Bueno, ¿qué queréis saber?
Podríamos hablar de la filosofía que hay detrás de todo esto, del clímax de la trama Gótico americano que empezó en Saga of the Swamp Thing núm. 35. Recuerdo que Alan Moore me habló de ella en un restaurante griego próximo a Forbidden Planet 2, la tienda de fantasía televisiva y cinematográfica de Londres, mientras la estaba escribiendo, hace mucho tiempo. Imaginaos la escena: Alan, grande y peludo como un yeti con traje, con una sonrisa parecida a la de Maxwell el Gato Mágico (aunque si conocéis a este personaje sabréis qué aspecto tiene Alan Moore), tiene pinchada en el tenedor una cosa con muchas patas1 que usa para gesticular mientras explica (y comprenderéis que cite de memoria) que: “El problema de Estados Unidos es que tiene una actitud muy maniquea, y supongo que eso quiero poner de manifiesto en Gótico americano. En esa actitud, hay cosas buenas y malas, negras y blancas. De eso trata la historia”.
Entonces, se pone a contarme lo que les ocurre a Sargón y a Zatara, y todo durante una comida, así que comprenderéis que terminara un poco mareado, porque las descripciones de Alan eran muy gráficas; aun así, me convenció.
[Fragmento educativo: un sistema maniqueo afirma que todo es bueno o malo. Solo hay una oscuridad y una luz. Empezó en el siglo III d. de C. y lo fundó alguien llamado Mani (sorprendente) y recibió influencias de muchas religiones de la época: el judaísmo, el cristianismo precatólico, el budismo, el zoroastrianismo, etc. No tardó en extenderse como la pólvora hasta convertirse en una de las grandes religiones, y unía la mitología antigua con la simple adoración espiritual y la moralidad estricta. Era una concepción muy simplista del bien y el mal. En la versión maniquea del Juicio Final, el dios de la luz aparece acompañado por unos humanos “perfeccionados” mientras los ángeles abandonan el mundo y todo se hace pedazos. Una explosión consume el mundo y la Luz, entonces completa, gobierna sobre una Oscuridad indefensa.
La religión maniquea quedó destruida en su práctica totalidad por la Iglesia Católica en el siglo XIII, pero Alan Moore quería decir que seguía viva y coleando en Estados Unidos. Fijaos en Hollywood (Rambo y demás) y en el regreso del evangelismo.]
Bueno, aquí estamos.
Hemos visto a los peces vampiro punk, al hombre lobo y a los zombis. Estamos a punto de conocer a los fantasmas armados y al Parlamento de Árboles y de asistir a una fiesta en un satélite tan concurrida que para él la habría querido Jerry Cornelius. Después de esos preliminares, la Cosa del Pantano y John Constantine están a punto de declarar la guerra (o lo que sea) a la Brujería y a la Oscuridad que amenaza al mismísimo Cielo.
La batalla se desata en Un nido de cuervos (Swamp Thing núm. 48), que también supone la primera vez que John Totleben dibuja la serie en solitario aunque haya entintado tres cuartas partes de las historias escritas por Moore. Es un trabajo precioso. Las viñetas se quedan grabadas: la Cosa del Pantano con un traje sudamericano con que parece un dios inca y la transformación de Judith.
En el mundo del terror, hay un eterno debate entre sugerir y mostrar. En un extremo tenemos la escuela de M.R. James, que aterran con pistas y suposiciones y dejan que el lector o lectora se forme una imagen propia del peligro. En el otro, están los Clive Barker, que enseñan el monstruo en cuanto pueden y se aseguran de que dé miedo y sea extraño y horrendo. Alan, John, Steve y Rick siempre han tenido tendencia a mostrar el monstruo. La metamorfosis de Judith es una excepción, porque es explícita pero imprecisa. En ningún momento vemos cómo vomita los intestinos en un cuenco, y en su lugar tenemos tres viñetas de transformación entre tinieblas... que dan el mismo miedo.
