En serio, no pensábamos que fuéramos a crear una leyenda.
Aquella gris mañana de diciembre de 1970, mientras viajaba en la línea E hacia Manhattan desde la selva de Queens, solo pensaba en conseguir mi siguiente encargo. Llevaba dos años y medio como guionista de cómics profesional, y había estado sobreviviendo básicamente a base de vender relatos de misterio a DC, Marvel y a las revistas recopilatorias de la difunta y llorada Gold Key Comics, ahora casi desaparecidas pero no olvidadas.
En el transcurso del viaje de media hora de metro, se me ocurrió la idea de hacer una obra de época, una historia de amor llena de peligro, asesinato y, finalmente, venganza. Ya no recuerdo por qué decidí que el protagonista fuera una especie de monstruo de pantano, una pantomima de hombre cubierta de mugre. Pero esa decisión estaba destinada a cambiar el curso de mi carrera.
Cuando llegué a lo que entonces eran las oficinas de DC en el 909 de la Tercera Avenida, ya tenía la premisa bastante desarrollada, tomé la máquina de escribir más cercana (en aquellos tiempos en los que usábamos máquinas de escribir) y me puse a plasmar el argumento en papel.
Le presenté el argumento de una página a un solo espacio a Joe Orlando, el entonces editor de House of Mystery y House of Secrets, entre otros títulos de DC. Casualmente, Joe había estado pensando en crear una historia en la línea de la clásica historia fantástica de Theodore Sturgeon, It!, que también va sobre un monstruo de pantano. (Que, por cierto, era una historia que yo nunca había leído hasta que Marvel publicó la excelente adaptación de Roy Thomas en Supernatural Thrillers años más tarde.) Joe leyó mi sinopsis con entusiasmo, hizo un par de pequeñas sugerencias (una de las cuales fue que Pantanito perdiera la pulsera de su esposa al final de la historia), me dio su aprobación y me fui a casa a escribir el guion.
No era más que otro típico día en la vida de un guionista autónomo muerto de hambre, pensé yo.
Vaya, no podría haber estado más equivocado.
El fin de semana siguiente, fui a una fiesta previa a Navidad en la casa de Long Island de mi gran amigo Marv Wolfman. Bien entrada la noche, por motivos que tristemente no puedo recordar, me encontré sentado en mi coche, bajo el frío viento nocturno, con un tal Bernie Wrightson, observando cómo caía la nieve y poniéndonos poéticos. Bernie acababa de romper con su novia y estaba apropiadamente deprimido. Yo le dije que sabía cómo se sentía. Entonces, le mencioné que estaba trabajando en una historia que encajaba con nuestro estado de ánimo. Le sugerí que quizás le interesaría ilustrar la historia como una forma de exorcizar sus demonios personales, y Bernie accedió rápidamente.
Y así nacen las leyendas.
El relato, de solo ocho páginas, apareció en House of Secrets núm. 92, y para alegría y asombro de todos, pareció ser un éxito fulgurante. Las cifras de ventas lo declararon el cómic más vendido de DC de aquel mes. El correo llegó por sacos, provocando emociones casi tan fuertes como la historia en sí. Para los mandamases de DC, el siguiente paso parecía obvio: para aprovechar este fenómeno inesperado, “la Cosa del Pantano” se convertiría en un título regular.
Por desgracia, Bernie y yo teníamos otras ideas.
Muy a pesar de DC, cuando nos propusieron continuar las aventuras de la Cosa del Pantano, tanto Bernie como yo rechazamos hacerlo. Esa historia corta en concreto había tenido un gran significado emocional para los dos, y no queríamos arruinar el impacto inicial de la historia diluyéndola. Huelga decir que eso no le hizo especial gracia al entonces editor Carmine Infantino y a los otros jefazos de DC. Durante los meses siguientes, siguieron intentando engatusarnos para que continuáramos con la serie, pero nosotros nos negamos en redondo. Vaya, ¿éramos nobles o qué?
También éramos increíblemente estúpidos.
Casi un año después de que termináramos la historia original de la Cosa del Pantano, de repente se me ocurrió que no teníamos que continuar la historia de Alec Olsen, nuestro pantanoso protagonista original, para continuar la serie. ¿Qué tenía de malo crear un nuevo monstruo del pantano para que fuera nuestra estrella regular? En una palabra: nada.
Embriagado por mi genialidad, llamé a Bernie para explicarle la idea. Al principio dudó, pero creo que mi entusiasmo era contagioso. Cuando colgamos, ya le había convencido. Ahora, solo teníamos que convencer a DC.
