Geoff Johns (Detroit, 1973) acababa de aterrizar en la industria de los cómics cuando se convirtió en guionista titular de Flash. Su debut en la serie tuvo lugar en el número 164, dibujado por el artista español Ángel Unzueta y publicado en septiembre de 2000. Inicialmente, esta pareja creativa estaba encargada de firmar un arco argumental de seis episodios que sirviera de enlace entre la etapa recién concluida de Mark Waid (que permaneció en la cabecera durante ocho años) y la que iba a iniciar un nuevo equipo formado por el guionista Jerry Ordway y el dibujante Scott Kollins. Pero un cambio de última hora permitió a Johns continuar como guionista más allá del margen de seis episodios inicialmente previsto. Junto a Kollins, inauguró una etapa que se extendió durante 60 episodios y que lo consagró como una de las firmas más frescas e interesantes del género de superhéroes
Johns procedía del mundo del cine, donde se había desempeñado como ayudante de producción del realizador Richard Donner. Debutó en el campo de la historieta con la serie Stars and S.T.R.I.P.E. publicada por DC Comics en 1999. Allí manifestó ya las constantes que iban a presidir su carrera. Entre otras, su predilección por personajes relativamente desconocidos que le permitían un mayor recorrido dramático. Su opera prima llamó la atención del guionista David Goyer, que invitó al autor novel a escribir en equipo la cabecera mensual JSA (recopilada por ECC en varios volúmenes). Esta colaboración arrancó en enero de 2000 y se prolongó durante 46 episodios y una novela gráfica (dibujada por Carlos Pacheco). En ellos, Johns se curtió profesionalmente y cosechó los primeros aplausos de su carrera. Escritor múltiple, diversificó pronto su producción. Ese mismo año firmó el especial Silver Age: Showcase (junto al dibujante Dick Giordano) y la serie limitada Beast Boy (con el artista Ben Raab). Y, sobre todo, comenzó a escribir Flash, que se convirtió en el vehículo ideal para desplegar su conocimiento del mundo de los superhéroes y para exhibir su habilidad como renovador de creaciones aparentemente agotadas.
Flash no era un encargo sencillo. Su antecesor en el cargo, Mark Waid, había cerrado una etapa de casi 100 números donde había explotado exhaustivamente la figura de Wally West, asentándolo firmemente en el suelo del Universo DC. Waid era un admirador confeso de los cómics de la Edad de Plata. Su aproximación a Flash era clásica y dramática (situando con frecuencia al Velocista Escarlata ante situaciones límite que conformaron un frenético carrusel de emociones). Johns, en cambio, optó por el melodrama y por el estudio de caracteres. Sus cómics eran tan vibrantes y entretenidos como los de su predecesor, pero respiraban una atmósfera psicológica más sombría y más densa.
Johns era un maestro en la ciencia de infligir sufrimiento a sus creaciones y, sobre todo, en el arte de deleitar a sus lectores con los frutos de ese sadismo de papel. Desde el principio, imprimió una profundidad psicológica inédita a la galería de personajes que poblaban Flash. Sobre todo, encontró un filón explorando los traumas infantiles de los Villanos. El Capitán Frío o el Profesor Zoom abandonaron su papel de comparsas y adquirieron un trasfondo espiritual más hondo. La Galería de Villanos de Flash, tal como Johns la presentaba, recuerda más a un club de autoayuda que a un colectivo orientado a la destrucción de un superhéroe. Sin embargo, este ánimo fraterno no empaña la naturaleza letal de cada uno de sus miembros. En realidad, pocas veces han parecido más mortíferos y sus actos han causado más devastación.
En manos del guionista de Flashpoint, Keystone City no era un patio de recreo donde el Velocista Escarlata se entretuviera jugando al ratón y al gato con sus adversarios. Johns se inspiró en su Detroit natal para crear un telón de fondo urbano e industrial donde la partida entre el héroe y sus enemigos se plantease a vida o muerte. Los dibujantes Scott Kollins, Ethan Van Sciver y Howard Porter, entre otros, plasmaron con acierto un clima malsano y sombrío que enmarcaba a la perfección el martirio de Flash. También el tormento psicológico que sufrían sus enemigos, inmersos en un infierno de frustración, culpabilidad y odio.
La felicidad escaseaba en la serie, tanto para el protagonista como para los secundarios. Pero no todo fue un valle de lágrimas en Flash. Johns dio un respiro a sus creaciones intercalando escenas amables que contrastaban con el clima oscuro de muchas de las aventuras. En este sentido, destacan especialmente los interludios sentimentales entre Wally West y su compañera Linda Park, que creaban una especie de oasis de normalidad en medio de la locura y el caos. Sin embargo, es probable que el lector disfrute más de los momentos tormentosos que de los alegres. Y es que Geoff Johns nos enseñó a apreciar, sobre todo, los gozos del martirio.