La invocación (Swamp Thing núm. 49) está dibujada y entintada por Stan Woch y Alfredo Alcalá. En ella, los dos equipos (el astral y el psíquico) se reúnen para emprender la batalla contra la Oscuridad. John Constantine recluta a Sargón el Hechicero, al Doctor Occult, a Zatara y a su hija Zatanna en la mansión de Georgetown del Barón Winter, y me imagino que creían que era más posible que se helara el Infierno que no que ganaran.
No os hace falta saber quién es toda esta gente, los desechos, los restos del naufragio del universo de lo oculto de DC. Brevemente, el Doctor Occult fue uno de los primeros personajes creados por DC a finales de los años treinta; Zatara también fue una estrella de la Edad de Oro, una especie de Mandrake el Mago que leía los hechizos al revés (“la séver”, como entonaría él mismo); su hija Zatanna fue su contrapartida de los años sesenta, y llevaba medias de rejilla y sombrero de copa; Sargón también procede de los primeros tiempos de DC y, como Zatara y Zatanna, se hizo prestidigitador para ocultar que era un mago de verdad; y al Barón Winter lo creó Marv Wolfman en Night Force como un enigma en una mansión transtemporal.
Ya conocemos a la panda espiritual que acompaña a la Cosa del Pantano en esta guerra. Puede que el único personaje que resulte nuevo para los lectores de la serie sea el Doctor Destino, otro superviviente de la Edad de Oro a quien se podría describir como una relación simbiótica entre un arqueólogo y un yelmo mágico egipcio.
A pesar de que El fin (Swamp Thing núm. 50), la consumación de la trama de Gótico americano, ocupó el doble que un cómic normal, podría haber sido más largo. El Juicio Final llega y se va en 40 páginas y deja a su paso muchos individuos muertos y hechos pedazos, y también una filosofía que a cualquier religión le parecería blasfema o, por lo menos, incómoda. También supone el fin de la etapa de Bissette y Totleben en la colección, dos personas que, igual que Alan Moore, le habían dado un aspecto característico. Sus sustitutos serían Rick Veitch y Alfredo Alcalá, dos autores que ya habían participado en el título.
Libre y en casa (Swamp Thing núm. 51), que no se incluye en el presente volumen, supone un epílogo a Gótico americano que nos conduce a la siguiente saga principal; sin embargo, la semilla de la historia se encuentra en El Parlamento de Árboles (núm. 47) y en Un nido de cuervos. El tema es el prejuicio y el amor, lo que ocurre cuando alguien ama a la persona “equivocada”. En ella, también estaremos lo más cerca posible de saber qué le pasa por la cabeza a John Constantine.
Y es que a Constantine cuesta entenderlo. Alan Moore me contó que creía haber creado a aquel personaje hasta que, una tarde, se conocieron en un bar de sándwiches de Westminster. Al parecer, fue por casualidad. Constantine llevaba un traje elegante y un abrigo mugriento, y también una mochila. Saludó brevemente a Alan antes de irse a comer un sándwich.
Alan jura que es verdad, y yo me lo creo. Hasta el fin del mundo, lo cual puede que ocurra en algún punto del volumen que tenéis entre manos.
Neil Gaiman
Sussex, mayo de 1988
Conocido en el mundo entero por Sandman y por ser uno de los guionistas de mayor éxito del mundo del cómic, Neil Gaiman también es el autor de las novelas Los hijos de Anansi y American Gods, que coparon las listas de éxitos del New York Times, y de El libro del cementerio, ganador de la medalla Newberry. También es el creador de obras como Neverwhere, Stardust o Coraline. Entre los muchos premios que ha recibido, se encuentran el Hugo, el Nebula, el Eisner, el Harvey, el Bram Stoker y el World Fantasy. Nacido en Inglaterra, Gaiman reside actualmente en Estados Unidos.
1. Esto fue antes de que Alan dejara de comer cosas con patas, se entiende.
Artículo publicado originalmente en las páginas de La Cosa del Pantano de Alan Moore núm. 4 (de 6).
