Eccediciones

Finales y principio

 Bien es sabido que una casa es algo más que cuatro paredes y un tejado, mucho más que un simple contenedor de posesiones materiales y algún que otro ser de carne y hueso: es un almacén de recuerdos, emociones e historias personales. Es un lugar en el que, sin importar el tiempo que pase, las experiencias permanecen vivas, presentes en las mentes de sus habitantes, mutando de acuerdo con el desarrollo de su propia existencia. Una casa es a la vez un refugio del exterior, y una prisión de la esencia de uno mismo. A medida que pasan los años, la decoración de la misma cada vez resulta más barroca, amontonando objetos de toda clase, muchos de ellos de dudosa utilidad. La cuestión es que, aún con todas sus pegas e incomodidades, la falta de espacio, y los conflictos con el resto de los habitantes, sigue siendo un hogar. Uno al que siempre se está dispuesto a volver.

La Casa del Misterio se alimenta de historias. Con ellas crece y acumula experiencias que de otro modo no podría conocer, dado que en su condición de edificio no tiene muchas oportunidades de vivir fuera del lugar que ocupa, a pesar de su acusada tendencia a moverse de un sitio a otro. Cualquiera que pueda encontrar su puerta tiene derecho a entrar, y la casa invita a la primera bebida. El resto deben pagarse contando historias (salvo que uno sea un duende, en cuyo caso se aceptará el oro como pago). La casa ya existía antes de que Matthew Sturges y Luca Rossi decidiesen contar la historia de Fig Keele, y probablemente seguirá existiendo mucho tiempo después de terminar esta. En los 42 números (y dos especiales de Halloween) que conforman esta serie hemos asistido no solo a una trama general que se desarrollaba con un ritmo generoso, sino que a su vez la serie homenajeaba al primer volumen de House of Mystery (publicado entre 1951 y 1983), ofreciendo diversas historias cortas en las que distintos autores invitados alimentaban el ansia de conocimiento de la casa. Son muchos los autores que han dejado su huella en esta Casa del Misterio, destacando a Bill Willingham (Fábulas) como una de las fuerzas creativas que le dio un primer impulso y marcó el camino a seguir por el resto de aportaciones, casi siempre escritas por Matthew Sturges, y dibujadas por la flor y nata de la industria del cómic, desde Sam Kieth hasta David Lloyd. Estas historias han conseguido aumentar los horizontes de la casa con relatos de terror, historias de ciencia-ficción, e incluso retorcidos cuentos infantiles.

En 42 números ha habido tiempo de sobra para comprender que, a pesar de dar título a la colección, en realidad la Casa del Misterio apenas era una excusa, el marco para unos personajes que hemos aprendido a apreciar: la creativa inseguridad de Fig, siempre rodeada de personajes como Harry, Jordan, Cress, Ann, Poeta o Tursig, el primer goblin gay que llegó a ser rey… Ellos son quienes han dado vida a la Casa del Misterio, y a ellos y su destino va dedicado este último tomo.

Sabiendo que la Casa del Misterio es una constante y, por tanto, no puede dejar de existir, la siguiente pregunta es más que obvia: ¿cómo pensáis pagar vuestras bebidas?

David Catalina