su apariencia –y eso incluye su máscara, sus cicatrices e incluso sus poderes–, indudablemente hemos topado con lo segundo. Como mucho podríamos decir que es un engendro adolescente, pero... ¿estamos realmente seguros de su edad? ¿Acaso los muertos envejecen?

Si aún no habéis leído este volumen, quizá penséis que esta última pregunta os acaba de desvelar una información esencial para la historia. No es así. Antes de su publicación, DC Comics y los autores implicados publicitaron Simon Dark durante meses como una nueva reinvención del mito de Frankenstein. Consecuentemente, todo el mundo sabía lo que iba a encontrar en las páginas de esta cabecera antes siquiera de leer el cuaderno de debut, o al menos eso pensaban. Lo cierto es que la condición de Simon es solo la punta del iceberg de una narración llena de sorpresas, giros argumentales y situaciones moralmente incalificables. Sea como fuere, ahora es el momento de hablar de lo que precedió a Simon Dark y, más concretamente, de sus dos grandes antecedentes: el monstruo de Frankenstein y Solomon Grundy.

Vayamos por el primero. 1816 fue un año ciertamente extraño. Se produjeron graves anomalías en el clima veraniego que provocaron un descenso de la temperatura mundial. A efectos prácticos, no hubo verano, y de ahí que 1816 sea conocido como el año sin verano. ¿Qué tiene todo esto que ver con Frankenstein? Pues este fue el contexto en el que fue concebido, en una Europa entristecida y falta de alimentos por culpa de ese tiempo inusual. En aquella época, Mary Shelley y su marido Percy Bysshe Shelley visitaron a un amigo cuyo nombre os sonará a todos, Lord Byron, en su villa de Suiza. Tras leer una antología de cuentos de terror, Byron propuso un juego: retó a sus invitados y a su médico, John Polidori, a escribir una historia de terror. El desafío fue fallido para todos menos para Polidori, pero sirvió para sembrar la semilla de lo que sería Frankenstein, ya que Mary Shelley terminó teniendo un sueño que le sirvió para esbozar un capítulo del libro.

Sobre la novela en sí –cuyo título completo es Frankenstein o el moderno Prometeo– podemos decir que es un texto que explora la moral científifica y la relación entre hombre y Dios –no olvidemos que Dios tradicionalmente se consideraba el único dador de vida posible y, por lo tanto, Frankenstein era una herejía o una afrenta a la divinidad–. El contenido del relato ha sido ampliamente difundido por todos los medios: el doctor Frankenstein recoge trozos de cadáveres, los junta y crea un nuevo hombre al que da vida tras aplicar electricidad en grandes cantidades.

Sin embargo, su creación no resulta ser como él esperaba y le acarrea más problemas que alegrías. Simon Dark retoma esta misma base, si bien el producto es muy diferente ya que, por ejemplo, en Frankenstein es muy relevante la historia del doctor, y el tebeo habla de lo que sucede cuando el monstruo ya ha sido liberado. Además, a Steve Niles y Scott Hampton no les interesaba poner en duda la moral científifica –como otrora hiciera Shelley–. En su narración, ellos pretenden explorar el lado más oscuro de Gotham City y descubrir a un héroe al mismo tiempo que este se investiga a sí mismo. Las pretensiones de ellos y las de Shelley son tan diferentes que ni siquiera merece la pena compararlas.

El segundo precedente de Simon Dark es Solomon Grundy, un zombi creado por Alfred Bester y Paul Reinman en 1944 que vivió su primera aparición en el núm. 61 de All-American Comics. Tradicionalmente se le ha conocido por ser un enemigo del Green Lantern original, aunque a estas alturas ya se ha enfrentado a casi todo el mundo. De hecho, hace poco hizo estragos en las páginas de Tierra 2. La cuestión es que Solomon y Simon no tienen ningún hilo en común, pero ambos son muertos vivientes y están caracterizados por una extraña canción infantil. La de Simon es:

“Acecha en las sombras. Al parque se va a ocultar.
Simon. Simon. Simon Dark.
Si eres bueno, en paz te va a dejar.
Si eres malo, te lo hará pagar.”

Y la de Solomon es:

“Solomon Grundy, nacido un lunes.
Bautizado un frío y tormentoso martes...
Casado un gris e inhóspito miércoles.
Enfermo un tranquilo y apacible jueves.
¡Con peor pinta un soleado y ventoso viernes!
Muerto un alegre y glorioso sábado.
Enterrado un hirviente y abrasador domingo.”

Este simple hecho basta para que mucha gente diga que Simon Dark es el equivalente superheroico de Solomon Grundy. Posiblemente sea así, pero cabe la posibilidad de que haya un misterio escondido. Nunca lo sabremos, porque la cabecera del joven resucitado solo sobrevivió durante 18 meses y no llegó a abordar el tema. Es una lástima, sobre todo porque estamos ante el típico caso en el que no hay una correlación entre ventas y calidad. Por este motivo, Simon Dark se convirtió en una serie de culto ampliamente aplaudida por los seguidores de sus creadores –y por los amantes del género de terror en general– aunque fue criticada por los lectores del Caballero Oscuro porque el factor Gotham se trata de una manera bastante tangencial.

Y con esta información ya estamos listos para acometer la lectura de Simon Dark. En cuanto a la génesis de la colección, es tan simple como que DC pidió a Steve Niles que inventase algo, este tuvo la ocurrencia de crear un nuevo Frankenstein que viviese en Gotham y Scott Hampton diseñó al personaje casi en su totalidad. A veces las mejores ideas son las más simples.

Enrique Ríos