Podríamos hablar de la filosofía que hay detrás de todo esto, del clímax de la trama Gótico americano que empezó en Saga of the Swamp Thing núm. 35. Recuerdo que Alan Moore me habló de ella en un restaurante griego próximo a Forbidden Planet 2, la tienda de fantasía televisiva y cinematográfica de Londres, mientras la estaba escribiendo, hace mucho tiempo. Imaginaos la escena: Alan, grande y peludo como un yeti con traje, con una sonrisa parecida a la de Maxwell el Gato Mágico (aunque si conocéis a este personaje sabréis qué aspecto tiene Alan Moore), tiene pinchada en el tenedor una cosa con muchas patas1 que usa para gesticular mientras explica (y comprenderéis que cite de memoria) que: “El problema de Estados Unidos es que tiene una actitud muy maniquea, y supongo que eso quiero poner de manifiesto en Gótico americano. En esa actitud, hay cosas buenas y malas, negras y blancas. De eso trata la historia”.
Entonces, se pone a contarme lo que les ocurre a Sargón y a Zatara, y todo durante una comida, así que comprenderéis que terminara un poco mareado, porque las descripciones de Alan eran muy gráficas; aun así, me convenció.
[Fragmento educativo: un sistema maniqueo afirma que todo es bueno o malo. Solo hay una oscuridad y una luz. Empezó en el siglo III d. de C. y lo fundó alguien llamado Mani (sorprendente) y recibió influencias de muchas religiones de la época: el judaísmo, el cristianismo precatólico, el budismo, el zoroastrianismo, etc. No tardó en extenderse como la pólvora hasta convertirse en una de las grandes religiones, y unía la mitología antigua con la simple adoración espiritual y la moralidad estricta. Era una concepción muy simplista del bien y el mal. En la versión maniquea del Juicio Final, el dios de la luz aparece acompañado por unos humanos “perfeccionados” mientras los ángeles abandonan el mundo y todo se hace pedazos. Una explosión consume el mundo y la Luz, entonces completa, gobierna sobre una Oscuridad indefensa.
La religión maniquea quedó destruida en su práctica totalidad por la Iglesia Católica en el siglo XIII, pero Alan Moore quería decir que seguía viva y coleando en Estados Unidos. Fijaos en Hollywood (Rambo y demás) y en el regreso del evangelismo.]
Bueno, aquí estamos.
Hemos visto a los peces vampiro punk, al hombre lobo y a los zombis. Estamos a punto de conocer a los fantasmas armados y al Parlamento de Árboles y de asistir a una fiesta en un satélite tan concurrida que para él la habría querido Jerry Cornelius. Después de esos preliminares, la Cosa del Pantano y John Constantine están a punto de declarar la guerra (o lo que sea) a la Brujería y a la Oscuridad que amenaza al mismísimo Cielo.
La batalla se desata en Un nido de cuervos (Swamp Thing núm. 48), que también supone la primera vez que John Totleben dibuja la serie en solitario aunque haya entintado tres cuartas partes de las historias escritas por Moore. Es un trabajo precioso. Las viñetas se quedan grabadas: la Cosa del Pantano con un traje sudamericano con que parece un dios inca y la transformación de Judith.
En el mundo del terror, hay un eterno debate entre sugerir y mostrar. En un extremo tenemos la escuela de M.R. James, que aterran con pistas y suposiciones y dejan que el lector o lectora se forme una imagen propia del peligro. En el otro, están los Clive Barker, que enseñan el monstruo en cuanto pueden y se aseguran de que dé miedo y sea extraño y horrendo. Alan, John, Steve y Rick siempre han tenido tendencia a mostrar el monstruo. La metamorfosis de Judith es una excepción, porque es explícita pero imprecisa. En ningún momento vemos cómo vomita los intestinos en un cuenco, y en su lugar tenemos tres viñetas de transformación entre tinieblas... que dan el mismo miedo.
