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La odisea del Hombre Murciélago

Pese a que la actual caracterización del Cruzado de la Capa se ha ido moldeando durante sus más de 70 años de historia, parece existir un consenso generalizado a la hora de señalar a Neal Adams (Governors Island, EE.UU.; 1941) no solo como el artista más influyente de cuantos plasmaron sobre el papel las aventuras del álter ego de Bruce Wayne, sino también como el gran artífice de haber recuperado el halo misterioso, oscuro y romántico del personaje, gracias a una inolvidable etapa publicada durante la década de los 70.

Teniendo presente el impacto de las aventuras que creó en compañía de Dennis O’Neil –dando forma a un canon gráfico y a un tono todavía apreciable en las historias contemporáneas de Batman–, la posibilidad de que en algún momento de su carrera se decidiera a transitar de nuevo las calles de Gotham City se convirtió en un deseo largamente acariciado por los lectores. Pero los derroteros por los que el autor neoyorquino decidió enfocar su carrera profesional dificultaron sobremanera dicho anhelo, ya que la fundación de Continuity Graphics Associates –hoy Continuity Studios– implicó la diversificación de su campo de actuación, aceptando encargos para las industrias del cine, la televisión y la publicidad: storyboards, animaciones, diseño conceptual, consultoría… Una apretada agenda compaginada con sus incursiones en ámbitos científicos, como entusiasta defensor de la Teoría de la Tierra en expansión. Semejante nivel de actividad implicó una paulatina reducción de sus trabajos dentro del mundo de la historieta, limitándose principalmente a la realización de portadas, pin-ups, ilustraciones para reediciones de material antiguo o, en el mejor de los casos, rediseños de personajes.

Afortunadamente, la progresiva consecución de todos los objetivos que se había propuesto hizo que Adams reconsiderara la posibilidad de abordar una vieja idea: “Hacía años que tenía en mente desarrollar una novela gráfica de Batman, y Frank Miller fue lo suficientemente atento como para comentárselo a su buen amigo Bob Schreck, por aquel entonces editor de DC Comics. Le expuse las líneas maestras de la obra, conversamos acerca de ello y muy amablemente me invitó a seguir adelante con esta historia”. Inicialmente, estaba previsto que el propio Miller se encargara de los diálogos, pero una serie de retrasos provocaron que, llegado el momento de retomar el proyecto, Adams ejerciera como autor completo bajo la supervisión de los editores Mike Marts y Mike Carlin; así, asumió los guiones, los lápices, las portadas e incluso parte del entintado –con la colaboración de primeros espadas como Scott Williams, Michael Golden o Bill Sienkiewicz–, dejando el coloreado en manos de Continuity Studios. En cuanto a su estructura, pasó de la maxi-serie de 12 números inicial a incorporar una entrega adicional; y finalmente, las altas instancias de DC Comics optaron por publicar esta obra en forma de dos miniseries, íntegramente recopiladas en el presente tomo.

Desde un punto de vista conceptual, Batman: Odisea pretende llenar un vacío que, a juicio de Adams, se ha ido creando durante los últimos años: “Me he percatado de que numerosos guionistas y dibujantes han dejado a su paso pequeños retazos, pedacitos que yacen alrededor debido a su afán por contar apresuradamente una historia. Simplemente he transitado ese sendero, recogiendo aquellos detalles que podría abordar y que de otra forma permanecerían inexplorados”. Pero, ¿cuál es la trama que pretende desarrollar? Resulta difícil encontrar una respuesta sencilla a esta pregunta, ya que su atípico tono, alocado ritmo y compleja estructura narrativa imposibilitan una descripción argumental al uso. Lo que parece claro es el interés de Adams por retomar aquellos elementos que aportó a la mitología del Hombre Murciélago y del Universo DC: por las páginas de Batman: Odisea desfilan personajes como Manbat, Ra’s al Ghul, Talia, Ubu o Deadman, además de la plana mayor de enemigos que integran la galería de villanos del Caballero Oscuro. Sobre la mesa, se plantean temas como la ingenuidad inherente a sus aventuras primerizas, la teatralidad y el engaño empleados para combatir la cobardía y superstición de los malhechores, el pasado de la familia Wayne, o la escalada de violencia colorista evidenciada por los criminales de Gotham City, puesta en relación con la irrupción de un vigilante disfrazado de murciélago. Adams, sin embargo, enfatiza como tema central la posibilidad de que nuestro protagonista vea mermada su determinación ante los crecientes peligros de un mundo tan violento como el contemporáneo: “Imagina que se vuelve menos precavido, más fácilmente engañable… y sus acciones, comprometidas y corrompidas ¿sin que siquiera se percate de ello? Parece imposible, pero en semejante escenario, Batman podría tener que reexaminar su propia razón de ser. Y como los grandes héroes del pasado, tal vez tenga que emprender una Odisea para descubrir aquello que ha estado a punto de perder: a sí mismo”. Un viaje supuestamente introspectivo y reflexivo, pero pasado por un filtro evidentemente hiperbólico que condiciona esta obra: la expresividad, el dominio anatómico, la perspectiva, la composición de página… Todos los rasgos que definieron la voz autoral de Neal Adams son llevados al extremo; incluso el coloreado infográfico y la utilización recurrente de fondos fotográficos plantean un extraño choque entre lo clásico y lo supuestamente moderno, hasta el punto de que por momentos resulta complicado delimitar el grado de seriedad del que parte este ejercicio de desinhibición que, a medio camino entre lo cómico, lo épico y lo surrealista, sorprende desde su primera página: aquella en la que Bruce Wayne comienza a relatar ante un misterioso interlocutor –¿el propio lector, tal vez?– su ajetreado periplo, una montaña rusa argumental puesta al servicio de un viaje de tintes homéricos, cuyas etapas, sumadas a los diferentes desafíos que debe afrontar nuestro héroe, se suceden sin aparente solución de continuidad.

Dice Adams respecto a tan inusual discurso narrativo que todas las decisiones obedecen a un propósito predeterminado, y que ésta es “una historia cuidadosamente compuesta y escrita, con numerosas ideas interesantes y renovadoras acerca de los héroes más icónicos del Universo DC”; una historia, añade, cuyo proceso de construcción tuvo que ver más con el de una novela que con la gestación de un cómic. Tal vez por esa razón el veterano historietista recomienda leer los 13 números de forma continuada y, una vez visto su sorprendente desenlace, volver sobre a las primeras páginas para releer el conjunto, disfrutando sus niveles “conceptual, artístico y argumental”. Llegados a dicho punto, quedará en manos del lector valorar el desarrollo de la trama y la coherencia de su lógica interna para, en última instancia, determinar si autor y personaje de ficción salen victoriosos de esta alocada y desconcertante aventura de tintes homéricos.

David Fernández