Cuando me pidieron que escribiera la introducción de Rostros de Matt Wagner, un relato de Batman contra Dos Caras, acepté de inmediato.
¿Que por qué?
Pura y simplemente, porque soy fan de Matt Wagner. Me gusta cómo trabaja ese tipo. Sabe lo que se hace. Es buen narrador y, además, trabaja a escala subterránea. Aunque cuando leo sus cómics no siempre sea consciente de qué está pasando exactamente bajo mis pies, noto el retumbo de la acción que transcurre ahí debajo. Es eso tan antiguo de que ocurren más cosas de las que vemos a simple vista.
Como escritor, sé que ese truquito es mucho más complicado de conseguir de lo que uno espera. Pero Wagner lo tiene dominado.
La otra razón por la que acepté escribir esta introducción sin pensármelo dos veces es muy simple; soy fan de Batman. Fue uno de los primeros cómics que leí. De niño, Superman fue mi preferido durante una breve temporada; sin embargo, poco a poco, le quitó el puesto el Caballero Oscuro.
Admiraba tanto su honradez como el hecho de que fuera un humano normal sin poderes especiales más allá de su entrenamiento. Tenía un cuerpo atlético, sobresalía en artes marciales, dominaba diversas disciplinas esotéricas y llevaba una capucha negra muy chula con orejas encima.
Recuerdo que mi madre me hizo una capucha de Batman, pero las orejas no se mantenían en pie. Eso sí, la capa quedaba muy chula. Y tenía a mi propio Robin, a mi pobre sobrino, que se tuvo que poner aquel disfraz. Que Dios lo bendiga.
Pero eso es otra historia.
Batman. Ostras, chicos y chicas, me encanta. Y Dos Caras... Menudo villano. Es una de las metáforas más fascinantes de cuantas se han creado para que las combata nuestro Caballero Oscuro. Es un hombre cuyas decisiones, por extremas que sean, se deciden lanzando una moneda. Sí, señor. Dualidad, amigos míos, dualidad. No hay nada que represente mejor los dos extremos de la humanidad, el bien y el mal, que Dos Caras.
Que yo sepa, a Matt le gusta tanto como a mí el concepto de mente dual. Nadie es bueno ni malo del todo y, en cierto sentido, todos llevamos máscaras tras las cuales escondemos otras intenciones. U otros rostros, si lo preferís.
Eso no significa que se oculten colmillos afilados detrás de toda sonrisa, ni mucho menos. Pero detrás de cada rostro hay más caras, algunas con más cicatrices que otras. Y detrás de las faces deformes o llenas de cicatrices, se ocultan semblantes bellos y serenos.
Pero tened en cuenta una cosa.
Tras los rostros de mucha gente, se encuentran caras tan oscuras que, si fuéramos capaces de verlas, al mirarnos nos convertirían en piedra o nos abocarían a la locura.
Rostros. Pensadlo.
Ted Bundy.
Jeffrey Dahmer.
Personas muy normales, sin colmillos. No les goteaba de los ojos ningún líquido verde. No tenían expresiones salvajes ni violentas.
Bundy era el vecino de al lado. Solo que tenía un cuchillo. Y Dahmer era el empollón de al lado, solo que en su nevera... En fin, no hace falta explicar nada más.
La belleza puede albergar maldad. Lo normal y lo corriente pueden albergar maldad.
¿Y qué hay de Jack el Destripador? ¿Tenía un rostro común? ¿Era un afable profesor? ¿Un aristócrata?
Pensadlo. Pero no lo hagáis durante demasiado tiempo porque os dará escalofríos.
Matt Wagner, además de mostrar esta faceta dual de la humanidad llevada al extremo con Dos Caras como amenaza principal, también es humanista. Sabe cambiar el foco de atención del héroe al villano, e incluso a los actores “menores” de este drama. Fijaos con qué agudeza trata a los “monstruos” de este relato. En cómo trata con el triste agente inmobiliario que no es un mero chivo expiatorio sino un ser humano patético que desea ser especial. Igual que todos nosotros.
En este relato, todo el mundo posee un secreto, una cara oculta de su alma. Wagner aborda ambas facetas o, en algunos casos, más. También le da una patada en el trasero a la vanidad. No estoy insinuando que no volvamos a peinarnos antes de salir, que no nos cepillemos más los dientes ni que dejemos de intentar tener un aspecto agradable, pero pensadlo. En esta época, ¿se vende algo sin una cara bonita o un cuerpo musculoso que lo anuncie? Coches entre los cuales hay mujeres de pechos grandes.
