Más allá de la conclusión del arco argumental que sirvió para conceder las dosis de protagonismo que Jason Todd merece recibir de forma periódica, el cómic que el lector sostiene entre sus manos contiene la entrega de la colección Batman and Robin previa al relanzamiento que próximamente sacudirá los cimientos del Universo DC. Para encargarse de este número autoconclusivo y de transición, el editor Mike Marts consideró oportuno recurrir a un guionista que en los últimos tiempos está adquiriendo un significativo peso dentro de la franquicia del Hombre Murciélago: el británico David Hine, a quien los más habituales recordarán por sus aportaciones recientes a la mitología del Cruzado de la Capa, en forma de one-shots, limiteds y arcos argumentales de diferentes series regulares.
Al igual que muchos de sus compatriotas y colegas de profesión, Hine se curtió en la inagotable cantera de 2000 AD, editorial en la que dio unos primeros pasos que le encaminaron hacia Marvel UK, división británica de la Casa de las Ideas. Atendiendo a su currículum, parece evidente que el suyo es un caso de lenta pero firme progresión, que le ha llevado de compaginar tareas de escritor, dibujante y entintador, a decantarse de forma definitiva por centrar sus esfuerzos en su carrera como guionista. Y a la vista de los resultados, parece que su apuesta ha resultado ganadora; especialmente desde 2004, año a partir del cual intensificó su colaboración con la división americana de Marvel Comics: Distrito-X, Daredevil: Redención, Guerra Silenciosa o X-Men: Los 198 son tan solo algunos de los títulos con los que, poco a poco, logró consolidar su posición en el siempre competitivo mercado estadounidense. Proyectos de lo más variado que, sumados a una prolongada estancia al frente de Spawn (Image Comics), dieron forma al núcleo central de una bibliografía cuya calidad pareció convencer a los responsables de DC Comics de que era el fichaje idóneo para apuntalar el universo de ficción del Caballero Oscuro.
Desde entonces, ha demostrado una especial aptitud a la hora de construir ambientes malsanos y aprovecharlos para indagar en una de sus filias temáticas, que aborda con frecuencia: las máscaras –tanto literales como metafóricas– con las que ocultamos o maquillamos nuestra verdadera personalidad. El propio guionista reconoce: “Estoy fascinado por la naturaleza de la identidad, por aquello que nos hace ser como somos”. Pero a través de sus proyectos más recientes, Hine también ha demostrado poseer un talento inusual cuando se trata de crear nuevos personajes. Como él mismo se encarga de subrayar: “Adoro usar a figuras del panteón clásico de la editorial, pero no hay nada comparable al desafío de idear a personajes de la nada, originales”. Así sucedió con el Cruzado, que protagonizó su primera aparición en la serie regular Azrael; o con el Green Lantern Orlan y los Kahloanos, que debutaron en The Brave and the Bold. Sin embargo, sus mayores aportaciones a la mitología de DC se produjeron a través de lo que él mismo ha denominado su “trilogía de Arkham”, inaugurada con el especial sobre el Asilo Arkham recopilado en el tomo Batman, La batalla por la capucha: Compendio. Una historia con la que dio una vuelta de tuerca a la caracterización de Jeremiah Arkham, presentó a su inquietante ayudante –Alyce Sinner– a los lectores y sacó de su chistera a nuevos y perturbadores pacientes de la institución mental, conocidos como “las tres bellezas”: Lady Hamburger,
Sin Cara y el Hombre Espejo, alias de Myrna Freud, Alessio Morandi y Narciso, respectivamente. Un elenco lo suficientemente interesante y llamativo como para continuar analizando su interacción en una serie limitada propia y un par de entregas de Detective Comics (núms. 864- 865) que, siempre con Jeremy Haun a los lápices, fueron recopiladas en el tomo Batman: Arkham Renacido.
Su inventiva y capacidad para desarrollar conceptos y personajes vuelve a quedar de manifiesto en la historia que centra nuestra atención: Delicias terrenales, Escenas de una obra en construcción, que traslada a nuestros protagonistas a la Ciudad de la Luz. Como hemos podido comprobar, Batman y Robin se enfrentan a nuevas amenazas en París, concretamente a los internos fugados de –y esta es una nueva aportación de Hine– Le Jardin Noir, una suerte de Arkham Asylum galo en el que las autoridades locales recluyen a criminales como Ray Man, Skin Talker, Id o Hermana Cristal, todos ellos acreedores de personalidades y motivaciones que rivalizan en su carácter pintoresco y retorcido. Pero puestos a destacar a una de las nuevas creaciones del guionista británico, brilla con luz propia Norman S. Rotrig, quien, bajo la identidad de “el Hijo del Hombre”, se convierte en una aportación especialmente interesante a la inabarcable galería de enemigos del Mejor Detective del Mundo. Como muchos lectores habrán advertido, la apariencia y el nombre de este personaje remiten expresamente al cuadro homónimo firmado por el pintor belga René Magritte (1898-1967), representante destacado del surrealismo que en su obra solía introducir como motivo recurrente la presencia de un misterioso individuo portador de bombín y abrigo negro, que en unas ocasiones levitaba y en otras ocultaba su rostro tras una manzana... tal vez haciendo buena la siguiente frase del artista: “Todo lo que vemos esconde otra cosa, siempre queremos ver lo que está escondido detrás de lo que vemos”.