A primera hora del lunes por la mañana (lo que es un milagro en sí para los que saben a qué hora suelo levantarme), estaba sentado frente a Joe Orlando, sonriendo como un idiota. Un minuto después, Joe también sonreía. Lo único que faltaba era conseguir la aprobación de sus superiores, una tarea que le debió de llevar a Joe sus buenos cuatro o cinco segundos. Para Navidad, ya teníamos una base sobre la que trabajar. Para marzo, teníamos el primer número. Para el verano de 1972, ya nos habíamos hecho con nuestro nicho especial en la historia del cómic.
Bernie se retiró del cómic bimestral de la Cosa del Pantano tras 10 números. Tres números después, yo también me marché. Varios incondicionales intentaron seguir adelante lo mejor que pudieron, pero la Cosa del Pantano era nuestra visión personal. Tras otra docena de números, el título exhaló tranquilamente su último suspiro. Para entonces, la muerte fue por eutanasia.
Años después, ya como editor jefe en DC, le sugerí a Jenette Kahn, la mandamás de DC, que reviviéramos a la Cosa del Pantano para aprovechar el tirón de la inminente película, y ella accedió de buena gana. Primero, bajo la tutela de Martin Pasko y Tom Yeates; luego con la impresionante etapa deAlan Moore, Steve Bissette y John Totleben; seguida por las visiones únicas deRick Veitch, Doug Wheeler y ahora Nancy A. Collins, ayudada e instigada por más dibujantes de los que puedo recordar, la Cosa del Pantano sigue dejando su huella mohosa en la industria.
La serie ha generado dos películas de cine, una serie de televisión en prime-time en USA Network (ahora en su segunda temporada y con una tercera ya firmada), una serie de dibujos animados y una creciente línea de juguetes sensacionales.
Hoy, el término “Cosa del Pantano” es de uso común. Una reciente verificación de datos informáticos y servicios de referencia mostró nada menos que 300 usos del término “Cosa del Pantano”, y la mayoría ni siquiera estaban relacionados con el personaje. No está nada mal, considerando que empezó su andadura como una historia de ocho páginas en una recopilación de misterio. Y quién sabe lo que deparará el futuro.
Así que ponte tus botas de pescador, agarra tu mosquitera y acompáñanos en un viaje extraordinario hacia las profundidades frondosas de la zona pantanosa de Luisiana.
La aventura de una docena de vidas está a punto de empezar.
Len Wein
1991
Artículo publicado en las páginas de Grandes autores de Vertigo: Len Wein y Bernie Wrightson - La Cosa del Pantano: Génesis Oscura ¡Ya a la venta!
Previa de Grandes autores de Vertigo: Len Wein y Bernie Wrightson - La Cosa del Pantano: Génesis Oscura
Aquella gris mañana de diciembre de 1970, mientras viajaba en la línea E hacia Manhattan desde la selva de Queens, solo pensaba en conseguir mi siguiente encargo. Llevaba dos años y medio como guionista de cómics profesional, y había estado sobreviviendo básicamente a base de vender relatos de misterio a DC, Marvel y a las revistas recopilatorias de la difunta y llorada Gold Key Comics, ahora casi desaparecidas pero no olvidadas.
En el transcurso del viaje de media hora de metro, se me ocurrió la idea de hacer una obra de época, una historia de amor llena de peligro, asesinato y, finalmente, venganza. Ya no recuerdo por qué decidí que el protagonista fuera una especie de monstruo de pantano, una pantomima de hombre cubierta de mugre. Pero esa decisión estaba destinada a cambiar el curso de mi carrera.
Cuando llegué a lo que entonces eran las oficinas de DC en el 909 de la Tercera Avenida, ya tenía la premisa bastante desarrollada, tomé la máquina de escribir más cercana (en aquellos tiempos en los que usábamos máquinas de escribir) y me puse a plasmar el argumento en papel.
Le presenté el argumento de una página a un solo espacio a Joe Orlando, el entonces editor de House of Mystery y House of Secrets, entre otros títulos de DC. Casualmente, Joe había estado pensando en crear una historia en la línea de la clásica historia fantástica de Theodore Sturgeon, It!, que también va sobre un monstruo de pantano. (Que, por cierto, era una historia que yo nunca había leído hasta que Marvel publicó la excelente adaptación de Roy Thomas en Supernatural Thrillers años más tarde.) Joe leyó mi sinopsis con entusiasmo, hizo un par de pequeñas sugerencias (una de las cuales fue que Pantanito perdiera la pulsera de su esposa al final de la historia), me dio su aprobación y me fui a casa a escribir el guion.
No era más que otro típico día en la vida de un guionista autónomo muerto de hambre, pensé yo.
Vaya, no podría haber estado más equivocado.
El fin de semana siguiente, fui a una fiesta previa a Navidad en la casa de Long Island de mi gran amigo Marv Wolfman. Bien entrada la noche, por motivos que tristemente no puedo recordar, me encontré sentado en mi coche, bajo el frío viento nocturno, con un tal Bernie Wrightson, observando cómo caía la nieve y poniéndonos poéticos. Bernie acababa de romper con su novia y estaba apropiadamente deprimido. Yo le dije que sabía cómo se sentía. Entonces, le mencioné que estaba trabajando en una historia que encajaba con nuestro estado de ánimo. Le sugerí que quizás le interesaría ilustrar la historia como una forma de exorcizar sus demonios personales, y Bernie accedió rápidamente.