Lociones para el afeitado con caras masculinas y hermosas que se afeitan antes de que las manos de una mujer guapa les apliquen el líquido. Como si la chica pasara por el baño y esperara que su chico se afeitara o viviera para el momento de ponerse el potingue en las manos y extendérselo a él por la cara.
Un tipo en calzoncillos se sienta a beber una cerveza y a ver la tele y, en secreto, en esa parte estúpida de su cabeza, piensa: “Si me comprara eso, también tendría a la chica. Sería un vago buenorro”. A una parte de él le parece una bobada; pero si no funcionara hasta cierto punto, si no apelara a nuestra vanidad o al deseo de ser atractivos como cualquier hombre o mujer, si alguien no se dirigiera a las fantasías que albergamos, a nuestra otra cara, no se vendería jabón.
Matt sabe que vende jabón. Sabe que somos tontos y, con esta porción de oscuridad titulada Rostros, nos habla del tema.
Una historia magistral. Y otra cosa que me gusta es que Batman actúe como detective. Reconozco que había pistas que me parecían un poco vagas de captar; pero claro, Batman es Batman. Es el Ellery Queen enmascarado del turno de noche. Trabaja a un nivel superior al vuestro o al mío, y sabe por experiencia que el instinto le funciona.
Sí, el elemento de misterio, la investigación, me gustó. En Batman ya no hay bastante de eso. Se aborda demasiado su faceta de vengador, lo cual está bien, pero se ha empleado más tiempo de la cuenta. Es otra de las razones por las que Rostros me resultó tan atractiva: porque no seguía la moda.
En resumen:
Gracias, DC Comics. Me alegro de que publicarais esta gran historia.
Gracias, Bob Kane, por Batman. Es un héroe chulo y singular.
Pero sobre todo, gracias, Matt Wagner, por saber qué hacer con este héroe chulo y singular y también con ese villano único y fascinante que se llama Dos Caras. Gracias por un relato maravilloso y cautivador.
Y...
¡...Hazlo otra vez, Matt! ¡Otra vez!
JOE R. LANSDALE (él mismo)
Artículo publicado en las páginas de Grandes autores de Batman: Matt Wagner - Rostros ¡Ya a la venta!
¿Que por qué?
Pura y simplemente, porque soy fan de Matt Wagner. Me gusta cómo trabaja ese tipo. Sabe lo que se hace. Es buen narrador y, además, trabaja a escala subterránea. Aunque cuando leo sus cómics no siempre sea consciente de qué está pasando exactamente bajo mis pies, noto el retumbo de la acción que transcurre ahí debajo. Es eso tan antiguo de que ocurren más cosas de las que vemos a simple vista.
Como escritor, sé que ese truquito es mucho más complicado de conseguir de lo que uno espera. Pero Wagner lo tiene dominado.
La otra razón por la que acepté escribir esta introducción sin pensármelo dos veces es muy simple; soy fan de Batman. Fue uno de los primeros cómics que leí. De niño, Superman fue mi preferido durante una breve temporada; sin embargo, poco a poco, le quitó el puesto el Caballero Oscuro.
Admiraba tanto su honradez como el hecho de que fuera un humano normal sin poderes especiales más allá de su entrenamiento. Tenía un cuerpo atlético, sobresalía en artes marciales, dominaba diversas disciplinas esotéricas y llevaba una capucha negra muy chula con orejas encima.
Recuerdo que mi madre me hizo una capucha de Batman, pero las orejas no se mantenían en pie. Eso sí, la capa quedaba muy chula. Y tenía a mi propio Robin, a mi pobre sobrino, que se tuvo que poner aquel disfraz. Que Dios lo bendiga.
Pero eso es otra historia.
Batman. Ostras, chicos y chicas, me encanta. Y Dos Caras... Menudo villano. Es una de las metáforas más fascinantes de cuantas se han creado para que las combata nuestro Caballero Oscuro. Es un hombre cuyas decisiones, por extremas que sean, se deciden lanzando una moneda. Sí, señor. Dualidad, amigos míos, dualidad. No hay nada que represente mejor los dos extremos de la humanidad, el bien y el mal, que Dos Caras.
Que yo sepa, a Matt le gusta tanto como a mí el concepto de mente dual. Nadie es bueno ni malo del todo y, en cierto sentido, todos llevamos máscaras tras las cuales escondemos otras intenciones. U otros rostros, si lo preferís.
