Eccediciones

Juego de tronos

La fascinación que ha ejercido el continente de la Atlántida en el imaginario occidental, desde hace literalmente siglos, es un recurso de posibilidades casi infinitas con el que Geoff Johns juega muy hábilmente en las páginas de esta serie.

Sus aventuras de Aquaman cuentan, además, con la ventaja de poder redefinir un pasado atlante esencialmente misterioso y desconocido gracias a las renovadas expectativas que permite el Nuevo Universo DC. Por ello la sensación de aventura y descubrimiento constante –marcada por acontecimientos como la reunión de esos héroes olvidados que son “los Otros”, la visita a la Tumba del Rey Difunto o el hallazgo de su mítico cetro desaparecido– es tan importante en una colección que se ha convertido ya en uno de los mayores éxitos de la editorial en Estados Unidos, lo cual es aún más significativo teniendo en cuenta cuál era el punto de partida de Aquaman.

Las primeras menciones de ese continente incierto e ignorado figuran ya en obras de Platón que datan de más de 300 años antes de Cristo, el Critias y el Timeo, de modo que la literatura generada en torno a esta isla, que quedó presuntamente sumergida por enigmáticos motivos en el océano Atlántico, es tan abundante como variopinta. Incluso David Graves, el padre de familia salvado por la Liga de la Justicia en su primera aventura –y cuya admiración por el grupo terminará por agriarse hasta convertirle en
una figura mucho más tenebrosa de lo que al principio parecía–, escribió entre muchos otros libros uno llamado La historia secreta de Atlantis. Ese título parece ejemplificar con certera concisión el recurso que utiliza Johns para ir tirando del hilo, una especie de MacGuffin milenario que le permite ir haciendo por la mitología del personaje más o menos lo mismo que ha hecho ya por la de Green Lantern: potenciar sus innegables puntos fuertes de base y, al mismo tiempo, generar nuevas ideas que le permitan alcanzar otros hitos sin que deje de parecer que siempre han estado ahí.

Si la rivalidad entre Manta Negra y Aquaman ha quedado perfectamente plasmada en Los Otros, en ese mismo contexto repleto de sense of wonder y de fascinación por el desconocido pasado de la Atlántida, ahora es el turno de El trono de Atlantis para definir con idéntica contundencia la relación existente entre Arthur y su hermano Orm. Un vínculo cuyos matices -detallados en este volumen- explican que muchos de los que deberían ser sus súbditos consideren a uno o al otro legítimo heredero del trono atlante, por distintos motivos. Terreno abonado, pues, para que Johns desarrolle una nueva historia de amplio alcance con secretos inconfesables, traiciones de cualquier índole y en definitiva implicaciones tan devastadoras como para afectar al nUDC en toda su magnitud.

Pero los cómics que han abarcado la historia de Atlantis y la rivalidad entre los miembros de su realeza, o sus enfrentamientos con los “moradores de la superficie”, no son desde luego algo nuevo. Incluso Marvel lo hizo a finales de los ochenta con el cruce ¡Atlantis ataca!, publicado aquí por Forum y con la presencia, cómo no, de otro heredero al trono atlante (un tal Namor). Aunque tal vez el más destacado de todos los cómics que traten esa temática sea la serie limitada The Atlantis Chronicles (1990), de Peter David y Esteban Maroto, que en España vimos gracias a Ediciones Zinco bajo el título Las crónicas de Atlantis. No es anecdótico que el guionista la considerase en su momento, en declaraciones textuales, el mejor cómic que había escrito jamás. Ni que fuese lo que propiciara su temporada al frente del personaje –la que terminaría con Arthur Curry sin mano izquierda y con una barba poseidónica–, etapa justamente apreciada por muchos lectores como una de las mejores que ha tenido.

La Atlántida siempre ha estado presente en torno a la figura de Arthur, de manera más vaga en la Edad de Oro y más explícita en la Edad de Plata. En su primera aventura de esta segunda época, en el núm. 260 de Adventure Comics (mayo de 1959), Aquaman ya salvaba la metrópolis sumergida, representada bajo una cúpula subacuática en el fondo del océano, y la definía como “el ancestral hogar de mi madre”. Esa madre era Atlanna, lo cual no deja de confirmar que los mimbres del Aquaman de la Edad de Plata y los de esta etapa son esencialmente los mismos. Algo que resulta llamativo, a la vez, por los nuevos giros argumentales que sin duda el guionista imprime y está dispuesto a imprimir a la historia... Porque, aunque el apartado gráfico de la serie ha pasado de las manos de Ivan Reis a las de la Paul Pelletier (un cambio de guardia que tenemos el honor de presenciar entre este tomo y el siguiente), es Geoff Johns quien continúa firmemente unido al destino del protagonista. Y parece decidido a vincularle de una vez por todas, sin ninguna reticencia, a los principales héroes del panteón de DC Comics.

Poseidonis –principal ciudad de la Atlántida–, Tritonis –hogar de sirenas y tritones–, Shayeris –residencia de místicos–, la colonia de Xebel –facción desterrada del pueblo de Atlantis de la que aparentemente procedía Mera cuando la destinaron a matar a su futuro cónyuge–, Cerdia –isla de “moradores de la superficie” regida por una dictadura que ya entró en guerra con la Atlántida– o incluso Sub Diego –la parte de San Diego que quedó sumergida gracias fundamentalmente a John Arcudi y Patrick Gleason– son tan solo algunos de los enclaves del “viejo” Universo DC relacionados con la legendaria ciudad sumergida. El tiempo dirá si aparecerán también en el nUDC, o con qué forma lo harán, pero lo que resulta indiscutible es que tanto Johns como Aquaman están aquí para quedarse.

Felip Tobar