Llevo juntando letras desde 1977 y, durante los últimos 10 años, una gran parte de ese trabajo ha sido en Fábulas y sus spinoffs, especiales y miniseries derivadas. De hecho, creo que he rotulado todas las páginas relacionadas con Fábulas que se han publicado hasta el momento, lo que significa que he trabajado más que nadie en esta franquicia, con la posible excepción de la editora Shelly Bond. Además de los 120 números de Fábulas (hasta el momento), ha habido 50 números de Jack de Fábulas, dos miniseries de Cenicienta, Los Literales, Fabulosas, 1.001 noches de nieve y más. Revisando mis archivos, veo que suman unas 4.570 páginas hasta el momento, incluyendo algunas que aún no se han publicado. Se podría pensar que ya me he cansado, pero Fábulas sigue siendo uno de mis títulos favoritos y sigo esperando con ansia cada número. ¿Por qué? Pues aquí van varios motivos.
Desde el momento en el que leí la propuesta original de Fábulas, que Shelly me envió para ver si me interesaba rotular la serie, supe que era un concepto con muchísimo potencial. De hecho, pensé que era la mejor idea para un cómic que había visto desde Sandman. Contenía un grupo de personajes de la tradición europea y de los cuentos de hadas, personajes de los que todos habíamos oído hablar, como Blancanieves, Pinocho y el lobo feroz, que contaban con una resonancia y una dignidad inherentes. El giro de Bill Willingham consistía en mostrarlos como si hubieran sido expulsados de las tierras míticas de sus historias originales y estuvieran escondidos en Estados Unidos, concretamente en la ciudad de Nueva York y en el norte del estado. La idea tenía mucha proyección, pues hay muchos personajes donde elegir, no solo de Europa sino también de los cuentos y leyendas del resto del mundo. ¿Y el cataclismo desconocido pero claramente épico que provocó su éxodo hacia nuestro mundo mundano? Otro motor para hacer avanzar la historia.
Más allá del potencial del reparto, lo que me gustó más fue la forma en la que Bill abordaba los personajes individuales. Sí, eran los mismos personajes reconocibles de nuestra infancia, pero tenían un trasfondo que desconocíamos. ¿Cómo habían llegado aquí? ¿Qué problemas y penurias habían soportado desde que terminaran sus historias originales? ¿Cómo habían llegado a poseer las diferentes actitudes, personalidades y apariencias físicas que vemos en la serie? ¡Ahí había muchas historias nuevas que explorar! Y Bill, que parecía conocerlos y comprenderlos muy bien a todos ellos, había encontrado una voz única y perfecta para cada uno. También estaba tejiendo, con aparente facilidad, todas las historias en una narración única y cohesionada, que resplandecía por su nivel de profundidad y detalle. ¿Qué le dije a Shelly? “¡Me apunto!”
Por supuesto, toda gran serie necesita grandes dibujantes, y Fábulas ha tenido unos cuantos, aunque con el segundo arco argumental Mark Buckingham ligó su mesa de dibujo al proyecto y lo reclamó como propio. El dibujo de Bucky es una delicia en todos los aspectos, y trabajar sobre él siempre ha sido divertido. Todos los demás dibujantes que han entrado en Villa Fábula han aportado su visión única y han estado a la altura del reto con unos trabajos excelentes (incluyendo las contribuciones de Jim Fern, Jimmy Palmiotti y Shawn McManus en este tomo), pero Buckingham sigue siendo el centro artístico de la serie, aquel alrededor del cual giran los demás.
En las páginas siguientes encontrarás grandes ejemplos de su trabajo, sobre todo en el capítulo de la boda, que reúne muchos de los personajes y las historias tejidas por Bill a lo largo de 50 números en una celebración brillante y cariñosa. Y podría añadir que esta edición en tomo, con su excelente impresión y su papel de alta calidad, te permitirá disfrutar del dibujo, los colores (de Daniel Vozzo y Lee Loughridge) y, sí, incluso de la rotulación, mucho más que antes.
Cuando me encontré con Bill en la Comic-Con de San Diego de este año, él estaba ansioso por saber si yo había accedido a escribir esta introducción, y quizás algo inquieto por saber qué pondría en ella. Le dije que había accedido pero que aún no había tenido tiempo para empezarla. “Si quieres, puedes hacer algo revelador y mordaz”, dijo con una sonrisa quizás algo nerviosa.
Así que sopesé contar nuestro primer encuentro en San Diego, hace años, cuando me dijo que no quería las tipografías sofisticadas que yo usaba en títulos como Sandman, o al menos no las quería en su obra. “Me gusta la rotulación sencilla”, dijo. (Dejaré que seas tú, el lector, quien vea cómo ha evolucionado eso.) Pensé en revelar cómo Bill y yo aprendimos a escribir correctamente “retruque”. Incluso pensé en desvelar el superpoder de Bill: la habilidad para desaparecer por completo en momentos en los que más necesarios son sus guiones. Pero no, pensé que sería mejor centrarme en los muchos elementos positivos de trabajar en Fábulas. Así que... ¡torturadme si queréis, pero no iré por ese camino oscuro!
