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Identidades secretas

En el número de este mes hemos visto a Superman teniendo que lidiar con el sempiterno problema de la identidad secreta. Y aunque en esta ocasión no ha sido realmente la suya la que se ha vist expuesta, sino que otra perona ha sido erróneamente considerada Superman, el resultado siempre es el mismo: que el villano en cuestión trate de atacar al Hombre de Acero (o en este caso a quien creía que era él) a través de sus seres queridos.

El problema de la doble identidad siempre ha sido un tema recurrente en las historias de Superman, independientemente de la época y de los autores que estuvieran al cargo del personaje. En la época clásica Superman tenía que ingeniárselas de mil maneras para evitar que la suspicaz Lois Lane acabara corroborando sus sospechas de que Superman era en realidad Clark Kent. Para ello, el Hombre de Acero recurría a todo tipo de artimañas, desde emplear robots de su Fortaleza de la Soledad hasta echar mano de la ayuda de su amigo Batman para interpretar pantomimas en las que Lois pudiera ver juntos a Clark Kent y Superman. Y lo mismo le tocaba hacer a Superboy con Lana Lang, que también estaba empecinada en desenmascarar al joven superhéroe. Pero tanto de muchacho como de adulto, Superman siempre se las arregló para mantener a salvo su álter ego. Algo absolutamente vital para que las personas por las que Superman más se preocupaba pudieran seguir a salvo de sus peligrosos enemigos. Pero a lo largo de la historia del Hombre de Acero han sido varias las ocasiones en las que uno de sus enemigos ha logrado sumar dos y dos y dar con la identidad secreta de Superman, poniendo en jaque todo su universo y forzando al héroe a proteger a sus amigos y familiares.

Un perfecto ejemplo de esto es la historia clásica ¿Qué fue del Hombre del Mañana?, escrita por Alan Moore con dibujo de Curt Swan, George Pérez y Kurt Schaffenberger. Publicada en dos partes en septiembre de 1986 (entre Superman núm. 423 y Action Comics núm. 583), aquella aventura imaginaria serviría para cerrar la etapa previa a Crisis en Tierras Infinitas de Superman, dando paso a la modernizada versión del personaje que creó John Byrne en su miniserie El Hombre de Acero y que desarrolló durante casi dos años de dedicación exclusiva (puedes seguir toda esta etapa en los volúmenes Grandes Autores de Superman: John Byrne - Superman: El Hombre de Acero).

La historia, dramática y profunda como pocas sobre Superman, contaba cómo todos los villanos del Hombre de Acero se volvían en contra suya de forma inusitadamente violenta. Y precisamente uno de los puntos de inflexión era cuando el Bromista y el Juguetero desenmascaraban a Clark Kent en el plató de WGBS y en directo, lanzándole un ataque sorpresa que revelaba su invulnerabilidad y su traje de Superman bajo las ropas destrozadas de Clark Kent. Lo más terrible era cómo habían averiguado los dos villanos la identidad secreta del Hombre de Acero: lavando el cerebro de Pete Ross para obtener su confesión y asesinándolo después. A partir de ese momento, Superman se parapetaba en su Fortaleza de la Soledad junto al resto de sus amigos, resistiendo el ataque del equipo Brainiac-Luthor, de la Legión de Supervillanos y el Hombre de Kryptonita, aunque el verdadero responsable en las sombras era Mxyzptlk, que había decidido dejar de ser el duendecillo travieso de siempre para convertirse en un asesino. Como curiosidad, al final de la historia a Superman se le daba por muerto tras haber perdido sus poderes voluntariamente, pero en realidad adoptaba una nueva identidad secreta, Jordan Elliot –sin duda un guiño al nombre de su padre biológico, Jor(dan)-El(liot)– y se casaba con Lois Lane, con quien tenía un hijo que nacía con superpoderes y al que llamaban Jonathan.

A mediados de los años noventa, y esta vez totalmente dentro de la continuidad real de Superman, otro personaje logró averiguar quién era en realidad el Hombre de Acero, lo que sirvió de eje argumental para la saga La muerte de Clark Kent. Fue Kenny Braverman, un antiguo compañero de instituto de Clark Kent en Smallville que había crecido a la sombra de los éxitos de Clark y que, fruto de su obsesión, llegó a descubrir que este era Superman. Kenny culpaba a Clark de haberle vencido siempre en todo gracias a sus superpoderes, aunque en realidad, según lo establecido por John Byrne, Clark no los había desarrollado hasta pasada su adolescencia. Afectado también por la radiación de kryptonita la misma noche en la que la nave de Clark llegó a la Tierra, Kenny se transformó en el villano Conducto y mantuvo en jaque la vida de Clark atacando a sus seres queridos. El enfrentamiento final se producía en una réplica de Smallville creada por Conducto, donde el villano moría sobrecargado de su propia energía.

El último ejemplo que comentaremos data de 2002. La historia se llamó La batalla final, y en ella Superman volvía a ver cómo villanos de segunda atacaban no a los amigos de Superman, sino hasta a los conocidos más remotos de Clark Kent, como su dentista o su entrenador del instituto. En una progresión in crescendo, los ataques iban estrechándose sobre el círculo íntimo de Clark Kent. Superman apenas daba abasto para mantener a salvo a sus amigos y familiares, hasta que al final se las veía cara a cara con su enemigo: Manchester Black, un villano con enormes poderes mentales. Además, en esta historia los valores de Superman se ponían a prueba como nunca antes, porque Black creaba la ilusión de haber asesinado a Lois Lane para forzar a Superman a matarlo en venganza. Pero para frustración de su antagonista, Superman daba sepultura a su amada y prometía a Black que jamás saldría de prisión, pero no lo mataba. Devastado por no haber podido doblegar la voluntad de Superman y convertirlo en un asesino, Manchester Black se suicidaba.

En definitiva, desde los tiempos de Lois y Lana tratando de desenmascarar a Superman o Superboy, pasando por diferentes historias y sagas –imaginarias o reales– en las que la identidad de Clark Kent quedaba expuesta, el temor a que alguien descubra su álter ego siempre ha sido una de las mayores preocupaciones de Superman. Y aunque esto es algo que todavía no ha ocurrido en el nUDC, la historia nos demuestra que solo es cuestión de tiempo.

Javier Olivares Tolosa