La gente siempre me pregunta: “¿Por qué narices te pones esa túnica negra de tejido grueso y áspero en una preciosa noche de sábado y bajas a la playa a cantar frente al mar oscuro y ondulante, junto a esos tíos tan raros de la secta, de firme devoción al catalizador del Gran Antiguo?”.
Pues no es mala pregunta.
Yo les respondo algo así: “Tú también deberías unirte a esta secta”.
Puede que parezca una frivolidad. No olvidemos que soy un capullo asesino miembro de una secta, al servicio incondicional de algo superior a mí, así que ser un cabrón frívolo es el menor de mis pecados. Pero mi respuesta va mucho más allá de lo que crees.
Para entender a los que adoramos a “la enorme figura residente en la ciudad sumergida de R’lyeh”, tal y como lo conocemos en la escena underground (¿lo pillas?), primero hay que saber que, con el paso de los años, el amo al que rendimos servidumbre ha recibido una mala fama injustificada. Hasta ahora, todo ha sido que si “repugnante” por aquí, que si “ciudad fantasma” por allí, que si “la insignificancia del hombre antes del terror cósmico en expansión”, bla, bla, bla.
Pero no es verdad.
Sencillamente, el Gran Antiguo no es un ser: es una verdad exagerada. LA VERDAD. El Gran Antiguo de todas las cosas. La única verdad que, para bien o para mal, existe en todo momento, desde el más pequeño al más grande, es el cambio.
Mis compañeros de secta, Ales Kot, Morgan Jeske y Sloane Leong han elaborado este estupendo manifiesto que tienes entre manos. Han logrado reescribir la historia: dicen que no es un monstruo horrible, sino la Gran Verdad Antigua que duerme en lo más profundo del enorme océano, en el sustrato de todo, sosteniendo la eternidad del universo para siempre en su vaivén de ensueño.
Su libro es ambicioso. Su objetivo es el de ilustrar o al menos trazar los límites infinitos y eternos de la oscura idea del cambio. Porque el cambio lo es todo. Sus lecciones son las únicas que uno recuerda mucho después de haberlas aprendido. La idea del cambio es, de hecho, tan ilimitada, tan propia de la experiencia humana —e inhumana y no humana—, que Kot y su equipo han empleado la estética del maximalismo, con la esperanza de reflejar de la manera más completa posible la Gran Verdad Antigua. Proyecta una amplia red de ideas, acontecimientos y personajes, todos retratados en páginas de excelente distribución, provistas con maestría de una paleta de colores pastel apagados. El libro está repleto de poesía, referencias pulp, reflexiones personales, alusiones culturales y un amplio compromiso con las experiencias propias de los creadores. Es un hechizo. Nuestros creadores se encuentran en la orilla del mar, vestidos con túnicas ásperas y prehistóricas junto a nosotros, haciendo un llamamiento al misterio que no deja de cesar y nacer en todas partes.
La verdad es que no tienes por qué unirte a nuestra secta… porque ya formas parte de ella. El cambio va a llegar; es inevitable. Todo lo demás es mentira. Puedes luchar contra ella, pero la Gran Verdad Antigua siempre ganará y la batalla solo conseguirá que al final duela más. Es mejor abrazar la impermanencia que luchar contra el funcionamiento de las cosas.
Sé que todo esto —la antigua criatura de la verdad, que sale a la luz— da un poco de miedo. Normal. Pero también es algo precioso. Porque, cuando todo es gris, cuando crees que has perdido todo lo que era importante para ti, cuando todo lo que has amado se convierte en algo que no terminas de entender y te ves consumiéndote, bramando, en el crisol del cambio, Kot y su equipo te dicen: “No tengas miedo”.
Porque vas a resurgir.
Joshua Dysart, Venice Beach, California, 5/13
Postdata: Lo primero que hace Ales al franquear mi puerta para entregarme varias copias físicas de su cómic para que las evalúe es pedirme un rotulador. Le busco uno. Los creadores de cómics casi nunca se separan de su rotulador permanente, nuevo y de punta fina. Abre por la última página del último número y procede a redactar con precisión las últimas líneas del final del libro. “Hemos cambiado esta parte antes de ponerla a la venta”, dice. Entonces escribe, con la naturalidad de un rotulista, el nuevo fragmento a mano. Antes de que tuviese la oportunidad de leer el original (¿acaso eso existe?) ya ha modificado el producto delante de mis narices. ¿Lo digo? No me resisto. Lo ha cambiado. “Oye —dice, ladeando la cabeza para contemplar las letras finas y amontonadas que ha escrito con tinta negra—, se parece a uno de los trigramas del I Ching”. Afuera, desde las profundidades del océano, la Gran Verdad Antigua sale a la luz una vez más, y otra, y otra, y otra, y otra… para siempre.
Joshua Dysart lleva desde 1996 escribiendo cómics con mayor o menor éxito. Ha trabajado con grandes del sector, en títulos como La cosa del pantano, Conan el bárbaro y Hellboy, entre otros. En 2007, vivió algún tiempo en el norte de Uganda, entrevistando a niños soldados y a civiles afectados por la guerra para la serie El soldado desconocido, candidata en numerosas ocasiones a los premios Eisner. En la actualidad es guionista de Harbinger para Valiant.