Dejando las bromas a un lado, me siento privilegiado de poder visitar el universo de Fábulas cada mes. Está repleto de una gran escritura y un dibujo delicioso, de personajes que amo (y de unos pocos que adoro odiar), y de un equipo creativo y editorial con el que es un placer trabajar. Creo que disfrutarás de lo que te hemos preparado, así que adelante... ¡pasa la página y zambúllete!
Todd Klein
Julio de 2012
Artículo publicado originalmente en Fábulas: Edición de lujo - Libro 6.
Desde el momento en el que leí la propuesta original de Fábulas, que Shelly me envió para ver si me interesaba rotular la serie, supe que era un concepto con muchísimo potencial. De hecho, pensé que era la mejor idea para un cómic que había visto desde Sandman. Contenía un grupo de personajes de la tradición europea y de los cuentos de hadas, personajes de los que todos habíamos oído hablar, como Blancanieves, Pinocho y el lobo feroz, que contaban con una resonancia y una dignidad inherentes. El giro de Bill Willingham consistía en mostrarlos como si hubieran sido expulsados de las tierras míticas de sus historias originales y estuvieran escondidos en Estados Unidos, concretamente en la ciudad de Nueva York y en el norte del estado. La idea tenía mucha proyección, pues hay muchos personajes donde elegir, no solo de Europa sino también de los cuentos y leyendas del resto del mundo. ¿Y el cataclismo desconocido pero claramente épico que provocó su éxodo hacia nuestro mundo mundano? Otro motor para hacer avanzar la historia.
Más allá del potencial del reparto, lo que me gustó más fue la forma en la que Bill abordaba los personajes individuales. Sí, eran los mismos personajes reconocibles de nuestra infancia, pero tenían un trasfondo que desconocíamos. ¿Cómo habían llegado aquí? ¿Qué problemas y penurias habían soportado desde que terminaran sus historias originales? ¿Cómo habían llegado a poseer las diferentes actitudes, personalidades y apariencias físicas que vemos en la serie? ¡Ahí había muchas historias nuevas que explorar! Y Bill, que parecía conocerlos y comprenderlos muy bien a todos ellos, había encontrado una voz única y perfecta para cada uno. También estaba tejiendo, con aparente facilidad, todas las historias en una narración única y cohesionada, que resplandecía por su nivel de profundidad y detalle. ¿Qué le dije a Shelly? “¡Me apunto!”
Por supuesto, toda gran serie necesita grandes dibujantes, y Fábulas ha tenido unos cuantos, aunque con el segundo arco argumental Mark Buckingham ligó su mesa de dibujo al proyecto y lo reclamó como propio. El dibujo de Bucky es una delicia en todos los aspectos, y trabajar sobre él siempre ha sido divertido. Todos los demás dibujantes que han entrado en Villa Fábula han aportado su visión única y han estado a la altura del reto con unos trabajos excelentes (incluyendo las contribuciones de Jim Fern, Jimmy Palmiotti y Shawn McManus en este tomo), pero Buckingham sigue siendo el centro artístico de la serie, aquel alrededor del cual giran los demás.
En las páginas siguientes encontrarás grandes ejemplos de su trabajo, sobre todo en el capítulo de la boda, que reúne muchos de los personajes y las historias tejidas por Bill a lo largo de 50 números en una celebración brillante y cariñosa. Y podría añadir que esta edición en tomo, con su excelente impresión y su papel de alta calidad, te permitirá disfrutar del dibujo, los colores (de Daniel Vozzo y Lee Loughridge) y, sí, incluso de la rotulación, mucho más que antes.
Cuando me encontré con Bill en la Comic-Con de San Diego de este año, él estaba ansioso por saber si yo había accedido a escribir esta introducción, y quizás algo inquieto por saber qué pondría en ella. Le dije que había accedido pero que aún no había tenido tiempo para empezarla. “Si quieres, puedes hacer algo revelador y mordaz”, dijo con una sonrisa quizás algo nerviosa.
Así que sopesé contar nuestro primer encuentro en San Diego, hace años, cuando me dijo que no quería las tipografías sofisticadas que yo usaba en títulos como Sandman, o al menos no las quería en su obra. “Me gusta la rotulación sencilla”, dijo. (Dejaré que seas tú, el lector, quien vea cómo ha evolucionado eso.) Pensé en revelar cómo Bill y yo aprendimos a escribir correctamente “retruque”. Incluso pensé en desvelar el superpoder de Bill: la habilidad para desaparecer por completo en momentos en los que más necesarios son sus guiones. Pero no, pensé que sería mejor centrarme en los muchos elementos positivos de trabajar en Fábulas. Así que... ¡torturadme si queréis, pero no iré por ese camino oscuro!
Dejando las bromas a un lado, me siento privilegiado de poder visitar el universo de Fábulas cada mes. Está repleto de una gran escritura y un dibujo delicioso, de personajes que amo (y de unos pocos que adoro odiar), y de un equipo creativo y editorial con el que es un placer trabajar. Creo que disfrutarás de lo que te hemos preparado, así que adelante... ¡pasa la página y zambúllete!
Todd Klein
Julio de 2012
Artículo publicado originalmente en Fábulas: Edición de lujo - Libro 6.