¿Qué tienen en común la Sala Iceberg, el Nuevo Puente Trigate y la Antigua Torre Wayne? Son algunos de los lugares más reconocibles de Gotham, sí, pero también son sitios cuyos orígenes vemos en este tomo, que cuenta cómo la ciudad llegó a ser lo que es. De hecho, conoceremos los legados arquitectónicos de tres de sus principales familias: los Cobblepot (cuyo último descendiente conocido es Oswald, el Pingüino), los Elliot (encarnados actualmente por Tommy, alias Silencio) y los Wayne (con un representante, Bruce, que no necesita presentación). Pero además hubo una cuarta familia... ¿Cuál fue su apellido? ¿Y su legado?
Una de las virtudes de Puertas de Gotham es la de no ignorar las aportaciones de otros autores al mito urbano. Al contrario, trata de integrarlas con un esfuerzo muy considerable para tan pocas páginas, que precisamente por ello ganan en intensidad y en guiños a los aficionados. Hay menciones al “cuarto abuelo” de Bruce Wayne, el juez Solomon, como iniciador de la urbe moderna junto al arquitecto Cyrus Pinkney. Solomon sería el padre del tatarabuelo de Bruce, Alan Wayne, que juega un papel crucial en esta historia como continuador y corresponsable del asentamiento de la ciudad.
Muchos lectores recordarán la aparición del dúo Solomon-Cyrus y de Alan en la saga El regreso de Bruce Wayne, a cargo de Grant Morrison y varios dibujantes. En el cuarto episodio de dicha saga (Batman vol. II, núm. 46 de Planeta DeAgostini), Alan llegaba a contarnos que completó la Mansión Wayne en vida y que su hijo, bisabuelo de Bruce, se llamaría Kenneth. Y nos obsequiaba con una definición sobrecogedora de la entonces incipiente Gotham moderna: “Al otro lado del río negro no había más que las inmensas erupciones de anomalías monstruosas y fosforescentes que mi padre, el juez, había encargado al arquitecto Pinkney, a imagen y semejanza de un vasto y eterno jardín de lápidas rotas, burlándose de todos nuestros mañanas”. ¿Estaría pensando en algo así Bill Finger cuando dio con el término “Gotham” en una guía telefónica y decidió bautizar con él la ciudad? Era el nombre de una joyería, pero también un apodo de Nueva York en la década de 1930.
Puede que los lectores más curtidos también recuerden a Solomon y Cyrus por su papel en la saga Destructor (publicada por Ediciones Zinco en 1993, abarcando tres números de sus series regulares: Batman vol. II, núms. 68-69 y Leyendas de Batman núm. 34). El cruce reproducía el que tuvo lugar en Batman núm. 474, Legends of the Dark Knight núm. 27 y Detective Comics núm. 641, de 1992. La saga nos presentaba al villano que le daba título destruyendo los edificios más recientes de Gotham para sacar a la luz los antiguos. La intención era hacer vigente, también en los cómics, la metrópolis gótica que el oscarizado y malogrado Anton Furst había diseñado para la película Batman (1989), el primer film que Tim Burton dirigió sobre el superhéroe. Está claro que ha llovido un poco desde entonces, pero pese a algún detalle discutible −algo por otra parte propio de relatos de este tipo y del “pasado confuso” que manejan− el caso es que Destructor y Puertas de Gotham “cuadran”. Y mantienen muchas similitudes, ente ellas el misterio en torno a la identidad y las motivaciones del villano −el Destructor entonces, el Arquitecto ahora− y sus consecuencias.
Scott Snyder y Kyle Higgins cuentan a su favor con casi 20 años más de historias en las que inspirarse, con matices que van desde la Gotham-Chicago realista de las películas de Christopher Nolan al más puro steampunk. De hecho, el término llega a mencionarse en este volumen, y ese “retrofuturismo” se plasma en algunos diseños casi imposibles. Basta ver el traje del Arquitecto y sus variantes, de obvias similitudes con otros que comparten tendencia (como los de la saga de videojuegos Bioshock, basada precisamente en utópicas ciudades propicias a la hecatombe). Pero el conflicto y la tragedia son aquí tan humanos como cabría esperar, sobre todo estando implicado el guionista que hizo de James Gordon Jr., personaje olvidado donde los hubiese, uno de los más impactantes, desazonadores y memorables que han pasado por la colección de Detective Comics. Si su etapa en la serie (cuyo clímax publica ECC en el tomo Ciudad hambrienta) bien podría haberse titulado “¿Qué fue de Baby James?”, y evocaba clásicos como Batman: Año uno sin desmerecerlos, aquí Snyder demuestra que puede contar cosas muy distintas pero igualmente poderosas. “Para mí lo más emocionante de la historia de Gotham es lo inexplorada que está y lo desconocida que es”, ha confesado. Todo ello refuerza la idea de que su elección como guionista de Batman para el futuro relanzamiento de DC ha sido más que acertada. Allí veremos cómo sigue indagando en el pasado de la ciudad y cómo de él surgen nuevos villanos y conceptos tan elaborados como imprevisibles. Algo que, unido a los dibujos de Greg Capullo, ha hecho que el título sea con pleno merecimiento uno de los grandes éxitos del mercado americano actual.