Jorge García
Artículo publicado en las páginas de Flash de Geoff Johns: La guerra de los villanos ¡Ya a la venta!
Previa de Flash de Geoff Johns: La guerra de los villanos
Johns procedía del mundo del cine, donde se había desempeñado como ayudante de producción del realizador Richard Donner. Debutó en el campo de la historieta con la serie Stars and S.T.R.I.P.E. publicada por DC Comics en 1999. Allí manifestó ya las constantes que iban a presidir su carrera. Entre otras, su predilección por personajes relativamente desconocidos que le permitían un mayor recorrido dramático. Su opera prima llamó la atención del guionista David Goyer, que invitó al autor novel a escribir en equipo la cabecera mensual JSA (recopilada por ECC en varios volúmenes). Esta colaboración arrancó en enero de 2000 y se prolongó durante 46 episodios y una novela gráfica (dibujada por Carlos Pacheco). En ellos, Johns se curtió profesionalmente y cosechó los primeros aplausos de su carrera. Escritor múltiple, diversificó pronto su producción. Ese mismo año firmó el especial Silver Age: Showcase (junto al dibujante Dick Giordano) y la serie limitada Beast Boy (con el artista Ben Raab). Y, sobre todo, comenzó a escribir Flash, que se convirtió en el vehículo ideal para desplegar su conocimiento del mundo de los superhéroes y para exhibir su habilidad como renovador de creaciones aparentemente agotadas.
Flash no era un encargo sencillo. Su antecesor en el cargo, Mark Waid, había cerrado una etapa de casi 100 números donde había explotado exhaustivamente la figura de Wally West, asentándolo firmemente en el suelo del Universo DC. Waid era un admirador confeso de los cómics de la Edad de Plata. Su aproximación a Flash era clásica y dramática (situando con frecuencia al Velocista Escarlata ante situaciones límite que conformaron un frenético carrusel de emociones). Johns, en cambio, optó por el melodrama y por el estudio de caracteres. Sus cómics eran tan vibrantes y entretenidos como los de su predecesor, pero respiraban una atmósfera psicológica más sombría y más densa.
Johns era un maestro en la ciencia de infligir sufrimiento a sus creaciones y, sobre todo, en el arte de deleitar a sus lectores con los frutos de ese sadismo de papel. Desde el principio, imprimió una profundidad psicológica inédita a la galería de personajes que poblaban Flash. Sobre todo, encontró un filón explorando los traumas infantiles de los Villanos. El Capitán Frío o el Profesor Zoom abandonaron su papel de comparsas y adquirieron un trasfondo espiritual más hondo. La Galería de Villanos de Flash, tal como Johns la presentaba, recuerda más a un club de autoayuda que a un colectivo orientado a la destrucción de un superhéroe. Sin embargo, este ánimo fraterno no empaña la naturaleza letal de cada uno de sus miembros. En realidad, pocas veces han parecido más mortíferos y sus actos han causado más devastación.
En manos del guionista de Flashpoint, Keystone City no era un patio de recreo donde el Velocista Escarlata se entretuviera jugando al ratón y al gato con sus adversarios. Johns se inspiró en su Detroit natal para crear un telón de fondo urbano e industrial donde la partida entre el héroe y sus enemigos se plantease a vida o muerte. Los dibujantes Scott Kollins, Ethan Van Sciver y Howard Porter, entre otros, plasmaron con acierto un clima malsano y sombrío que enmarcaba a la perfección el martirio de Flash. También el tormento psicológico que sufrían sus enemigos, inmersos en un infierno de frustración, culpabilidad y odio.
La felicidad escaseaba en la serie, tanto para el protagonista como para los secundarios. Pero no todo fue un valle de lágrimas en Flash. Johns dio un respiro a sus creaciones intercalando escenas amables que contrastaban con el clima oscuro de muchas de las aventuras. En este sentido, destacan especialmente los interludios sentimentales entre Wally West y su compañera Linda Park, que creaban una especie de oasis de normalidad en medio de la locura y el caos. Sin embargo, es probable que el lector disfrute más de los momentos tormentosos que de los alegres. Y es que Geoff Johns nos enseñó a apreciar, sobre todo, los gozos del martirio.
Jorge García
Artículo publicado en las páginas de Flash de Geoff Johns: La guerra de los villanos ¡Ya a la venta!
Previa de Flash de Geoff Johns: La guerra de los villanos