La invocación (Swamp Thing núm. 49) está dibujada y entintada por Stan Woch y Alfredo Alcalá. En ella, los dos equipos (el astral y el psíquico) se reúnen para emprender la batalla contra la Oscuridad. John Constantine recluta a Sargón el Hechicero, al Doctor Occult, a Zatara y a su hija Zatanna en la mansión de Georgetown del Barón Winter, y me imagino que creían que era más posible que se helara el Infierno que no que ganaran.
No os hace falta saber quién es toda esta gente, los desechos, los restos del naufragio del universo de lo oculto de DC. Brevemente, el Doctor Occult fue uno de los primeros personajes creados por DC a finales de los años treinta; Zatara también fue una estrella de la Edad de Oro, una especie de Mandrake el Mago que leía los hechizos al revés (“la séver”, como entonaría él mismo); su hija Zatanna fue su contrapartida de los años sesenta, y llevaba medias de rejilla y sombrero de copa; Sargón también procede de los primeros tiempos de DC y, como Zatara y Zatanna, se hizo prestidigitador para ocultar que era un mago de verdad; y al Barón Winter lo creó Marv Wolfman en Night Force como un enigma en una mansión transtemporal.
Ya conocemos a la panda espiritual que acompaña a la Cosa del Pantano en esta guerra. Puede que el único personaje que resulte nuevo para los lectores de la serie sea el Doctor Destino, otro superviviente de la Edad de Oro a quien se podría describir como una relación simbiótica entre un arqueólogo y un yelmo mágico egipcio.
A pesar de que El fin (Swamp Thing núm. 50), la consumación de la trama de Gótico americano, ocupó el doble que un cómic normal, podría haber sido más largo. El Juicio Final llega y se va en 40 páginas y deja a su paso muchos individuos muertos y hechos pedazos, y también una filosofía que a cualquier religión le parecería blasfema o, por lo menos, incómoda. También supone el fin de la etapa de Bissette y Totleben en la colección, dos personas que, igual que Alan Moore, le habían dado un aspecto característico. Sus sustitutos serían Rick Veitch y Alfredo Alcalá, dos autores que ya habían participado en el título.
Libre y en casa (Swamp Thing núm. 51), que no se incluye en el presente volumen, supone un epílogo a Gótico americano que nos conduce a la siguiente saga principal; sin embargo, la semilla de la historia se encuentra en El Parlamento de Árboles (núm. 47) y en Un nido de cuervos. El tema es el prejuicio y el amor, lo que ocurre cuando alguien ama a la persona “equivocada”. En ella, también estaremos lo más cerca posible de saber qué le pasa por la cabeza a John Constantine.
Y es que a Constantine cuesta entenderlo. Alan Moore me contó que creía haber creado a aquel personaje hasta que, una tarde, se conocieron en un bar de sándwiches de Westminster. Al parecer, fue por casualidad. Constantine llevaba un traje elegante y un abrigo mugriento, y también una mochila. Saludó brevemente a Alan antes de irse a comer un sándwich.
Alan jura que es verdad, y yo me lo creo. Hasta el fin del mundo, lo cual puede que ocurra en algún punto del volumen que tenéis entre manos.
Neil Gaiman
Sussex, mayo de 1988
Conocido en el mundo entero por Sandman y por ser uno de los guionistas de mayor éxito del mundo del cómic, Neil Gaiman también es el autor de las novelas Los hijos de Anansi y American Gods, que coparon las listas de éxitos del New York Times, y de El libro del cementerio, ganador de la medalla Newberry. También es el creador de obras como Neverwhere, Stardust o Coraline. Entre los muchos premios que ha recibido, se encuentran el Hugo, el Nebula, el Eisner, el Harvey, el Bram Stoker y el World Fantasy. Nacido en Inglaterra, Gaiman reside actualmente en Estados Unidos.
1. Esto fue antes de que Alan dejara de comer cosas con patas, se entiende.
Artículo publicado originalmente en las páginas de La Cosa del Pantano de Alan Moore núm. 4 (de 6).