Eccediciones

Introducción a Transmetropolitan núm. 7 (de 10): Las rajadas de Spider

No fui un chaval que leyera cómics.

No crecí con los superhéroes. A veces compraba algún Conan Rey, pero eso era todo.

Para mí, empezó en el instituto, cuando alguien me dijo que el cómic vino antes que la banda.

“¿¡Qué!?” Yo, sorprendido.

“Sí, antes fue un cómic.” Mi amiga gótica.

“¿Love and Rockets?”, confirmé yo.

“Sí.”

“¿Con superhéroes?” Incrédulo.

“Nunca lo he leído.” Ella terminó la conversación y se volvió a poner el walkman.

Así que busqué una copia. Hasta entonces, nunca había estado en una tienda de cómics. Vi el gran espíritu de Márquez sobrevolando esas páginas. Me quedé enganchado. Grandes persona­jes, gran tono, gran espíritu.

¿Quién dijo que los cómics necesitaban superhéroes?

Llegamos a Watchmen.

Un amigo punk me dejó su copia desgastada. Dijo que la única regla es que solo puedes leer un capítulo por noche. Sabe Dios lo duro que fue no leérmelo todo de una sentada. Pero seguí las reglas y tardé 12 noches.

Ahora estaba famélico, necesitaba más. Batman: El regreso del Caballero Oscuro, Ronin, Elektra, La Cosa del Pantano, eso cené durante un tiempo. ¡Menudo postre!

Pero pronto, este apogeo de finales de los ochenta, igual que el hip hop temprano, empezó a desvanecerse.

Los hermanos Hernández dejaron de publicar. Miller producía sus gemas, pero se lo tomaba con mucha calma. Moore era un misterio. Pareció desaparecer en una de sus conspiraciones.

Cada pocos meses, yo deambulaba por los pasillos de St. Mark’s Comics o de Forbidden Planet (en su localización original y más imponente), buscando algo. Algo nuevo, algo que me dejara sin aliento.

Deambulando. Arriba y abajo.

Durante años. Poca cosa.

Empecé a perder el interés. Mis visitas a la tienda de cómics se hicieron cada vez más excepcionales.

Entonces, tras comer algo en Koreatown, me topé con Jim Hanle’s Universe, un nuevo em­porio del cómic a la sombra del Empire State. Entré sin esperar demasiado. Pero con cierta esperanza.

Y, entonces, hice contacto visual con un calvo raro que llevaba unas gafas 3D y barba y sombrero de Lincoln. El dibujo era soberbio, hábil y elegante. La sonrisa de maníaco del persona­je, interesante.

Lo tomé y lo abrí.

Desde la primera palabra, lo pillé. Obscenidades + ira + revolución + cinismo + drogas + ta­baco + verdad + justicia - imparcialidad = Spider Jerusalem. Actitud perfecta, tatuajes perfectos, ayudantes perfectas. Un nombre perfecto.

Entra en la galería de clásicos. Un auténtico original. Espero sus nuevos números con im­paciencia.

Pero corre el rumor... ¿de que esto es el final?

¿¿¡¡EL FINAL!!??

No puede ser. Nuestro mundo necesita a Spider. Por favor, Warren. Por favor, Darick. Dad­nos más de él. Que le patee el culo a Batman. Que deje preñada a Wonder Woman. Que entre en nuestro mundo. Que instruya a Bush sobre la verdad. Que lleve la paz a Oriente Medio.

Si no, me veré obligado a regresar a los pasillos. Famélico. Deambulando arriba y abajo. Esperando que la inspiración vuelva a golpear este planeta.

Darren Aronofsky
6 de junio de 2002

Darren Aronofsky nació y creció en Brooklyn, Nueva York. Escribió y dirigió las películas π (1997), Réquiem por un sueño (2000) y La fuente de la vida (2006), y dirigió las películas nominadas a los Óscar El luchador (2008) y Cisne negro (2010). 

Artículo publicado en las páginas de Transmetropolitan núm. 07 (de 10): Las rajadas de Spider ¡Ya a la venta!