No se acaban ahí las referencias que condicionan el extraño tono –entre onírico y psicotrópico– de esta aventura: tal y como reconoce Hine, llegado el momento de comentar a Chris Burnham diferentes ideas para la portada de este cómic, surgieron alusiones a la obra de artistas como Salvador Dalí, Giorgio de Chirico y M.C. Escher; pero también a películas como Origen (Christopher Nolan, 2010) o La naranja mecánica (Stanley Kubrick, 1971), que, basada en la novela de Anthony Burgess, propició la sustitución de la manzana del cuadro de Magritte por el cítrico tras el cual se esconde el álter ego de Rotrig. Innumerables guiños integrados en una historia inicialmente ideada para ser desarrollada a través de un arco argumental, pero que a raíz del relanzamiento de DC Comics, tuvo que condensarse en apenas 20 páginas; una circunstancia que, lejos de perjudicar el resultado final, potencia el punto pesadillesco y experimental de este relato con una estructura atípica y premeditadamente juguetona, tal y como se desprende de las palabras de Hine: “Quería que todo pareciese una especie de proyecto artístico, y la necesidad de acortar el número de páginas dio sentido a su apariencia de ‘obra en curso’. Es casi como una colección de bocetos de una pieza final más grande. Cada página contiene un título de escena y
la historia es bastante elíptica, pero espero que los lectores estén lo suficientemente intrigados como para desear que en el futuro rellenemos los huecos existentes”.
Para finalizar, un apunte que probablemente resulte obligado, teniendo en cuenta la posibilidad de que surjan dudas acerca de la repentina presencia del Dúo Dinámico en la capital francesa y la inesperada irrupción un nuevo aliado: originalmente, esta historia se vio precedida por la publicación de Detective Comics Annual núm. 12 y Batman Annual núm. 28, dos especiales –de momento inéditos en su edición española– en los que David Hine no solo explicaba la razón del viaje transoceánico del Hombre Murciélago y el Chico Maravilla, sino que también relataba los orígenes de Nightrunner: nombre clave de un joven de origen argelino llamado Bilal Asselah, especialista en parkour y residente en Clichy-sous-Bois, una comuna ubicada en los suburbios de París gravemente castigada por el racismo, la pobreza y la criminalidad. Un contexto social aprovechado por el guionista para que de la desesperación emerja una esperanzadora figura heroica que, apadrinada por Batman, representa una nueva adición a la interminable lista de vástagos ficcionales surgidos de la fabuladora mente de este guionista.
David Fernández
Artículo incluido en el volumen BATMAN núm. 58
Al igual que muchos de sus compatriotas y colegas de profesión, Hine se curtió en la inagotable cantera de 2000 AD, editorial en la que dio unos primeros pasos que le encaminaron hacia Marvel UK, división británica de la Casa de las Ideas. Atendiendo a su currículum, parece evidente que el suyo es un caso de lenta pero firme progresión, que le ha llevado de compaginar tareas de escritor, dibujante y entintador, a decantarse de forma definitiva por centrar sus esfuerzos en su carrera como guionista. Y a la vista de los resultados, parece que su apuesta ha resultado ganadora; especialmente desde 2004, año a partir del cual intensificó su colaboración con la división americana de Marvel Comics: Distrito-X, Daredevil: Redención, Guerra Silenciosa o X-Men: Los 198 son tan solo algunos de los títulos con los que, poco a poco, logró consolidar su posición en el siempre competitivo mercado estadounidense. Proyectos de lo más variado que, sumados a una prolongada estancia al frente de Spawn (Image Comics), dieron forma al núcleo central de una bibliografía cuya calidad pareció convencer a los responsables de DC Comics de que era el fichaje idóneo para apuntalar el universo de ficción del Caballero Oscuro.
Desde entonces, ha demostrado una especial aptitud a la hora de construir ambientes malsanos y aprovecharlos para indagar en una de sus filias temáticas, que aborda con frecuencia: las máscaras –tanto literales como metafóricas– con las que ocultamos o maquillamos nuestra verdadera personalidad. El propio guionista reconoce: “Estoy fascinado por la naturaleza de la identidad, por aquello que nos hace ser como somos”. Pero a través de sus proyectos más recientes, Hine también ha demostrado poseer un talento inusual cuando se trata de crear nuevos personajes. Como él mismo se encarga de subrayar: “Adoro usar a figuras del panteón clásico de la editorial, pero no hay nada comparable al desafío de idear a personajes de la nada, originales”. Así sucedió con el Cruzado, que protagonizó su primera aparición en la serie regular Azrael; o con el Green Lantern Orlan y los Kahloanos, que debutaron en The Brave and the Bold. Sin embargo, sus mayores aportaciones a la mitología de DC se produjeron a través de lo que él mismo ha denominado su “trilogía de Arkham”, inaugurada con el especial sobre el Asilo Arkham recopilado en el tomo Batman, La batalla por la capucha: Compendio. Una historia con la que dio una vuelta de tuerca a la caracterización de Jeremiah Arkham, presentó a su inquietante ayudante –Alyce Sinner– a los lectores y sacó de su chistera a nuevos y perturbadores pacientes de la institución mental, conocidos como “las tres bellezas”: Lady Hamburger,
Sin Cara y el Hombre Espejo, alias de Myrna Freud, Alessio Morandi y Narciso, respectivamente. Un elenco lo suficientemente interesante y llamativo como para continuar analizando su interacción en una serie limitada propia y un par de entregas de Detective Comics (núms. 864- 865) que, siempre con Jeremy Haun a los lápices, fueron recopiladas en el tomo Batman: Arkham Renacido.