Artículo publicado originalmente en las páginas de El Cambio ¡Ya a la venta!
Pues no es mala pregunta.
Yo les respondo algo así: “Tú también deberías unirte a esta secta”.
Puede que parezca una frivolidad. No olvidemos que soy un capullo asesino miembro de una secta, al servicio incondicional de algo superior a mí, así que ser un cabrón frívolo es el menor de mis pecados. Pero mi respuesta va mucho más allá de lo que crees.
Para entender a los que adoramos a “la enorme figura residente en la ciudad sumergida de R’lyeh”, tal y como lo conocemos en la escena underground (¿lo pillas?), primero hay que saber que, con el paso de los años, el amo al que rendimos servidumbre ha recibido una mala fama injustificada. Hasta ahora, todo ha sido que si “repugnante” por aquí, que si “ciudad fantasma” por allí, que si “la insignificancia del hombre antes del terror cósmico en expansión”, bla, bla, bla.
Pero no es verdad.
Sencillamente, el Gran Antiguo no es un ser: es una verdad exagerada. LA VERDAD. El Gran Antiguo de todas las cosas. La única verdad que, para bien o para mal, existe en todo momento, desde el más pequeño al más grande, es el cambio.
Mis compañeros de secta, Ales Kot, Morgan Jeske y Sloane Leong han elaborado este estupendo manifiesto que tienes entre manos. Han logrado reescribir la historia: dicen que no es un monstruo horrible, sino la Gran Verdad Antigua que duerme en lo más profundo del enorme océano, en el sustrato de todo, sosteniendo la eternidad del universo para siempre en su vaivén de ensueño.
Su libro es ambicioso. Su objetivo es el de ilustrar o al menos trazar los límites infinitos y eternos de la oscura idea del cambio. Porque el cambio lo es todo. Sus lecciones son las únicas que uno recuerda mucho después de haberlas aprendido. La idea del cambio es, de hecho, tan ilimitada, tan propia de la experiencia humana —e inhumana y no humana—, que Kot y su equipo han empleado la estética del maximalismo, con la esperanza de reflejar de la manera más completa posible la Gran Verdad Antigua. Proyecta una amplia red de ideas, acontecimientos y personajes, todos retratados en páginas de excelente distribución, provistas con maestría de una paleta de colores pastel apagados. El libro está repleto de poesía, referencias pulp, reflexiones personales, alusiones culturales y un amplio compromiso con las experiencias propias de los creadores. Es un hechizo. Nuestros creadores se encuentran en la orilla del mar, vestidos con túnicas ásperas y prehistóricas junto a nosotros, haciendo un llamamiento al misterio que no deja de cesar y nacer en todas partes.
La verdad es que no tienes por qué unirte a nuestra secta… porque ya formas parte de ella. El cambio va a llegar; es inevitable. Todo lo demás es mentira. Puedes luchar contra ella, pero la Gran Verdad Antigua siempre ganará y la batalla solo conseguirá que al final duela más. Es mejor abrazar la impermanencia que luchar contra el funcionamiento de las cosas.
Sé que todo esto —la antigua criatura de la verdad, que sale a la luz— da un poco de miedo. Normal. Pero también es algo precioso. Porque, cuando todo es gris, cuando crees que has perdido todo lo que era importante para ti, cuando todo lo que has amado se convierte en algo que no terminas de entender y te ves consumiéndote, bramando, en el crisol del cambio, Kot y su equipo te dicen: “No tengas miedo”.
Porque vas a resurgir.
Joshua Dysart, Venice Beach, California, 5/13
Postdata: Lo primero que hace Ales al franquear mi puerta para entregarme varias copias físicas de su cómic para que las evalúe es pedirme un rotulador. Le busco uno. Los creadores de cómics casi nunca se separan de su rotulador permanente, nuevo y de punta fina. Abre por la última página del último número y procede a redactar con precisión las últimas líneas del final del libro. “Hemos cambiado esta parte antes de ponerla a la venta”, dice. Entonces escribe, con la naturalidad de un rotulista, el nuevo fragmento a mano. Antes de que tuviese la oportunidad de leer el original (¿acaso eso existe?) ya ha modificado el producto delante de mis narices. ¿Lo digo? No me resisto. Lo ha cambiado. “Oye —dice, ladeando la cabeza para contemplar las letras finas y amontonadas que ha escrito con tinta negra—, se parece a uno de los trigramas del I Ching”. Afuera, desde las profundidades del océano, la Gran Verdad Antigua sale a la luz una vez más, y otra, y otra, y otra, y otra… para siempre.
Joshua Dysart lleva desde 1996 escribiendo cómics con mayor o menor éxito. Ha trabajado con grandes del sector, en títulos como La cosa del pantano, Conan el bárbaro y Hellboy, entre otros. En 2007, vivió algún tiempo en el norte de Uganda, entrevistando a niños soldados y a civiles afectados por la guerra para la serie El soldado desconocido, candidata en numerosas ocasiones a los premios Eisner. En la actualidad es guionista de Harbinger para Valiant.
Artículo publicado originalmente en las páginas de El Cambio ¡Ya a la venta!