Eccediciones
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Jugando en la Mesa Redonda

Fábulas se aproxima lenta e inexorablemente al final previsto para el número 150. Mientras llega ese fatídico momento, el guionista Bill Willingham y el dibujante Mark Buckingham preparan el desenlace de una serie convertida por méritos propios en estandarte de la línea Vertigo desde su lanzamiento en diciembre de 2002. Con tal motivo, han desempolvado uno de los mitos más poderosos del imaginario medieval: la leyenda del rey Arturo y sus Caballeros de la Mesa Redonda.

Arturo era un personaje brumoso perteneciente al folclore bretón hasta que el clérigo Geoffrey de Monmouth lo popularizó en su Historia de los reyes de Britania allá por el siglo XII. Esta obra convirtió una estampa borrosa en la figura deslumbrante que hoy conocemos. Según el relato del cronista galés, Arturo —descendiente de Úter Pendragón— levantó un reino legendario cuya expansión y defensa le obligó a combatir en múltiples ocasiones. En una de ellas recibió una herida mortal. Para recuperarse, viajó a la isla imaginaria de Avalón y, una vez allí, cedió la corona a su primo Constantino. A partir de esta semilla, la leyenda creció hasta configurar un gigantesco ciclo literario que —combinado con la búsqueda del Santo Grial— encarnaba los ideales más elevados del Occidente cristiano. Durante siglos se han multiplicado las versiones del mito, desde La muerte de Arturo de Thomas Malory (que dio un impulso definitivo al tema en la segunda mitad del siglo XV) a la célebre película Excalibur dirigida por John Boorman en 1981. Con Fábulas, Willingham y Buckingham añaden su firma al catálogo de autores que han modernizado el mito.

Los siglos han pasado, pero la leyenda parece inalterable. Sigue habiendo un rey, un reino amenazado y una corte formada por la flor y nata de la orden de caballería (entre cuyos miembros figura, incluso, el propio Lanzarote del Lago). Pero la peculiar naturaleza del mundo de Fábulas contamina el ciclo artúrico y le proporciona un semblante distinto (en que las mujeres, por cierto, desempeñan un papel mucho más relevante). Rosa Roja encarna al rey Arturo. Sus caballeros son un puñado de criaturas fantásticas que, representando lo mejor de la humanidad, no son en esencia seres humanos. Y unos entes sobrenaturales —cercanos a nuestra noción del “destino”— se han empeñado en retorcer los acontecimientos de la historia a fin de duplicar la forma original del mito. Si existe una Mesa Redonda, también habrá un amorío, un Mordret y una batalla definitiva que deshagan Camelot. ¿O tal vez no? Esta indefinición crea un clima de sospecha y desconfianza que preludia el desastre y anticipa un desenlace demoledor.

Y es que Bill Willingham es un narrador consumado que sabe qué contar y qué callar en cada momento para estimular la atención de sus lectores. Con astucia de jugador, planea con cuidado sus movimientos. La resurrección de Feroz, los planes de venganza de Blanca Nieves y el destino de la nueva Mesa Redonda son algunas de sus próximas jugadas. Y con semejante colección de reyes y reinas en su mano es imposible perder la partida.

Jorge García

Artículo publicado originalmente en las páginas de Fábulas núm. 20.