Su inventiva y capacidad para desarrollar conceptos y personajes vuelve a quedar de manifiesto en la historia que centra nuestra atención: Delicias terrenales, Escenas de una obra en construcción, que traslada a nuestros protagonistas a la Ciudad de la Luz. Como hemos podido comprobar, Batman y Robin se enfrentan a nuevas amenazas en París, concretamente a los internos fugados de –y esta es una nueva aportación de Hine– Le Jardin Noir, una suerte de Arkham Asylum galo en el que las autoridades locales recluyen a criminales como Ray Man, Skin Talker, Id o Hermana Cristal, todos ellos acreedores de personalidades y motivaciones que rivalizan en su carácter pintoresco y retorcido. Pero puestos a destacar a una de las nuevas creaciones del guionista británico, brilla con luz propia Norman S. Rotrig, quien, bajo la identidad de “el Hijo del Hombre”, se convierte en una aportación especialmente interesante a la inabarcable galería de enemigos del Mejor Detective del Mundo. Como muchos lectores habrán advertido, la apariencia y el nombre de este personaje remiten expresamente al cuadro homónimo firmado por el pintor belga René Magritte (1898-1967), representante destacado del surrealismo que en su obra solía introducir como motivo recurrente la presencia de un misterioso individuo portador de bombín y abrigo negro, que en unas ocasiones levitaba y en otras ocultaba su rostro tras una manzana... tal vez haciendo buena la siguiente frase del artista: “Todo lo que vemos esconde otra cosa, siempre queremos ver lo que está escondido detrás de lo que vemos”.
No se acaban ahí las referencias que condicionan el extraño tono –entre onírico y psicotrópico– de esta aventura: tal y como reconoce Hine, llegado el momento de comentar a Chris Burnham diferentes ideas para la portada de este cómic, surgieron alusiones a la obra de artistas como Salvador Dalí, Giorgio de Chirico y M.C. Escher; pero también a películas como Origen (Christopher Nolan, 2010) o La naranja mecánica (Stanley Kubrick, 1971), que, basada en la novela de Anthony Burgess, propició la sustitución de la manzana del cuadro de Magritte por el cítrico tras el cual se esconde el álter ego de Rotrig. Innumerables guiños integrados en una historia inicialmente ideada para ser desarrollada a través de un arco argumental, pero que a raíz del relanzamiento de DC Comics, tuvo que condensarse en apenas 20 páginas; una circunstancia que, lejos de perjudicar el resultado final, potencia el punto pesadillesco y experimental de este relato con una estructura atípica y premeditadamente juguetona, tal y como se desprende de las palabras de Hine: “Quería que todo pareciese una especie de proyecto artístico, y la necesidad de acortar el número de páginas dio sentido a su apariencia de ‘obra en curso’. Es casi como una colección de bocetos de una pieza final más grande. Cada página contiene un título de escena y
la historia es bastante elíptica, pero espero que los lectores estén lo suficientemente intrigados como para desear que en el futuro rellenemos los huecos existentes”.
Para finalizar, un apunte que probablemente resulte obligado, teniendo en cuenta la posibilidad de que surjan dudas acerca de la repentina presencia del Dúo Dinámico en la capital francesa y la inesperada irrupción un nuevo aliado: originalmente, esta historia se vio precedida por la publicación de Detective Comics Annual núm. 12 y Batman Annual núm. 28, dos especiales –de momento inéditos en su edición española– en los que David Hine no solo explicaba la razón del viaje transoceánico del Hombre Murciélago y el Chico Maravilla, sino que también relataba los orígenes de Nightrunner: nombre clave de un joven de origen argelino llamado Bilal Asselah, especialista en parkour y residente en Clichy-sous-Bois, una comuna ubicada en los suburbios de París gravemente castigada por el racismo, la pobreza y la criminalidad. Un contexto social aprovechado por el guionista para que de la desesperación emerja una esperanzadora figura heroica que, apadrinada por Batman, representa una nueva adición a la interminable lista de vástagos ficcionales surgidos de la fabuladora mente de este guionista.
David Fernández
Artículo incluido en el volumen BATMAN núm. 58