“¿Sabes qué soy? Un perro que persigue coches. No sabría qué hacer si alcanzara uno. Actúo sin más.”.
La autoría de esta frase pertenece a Christopher y Jonathan Nolan, quienes apoyados en la brillante interpretación del tristemente desaparecido Heath Ledger, construyeron la versión cinematográfica definitiva del Joker, plasmada en El Caballero Oscuro (2008). Apenas un par de años antes del estreno del exitoso film, el guionista Brian Azzarello y el dibujante Lee Bermejo departieron acerca de posibles proyectos en los que embarcarse. Tras retratar con tanto acierto a la némesis de Superman en la serie limitada Lex Luthor, no tardó en salir a colación la posibilidad de hacer lo propio con el Príncipe Payaso del Crimen, opción tan lógica y atractiva como intimidatoria, que derivaría en más de un centenar de páginas integrantes de la novela gráfica titulada simple y llanamente Joker.
Consciente de que una narración en primera persona privaría al personaje de uno de sus rasgos más distintivos –su carácter impredecible– Azzarello optó por narrar la historia a través de una tercera persona que sirviera de vínculo de conexión directo con el lector. El elegido: Jonny Frost, matón del tres al cuarto ansioso por medrar en los círculos criminales de Gotham City que asistirá desde una posición de privilegio a la orgía de locura, caos y destrucción enfocada a que el bufonesco personaje recupere el trono usurpado durante su ausencia. Así, libre de la pesada losa de la continuidad, el guionista natural de Cleveland no sólo indaga en la psique del carismático antagonista, sino que contando con la inestimable colaboración de un inspirado Lee Bermejo, ofrece una personalísima visión de ilustres “sospechosos habituales” de Gotham, como Killer Croc, El Acertijo, El Pingüino, Dos Caras o Harley Quinn. Y por supuesto, de un Batman más misterioso que nunca que, como bien advierte Azarello “está ahí, es parte de Gotham, está en todas partes”.
Se han vertido ríos de tinta tratando de conectar ambos proyectos, desarrollados de forma paralela sin que, aparentemente, uno influyera en el otro. Y lo cierto es que no son pocos los puntos de confluencia, derivados de la perfecta comprensión y gestión de los personajes por parte de los autores involucrados. Por lo que al Joker se refiere, resultan innegables las similitudes, no sólo en cuanto a su aproximación estética, sino también al enfoque parcialmente revolucionario, aunque fiel a la esencia del personaje. Tanto la interpretación de los hermanos Nolan como la de Azzarello y Bermejo potencia el lado más oscuro y desaforadamente violento del personaje, convertido en “agente del Caos” que en su improvisada, errática y excesiva existencia hace buena la metáfora enunciada en las líneas que encabezan este texto. Dos visiones complementarias que por méritos indiscutibles contribuyen a enriquecer la mitología de este inolvidable villano creado en 1940 (Batman núm. 1) por Bob Kane, Bill Finger y Jerry Robinson.
David Fernández
La autoría de esta frase pertenece a Christopher y Jonathan Nolan, quienes apoyados en la brillante interpretación del tristemente desaparecido Heath Ledger, construyeron la versión cinematográfica definitiva del Joker, plasmada en El Caballero Oscuro (2008). Apenas un par de años antes del estreno del exitoso film, el guionista Brian Azzarello y el dibujante Lee Bermejo departieron acerca de posibles proyectos en los que embarcarse. Tras retratar con tanto acierto a la némesis de Superman en la serie limitada Lex Luthor, no tardó en salir a colación la posibilidad de hacer lo propio con el Príncipe Payaso del Crimen, opción tan lógica y atractiva como intimidatoria, que derivaría en más de un centenar de páginas integrantes de la novela gráfica titulada simple y llanamente Joker.
Consciente de que una narración en primera persona privaría al personaje de uno de sus rasgos más distintivos –su carácter impredecible– Azzarello optó por narrar la historia a través de una tercera persona que sirviera de vínculo de conexión directo con el lector. El elegido: Jonny Frost, matón del tres al cuarto ansioso por medrar en los círculos criminales de Gotham City que asistirá desde una posición de privilegio a la orgía de locura, caos y destrucción enfocada a que el bufonesco personaje recupere el trono usurpado durante su ausencia. Así, libre de la pesada losa de la continuidad, el guionista natural de Cleveland no sólo indaga en la psique del carismático antagonista, sino que contando con la inestimable colaboración de un inspirado Lee Bermejo, ofrece una personalísima visión de ilustres “sospechosos habituales” de Gotham, como Killer Croc, El Acertijo, El Pingüino, Dos Caras o Harley Quinn. Y por supuesto, de un Batman más misterioso que nunca que, como bien advierte Azarello “está ahí, es parte de Gotham, está en todas partes”.
Se han vertido ríos de tinta tratando de conectar ambos proyectos, desarrollados de forma paralela sin que, aparentemente, uno influyera en el otro. Y lo cierto es que no son pocos los puntos de confluencia, derivados de la perfecta comprensión y gestión de los personajes por parte de los autores involucrados. Por lo que al Joker se refiere, resultan innegables las similitudes, no sólo en cuanto a su aproximación estética, sino también al enfoque parcialmente revolucionario, aunque fiel a la esencia del personaje. Tanto la interpretación de los hermanos Nolan como la de Azzarello y Bermejo potencia el lado más oscuro y desaforadamente violento del personaje, convertido en “agente del Caos” que en su improvisada, errática y excesiva existencia hace buena la metáfora enunciada en las líneas que encabezan este texto. Dos visiones complementarias que por méritos indiscutibles contribuyen a enriquecer la mitología de este inolvidable villano creado en 1940 (Batman núm. 1) por Bob Kane, Bill Finger y Jerry Robinson.
David Fernández