Eso no significa que se oculten colmillos afilados detrás de toda sonrisa, ni mucho menos. Pero detrás de cada rostro hay más caras, algunas con más cicatrices que otras. Y detrás de las faces deformes o llenas de cicatrices, se ocultan semblantes bellos y serenos.
Pero tened en cuenta una cosa.
Tras los rostros de mucha gente, se encuentran caras tan oscuras que, si fuéramos capaces de verlas, al mirarnos nos convertirían en piedra o nos abocarían a la locura.
Rostros. Pensadlo.
Ted Bundy.
Jeffrey Dahmer.
Personas muy normales, sin colmillos. No les goteaba de los ojos ningún líquido verde. No tenían expresiones salvajes ni violentas.
Bundy era el vecino de al lado. Solo que tenía un cuchillo. Y Dahmer era el empollón de al lado, solo que en su nevera... En fin, no hace falta explicar nada más.
La belleza puede albergar maldad. Lo normal y lo corriente pueden albergar maldad.
¿Y qué hay de Jack el Destripador? ¿Tenía un rostro común? ¿Era un afable profesor? ¿Un aristócrata?
Pensadlo. Pero no lo hagáis durante demasiado tiempo porque os dará escalofríos.
Matt Wagner, además de mostrar esta faceta dual de la humanidad llevada al extremo con Dos Caras como amenaza principal, también es humanista. Sabe cambiar el foco de atención del héroe al villano, e incluso a los actores “menores” de este drama. Fijaos con qué agudeza trata a los “monstruos” de este relato. En cómo trata con el triste agente inmobiliario que no es un mero chivo expiatorio sino un ser humano patético que desea ser especial. Igual que todos nosotros.
En este relato, todo el mundo posee un secreto, una cara oculta de su alma. Wagner aborda ambas facetas o, en algunos casos, más. También le da una patada en el trasero a la vanidad. No estoy insinuando que no volvamos a peinarnos antes de salir, que no nos cepillemos más los dientes ni que dejemos de intentar tener un aspecto agradable, pero pensadlo. En esta época, ¿se vende algo sin una cara bonita o un cuerpo musculoso que lo anuncie? Coches entre los cuales hay mujeres de pechos grandes.
Lociones para el afeitado con caras masculinas y hermosas que se afeitan antes de que las manos de una mujer guapa les apliquen el líquido. Como si la chica pasara por el baño y esperara que su chico se afeitara o viviera para el momento de ponerse el potingue en las manos y extendérselo a él por la cara.
Un tipo en calzoncillos se sienta a beber una cerveza y a ver la tele y, en secreto, en esa parte estúpida de su cabeza, piensa: “Si me comprara eso, también tendría a la chica. Sería un vago buenorro”. A una parte de él le parece una bobada; pero si no funcionara hasta cierto punto, si no apelara a nuestra vanidad o al deseo de ser atractivos como cualquier hombre o mujer, si alguien no se dirigiera a las fantasías que albergamos, a nuestra otra cara, no se vendería jabón.
Matt sabe que vende jabón. Sabe que somos tontos y, con esta porción de oscuridad titulada Rostros, nos habla del tema.
Una historia magistral. Y otra cosa que me gusta es que Batman actúe como detective. Reconozco que había pistas que me parecían un poco vagas de captar; pero claro, Batman es Batman. Es el Ellery Queen enmascarado del turno de noche. Trabaja a un nivel superior al vuestro o al mío, y sabe por experiencia que el instinto le funciona.
Sí, el elemento de misterio, la investigación, me gustó. En Batman ya no hay bastante de eso. Se aborda demasiado su faceta de vengador, lo cual está bien, pero se ha empleado más tiempo de la cuenta. Es otra de las razones por las que Rostros me resultó tan atractiva: porque no seguía la moda.
En resumen:
Gracias, DC Comics. Me alegro de que publicarais esta gran historia.
Gracias, Bob Kane, por Batman. Es un héroe chulo y singular.
Pero sobre todo, gracias, Matt Wagner, por saber qué hacer con este héroe chulo y singular y también con ese villano único y fascinante que se llama Dos Caras. Gracias por un relato maravilloso y cautivador.
Y...
¡...Hazlo otra vez, Matt! ¡Otra vez!
JOE R. LANSDALE (él mismo)
Artículo publicado en las páginas de Grandes autores de Batman: Matt Wagner - Rostros ¡Ya a la venta!