Orientado al relanzamiento de las diferentes cabeceras relacionadas con el Hombre Murciélago, el evento Batman reborn subrayó la importancia del cambio de paradigma argumental propiciado por la desaparición de Bruce Wayne durante Crisis Final. Privados de la figura autoritaria, ejemplarizante, fraternal, o directamente paterna que representaba el primer portador de manto del murciélago, cabía preguntarse cómo reaccionarían sus colaboradores más cercanos ante la inmensidad de semejante vacío; y una vez planteado tal interrogante, la colección que atrajo todas las miradas fue Batman y Robin. No en vano, tanto Dick Grayson como Damian Wayne tenían en común compartir con el héroe ausente un estrecho vínculo, tan solo comparable al que le unía a Tim Drake: el primero, compañero original, pupilo, amigo y aprendiz; el segundo, hijo biológico, inicialmente reticente a respetar la autoridad de su padre, ahora empeñado en honrar su legado.
Durante los dos primeros arcos argumentales, pudimos observar cómo Grant Morrison, Frank Quitely y Philip Tan establecieron el peculiar tono de la serie, definiendo las vertientes argumental y dramática, y ordenando cada uno de los elementos y actores de esta gigantesca trama, como si se trataran de piezas de ajedrez adecuadamente dispuestas sobre el tablero para jugar la fase decisiva de una compleja partida. Apenas seis números repletos de información –y diversión–, que permitieron la intuición de las gigantescas proporciones del misterio planteado por el guionista escocés. Media docena de tebeos que dan paso a las dos historias recopiladas en el presente volumen, centradas en la exploración de las respuestas emocionales de Dick y Damian al supuesto fallecimiento de Bruce Wayne. La primera de ellas –dibujada por Cameron Stewart– está inevitablemente relacionada con el contexto editorial de la época, condicionado por La noche más oscura: un macroevento protagonizado por los Green Lanterns que derivó en la resurrección de algunos de los muertos más ilustres del Universo DC. Bajo el título original de Blackest Knight –con la presencia de una “k” propiciatoria de un juego de palabras–, Morrison aprovechó este arco argumental para atar determinados cabos sueltos desde Crisis Final y Batman R.I.P., contar con la presencia de invitados de excepción –Batwoman, Caballero y Escudera–, y plantear el dilema ético al que se tendrá que enfrentar Dick, dispuesto a contravenir sus principios con tal de aferrarse a la remota posibilidad de devolver la vida a su mentor.
En cuanto a la segunda historia incluida en este tomo, cuenta con los lápices de Andy Clarke para hacer avanzar de forma significativa la trama global. Además de dejar patentes las aptitudes de Damian en cuantos ámbitos incurre –evidenciando su sentido del deber, pero también sus miedos e inseguridades ante un hipotético regreso de su padre– y de revelar, por fin, la sorprendente identidad de Oberon Sexton, los recovecos de esta aventura conducen hacia el tercer acto de Batman y Robin; aquel que, leído de forma paralela a la serie limitada El regreso de Bruce Wayne, permite apreciar la imagen que conforman las piezas del gigantesco rompecabezas urdido por Morrison. Inclasificable guionista que, en un meritorio ejercicio de ambición e ingenio, aprovecha la vasta riqueza de una improbable continuidad construida durante más de siete décadas: mitología casi inabarcable llamada a adquirir una nueva dimensión a partir del peculiar “diálogo” que, a través del tiempo, mantiene el Cruzado de la Capa original con sus legítimos herederos…
David Fernández
Durante los dos primeros arcos argumentales, pudimos observar cómo Grant Morrison, Frank Quitely y Philip Tan establecieron el peculiar tono de la serie, definiendo las vertientes argumental y dramática, y ordenando cada uno de los elementos y actores de esta gigantesca trama, como si se trataran de piezas de ajedrez adecuadamente dispuestas sobre el tablero para jugar la fase decisiva de una compleja partida. Apenas seis números repletos de información –y diversión–, que permitieron la intuición de las gigantescas proporciones del misterio planteado por el guionista escocés. Media docena de tebeos que dan paso a las dos historias recopiladas en el presente volumen, centradas en la exploración de las respuestas emocionales de Dick y Damian al supuesto fallecimiento de Bruce Wayne. La primera de ellas –dibujada por Cameron Stewart– está inevitablemente relacionada con el contexto editorial de la época, condicionado por La noche más oscura: un macroevento protagonizado por los Green Lanterns que derivó en la resurrección de algunos de los muertos más ilustres del Universo DC. Bajo el título original de Blackest Knight –con la presencia de una “k” propiciatoria de un juego de palabras–, Morrison aprovechó este arco argumental para atar determinados cabos sueltos desde Crisis Final y Batman R.I.P., contar con la presencia de invitados de excepción –Batwoman, Caballero y Escudera–, y plantear el dilema ético al que se tendrá que enfrentar Dick, dispuesto a contravenir sus principios con tal de aferrarse a la remota posibilidad de devolver la vida a su mentor.
En cuanto a la segunda historia incluida en este tomo, cuenta con los lápices de Andy Clarke para hacer avanzar de forma significativa la trama global. Además de dejar patentes las aptitudes de Damian en cuantos ámbitos incurre –evidenciando su sentido del deber, pero también sus miedos e inseguridades ante un hipotético regreso de su padre– y de revelar, por fin, la sorprendente identidad de Oberon Sexton, los recovecos de esta aventura conducen hacia el tercer acto de Batman y Robin; aquel que, leído de forma paralela a la serie limitada El regreso de Bruce Wayne, permite apreciar la imagen que conforman las piezas del gigantesco rompecabezas urdido por Morrison. Inclasificable guionista que, en un meritorio ejercicio de ambición e ingenio, aprovecha la vasta riqueza de una improbable continuidad construida durante más de siete décadas: mitología casi inabarcable llamada a adquirir una nueva dimensión a partir del peculiar “diálogo” que, a través del tiempo, mantiene el Cruzado de la Capa original con sus legítimos herederos…
David Fernández