Felip Tobar
Artículo incluido en el volumen Batman: Puertas de Gotham
Una de las virtudes de Puertas de Gotham es la de no ignorar las aportaciones de otros autores al mito urbano. Al contrario, trata de integrarlas con un esfuerzo muy considerable para tan pocas páginas, que precisamente por ello ganan en intensidad y en guiños a los aficionados. Hay menciones al “cuarto abuelo” de Bruce Wayne, el juez Solomon, como iniciador de la urbe moderna junto al arquitecto Cyrus Pinkney. Solomon sería el padre del tatarabuelo de Bruce, Alan Wayne, que juega un papel crucial en esta historia como continuador y corresponsable del asentamiento de la ciudad.
Muchos lectores recordarán la aparición del dúo Solomon-Cyrus y de Alan en la saga El regreso de Bruce Wayne, a cargo de Grant Morrison y varios dibujantes. En el cuarto episodio de dicha saga (Batman vol. II, núm. 46 de Planeta DeAgostini), Alan llegaba a contarnos que completó la Mansión Wayne en vida y que su hijo, bisabuelo de Bruce, se llamaría Kenneth. Y nos obsequiaba con una definición sobrecogedora de la entonces incipiente Gotham moderna: “Al otro lado del río negro no había más que las inmensas erupciones de anomalías monstruosas y fosforescentes que mi padre, el juez, había encargado al arquitecto Pinkney, a imagen y semejanza de un vasto y eterno jardín de lápidas rotas, burlándose de todos nuestros mañanas”. ¿Estaría pensando en algo así Bill Finger cuando dio con el término “Gotham” en una guía telefónica y decidió bautizar con él la ciudad? Era el nombre de una joyería, pero también un apodo de Nueva York en la década de 1930.
Puede que los lectores más curtidos también recuerden a Solomon y Cyrus por su papel en la saga Destructor (publicada por Ediciones Zinco en 1993, abarcando tres números de sus series regulares: Batman vol. II, núms. 68-69 y Leyendas de Batman núm. 34). El cruce reproducía el que tuvo lugar en Batman núm. 474, Legends of the Dark Knight núm. 27 y Detective Comics núm. 641, de 1992. La saga nos presentaba al villano que le daba título destruyendo los edificios más recientes de Gotham para sacar a la luz los antiguos. La intención era hacer vigente, también en los cómics, la metrópolis gótica que el oscarizado y malogrado Anton Furst había diseñado para la película Batman (1989), el primer film que Tim Burton dirigió sobre el superhéroe. Está claro que ha llovido un poco desde entonces, pero pese a algún detalle discutible −algo por otra parte propio de relatos de este tipo y del “pasado confuso” que manejan− el caso es que Destructor y Puertas de Gotham “cuadran”. Y mantienen muchas similitudes, ente ellas el misterio en torno a la identidad y las motivaciones del villano −el Destructor entonces, el Arquitecto ahora− y sus consecuencias.
Scott Snyder y Kyle Higgins cuentan a su favor con casi 20 años más de historias en las que inspirarse, con matices que van desde la Gotham-Chicago realista de las películas de Christopher Nolan al más puro steampunk. De hecho, el término llega a mencionarse en este volumen, y ese “retrofuturismo” se plasma en algunos diseños casi imposibles. Basta ver el traje del Arquitecto y sus variantes, de obvias similitudes con otros que comparten tendencia (como los de la saga de videojuegos Bioshock, basada precisamente en utópicas ciudades propicias a la hecatombe). Pero el conflicto y la tragedia son aquí tan humanos como cabría esperar, sobre todo estando implicado el guionista que hizo de James Gordon Jr., personaje olvidado donde los hubiese, uno de los más impactantes, desazonadores y memorables que han pasado por la colección de Detective Comics. Si su etapa en la serie (cuyo clímax publica ECC en el tomo Ciudad hambrienta) bien podría haberse titulado “¿Qué fue de Baby James?”, y evocaba clásicos como Batman: Año uno sin desmerecerlos, aquí Snyder demuestra que puede contar cosas muy distintas pero igualmente poderosas. “Para mí lo más emocionante de la historia de Gotham es lo inexplorada que está y lo desconocida que es”, ha confesado. Todo ello refuerza la idea de que su elección como guionista de Batman para el futuro relanzamiento de DC ha sido más que acertada. Allí veremos cómo sigue indagando en el pasado de la ciudad y cómo de él surgen nuevos villanos y conceptos tan elaborados como imprevisibles. Algo que, unido a los dibujos de Greg Capullo, ha hecho que el título sea con pleno merecimiento uno de los grandes éxitos del mercado americano actual.
Felip Tobar
Artículo incluido en el volumen Batman: Puertas de Gotham