Eccediciones
searchclose

La ciudad de los superprodigios

La década de los noventa del siglo pasado fue un momento particularmente complicado para el cómic de superhéroes. El trabajo de guionistas como Alan Moore y Frank Miller en Miracleman, Watchmen y Batman: El regreso del Caballero Oscuro parecía haber condenado al género a una deconstrucción nihilista y traumática de sus arquetipos esenciales, dejando prácticamente obsoletos para la siguiente generación de autores los valores morales y el sentido puramente lúdico que habían caracterizado a las grandes cabeceras de las Edades de Oro y Plata. La radicalización de los principales iconos de Marvel y DC, reconvertidos en sociópatas paramilitares más propios del cine de acción de la era Reagan que de los universos en viñetas creados por Bob Kane, Jerry Siegel y Joe Shuster o Stan Lee y Jack Kirby, llegó a sus últimas consecuencias con el nacimiento de la editorial independiente Image Comics, surgida de la desbandada de algunos de los dibujantes más populares de aquel momento. Deseosos de poseer los derechos sobre caracteres e historias creados por ellos mismos, artistas como Jim Lee, Todd McFarlane, Rob Liefeld o Marc Silvestri se aliaron en una aventura editorial visualmente agresiva y comercialmente arrolladora, pero que dejaba al descubierto su inexperiencia como guionistas. En lugar de aprovechar la ocasión para introducir nuevos conceptos y argumentos que hubieran sido inviables bajo el paraguas de Marvel y DC, los fundadores de Image se dedicaron a reproducir la clase de historias y personajes con los que habían trabajado en los últimos años en las mismas grandes compañías a las que acababan de dar la espalda, llevándolos hasta extremos ridículos de gravedad e hiperviolencia. De este modo, émulos desvergonzados de la Patrulla X, los Vengadores o Superman se presentaron en títulos como WildC.A.T.s, CyberForce, Youngblood o Supreme con actitudes prácticamente fascistas y un rictus constante de estreñimiento y rechinar de dientes.

Por supuesto, esta degeneración del canon superheroico no era más que otra etapa destinada a ser superada en cuanto algún escritor profesional decidiese dar un golpe de timón para reconducir el género por su cauce original. El hombre idóneo para este trabajo resultó ser Kurt Busiek, guionista bostoniano fogueado en series menores de DC Comics que en 1994 colaboró con el ilustrador hiperrealista Alex Ross en la miniserie que inauguraría el regreso a la luz de los superhéroes: Marvels. Combinando el amor al género y el saber enciclopédico de Busiek con la formación pictórica de Ross, una suerte de moderno Norman Rockwell, Marvels introdujo un novedoso punto de vista que hasta entonces solo había sido parcialmente explorado: el del hombre de la calle que convive diariamente con los prodigios enmascarados. En los cuatro episodios de Marvels, héroes y villanos recuperaron su carácter fabuloso, prácticamente mitológico, al tiempo que se revivían algunos de los momentos más determinantes en la historia del medio a través de la mirada perpetuamente asombrada de este ciudadano corriente, espectador de acontecimientos cuya magnitud, en ocasiones cósmica, apenas podía asimilar. La intención, por supuesto, era que el lector se identificase con ese protagonista a pie de calle que debe alzar la mirada y escudriñar los cielos para distinguir a un pájaro o un avión de un superhombre uniformado, experimentando de nuevo el elemento emocional que ha asegurado la supervivencia del género a lo largo de las décadas: el sentido de la maravilla.

Pero sin duda el título que lograría recuperar definitivamente al arquetipo clásico del superhéroe, para alegría de los aficionados veteranos y sorpresa de los lectores que solo conocían la oscura década transcurrida entre 1985 y 1995, fue Astro City. Tras el éxito artístico y comercial de Marvels, Busiek y Ross comprendieron que su innovadora perspectiva de la mitología superheroica tenía todavía mucho margen de exploración, pero que siempre existirían límites creativos si pretendían desarrollar esta excitante labor a través de personajes ya existentes, propiedad de grandes compañías como Marvel y DC. La solución pasaba inevitablemente por establecerse en una editorial independiente en la que los autores dispusiesen de total libertad creativa y retuviesen los derechos sobre sus propias creaciones. De este modo, en una irónica carambola del destino, Astro City comenzó a publicarse en agosto de 1995 bajo el sello de Homage Comics, la línea para obras “de guionista” de WildStorm, el estudio que Jim Lee había creado en el seno de Image Comics unos años antes.