Y así nacen las leyendas.
El relato, de solo ocho páginas, apareció en House of Secrets núm. 92, y para alegría y asombro de todos, pareció ser un éxito fulgurante. Las cifras de ventas lo declararon el cómic más vendido de DC de aquel mes. El correo llegó por sacos, provocando emociones casi tan fuertes como la historia en sí. Para los mandamases de DC, el siguiente paso parecía obvio: para aprovechar este fenómeno inesperado, “la Cosa del Pantano” se convertiría en un título regular.
Por desgracia, Bernie y yo teníamos otras ideas.
Muy a pesar de DC, cuando nos propusieron continuar las aventuras de la Cosa del Pantano, tanto Bernie como yo rechazamos hacerlo. Esa historia corta en concreto había tenido un gran significado emocional para los dos, y no queríamos arruinar el impacto inicial de la historia diluyéndola. Huelga decir que eso no le hizo especial gracia al entonces editor Carmine Infantino y a los otros jefazos de DC. Durante los meses siguientes, siguieron intentando engatusarnos para que continuáramos con la serie, pero nosotros nos negamos en redondo. Vaya, ¿éramos nobles o qué?
También éramos increíblemente estúpidos.
Casi un año después de que termináramos la historia original de la Cosa del Pantano, de repente se me ocurrió que no teníamos que continuar la historia de Alec Olsen, nuestro pantanoso protagonista original, para continuar la serie. ¿Qué tenía de malo crear un nuevo monstruo del pantano para que fuera nuestra estrella regular? En una palabra: nada.
Embriagado por mi genialidad, llamé a Bernie para explicarle la idea. Al principio dudó, pero creo que mi entusiasmo era contagioso. Cuando colgamos, ya le había convencido. Ahora, solo teníamos que convencer a DC.
A primera hora del lunes por la mañana (lo que es un milagro en sí para los que saben a qué hora suelo levantarme), estaba sentado frente a Joe Orlando, sonriendo como un idiota. Un minuto después, Joe también sonreía. Lo único que faltaba era conseguir la aprobación de sus superiores, una tarea que le debió de llevar a Joe sus buenos cuatro o cinco segundos. Para Navidad, ya teníamos una base sobre la que trabajar. Para marzo, teníamos el primer número. Para el verano de 1972, ya nos habíamos hecho con nuestro nicho especial en la historia del cómic.
Bernie se retiró del cómic bimestral de la Cosa del Pantano tras 10 números. Tres números después, yo también me marché. Varios incondicionales intentaron seguir adelante lo mejor que pudieron, pero la Cosa del Pantano era nuestra visión personal. Tras otra docena de números, el título exhaló tranquilamente su último suspiro. Para entonces, la muerte fue por eutanasia.
Años después, ya como editor jefe en DC, le sugerí a Jenette Kahn, la mandamás de DC, que reviviéramos a la Cosa del Pantano para aprovechar el tirón de la inminente película, y ella accedió de buena gana. Primero, bajo la tutela de Martin Pasko y Tom Yeates; luego con la impresionante etapa deAlan Moore, Steve Bissette y John Totleben; seguida por las visiones únicas deRick Veitch, Doug Wheeler y ahora Nancy A. Collins, ayudada e instigada por más dibujantes de los que puedo recordar, la Cosa del Pantano sigue dejando su huella mohosa en la industria.
La serie ha generado dos películas de cine, una serie de televisión en prime-time en USA Network (ahora en su segunda temporada y con una tercera ya firmada), una serie de dibujos animados y una creciente línea de juguetes sensacionales.
Hoy, el término “Cosa del Pantano” es de uso común. Una reciente verificación de datos informáticos y servicios de referencia mostró nada menos que 300 usos del término “Cosa del Pantano”, y la mayoría ni siquiera estaban relacionados con el personaje. No está nada mal, considerando que empezó su andadura como una historia de ocho páginas en una recopilación de misterio. Y quién sabe lo que deparará el futuro.
Así que ponte tus botas de pescador, agarra tu mosquitera y acompáñanos en un viaje extraordinario hacia las profundidades frondosas de la zona pantanosa de Luisiana.
La aventura de una docena de vidas está a punto de empezar.
Len Wein
1991
Artículo publicado en las páginas de Grandes autores de Vertigo: Len Wein y Bernie Wrightson - La Cosa del Pantano: Génesis Oscura ¡Ya a la venta!
Previa de Grandes autores de Vertigo: Len Wein y Bernie Wrightson - La Cosa del Pantano: Génesis Oscura