Eccediciones

Fundido en negro

El clímax de esta aventura de Rorschach previa a Watchmen -si podemos llamarlo así- nos presenta a Walter J. Kovacs a merced de sus enemigos, a Rawhead quitándole su máscara para suplantarle en las calles llenas de tumultos y a "su chica" amenazada por un asesino en serie. Y todo esto enmarcado en un acontecimiento real, el apagón de Nueva York de 1977, que mantuvo en vilo a la ciudad durante los días 13 y 14 de julio (como el famoso "Diario de Rorschach" constata en la página 17 al decirnos, a modo de epílogo, que estamos en 1982 y que han pasado cinco años desde entonces).

Al final, los mimbres de cualquier thriller en pos de su apoteósica conclusión se revelan como algo deliberadamente orquestado para desembocar en un farol. El modo en que terminan Rorschach, Rawhead y Nancy no puede ser más banal y, a la vez –he ahí el quid–, representativo de lo absurdo de la existencia humana. Incluso el secuaz Lucky Pierre, a merced de un tigre que evoca el del poema de William Blake citado en el original (y vuelto a citar hasta la náusea desde entonces), parece aquí despojado de cualquier lirismo para que Brian Azzarello y Lee Bermejo lo muestren, fieles a su estilo, igual que una bestia en toda su crudeza.

Como sumidos literalmente en el abismo del sexto episodio del original de Alan Moore y Dave Gibbons, los personajes pululan hasta un final que ni siquiera lo parece... por insatisfactorio y vacuo para ellos. Normalmente, que un villano suplante la identidad de un héroe suele ser motivo de situaciones ignominiosas y traumáticas, como ocurre en las historietas de fuste más o menos clásico. Basta con ver el segundo volumen de Grandes autores de Superman: John Byrne, donde un enemigo del Hombre de Acero, el minusválido David Gundersen, poseía su cuerpo y llegaba a convencer a los demás de que era el propio Superman (y de paso se las hacía pasar canutas a los Jóvenes Titanes). Fue en el núm. 586 americano de Action Comics, histórico por ser el primero posterior a Crisis en Tierras Infinitas y por seguir inmediatamente a la historia con que Moore, Curt Swan y George Pérez despedían a la encarnación clásica de Superman. Esa historia, ¿Qué fue del Hombre del Mañana?, se recopila íntegramente en el volumen El Universo DC de Alan Moore. Aquí, sin embargo, tanto la pretendida afrenta de Rawhead como sus acciones suplantando a Rorschach terminan siendo un acto fallido que le estalla en toda la cara... o en toda la cabeza, por lo visto. La pasividad de Rorschach al recoger su máscara ensangrentada del suelo solo es comparable al mecanicismo con que se ocupa del Bardo. Cualquier lector que hubiese esperado un desarrollo más romántico de su relación con Nancy, la camarera y potencial última víctima, podría darse con un canto en los dientes si ella sigue viva...

Por contraste, entre otros ejemplos clásicos de infames suplantaciones de identidad, destaca por méritos propios la saga El regreso de Barry Allen, publicada en el segundo volumen de Universo DC: Flash. Tras el aspecto del héroe se hallaba en realidad el Profesor Zoom, alias el Flash Reverso. El shock para Wally West, entonces considerado velocista oficial como relevo de Barry, era bastante considerable y el desenlace le consolidaba como la verdadera encarnación de Flash por aquel entonces (a principios de la década de los noventa). De suplantaciones sonadas de unos héroes por otros ha habido para dar y tomar: Superman (el Ciborg, Superboy, Acero y el Erradicador eran sus cuatro sustitutos tras su “muerte”), Batman (aparte de los “clásicos” Jean-Paul Valley y Dick Grayson, incluso su hijo de 10 años, Damian Wayne, urdía una compleja estrategia para suplantarle en el reciente tomo 4 de Batman y Robin, ya en pleno Nuevo Universo DC), Green Lantern (¿qué fue Kyle Rayner, sino el “portador de la antorcha” que sustituía a Hal Jordan, aunque no suplantase su identidad... algo que sí haría Parallax?), Wonder Woman (Artemisa), etc.

Pero quizá la suplantación más impactante de todas, gracias en buena medida a Brian Bolland, sea la que dio su aparente origen al Joker en La broma asesina (otro de los clásicos incluidos en El Universo DC de Alan Moore). Allí se nos revelaba que la génesis del mayor villano del Hombre Murciélago, según sus propios y poco fiables recuerdos, se remontaba a la noche en que se hizo pasar por el anónimo criminal Capucha Roja. Un juego de espejos que halla su eco en el Nuevo Universo DC bajo la actual identidad de Jason Todd, que la ha adoptado por motivos opuestos... ¿O no? Al fin y al cabo, tanto Watchmen como Antes de Watchmen –y por extensión muchos de los cómics actuales– basan gran parte de su encanto en la aterradora y fascinante idea de que nunca podemos saber en realidad quién se oculta bajo la capucha.

Felip Tobar

Previa (portada y cinco páginas interiores) de Antes de Watchmen: Rorschach núm. 4.