De cara a poder manejar el mayor número posible de los elementos definitorios de la temática superheroica, Busiek adoptó en Astro City una visión coral, estructurando la cabecera en episodios autoconclusivos o breves sagas con protagonistas variables: unas veces héroes disfrazados; otras, simples habitantes anónimos de la ciudad que da título al tebeo. La Astro City de Busiek es una gran urbe imaginaria, prima hermana de Metropolis, Gotham o la Nueva York de Marvel Comics, en la que alienígenas, viajeros temporales, entidades fantasmagóricas y justicieros sin poderes conviven con periodistas, estibadores, telefonistas y conductores de autobús. Cualquier individuo de la ciudad, humano o metahumano, es susceptible de protagonizar su propia historia, admitiendo tantas posibilidades dramáticas como el guionista se atreva a imaginar. Desde el slice of life de tintes costumbristas hasta la ciencia ficción galáctica más desbocada, Busiek aborda siempre estas narraciones a través del prisma emocional, haciendo especial hincapié en la descripción de personajes y logrando que el lector empatice profundamente con el protagonista ocasional en apenas 24 páginas.

Es en esa riqueza de matices, en esa infinitud de opciones narrativas, donde reside una de las grandes diferencias entre Astro City y cualquier otro título del actual panorama superheroico. También, por supuesto, en la labor de Alex Ross como ideólogo, diseñador de personajes y portadista de todos los números publicados hasta la fecha. Ya que el ritmo de producción requería de un dibujante más habituado a las fechas de entrega que Ross, el coautor de Marvels tuvo que delegar el arte interior de Astro City en otro gran conocido del fandom superheroico, Brent Anderson, que ya se había hecho un importante nombre en la industria norteamericana tras la publicación de la exitosa novela gráfica X-Men: Dios ama, el hombre mata, escrita por el páter mutante Chris Claremont. El estilo de Anderson, deudor de la anatomía realista y la gran expresividad facial de Neal Adams, dotó a Astro City de una personalidad visual clásica en las antípodas de la tendencia a la hipertrofia muscular y la splash-page gratuita imperante en los noventa. La estabilidad de este equipo creativo se ha mantenido inamovible a lo largo de los más de 50 números publicados entre 1995 y 2010, repartidos entre varias miniseries, especiales y una serie regular que alcanzó las 22 entregas mensuales.

La feliz andadura editorial de Astro City se vería sin embargo truncada con el cambio de década. Adquirido en 1999 por DC Comics, Wildstorm cerraría sus puertas en 2010 integrando a la mayoría de personajes del estudio en la continuidad oficial del Universo DC el año siguiente. Esta circunstancia, unida al delicado estado de salud que atravesaba Busiek por aquel entonces, dejaría a Astro City hibernando en un limbo del que finalmente acabaría saliendo en 2013 gracias a la nueva colección que ahora mismo sostienes en tus manos. Si alguna vez ha existido un lugar donde los grandes autores de la industria norteamericana han podido dar rienda suelta a sus necesidades creativas ese sin duda ha sido el sello Vertigo. Aunque tal vez en 1995 una propuesta como Astro City no habría tenido cabida en una línea editorial más orientada hacia el terror y la psicodelia, en el momento actual la variedad temática y estilística son el santo y seña del sello para adultos de DC Comics.

La naturaleza autocontenida de las historias narradas en la colección, la cualidad icónica de sus caracteres y la voluntad de los autores de hacer de este relanzamiento un producto accesible tanto para lectores veteranos como para neófitos convierten a la Astro City de Vertigo en un punto de contacto idóneo para adentrarse en sus misterios y maravillas. Lleves años empadronado en el lugar, seas un antiguo turista o pongas por primera vez un pie en sus calles, la ciudad de los superprodigios te recibe con sus mejores galas.

Bienvenido a Astro City, querido lector. Bienvenido a la mayor carta de amor a los superhéroes de los últimos 20 años.

Jero Piñeiro

Artículo publicado originalmente como introducción de Astro City: Puertas abiertas.